El gobierno y la prensa: La libertad condicionada

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El gobierno y la prensa: La libertad condicionada
Hernando Burgos
Los hechos que terminaron con el fugaz paso de Frecuencia Latina (canal 2) por la
oposición periodística han puesto sobre el tapete, de manera dramática, la relación del
gobierno con los medios de comunicación masiva.
Durante los gobiernos del arquitecto Belaunde y de Alan García las dificultades que
confrontaban los periodistas para el ejercicio de su labor se producían sobre todo en las
«zonas de emergencia».
Tampoco faltaban las amenazas y atentados atribuidos a personal policial y militar acusado
de incurrir en abusos contra los derechos humanos.
Pero nunca como ahora los medios de oposición atribuyeron tanto al gobierno de turno una
voluntad de someterlos a sus planes de información e imagen. Tampoco se habló tanto de
que el régimen apelara para ello a la intimidación como a presiones de diverso tipo.
Salvo el episodio pasajero de la intervención militar en los medios establecida cuando el
autogolpe protagonizado por el presidente Fujimori el 5 de abril de 1992, su gobierno se ha
cuidado muy bien de no aparecer usando de modo abierto la censura de prensa.
Hacerlo sería confrontarse abiertamente con la comunidad internacional, que tiene
bastantes motivos de desconfianza con el estilo autoritario del primer mandatario.
Pero la apertura de prensa, donde caben las expresiones críticas, ha sido motivo de más de
una confrontación con una administración que puso en marcha una programa económico
neoliberal, enfrentó la violencia política dando prioridad al aspecto militar de la estrategia
contrasubversiva y que pretende perpetuarse más allá del 2000.
Por eso es que, ante la imposibilidad política y legal de censurar a la prensa el régimen ha
apelado a otros mecanismos cuyo objetivo ha sido, cuando no ganar, al menos neutralizar a
los medios periodísticos.
Mirko Lauer, columnista político del diario La República sostiene que la estrategia
gubernamental frente a los medios ha pasado por distintas etapas, concordantes con la
ubicación política del régimen en las preferencias de la opinión pública y de los propios
órganos de prensa, así como con los objetivos trazados por el gobierno en cada una de ellas
(ver Etapas y fases de una ofensiva).
La etapa actual, que caracteriza como de ofensiva, coincide con los peligros que según él
se ciernen sobre la nunca desmentida intención del presidente de reelegirse por segunda vez
al finalizar el siglo: caída de su popularidad «devorada a medias por el programa
económico del señor Camet y por los escándalos de los militares»; oposición mayoritaria de
la población a la reelección; surgimiento de la figura del alcalde Alberto Andrade,
incomodidad en el gremio empresarial «para el que la reelección de Fujimori resultaría
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más caro que una querida francesa por la cantidad de dádivas públicas que necesita para
levantar su popularidad»; oposición del gobierno norteamericano, «que no quiere una
presencia fuerte de los militares en el gobierno».
Planeamiento estratégico
Parece que en el entorno de Fujimori se ha evaluado que su caída en las encuestas se
debería a dificultades en la relación del gobierno con los órganos periodísticos.
A fines de junio de este año el hasta entonces presidente del Congreso, Víctor Joy Way,
atribuía la caída de popularidad de Fujimori a un problema de comunicación con los
medios.
En tono autocrítico sostuvo que entre los hombres del gobierno había prevalecido una
mayor inclinación por el trabajo técnico y no tanto por el debate político.
Anunció entonces un cambio en la estrategia frente a los medios: el gobierno tomaría la
iniciativa, procuraría un mayor acercamiento hacia los órganos periodísticos, los
representantes del régimen saldrían a declarar.
Todo indica que desde hace algún tiempo el gobierno ha llegado a la conclusión de que si
quere mejorar su imagen tiene que realizar una acción sistemática dirigida a los medios.
