Nro. 12

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Servi Sai
N° 12
Organización Sri Sathya Sai Baba de Argentina
Coordinación Nacional de Servicio
“Se preocupan por todo, todo el tiempo y no tendrían que inquietarse por nada.
Sólo hagan lo que deban hacer en el momento y alejen todo pensamiento
inquietante de sus mentes. En este momento sus mentes están llenas de ansiedad
por esto o aquello. Olviden todo y preocúpense solamente por el presente.
Dejen el resto para Dios. Pronto la vida cambiará, pero deben prepararse y estar
listos para aprovechar las oportunidades que se presentarán. No hay nada que temer.”
Sri Sathya Sai Baba
Edición gratuita de publicación mensual para ser distribuida en todos los servicios del país realizados en
nombre de la O.S.S.S.B. de Argentina – Agosto de 2006 – Año 2, N° 12
La cuerda
“Cuentan que cierta vez un alpinista, ansioso por conquistar el Aconcagua, inició su
travesía después de años de preparación pero, quería la gloria para el solo, por lo tanto subió
sin compañeros. Empezó el ascenso y se le fue haciendo tarde y más tarde… sin embargo, no
se preparó para acampar, sino que siguió subiendo decidido a llegar a lo alto. Finalmente,
oscureció.
La noche cayó con gran pesadez sobre la montaña, ya no se podía ver absolutamente
nada. Todo se puso negro, no había luna y las estrellas estaban cubiertas por las nubes.
Subiendo por un acantilado, a solo 100 metros de la cima, se resbaló y se desplomó por
los aires. Caía a una velocidad vertiginosa, sólo podía ver vagas manchas oscuras que
pasaban velozmente y tenía la terrible sensación de ser succionado por la gravedad.
Seguía cayendo… en esos angustiante minutos le pasaron por su mente todos los
gratos y no tan gratos momentos de su vida. Pensaba que moriría, sin embargo, de repente
sintió un tirón muy fuerte que casi lo partió en dos… Si, como todo alpinista había clavado
estacas de seguridad unidas con candados a una muy larga soga que lo amarraba por la
cintura.
En esos momentos de quietud, mientras colgaba suspendido en el aire, no le quedó
más alternativa que gritar: “Ayúdame, Dios mío”. De repente, una voz grave y profunda le
contesto desde los cielos:
- “¿Qué quieres que haga?
- Sálvame, Dios mió.- suplicó el alpinista
- ¿Realmente crees que yo te puedo salvar?
- Por supuesto, Señor.
- Entonces, corta la soga que te sostiene - le dijo El Señor.
Hubo un momento de silencio y quietud. El hombre se aferró aún más a la cuerda,
tuvo miedo a entregarse a las manos de Dios... y así, quedó colgando en la oscuridad,
muriendo de frío toda la noche.
Al día siguiente salió un equipo de rescate en búsqueda del alpinista. Grande fue su
sorpresa cuando lo encontraron congelado. Muerto. Aún aferrado con las manos a la cuerda.
Su cuerpo colgaba… A TAN SOLO DOS METROS DEL SUELO.”
Y usted, ¿qué tan confiado (o aferrado) está a su cuerda?
Lamentablemente, por más rico o pobre que seamos, cultos o incultos, siempre estamos
aferrados a una idea preconcebida, difícil de erradicar. Pensamos y actuamos de acuerdo a
viejos esquemas, sin detenernos a reflexionar si eso es bueno o no, tanto para nuestro
bienestar personal como para nuestra familia y entorno.
Queremos dejar de ser pobres, queremos cambiar nuestras vidas, tener mejor “suerte”,
pero no queremos cambiar nuestros modelos mentales.
Si verdaderamente buscamos un cambio, comencemos al menos por cambiar nuestro
aspecto físico, por cuidar nuestra higiene personal. Por lavarnos, por vestirnos con ropa
humilde pero limpia. A nadie (salvo a las moscas) le agrada una persona sucia y maloliente.
Muy difícilmente la “suerte”, por así llamarle, golpee la puerta de su hogar, si vive en medio
del desorden y la suciedad.
Podemos ser pobres, podemos ser humildes… pero no por ello tenemos que ser sucios.
Una cosa no debe ir de la mano de la otra. La suciedad no habla de nuestro bolsillo, habla de
nuestro estado mental, habla de nosotros, habla de un estado de vagancia, dejadez y
abandono. Si no hacemos lo básico por nuestro propio cuerpo, si no hacemos lo mínimo por
nuestra persona; entonces, ¿cómo pretendemos que alguien lo haga por nosotros?
Larguemos la cuerda que nos mantiene atados a los viejos pensamientos, no nos
congelemos en el tiempo, aprendamos a confiar en los consejos de Dios. LA UNICA
CUERDA A LA CUAL NOS DEBEMOS AFERRAR, CON MANOS Y DIENTES, ES A UNA
CUERDA LLAMADA DIOS.
Dios responde en el mismo instante en que nosotros comenzamos a respondernos a
nosotros mismos. La vida está llena de oportunidades y caminos por descubrir.
Debemos tener fe ciega en Dios, porque El está en nuestros corazones. Muchos saben
esto, pero actúan como si no lo creyeran. Los malos hábitos continúan, hay celos, debilidad de
carácter, es decir, todas las debilidades que deben aprender a dominar. Cuando decidamos
trabajar por y para la humanidad – empezando por uno mismo -, Dios nos ayudará.
No hay que mirar para atrás, a pesar de los muchos errores cometidos. Vivan ahora,
vivan el presente, vivan cada momento de cada día y entréguense a Dios. Dejen sus vicios y
malos hábitos y piensen en todo lo bueno que pueden hacer.
Para reflexionar:
“Es usted un raro y único producto de varios millones de años de evolución. Está equipado para hacer
algo hermoso y significativo en su vida. Pero jamás logrará nada si se sienta y le dice a la vida lo
grande que va a ser a partir de mañana”
“No temas ir despacio, teme no avanzar” - Og Mandino
“Tiempo perdido es vida pérdida” - Sathya Sai Baba
“Cuando por los años no puedas correr, trota. Cuando no puedas trotar, camina. Cuando no puedas
caminar, usa un bastón. ¡Pero nunca te detengas!” - Madre Teresa de Calcuta
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