3 primeras leyendas: Maese Pérez, el organista: La leyenda habla del organista de la iglesia de santa Inés, este tocaba como los ángeles, su música maravillaba a todos, y su carácter, hombre humilde y bondadoso hacía que todo el mundo lo quisiera. Durante una misa del gallo, cuando el organista ya es viejo corre la noticia en la iglesia que Maese Pérez está muy enfermo y no podrá venir. Entonces otro organista, un hombre malo, seco, huesudo y bisojo que no sabe tocar bien se adelanta y se ofrece a tocar él, aunque no por generosidad sino por arrogancia. Cuando está a punto de empezar llega Maese Pérez, gravemente enfermo. Su última voluntad es tocar en su última misa del gallo, su música llena el recinto, más bella que nunca, pero en medio de la misa, en medio de la música, de repente se oye un grito, es la hija del organista, al comprobar que este ha muerto tocando. Al año siguiente toca en la misa del gallo de Santa Inés el otro organista, el malo y torpe toca en su lugar, nadie piensa que lo va a hacer bien, pero para sorpresa de todo el mundo su música es celestial. Cuando baja de la tribuna del órgano se le ve pálido, desencajado. Dice que el órgano no es bueno y que no volverá a tocar allí nunca más. Al año siguiente es la hija del viejo organista la que toca el órgano el 24 de diciembre, al empezar a tocar pero, grita de terror, todos acuden a ver qué pasa y descubren que el órgano está tocando solo, es el alma de Maese Pérez. Rayo de Luna: Esta leyenda nos cuenta la historia de Manrique, un joven noble que ama la soledad. Es un joven extraño, no le gusta ir a cazar, ni luchar ni todo lo que hacen los nobles, es una persona solitaria, a la que le gustaría no tener sombra para que esta no lo siguiera siempre. Además de esto amaba a todas las mujeres un instante, por razones distintas. El autor nos dice que Manrique “había nacido para soñar el amor, no para sentirlo”. En sus desvaríos y locuras a veces se queda toda la noche mirando la luna y soñando despierto. Una noche de luna llena, mientras Manrique camina por las ruinas de una antigua fortaleza Templaria, llevado por su locura le parece ver la orla blanca del traje de una mujer, creyendo que esta será su mujer el joven noble parte como una exhalación en su búsqueda, la persigue por todo el bosque, y al final también por la ciudad. Convencido que la visto entrar en un antiguo caserón pasa toda la noche en vela delante de las puertas de este. Al salir el sol un escudero abre la puerta y sale del caserón, tirándose encima de él, Manrique le pregunta quién es la mujer que vive en esa casa, el joven escudero, asustado y con sueño le responde que allí no vive ninguna mujer, solo su viejo señor que está enfermo. Durante los dos meses siguientes el joven Manrique se dedica a soñar con aquella mujer desconocida, pasando el tiempo imaginando como será. Una noche en la que vuelve a las ruinas ve otra vez ese resplandor. Corriendo llega hasata donde lo ha visto por última vez, allí se queda quieto de golpe y prorrumpe en una horrible carcajada, sonora, estridente, horrible. Se ha dado cuenta de que lo que perseguía era solo un rayo de luna. A partir de allí Manrique se convierte en una sombra de lo que era, aunque según Bécquer lo que había pasado es que había recuperado el Juicio. El miserere: La leyenda cuenta que hace muchos años, durante una noche lluviosa y oscura un romero llamo a las puertas de una abadía pidiendo refugio. El guarda le ofrece pasar la noche allí, al cabo de un rato el romero comienza a explicar su historia, dice que llevó una mala vida y que quiere redimirse, y que para ello está intentando componer el más bello miserere de la historia. Entonces un pastor que ha escuchado la historia le cuenta que cerca de allí se encuentran las ruinas de un antiguo monasterio arrasado por unos bandidos mientras cantaban el miserere, y que cada año durante la noche del jueves Santo los espiritus de los muertos vuelven y entonan el miserere. Entonces el romero decide ir hacia donde estan las ruinas del monasterio. Allí ve los espiritus de los monjes y oye el miserere, cuando vuelve al monasterio decide escribirlo, pero cuando llega a la mitad de repente no se acuerda de más. La locura lo invade, y al final muere sin terminar la obra. El monte de las ánimas: Esta leyenda nos