El domingo 8 de junio el programa Contrapunto, televisado por canal 2, reveló que en
noviembre del año pasado el gobierno constituyó una comisión de alto nivel, integrada por
Joy Way y el ministro de Educación, Domingo Palermo.
Se reputaba que Joy Way mantenía una buena relación con los medios, y que la condición
de empresario de televisión de Palermo contribuiría a diseñar y llevar a la práctica un plan
efectivo. La idea era establecer puentes de comunicación y de negociación con los órganos
periodísticos.
Ambos fueron encargados de perfilarlo y, según Contrapunto, elaboraron un primer
borrador. En éste se habría bosquejado el canje de deudas tributarias vencidas de los
medios, que sumaban unos 32 millones de dólares, a cambio de una «cuota de apoyo» al
gobierno: cancelación de impuestos mediante información favorable.
La propuesta tenía como antecedente el canje de deudas tributarias por espacios
publicitarios, ensayado desde 1993 y que, según parece, se realizó con todos los medios que
accedieron al trato, sin discriminarlos por su posición política.
En ese mismo espacio se difundió también una entrevista otorgada por Daniel Borobio,
encargado de la publicidad gubernamental, al diario argentino Clarín, en la que reconocía
que el avisaje oficial era usado como instrumento de presión sobre los órganos
periodísticos.
De acuerdo con el informe, Borobio reveló que recibía ordenes de dónde publicar y dónde
no, que no publicaba en medios opositores y que en reuniones con éstos su mensaje era: «si
alguien me pega yo no le doy plata. Vos pegame menos y yo publicito más, porque una
mano lava la otra».
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La nota guardaba coherencia con otra difundida tres días antes en el programa televisado
En Persona, que había hecho público el boceto, de puño y letra de Joy Way, de una
estrategia para presionar a los medios: publicidad y primicias a cambio de información
favorable.
El parlamentario reconoció como suyas las notas pero negó que se tratase de un plan contra
la prensa, sino de un bosquejo de análisis de la misma.
En cambio, de acuerdo con los reclamos de propietarios y drirectores de medios, admitió
que había una mala asignación de la publicidad oficial así como preferencias en el
otorgamiento de las primicias noticiosas.
En diciembre del año pasado la crisis de los rehenes catapultó a Palermo al protagonismo y
lo dejó fuera del plan revelado por Contrapunto. Su lugar fue ocupado entonces, de acuerdo
con ese mismo programa, por el primer ministro Alberto Pandolfi.
Fue éste quien sacó la cara por el gobierno durante algunos episodios del enfrentamiento
en torno al canal 2.
A Pandolfi le tocó remendar los exabruptos presidenciales ante la asamblea de la OEA (1
de junio), cuando hizo su «revelación» de periodistas que aceptaban sobornos, para quienes
nunca dio nombres, quince días más tarde con ocasión de su visita al Papa en Roma planteó
que fueran denunciados por el procurador.
El 21 de junio el premier dijo que no habría ninguna denuncia, que la intervención de
Fujimori sólo había querido advertir sobre la posibilidad de corrupción en el medio
periodístico.
También tocó a Pandolfi la tarea de encontrar la mejor forma de pegar (y pagar) los platos
rotos por los agresivos avisos televisados del Comando Conjunto de las FF.AA. contra esa
emisora y el diario La República.
Ese mismo día afirmó que la oficina del Primer Ministro era la encargada de coordinar con
la prensa, pero que los avisos castrenses que por esos días difundían dos canales eran
responsabilidad del Ministerio de Defensa.
Esa declaración era un reconocimiento de la relativa autonomía con la que se manejó la
cúpula militar en el gobierno durante la crisis del canal 2. Sus acciones estaban más allá de
los esfuerzos del premier por mejorar la imagen del régimen.
En verdad, tanto las declaraciones presidenciales como el comunicado del Comando
Conjunto contra canal 2 (22 de mayo) y sus spots, dejaron un sabor amargo en los medios
periodísticos que los buenos oficios de Pandolfi no lograron disipar.
