Especie humana

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En la crítica sociológica hablamos de los primeros momentos en que el hombre se organizó a vivir en
sociedad, desde su incipiente desarrollo eran autosuficientes, pero sus valores cobijaban muy poco
espacio el de la misma comunidad, así que debían vivir guerreando para poder encontrar nuevas
tierras de cultivo, ya que las tecnólogías no alcanzaban a llenar las necesidades, pronto se vieron
obligados a tener un lider que escogieron bajo ciertos criterios −la valentía− porque ella daba confianza
de pervivencia, así conoció el hombre el poder y se inauguran las clases sociales...
En este mensaje, prácticamente empiezas la historia humana remontándote, como mucho, hasta el
neolítico, como si los seres humanos hubieran practicado la agricultura desde el inicio de los tiempos.
Ja, ja, me recuerda mucho la versión bíblica, en la que Dios creó a Adán y a Eva hace unos 6.000 años.
De nuestros primeros padres, Adán y Eva, se puede decir que eran cazadores−recolectores (aunque la
biblia da a entender que sólo recolectaban, pero eso da igual) y sus hijos fueron ya agricultores y
ganaderos: Caín fue agricultor, y Abel pastor.
La especie humana a la que pertenecemos tiene una antigüedad de unos 175.000 años, y el género
humano, que comprende muchas otras especies humanas anteriores, tiene una antigüedad de unos dos
millones de años. Durante la mayor parte de este tiempo hemos sido cazadores y recolectores. Hace tan
sólo unos 10.000 años que algunos grupos comenzaron a domesticar las plantas y los animales, y eso
incluye las gramíneas de las que quieres hablarnos en otro mensaje.
Nuestra especie humana, la única especie humana que existe en la actualidad, surgió en Africa hace,
como digo, entre 150.000 y 200.000 años. No salió del continente africano hasta hace unos 70.000 años,
en que comenzó a extenderse por Asia. Hace unos 40.000 años penetró en Europa, y hace unos 20.000
años en América. Durante todo este tiempo, convivió con otras especies igualmente humanas, pero que
no pudieron competir con el homo sapiens y acabaron por extinguirse y desaparecer. Por ejemplo,
existía en Europa una especie humana autóctona de aquel continente, mucho más antigua que la
nuestra y bien adaptada a su entorno: el homo neanderthalensis, de unos 300.000 años de antigüedad.
Pero no tenía nada que hacer frente al homo sapiens, y tras 5.000 años de convivencia, probablemente
pacífica, desaparecieron hace unos 35.000 años.
Como saben los ecólogos, no puede haber dos especies distintas ocupando un mismo nicho ecológico. La
especie mejor adaptada, la más apta, acaba "venciendo" a la otra en un proceso natural, una batalla no
violenta, sino reproductiva. Nuestra especie estaba mejor preparada porque contaba ya con el aparato
fonador que nos caracteriza, lo cual quiere decir que podía hacer gala de un lenguaje articulado similar
al actual. El lenguaje es la herramienta más poderosa que existe a la hora de potenciar la cultura y la
organización social. Nuestra especie tenía más éxito a la hora de organizarse en grupo para acorralar a
los animales en desfiladeros naturales o en vallados artificiales preparados de antemano, o para
empujar a las manadas hacia los pantanos o los precipicios. No tardaron en inventar y perfeccionar las
armas arrojadizas, tales como el arco, la honda y el lanzavenablos.
Contar historias junto al fuego les permitía transmitir de una forma mucho más eficaz la cultura, la
cosmovisión o forma de entender el mundo, así como las pautas básicas de conducta y las actitudes
elementales del grupo, y como resultado de todo esto, tenían un mayor control sobre sus experiencias,
sobre sus sentimientos y sobre su conducta en general. Sin saber leer o escribir, sin poder construir
verdaderas explicaciones científicas, ellos daban explicaciones sastisfactorias a los fenómenos que
experimentaban y desarrollaban formas adecuadas de relacionarse con el entorno y con la comunidad.
En la práctica, eran grandes expertos en ecología y en dinámica de grupo. Aquellas comunidades
estaban cohesionadas, todo el mundo ocupaba un papel importante en la comunidad y sentía que
formaba parte del grupo. Se sentían también muy unidos a la tierra, de la que provenían todos sus
recursos.
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En aquella época, que coincidió en su mayor parte con la Edad del Hielo (la glaciación de Würm), la
población mundial no sobrepasaría en mucho los tres millones de personas: mas o menos, los habitantes
que hoy tiene Madrid o cualquier ciudad similar. Ese pequeño número de personas, estaba repartido
por toda la superficie de la Tierra, formando grupos muy separados entre sí y completamente
autosuficientes. Cada grupo humano estaba compuesto por unas 20 a 40 personas, una familia en
sentido amplio. A veces, quizás una vez al año o con menor frecuencia aún, los grupos se reunían y
celebraban fiestas en las que se intercambiaban descubrimientos y avances culturales, que de esta
manera se iban transmitiendo a los demás grupos. También se celebraban intercambios matrimoniales
entre miembros de distintos grupos, etc.
