Domingo 4º de Cuaresma Jn. 3, 14-21: “Dijo Jesús a Nicodemo: “Lo

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Domingo 4º de Cuaresma
Jn. 3, 14-21:
“Dijo Jesús a Nicodemo: “Lo mismo que elevó Moisés a la serpiente en el
desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él
tenga vida eterna. Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único, para que no
perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna. Porque Dios no
mandó a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por
él. El que cree en él, no será condenado; el que no cree, ya está condenado, porque no
ha creído en el nombre del Hijo único de Dios. Ésta es la causa de la condenación: que
la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron las tinieblas a la luz, porque sus obras
eran malas. Pues todo el que obra perversamente detesta la luz, y no se acerca a la luz,
para no verse acusado por las obras. En cambio, el que realiza la verdad se acerca a la
luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios”
“Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único,
para que no perezca ninguno…, sino para que tengan vida eterna”
Tener vida eterna es vivir el tiempo, el hoy, el ahora y el aquí
como lo viviría el mismo Dios, como lo viviría Jesús.
Jesús lo realizó a la perfección,
cada momento de su vida mereció eternizarse.
Lo consiguió buscando la voluntad de Dios para cumplirla.
A nosotros no basta conocer la voluntad de Dios, los Diez Mandamientos,
necesitamos “luz”, iluminación, clarividencia para saber en todo momento
la forma concreta de “realizar la verdad”, su voluntad. Eso es la “Luz”.
No sólo nos falta amor para ser buenos,
nos falta la “luz” para saberlo llevar a la práctica.
Nos falta oración, tiempo de discernimiento para realizar la “Verdad”.
¿Qué es la “Verdad”? Nada. No es objeto de discusión, ni elucubración;
la “aleceya” la están buscando desde los presocráticos y no la encuentran.
La “Verdad” en sí misma no existe; existe encarnada.
Cuando Pilato pregunta a Jesús por ella, el Maestro se calla;
los humanos no vivimos acontecimientos, vivimos interpretaciones.
Un mismo hecho está sujeto a tantas lecturas como personas lo viven.
Vivimos las lecturas de cuanto nos pasa;
por eso la verdad no es “objeto”, sino “sujeto” en el individuo.
La verdad se da siempre encarnada, encarnada en mí, en ti, en el otro…
Si esto es así, y lo es, caeremos en un relativismo moral
a menos que tengamos a Cristo como referente personal necesario,
como clave de lectura e interpretación de todo lo que nos está ocurriendo.
A menos que para obedecerle nos preguntemos
cómo viviría Él en nuestra situación, pues eso “nos acerca a la luz”.
El discernimiento cristiano nos hace “hijos de la Luz”.
Habría que preguntarse: ¿Cómo se acerca uno a la “Luz”?
Teniendo pudor y vergüenza próxima y remota del pecado,
de la obra mal hecha, de lo que Cristo no haría en nuestro lugar.
Si no hay pudor y vergüenza previos, no puede haber arrepentimiento.
Sólo hay un pecado imperdonable, aquel del que no nos arrepentimos.
Pudor previo y remoto es lo que nos falta en nuestra sociedad.
En éste momento se ha dado una inversión a la afirmación de Jesús:
“El que obra perversamente detesta la luz”, hoy no;
hoy sale en prensa, radio y TV, “El que obra mal es famoso”,
es portada y cobra buenos dividendos porque hay quienes pagan por ello.
Se ha llegado a la cumbre del materialismo,
ya no es suficiente con adorar a un becerro de oro,
nuestro mundo ahora adora al oro y se olvida del becerro.
La conciencia está anestesiada, se trata de guardar las apariencias,
ya no es cuestión de ser o no honrado, sino de aparentarlo.
Hay consultores de imagen para estos menesteres.
Si se coge a alguien siendo malo: “presunción de inocencia”
y a prolongar la situación, que si pasan 5 años los delitos prescriben,
y aquí paz y allá gloria. Sólo hay que preocuparse de tener caros abogados.
Posdata.Jesús parece decirle a Nicodemo:
“Mira Nicodemo, aunque
me maten, cosa que no
dudo y que no tardará en suceder, te digo que lo que yo
encarno, mi forma de proceder, es para ti y para toda
persona la vida verdadera, lo auténtico del ser humano.
Te aseguro que sólo uniéndote a mi vida, vivirás
eternamente, vivirás para siempre.”
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