Métodos indirectos
«Este es un régimen que realiza presiones de modo indirecto», afirma Enrique Zileri,
director del semanario Caretas.
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Se refiere a una variedad de formas a través de las cuales, sostiene, se intenta obtener de
los medios la difusión de una imagen favorable del gobierno: entre ellas los ya
mencionados canjes de avisos publicitarios y primicias noticiosas (ver Discriminación).
En el seminario «Gobiernos y Medios de Comunicación en América Latina», realizado en
mayo por el Instituto de Prensa y Sociedad (IPYS), Nicolás Lúcar, conductor de La Revista
Dominical, que se transmite por canal 4, reveló que cada entrevista con el presidente
Fujimori es objeto de una negociación previa con la oficina de prensa de Palacio.
Esta señala los temas sobre los que se le debe preguntar al presidente, se asegura quién va
a realizar la entrevista, la orientación que ésta tendrá y que el jefe de Estado salga bien
parado. Si no consigue lo que exige amenaza con conceder la entrevista al canal de la
competencia.
Según Lúcar, en alguna ocasión la oficina de prensa de Palacio trató de condicionar la
presencia presidencial a la difusión de un informe favorable al gobierno. De lo contrario el
presidente aparecería en exclusiva en el canal 5.
El periodista se quejó de que el presidente intentaba manipular a los programas
periodísticos de televisión como medios de propaganda de su gobierno.
Salvo dos canales de televisión, el jefe de Estado no concede entrevistas a otros medios
nacionales. En cambio lo hace con la prensa extranjera, cuyos enviados especiales
obviamente carecen de un conocimiento profundo del contexto nacional.
La discriminación informativa afecta sobre todo a los medios de oposición, a los cuales se
les niega acceso a información oficial y hasta se les margina de los viajes presidenciales.
En cambio el presidente es acompañado por reporteros de televisión que gozan de su
confianza y que nunca le hacen preguntas incómodas: aquella corte sobre la que escribiera
hace algunos meses el semanario alemán Der Spiegel («Betty Blue», «La Morocha»,
etcétera).
El retiro de la seguridad a cargo de la policía y efectivos militares de los locales de
aquellos medios incómodos, también es un hecho que forma parte de la realidad de las
presiones indirectas.
Así ocurrió por el 1 de setiembre del año pasado, luego que los canales 2 y 4 difundieran
un documento atribuido a los servicios de inteligencia de la Marina, que comprometía a
oficiales del Ejército en el narcotráfico. A partir de entonces canal 2 se quedó sin custodia
policial y militar.
En cuanto a la publicidad, se afirma que el gobierno hace un uso político de la misma: da
un trato preferencial a la televisión y a aquellos medios que considera amigos. Asimismo,
ejerce presiones sobre potenciales anunciantes.
«Sé de tres empresas norteamericanas que serían naturales anunciadoras nuestras, pero que
no lo hacen para evitarse problemas en una negociación que tienen proyectada con el
gobierno y que significa mucho dinero», dice Zileri.
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Las discriminacion informativa y publicitaria que padecen algunos medios ha sido objeto
de menciones en diversos informes de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP).
Variedad metodológica
Pero al gobierno no sólo se le atribuyen presiones indirectas, sino también el uso de una
variedad de métodos, que emplea con flexibilidad, según los objetivos, el caso y el
momento. Entre estos están:
Acciones encubiertas: amenazas anónimas (telefónicas o por escrito), asaltos sospechosos
imputados oficialmente a delincuentes comunes que nunca son identificados ni capturados,
atentados (como el que afectó a la filial de Global TV en Puno), «chuponeo» telefónico.
De toda esta actividad se sindica como responsable directo al SIN, a quien se atribuye la
confección de tenebrosos planes contra periodistas y medios de oposición («Bermuda»,
«Narval», «Azar»). Al menos en el caso de Global TV logró determinarse la participación
de efectivos de ese organismo de inteligencia.