cuenta una historia ocurrida durante la noche de todos los santos en Soria, Dos jóvenes nobles, Alonso, oriundo de Soria y su prima Beatriz, proveniente de tierras lejanas y de la que Alonso está enamorado han pasado el día cazando en el monte de las ánimas. Al ver que comienza a caer la noche la cacería se interrumpe, es la noche de todos los santos y el monte está embrujado. Una vez en el castillo Alonso le regala a Beatriz un joyel para que ella lo recuerde y le pide que le de algo que le pueda servir como recuerdo. Ella, con una sonrisa diabólica le dice que lo que le quería regalar se ha perdido en el monte y que si lo puede ir a buscar. El se descompone, el monte está maldito y durante la noche de todos los santos los muertos de los templarios y de los nobles que lucharon en él se despiertan y van de caza. Beatriz insiste y finalmente Alonso acepta ir a buscar la cinta. Beatriz pasa toda la noche en vela, los remordimientos la acechan. Cuando sale el sol se calma, todo ha sido un sueño se dice, entonces con horror ve la cinta en su reclinatorio, está manchada de sangre. Al mismo tiempo, unos sirvientes acuden a decirle que se ha encontrado a Alonso muerto en el monte, devorado por los lobos. Los sirvientes la encuentran muerta, el horror la ha matado y su espíritu está condenado. Los ojos verdes: Fernando y su cabalgata estaban cazando en el monte. Entonces vieron a lo lejos un ciervo y empezaron a dispararle. Lo hieran, pero el ciervo siguió corriendo hasta una zona del bosque donde nadie se atrevía a adentrarse porque una leyenda decía que allí había una fuente donde habitaba un espíritu maligno. La cabalgata se detuvo, pero Fernando salió en busca de su presa sin hacer caso de las advertencias de Iñigo uno de sus vasallos. Desde el día que fue a la fuente de los Alamos, Fernando ya no iba a cazar, estaba ausente, se levantaba temprano e iba cada día a la fuente. Una vez, cuando estaba mirando las tranquilas aguas de la fuente vio unos ojos en el fondo. Unos ojos verdes, en los que no pudo dejar de pensar. Siguió yendo a la fuente hasta que un día, vio sentada en una de las rocas de la fuente a una hermosa mujer que tenía los ojos verdes que había visto en el fondo. Hablaba con ella siempre que la veía, pero ella nunca dijo una palabra. Excepto una vez, en que Fernando le dijo "te quiero" y entonces ella le contó que vivía en la fuente, que no era un espíritu maligno ni mucho menos y que también ella le amaba. Así, pues, se besaron y Fernando cayó al fondo de la fuente. EL Cristo de la calavera: El rey de Castilla había apelado en son de guerra a todas las regiones de su terreno. Y en Toledo, la noche antes de partir hacia la guerra contra los moros, se encontraba un gran sarao y en los altos sitiales de alerce que rodeaban el estrado real estaba situada Doña Inés, una hermosa dama deseada por los caballeros. Entre todos estos caballeros había dos que eran sus pretendientes más claros, se llamaban, Alonso de Carrillo y Lope de Sandoval, dos amigos del alma aunque se peleaban por la misma mujer. Hasta que un día a Doña Inés se le cayó un guante al suelo y los dos jóvenes se lanzaron a por el y lo cogieron los dos de cada extremo. Los dos se estuvieron mirando con una mirada amenazadora hasta que llegó el rey y les quitó el guante de las manos y se lo devolvió a Inés. Los dos jóvenes quedaron una noche en la plaza del Cristo y cuando estuvieron allí vieron un arco rehundido en el muro, en el fondo del cual se veía la imagen del Redentor enclavado en la cruz y con una calavera al pie. Cuando sus pies se tocaron para entrar en combate, los farolillos se apagaron y ellos se asustaron pero pensaron que era una coincidencia, y cada vez que se acercaban a combatir se apagaban los farolillos. La última vez que lo intentaron oyeron una voz misteriosa pero sin saber que decía entendieron que era una señal para que no rompieran la amistad que tantas veces juraron mantener. Después los dos juntos se fueron a la casa de Doña Inés para que eligiera uno de los dos y cuando llegaron allí descubrieron a un hombre que era el amante de Inés que estaba bajando con una cuerda del balcón y los dos se pusieron a reír. Al día siguiente cuando los jóvenes se marchaban a la guerra, cuando Doña Inés vio a los muchachos bajo la cabeza avergonzada.