ANCLAO EN PARIS ANCLAO EN PARIS Letra Enrique Cadícamo. Musica Guillermo Desiderio Barbieri. Compuesto en 1931 José Gobello, Conversando tangos. Buenos Aires: A. Peña Lillo Editor, 1976. Fue grabado por Carlos Gardel con acompañamiento de guitarras en el sello Odeon (9/31); por Alberto Castillo con orquesta en Odeon (1944); por Rubén Juárez con la orquesta de Raúl Garello, en Odeon (5/77) y por Miguel Montero con acompañamiento orquestal de Pascual Mamone en Odeon (5/74), entre otros. Asegura la leyenda que el nombre de Monmartre deriva de Mons Martyrum, que a su vez honra a San Dionisio, uno de los primeros martires y victimas de los perseguidores del cristianismo en Francia. Bajo sus calles y en antiguas excavaciones de yacimientos de yeso, fueron muchos los hallazgos de barbaras lanzas o de algun templo romano. Este yeso del remoto Monmartre es también parte de la historia de Paris, ya que a traves de las centurias lo fue perpetuando como la Ville Blanche (Villa Blanca) La razon por la cual comenzo a ponerse en boga Monmartre hace tres siglos, fue el descubrimiento del Oratorio de Saint Denis; un convento de monjas benedictinas comenzo a restaurarlo, surgiendo de esto la leyenda que desde ahi "partia el camino sagrado que conducia al cielo" (Enrique Cadícamo, La historia del tango en Paris, Buenos Aires, Corregidor, 1975). La letra de Anclao en Paris fue escrita por Cadícamo en Barcelona, en 1931. Se la remitio a Carlos Gardel, que por entonces se hallaba en Niza (en cuyo Casino habia debutado el 15 de enero de aquel año). Gardel la grabo en Paris el 28 de mayo. A mediados de 1931 Gardel regresa de su cuarto viaje a Europa. El primero lo había hecho en 1923; el segundo, en 1925; el tercero, en setiembre de 1928, y el cuarto a fines de 1930. De regreso de aquella cuarta estada, durante la cual ha filmado Las Luces de Buenos Aires (1), se presenta en el cine Broadway. Fue el 11 de setiembre de 1931. En esa ocasión cantó, por primera vez en Buenos Aires, el tango Anclao en Paris, que unos meses antes había grabado en Francia. Enrique Cadícamo había escrito los versos, en 1931, en Barcelona, para enviarlos a Gardel, que estaba cantando en el Casino Mediterrané, de Niza. El guitarrista Guillermo Domingo Barbieri les puso, entonces, música, para convertirlos en un tango (2). Gardel regresó, en 1931, si no convertido en un cantante internacional, por lo menos bastante internacionalizado. Quiera que no, se había codeado con la Mistinguette, con Chevalier, con Lucienne Boyer. Había comenzado como simple guitarrero y cantor de melodías camperas, que interpretaba al unísono con Francisco Martino creyendo que eso era un dúo; se había transformado en el primero y más famoso de los cantores de tango; había comprobado que podía gustar a públicos acostumbrados a aplaudir a las grandes luminarias internacionales y parecía justo que se le apuntara a un repertorio más vasto, más ambicioso. Por eso, cuando se presenta en el Broadway, anticipa que lo hará en su "nueva y exquisita modalidad de intérprete de la chanson française". ¡Para qué lo hizo! Carlos de la Púa se lo enrostró, despiadadamente, tres días más tarde, en su columna de Crítica. Allí escribió El Malevo: "Después del primer tango vino otro, luego una ranchera y después... cuando la sala enardecida de criollismo con una hermosa confusión de chicas fifís y de reos pedían a gritos Mano a Mano y Confesión... vos Carlitos Gardel, el brillante puntero de nuestro corazón orre, te adelantaste y con la misma serenidad y con la misma entonación que ayer ponías