Este, según declaraciones del propio presidente (16 de enero de 1993), sigue atentamente
la información periodística que no coincide con el gobierno.
Presiones «amistosas»: «Recomendaciones» de funcionarios del gobierno a los
responsables de los medios para que informen en tal o cual sentido u omitan alguna
información.
En esta clase de menesteres se encuentra también la gestión que, según Mirko Lauer (La
República, 22 de enero de 1997), habría realizado el ministro Palermo ante Marcelo Cúneo,
gerente de Canal 13, para que ese medio pospusiera la salida del programa En Persona
hasta después de la solución a la crisis de los rehenes.
Acción abierta: Procesos judiciales, que han afectado y afectan a diversos periodistas de
oposición, entre ellos a Enrique Zileri, César Hildebrandt y Cecilia Valenzuela; dificultades
a la labor informativa: mutismo oficial durante el conflicto del Cenepa y la crisis de los
rehenes, así como diversos obstáculos a la labor de los reporteros, incluyendo el desalojo de
los mismos de los alrededores de la residencia japonesa; en menor grado, en provincias,
detenciones de algunos corresponsales y enviados especiales.
Ataques políticos: declaraciones presidenciales, comunicados y avisos del Comando
Conjunto de las FF.AA.
Esos ataques se han producido en coyunturas específicas: caso La Cantuta (1993), los
recientes sucesos en torno a canal 2. Pero también cuando se publicaron denuncias sobre
corrupción en el entorno presidencial (agosto de 1996). Se trata de asuntos en los que
aparece comprometido personal castrense.
Acciones normativas: Artículos de la legislación antiterrorista que condenan la «apología
del terrorismo», figura cuya calificación queda librada a la subjetividad de los jueces; la
prohibición de continuar con la publicación de hechos que son materia de proceso abierto
por la parte que se siente afectada por la publicación, contenida en el Código de
Procedimientos Penales, que atenta sobre todo contra el periodismo de investigación;
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ciertas normas en los dispositivos sobre el habeas data y el derecho de rectificación,
derogadas ante el unánime rechazo que merecieron por parte de los medios.
En la categoría de acciones normativas también pueden incluirse iniciativas como aquella
que el 15 de julio reconociera el presidente Fujimori, quien sostuvo que había «dado
instrucciones precisas» para que el despojo de la nacionalidad al empresario de televisión
Baruch Ivcher se ventile en el poder judicial (¿un poder autónomo recibe instrucciones de
otro poder del Estado?).
Recursos, agentes y objetivos
De la relación expuesta se desprende el uso de diversos tipos de recursos: periodísticos,
publicitarios, tributarios, policiales, judiciales, legales, de seguridad, de inteligencia,
sicosociales, propagandísticos, políticos.
Asimismo, puede verse que en las diferentes acciones participan distintos niveles del
Estado: autoridades policiales y locales, funcionarios gubernamentales, el SIN, el Poder
Judicial, el Legislativo, la cúpula militar, el Ejecutivo, desde agentes policiales y de
inteligencia hasta el propio presidente de la República.
En la diversidad de acciones señaladas se perfilan distintos objetivos:
«Orientar» la información y opinión difundida por los medios, conseguir de éstos una
posición favorable o por lo menos neutral frente al gobierno. Para eso se presta sobre todo
la discriminación informativa y publicitaria: preferencias para los medios cercanos,
marginación para los que son de oposición o se muestran críticos. La política en este caso
se parece al programa del general candidato presidencial del cuento costumbrista: «para los
amigos todo, para los enemigos palo y más palo».
Intimidar a periodistas de oposición, a quienes persisten en denuncias y revelaciones
particularmente incómodas: los operativos atribuidos al SIN, los procesos judiciales, los
ataques públicos, son los mecanismos empleados para este fin.