Estos grupos eran igualitarios, tal y como se han descrito en los primeros mensajes de esta misma
discusión. Como en una familia grande y feliz, donde los miembros pueden comunicarse libremente
entre sí e interactuar con confianza, ninguna persona estaba obligada a obedecer a otra si no se hallaba
realmente convencida de que tenía razón y era lo mejor para ella. En las sociedades igualitarias, los
líderes no tienen poder de coacción para obligar a los demas a obedecer. No existe la imposición, la
dictadura que se observa hoy incluso dentro de las familias, en la que el cabeza de familia se convierte
en un pequeño monarca absoluto. Todo esto proviene de muy antiguo, de las familias patriarcales que
surgirían con la llegada de la agricultura y la ganadería. Observemos, sin embargo, a los bosquimanos,
que siguen viviendo como se ha vivido durante la mayor parte de la historia humana: los padres nunca
castigan a los hijos y se quieren con locura, rien y son felices a todas horas, según observan los
antropólogos.
Como la supervivencia del grupo dependía de la colaboración de todos sus miembros, cada persona
tenía una función importante que cumplir dentro de la comunidad y nadie se sentía inútil o marginado;
las relaciones se orientaban siempre hacia la cohesion social y no existía ese enfrentamiento mútuo o
competición entre grupos y personas que resultaría tan común con la llegada de la civilización. Las
gentes eran cariñosas y sencillas, y sus risas estallaban en el cielo de la mañana y en el cielo de la tarde.
Los líderes eran expertos en resolver los conflictos que se planteaban en el grupo y establecer así la
armonía entre las personas y con la naturaleza.
Los encuentros esporádicos con otros grupos eran celebrados con alegría mediante rituales de
solidaridad muy elaborados, durante los cuales se producían intercambios de productos, de técnicas e
incluso de individuos (posibles casamientos intergrupales). No existían entonces las guerras ni las
rivalidades. Una tribu podía estar compuesta por unos 6 o 7 cazadores, sus respectivas esposas, los hijos
y los padres ancianos: una gran familia de unos 25 o 30 miembros. Los encuentros intergrupales
resultaban hechos excitantes y enriquecedores, de enorme trascendencia, que se celebraban como una
verdadera fiesta.
Estos pueblos cazadores−recolectores no conocen la guerra, pues ella surgió con los Estados, que a su
vez surgieron cuando las aldeas agricola−ganaderas comenzaron a hacerse complejas y entonces las
minorías monopolizaron la organización y los recursos, se hicieron con el poder y sometieron a las
mayorías (en el mensaje 3 de esta misma discusión describo este proceso).
Los cazadores−recolectores no contaminan ni degradan la tierra. Se funden con el ecosistema y no
rompen su equilibrio. Tampoco rompen la cohesión social de la que depende la supervivencia de todo el
grupo. Son expertos en resolver conflictos, poseen muchos métodos efectivos para mantener el grupo
unido. Todas sus relaciones se basan en la igualdad, en el sentimiento comunitario, hasta el punto en
que los científicos creen que lo más revolucionario y característico de la humanidad hay que buscarlo
en el reparto igualitario de alimentos: ninguna otra especie lo practica: el grupo de cazadores o
recolectores trae a la comunidad el alimento que ha conseguido y éste se reparte entre todos. Al día
siguiente, otro grupo de cazadores y recolectores sale a conseguir alimento, y el proceso se repite.
Constantes fiestas y cerebraciones contribuyen, mediante la sugestión y la libre expresión de las
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emociones, a sanear los sentimientos e incentivar la vida social. Pocas culturas disfrutan de tanto
tiempo de ocio como la de los cazadores−recolectores.
Como son nómadas y en cualquier momento pueden trasladarse a otro lugar, nunca poseen demasiadas
pertenencias: todo lo que tienen pueden trasladarlo a la espalda en sus frecuentes viajes. Pero incluso
esas pertenencias se las regalan unos a otros conforme las necesitan. El intercambio de herramientas,
útiles, abalorios, vestidos, etc, es constante, desde los que las fabrican hacia los que las necesitan.
En resumen, la especie a la que pertenecemos lleva viviendo de esta manera el 95% de su existencia.
Prácticamente fue ayer cuando inventamos la agricultura y la ganadería, y más tarde inventamos la
MÁQUINA SOCIAL (estados, capitalismo, y otras grandes "ideologías" con capacidad coactiva) que se
nos escapó rápidamente de las manos.
Psicosocialmente no estamos adaptados a la esclavitud que nos impone la MÁQUINA SOCIAL, sino a
vivir en pequeños grupos autosuficientes y fuertemente cohesionados, respetuosos con la comunidad y
con el entorno natural, capaces de organizar su propia existencia y construirse a sí mismos como grupo.
Los niños no son felices cuando ya saben hacer las cosas y sus padres se empeñan en seguir
haciéndoselas. Nosotros tampoco somos felices cuando son otros los que nos dicen cómo tenemos que
vivir en contra de nuestros deseos.
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