para decir 'Ahora voy a cantar tal tango', dijiste: 'Ahora voy a cantar una canzoneta napolitana'. / Bueno, mirá viejo, si en una de mis andanzas por el mundo lo hubiera encontrado al Viejo Vizcacha del Martín Fierro fumando cigarrillos Camel, no me hubiera causado tanta sorpresa. / Nos miramos con Discépolo (3) y con nuestro lengue que sólo estaba acostumbrado a almacenar mocos, nos secamos una lágrima. / No podíamos entender lo que escuchábamos, allí mismo, sobre la calle Corrientes, frente al público porteño que nunca le importó, tal vez, sino tu corazón y tu entonación porteña, donde vibra el alma de nuestro pueblo; vos, Carlitos Gardel, anunciabas una canzoneta. / Parecía imposible y sin embargo era verdad. / Mirá, morocho, por llamarte como los muchachos de antes; vos sabés que yo soy un amigo sin grupo, que en estas mismas páginas que la trabajan de recién nacidas me he jugado muchas veces en tu defensa, para señalar a cada rato la diferencia enorme que hay entre vos, milonguero clásico, y los otros milongueros de handicap. / Vos sabés que soy incapaz de tirarte, porque sería tirarme sobre algo mío, como son las cosas que vos cantás y que te dieron nombre, pero siento la necesidad de decirte esto, que me sale del corazón: Largá las gringadas, esas que serán muy bonitas pero que nosotros no las concebimos cantadas por vos. / No profanés, hermano, las cosas nuestras que te dieron gloria y guita, alternándolas con esas macanas franco-napolitanas, que no nos interesan, no las sentirnos y que... bueno. / No te dejés engrupir, Carlitos, largá a tiempo antes de que se pase el santo por el elemento rante y empiecen a disminuir los discos, que bien sabemos que no los compran los bacanes. / Hacé como yo, que dejé el chamuyo inglés al desembarcar, junto con la propina del camarieri de a bordo (4). / Pensá que mañana se te puede pinchar un neumático y cuando te quedés en yanta... el amor del pueblo vale mucho, por eso no tenés que dar motivo para que pueda echarte nada en cara. / Tu querido Buenos Aires, la calle Corrientes, La Cortada, los burros, el tango, la milonga, esa es tu vida, tu verdadera vida; todo lo demás es grupo. / Abrite de esas cosas raras... y algún día me lo vas a agradecer" (5). Felizmente Gardel no le hizo caso y se fue a filmar a Nueva York. Pero no sé qué derecho tendría El Malevo, ni nadie, a exigirle que se confinara a esos arrabales tan limitados, tan pequeños, de los burros, el tango y la milonga. No sé si sería por nacionalismo; o por porteñismo, que es una dimensión más reducida del nacionalismo; o por arrabalerismo, que es una dimensión muy chiquita del porteñismo. Por otra parte, es extraño que Discépolo, hijo de napolitano, derramara una lágrima al escuchar a Gardel cantar en el dialecto de su padre, a menos que su llanto fuera de otra índole, y El Malevo lo interpretara mal. En cuanto a El Malevo mismo, su reacción no es extraña. Era un porteño típico, con todo lo que el porteño tiene de hipertrófico. El porteño siempre quiere hacerlo todo a lo grande y avanza -generalmente a los tumbos- de exageración en exageración. El porteño, en tren de celebración, no come tallarines o ravioles, sino una tallarinada o una raviolada, que suponen una gran cantidad de ravioles o de tallarines. Al porteño le gusta el fútbol, y entonces todas las radios transmiten a la vez los partidos. Al porteño le gusta el tango y entonces exige que Gardel no cante sino tangos y que frustre sus aptitudes para cantar otra cosa en un cultivo hipertrófico del tango. ¡Si hasta el lunfardo de la poesía de El Malevo es un lunfardo hipertrofiado! ¡Hasta el cancherismo reo de El Malevo era hipertrofiado! Él habría querido encontrar en Gardel un tanguero hipertrofiado. Gardel, más inteligente, comprendió que al tango y a él lo aguardaban horizontes más vastos que el del arrabal porteño. 