Censurar la información o a ciertos espacios: mediante el mutismo de las fuentes oficiales,
el bloqueo al acceso a información pública o las presiones para sacar de circulación a
espacios periodísticos de oposición;
Recortar el ejercicio profesional y poner trabas a los medios: a través de normas legales.
De todos estos objetivos el principal es el primero, que procura para el régimen una prensa,
radio y televisión favorables. Pero conforme el descontento crezca entre los periodistas y
entre los medios, podrían tornarse más recurrentes las acciones encaminadas a la
intimidación de los levantiscos.
A estar por lo expuesto la libertad de prensa en el Perú es una libertad condicionada. El
mensaje implícito, informal, parece ser: eres libre para decir lo que quieras, pero si hablas
demás no hay ni primicias ni publicidad y te expones a ciertos peligros.
El ejercicio de la libertad de prensa es pues un ejercicio por riesgo y cuenta propia,
sometido a amenaza.
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El lado oscuro de la Fuerza
El gobierno o quienes están a cargo de su política de medios enfrentan una situación
doblemente contradictoria:
1) deben dar una imagen positiva del presidente y su administración, contra la que
conspiran los propios actos del régimen y de sus personajes; y,
2) deben tratar de controlar lo que se difunde a través de los medios, sin aplicar la censura
abierta y sin que aquello parezca un control.
Tareas difíciles éstas que demandan los planes reeleccionistas, porque suponen una falta de
transparencia en la relación con los medios periodísticos. ¿Y cómo ser transparente cuando
hay cosas que ocultar, cuando se apela a métodos velados (y vedados)?
Pero, además, no siempre pueden dominar a sus propias fuerzas, que pueden actuar en
forma disfuncional a la imagen de respeto formal a la libertad de prensa.
En el contexto de una sorda pugna al interior del régimen, lo ocurrido en canal 2 constituye
también una advertencia de un sector muy duro e intolerante a quienes en el periodismo se
atrevan a superar ciertos límites.
El carácter persistente que tiene la conducta del gobierno frente a los medios, la variedad
de métodos y recursos empleados en la misma, y el compromiso en las acciones de distintos
niveles del Estado, son indicios del carácter sistemático de la misma.
Pero, asimismo, de que sus responsables están en un escalón muy alto del gobierno.
Después de todo, Vladimiro Montesinos, el SIN y el general Nicolás Hermoza dan cuenta
de sus actos al presidente de la República. ¿O no?.
Mirko Lauer: Etapas y fases de una ofensiva
«En la medida en que Fujimori tuvo una alta popularidad y el aprecio de los medios porque
es un hecho que la mayoría de los medios simpatizaban con él, sobre todo a partir de 1992,
el gobierno se dedicó a utilizar unos medios favorables para llevar adelante algunas
políticas menores. En tanto los medios y el gobierno coincidían en sus objetivos esto era
una especie de manipulación tolerada y de esa manera invisible».
»Lo que hace que nos preguntemos ahora por la existencia de una estrategia es que el
gobierno ya no tiene todos los medios a su favor ni la popularidad de antes y tiene una
agenda complicada, que consiste en hacerse reelegir con una popularidad baja y con otros
candidatos en la cancha.
»Desde hace algún tiempo el régimen está desarrollando una ofensiva en el terreno de los
medios y de la comunicación.
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Esa ofensiva ha tenido varias fases. La primera ha consistido en fortalecer los medios
favorables al gobierno en desmedro de los independientes. Eso se ha hecho con avisos
estatales y con primicias noticiosas.
»Como esto fue insuficiente una segunda fase de la ofensiva fue ganarse la buena voluntad
de los medios mediante canjes tributarios: deuda tributaria por avisos. Los acuerdos al
respecto abarcaron a algunos periódicos opositores, incluida La República.
