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CIRCULAR FEBRERO (I) / 10
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EL PAGARÉ: RESPONSABILIDAD PERSONAL DEL ADMINISTRADOR
Aunque sea una forma de pago muy conocida por los sujetos que actúan en el tráfico mercantil,
no lo son tanto las formalidades que en dicho título deben reunirse.
El desconocimiento de estos requisitos formales a la hora de emitir un pagaré, puede originar
problemas muy desagradables para el firmante del mismo, haciéndole responder
personalmente de la deuda contraída.
En muchas ocasiones, el firmante de un pagaré es el administrador de una sociedad que emite
el título para pagar operaciones mercantiles de la misma, incluso se libra contra la cuenta
corriente de la propia mercantil. Es más, la Ley cambiaria y del Cheque (LCCh), establece la
presunción de que los Administradores de las Compañías mercantiles están autorizados para
emitir declaraciones cambiarias en nombre de la misma por el sólo hecho de su nombramiento.
Aun teniendo en cuenta todo lo anterior, si no se cumplen determinados requisitos formales en
la antefirma del pagaré, el administrador responderá personalmente del nominal suscrito.
Y es que el art.9 LCCh dispone que todo el que firme en nombre de otro, como el caso del
administrador en nombre de la sociedad, deberá expresarlo claramente en la antefirma. Para
ello no se requieren fórmulas complejas, bastará que junto a la firma personal del administrador
aparezca la estampilla o sello de la sociedad.
Así pues, la omisión de lo exigido en el art. 9 conlleva la asunción de la responsabilidad
personal por el firmante, quien, al suscribir el pagaré sin indicar su condición, suscita en el
tercero la apariencia de que él se ha obligado personalmente, debiendo por ello asumir todos los
riesgos ligados al hecho de su declaración, no solamente por razón de la literalidad del título y
propia naturaleza del mismo, sino porque de otro modo no se justificará la exigencia o mandato
legal contenido en el precepto mencionado, y, asimismo, por razones estrictas de seguridad
jurídica en el tráfico mercantil que, como repetidamente han declarado los tribunales, no puede
quedar al arbitrio de los deseos o intenciones de quien, por su dedicación al tráfico mercantil,
necesariamente ha de conocer las consecuencias de su aceptación cambiaria.
Este es el criterio asumido, por ejemplo, por la Audiencia Provincial de La Rioja en su sentencia
núm. 262/2007 de 28 de septiembre, pues hace responder personalmente al administrador de
una sociedad por no cumplir los requisitos formales en la antefirma del pagaré, incluso
existiendo relaciones comerciales entre la sociedad en la que él ostenta el cargo y la otra
sociedad en litigio; y ello, aun constando que los pagarés se emitieron para pagar unos
materiales vendidos por la mercantil, e incluso considerando que dichos pagarés se libraron
contra la cuenta bancaria de la mercantil.
La Sentencia defiende el interés del titular del crédito, el cual tiene derecho a conocer, sin duda
ni reserva, el carácter y calidad de quién actúa cambiariamente, a fin de saber contra quién debe
o puede dirigir su acción en el caso de que el título no sea atendido, quedando a salvo de
excepciones que pueden plantearle, tanto el administrador, si la acción se dirige contra él, como
la sociedad, si es ella la demandada. Tales excepciones pueden suponer situaciones de abuso y
burla del legítimo interés del acreedor por parte de quien, pudiendo haber salvado fácilmente la
confusión, estampando junto a su firma el sello de la sociedad, la ha creado.
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La misma postura sostuvo la propia Audiencia Provincial de La Rioja en sentencia de 2 de
febrero de 2000, al afirmar que, si el firmante de un pagaré no expresa en el mismo que actúa en
representación de una sociedad, cuando pudo y debió hacerlo, revela o hace presumir su
voluntad de asumir personalmente la deuda ya que, en el pagaré juega de forma esencial el
principio de la apariencia y el de la confianza, originándose un supuesto de responsabilidad
nacida de una situación objetiva de apariencia, creada por una conducta omisiva al no hacer,
constar por antefirma que actuaba en representación de la sociedad, favoreciendo en otro caso,
los fraudes y dinamitando la fuerza ejecutiva de los referidos títulos.
Así pues, a tenor del criterio jurisprudencial expuesto, se entiende el art.9 LCCh en el sentido de
que los administradores están obligados a mencionar la cualidad con la que intervienen en
todos los actos en que actúen en nombre de la sociedad, de tal forma que la falta de mención de
la cualidad de administrador convierte al firmante en responsable personal como obligado
cambiario, por cuanto el tenedor del título puede desconocer la condición con que ha actuado.
De otro lado, no se requiere que la antefirma contenga una fórmula concreta sino que basta que
del propio texto de la cambial resulte con claridad que quien la suscribe lo hace en
representación de otro, y así se entenderá cuando la firma del administrador aparezca junto a la
estampilla de la sociedad, al considerarse suficientemente expresiva de la representación en la
que se actúa.
Circular redactada por María León Matín-Losa.
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