1 Las luces de Buenos Aires, dirigida por Adelqui Millar, se filmó en Joinville (Francia) en 1931. 2 Guillermo Desiderio Barbieri nació en Buenos Aires el 25 de setiembre de 1894 y murió en Medellín, en el accidente de aviación que costó también la vida a Carlos Gardel y a Alfredo Le Pera. En octubre de 1921 se sumó, corno guitarrista, al dúo Gardel-Razzano con el que permaneció hasta la disolución de éste, en octubre de 1925. En 1926 se unió a Gardel, cuando éste regresó de su segundo viaje a Europa y ya no se separó de él. 3. Al comienzo de la nota, Carlos de la Púa refiere que asiste a la función del Broadway en compañía de Enrique Santos Discépolo. 4. El Malevo había realizado una excursión profesional por los Estados Unidos, acompañado por Roberto Talice. 5. Juan Silbido (Emilio J. Vattuone) reproduce este suelto de Carlos de la Púa en su utilísimo libro Evocación del Tango, Buenos Aires, 1964. NOTA DE EDUARDO ROMANO Fue grabado por Carlos Gardel con acompañamiento de guitarras, en el sello Odeón (9/31); por Alberto Castillo con orquesta, en Odeón (1944); por Rubén Juárez con la orquesta Raúl Garello, en Odeón (5/77), y por Miguel Montero con acompañamiento orquestal de Pascual Mamone en Odeón (5/74), entre otros. Asegura la leyenda, que el nombre de Montmartre deriva de Mons Martyrum, que a su vez honra a San Dionisio, uno de los primeros mártires y victima de los persecutores del cristianismo en Francia. Bajo sus calles y en antiguas excavaciones de yacimientos de yeso, fueron muchos los hallazgos de bárbaras lanzas o de algún templo romano. Este yeso del remoto Montmartre es también parte de la historia de París, ya que a través de las centurias lo fue perpetuando como la Ville Blanche (Villa Blanca) La razón por la cual comenzó a ponerse en boga Montmartre hace tres siglos, fue el descubrimiento del Oratorio de Saint Denis; un convento de monjas benedictinas comenzó a restaurarlo, surgiendo de esto la leyenda de que desde ahí "partía el camino sagrado que conducía al cielo" (Enrique Cadícamo, La historia del tango en Paris, Buenos Aires, Corregidor, 1975). La letra de "Anclao en París" fue escrita por Cadícamo en Barcelona, en 1931. Se la remitió a Carlos Gardel, que por entonces se hallaba en Niza (en cuyo Casino había debutado el 15 de enero de aquel año). Tirao por la vida de errante bohemio estoy, Buenos Aires, anclao en Paris; curtido de males, bandeado de apremios, (1) te evoco, desde este lejano pais. Contemplo la nieve que cae blandamente desde mi ventana, que da al bulevar. Las luces rojizas, con tonos murientes, parecen pupilas de extraño mirar. Lejano Buenos Aires,!que lindo has de estar! Ya van para diez años que me viste zarpar... Aqui, en este Montmartre, Faubourg sentimental, (2) yo siento que el recuerdo me clava su puñal. !Como habra cambiado tu calle Corrientes!... !Suipacha, Esmeralda, tu mismo arrabal!... Alguien me ha contado que estas floreciente y un juego de calles se da en diagonal... !No sabés las ganas que tengo de verte! Aqui estoy parado, sin plata y sin fe... (3) !Quien sabe una noche me encane la muerte y... chau, Buenos Aires, no te vuelva a ver! (1) Gardel canta: "cubierto de malas, bandeado de apremios". (2) Faubourg: en frances, barrio. (3) En otra versión se entiende "varado".