»La tercera fase de la ofensiva ha consistido en el intento de establecer y potenciar una
serie de medios partidarios del gobierno, de muy bajo precio, que se dirigen a un mercado
popular. El Mañanero, Chuchi, El Chino son directa o indirecmente parte de esa ofensiva
gubernamental por tener sus propios medios. Casi se puede decir que la opinión del
gobierno domina este segmento de los periódicos que tiene una importancia real y produce
titulares deliciosos como el que publica El Mañanero el 9 de octubre: «Marina japi con tío
Vladi».
»Esta etapa de la ofensiva ha sido la etapa profesional de medios. Ha buscado resolver su
problema a través de recursos periodísticos: avisos, fundación de periódicos, canjes
tributarios y primicias.
»El problema es que a medida en que la popularidad del gobierno ha ido bajando y sus
necesidades se han acrecentado, ha tenido que dar algunos pasos más allá.
»El siguiente paso de la ofensiva no ha sido una iniciativa del gobierno en su conjunto: el
caso Ivcher traslada la lucha interna en el gobierno al escenario de los medios de prensa.
No se trata de una lucha de la oposición liberal, en defensa de la libertad de prensa, contra
el gobierno. Es más bien un lío al interior del régimen en el que tropezó y cayó la libertad
de prensa.
»Un sector del gobierno, probablemente «santiaguistas», utilizó un canal de televisión para
tratar de derribar a los señores Hermoza y Montesinos. En esa pugna Alberto Fujimori se
puso de perfil, no se compró el pleito. No firmó los decretos supremos ni se pronunció
abiertamente contra el señor Ivcher. Lo único que dijo fue «que vaya al poder judicial».
»Esto no solo marca una nueva etapa de la relación del gobierno con los medios sino que
además es la conclusión lógica de un sistema en el cual, al no haber partidos políticos ni
juego político, los bandos en el gobierno acuden a un escenario prestado para ventilar sus
asuntos internos. En este caso el canal 2 del señor Ivcher.
»Probablemente, cuando el gobierno lo considere oportuno, una siguiente etapa podría
consistir en el establecimiento de la legislación que le permita actuar cuando lo necesite y
evitar que se repitan desbordes como el protagonizado por canal 2. Sería una medida
preventiva más que represiva».
Enrique Zileri: Discriminación
«Caretas siente una discriminación tremenda en términos de acceso a la información, a
información que debería ser de conocimiento generalizado. Por ejemplo, nunca nos han
permitido acreditar un fotógrafo en un viaje del presidente.
Desco / Revista Quehacer Nº 109 /Set-Oct 1997
»Cuando la cita de presidentes en Miami el jefe de prensa de la delegación peruana tenía
que dar el nombre de los periodistas a la oficina de prensa central para poder ir a una serie
de eventos. No quisieron darme la acreditación. Le hablé a Orellana y me dijo que no. Sin
embargo, en la delegación peruana figuraba la revista Gente, que había llegado en el avión
presidencial. Finalmente me conseguí una acreditación en la oficina de prensa, por mi
cuenta, a través de colegas norteamericanos, quienes arguyeron que en el Perú hay un
sistema autoritario que discrimina a ciertos medios de información.
»Durante el conflicto del Cenepa el gobierno condicionaba el ingreso a la zona. Había un
malestar muy grande entre los medios. Daba una primicia y la exclusividad a un medio y no
a otro con tal de que, a cambio de que. A nosotros no nos permitían subir a los helicópteros.
Cecilia Valenzuela logró una vez hacerlo porque armó un escándalo: se negó a bajarse de la
nave y consiguió el apoyo de los corresponsales extranjeros que iban a viajar en la misma.
Y el problema no era de espacio. El acceso a la información está directamente
condicionado. Administran las primicias. Las reparten entre los medios de los que están
absolutamente seguros. La mayoría, según el grado de severidad con el que se critica,
constituimos los apestados».
Desco / Revista Quehacer Nº 109 /Set-Oct 1997
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