Prof. Ana Singlan-Filosofía Introducción al problema filosófico: la MUERTE “Saber algo sobre la muerte es saber mucho sobre la existencia y sobre su sentido profundo y último, su “inteligibilidad”. Pensar en ella y en su significado nos ahorra la sorpresa de encontrarnos al final de la vida temporal empeñados aún en muchas cosas inesenciales, ocupados en la búsqueda de estúpidos y engañosos pretextos para aplazar nuestro compromiso frente al vencimiento inevitable. Como problema filosófico, el de la muerta se nos presenta en los términos perentorios (y este es su alcance total) del acontecimiento que nos coloca frente a la nada o a la eternidad. (...)” “La muerte no es un problema del que se pueda levantar acta y pasarlo después al archivo: es perentorio porque la muerte es perentoria. Es el único “expediente” de nuestra vida siempre “abierto”. Esta parentoriedad proviene de su fatalidad: es una experiencia de la que nadie puede librarse; mi muerte la tengo que morir yo y nadie más. Es una experiencia inevitable no puedo delegar en otros mi puesto ni hacerme representar (..)” M.F Sciacca:”Muerte e inmortalidad”. Nuevas perspectivas sobre dos problemas de resolución ineludible” Editorial Luis Mirocle, SA. Barcelona, 1 Edición 1962 Etimologia de la palabra Del latín mors, mortis, cesación de la vida. Fenómeno biológico natural que implica el fin irreversible de las funciones vitales. Precisamente porque la muerte se define negativamente como final de la vida, presupone una previa concepción de ésta. De ahí que, incluso un problema aparentemente técnico, como el de determinar cómo y cuándo sucede la muerte, involucra una serie de presupuestos filosóficos y conlleva consecuencias éticas. El estudio del fenómeno de la muerte, pues, no puede restringirse al mero estudio biológico o técnico, por ello se ha enfocado desde diferentes perspectivas. a) La primera de ellas toma en consideración que la noción consciente de la muerte es específicamente humana y va unida al sentido general de la vida; b) desde una perspectiva religiosa se ha tratado el tema relacionándolo con nociones como las de resurreción, vida eterna y, en general, con una supuesta existencia no material posterior a la muerte; c) desde un punto de vista eminetemente técnico, pero relacionado con planteamientos propios de la bioética y, finalmente, d) desde la perspectiva específicamente ética. EL HOMBRE Y LA MUERTE: E. MOREN “Las ciencias del hombre no se ocupan nunca de la muerte. Se dan por satisfechas con reconocer al hombre como el animal del utensillo (homo faber), del cerebro (homo sapiens) y del lenguaje (homo loquax). Y sin embargo, la especie humana es la única para la que la muerte está presente durante toda su vida, la única que acompaña a la muerte de un ritual funerario, la única que cree en la suerviviencia o en la resurrección de los muertos. La muerte introduce entre el hombre y el animal una ruptura más sorprendente aún que el utensillo, el cerebro o el lenguaje. (..). Pero la muerte – es decir, el rechazo de la muerte, los mitos de supervivencia, la resurrección, la inmortalidad- ¿qué nos dice de la cualidad específicamente humana y de la cualidad universalmente biológica? (...)”.E.Moren; El hombre y la muerte;Ed. Kairos; Barcelona; 2003; Prólogo a la segunda edición; pág.12,15 “La Rochefoucauld decia que ni el sol ni la muerte pueden mirarse cara a cara. Dees de entonces,los astrónomos, con los recursos infinitos de su ciencia-de toda su ciencia- han pensado el sol, calculado su edad, anunciado su fin. Pero la ciencia ha quedado como intimidada y temblorosa ante el otro sol, la muerte. La frase de Metchnicoff conserva su verdad:”Nuestra inteligencia tan atrevida, tan activa, apaenas de ha ocupado de la muerte”. Apenas, porque el hombre, o bien renuncia a mirar a la muerte, la pone entre paréntesis, la olvida, como se termina por olvidar al sol, o bien por el contrario, la mira con esa mirada fija, hipnótica, que s epierde en el estupor y de la que nacen los milagros. El hombre, que ha olvidado demasiado a la muerte, ha querido, igualmente demasiado, mirarla de frente, en lugar de intentar rodearla con su astucia. Todavia inocente, no ha sabido que esta muerte a la que tantos gritos y plegarias a dirigido no era otra cosa que su propia imagen, su proio mito, y que creyendo mirarla se fijaba en sí mismo. Y sobre todo, no ha visto que el primer misterio era, no la muerte, sino sino su actitud hacia la muerte (no se sabe nada d ela psicología de la muerte dice Flugel). Ha considerado esta actitud como evidente en vez de buscar sus secretos. Es preciso, pues, cambiar de óptica, cambiar las evidencias, buscar la llave allí donde creíamos que estaba la cerradura, llamar a las puertas del hombre antes de llamar a las puertas de la muerte. Es preciso desvelar las pasiones profundas del hombre ante la muerte ESTOICOS “A veces, aunque existan causas que invitan a huir de la vida, es menester ceñirse a ella, aunque sea con tormento, por amor a los suyos..El bueno dene vivir no hasta que a él le plazca, sino hasta que esté obligado a ello: quien no tenga en cuenta a ka mujer o al amigo para permanecer aún en la vida...,no es un valiente. Impóngase también esto a sí mismo el espíritu, si lo exige el bien de los suyos y no sólo si lo desea, sino también si ha comenzado a darse la muerte, se detenga y viva para los suyos. Volver a reconciliarse con la vida por amor de los demás es grandeza de espíritu, y a menudo lo han hecho los magnámicos (Ep. 104, 3-4). (...)” “Para no obtener nunca la muerte, piensa siempre en ella (Ep, 30, 18). Si deseas escuchar a quien intruye la verdad más alta toda la vida es un suplicio...En este mar tan proceloso y expuesto a todas las tempestades no hay ningún puerto para los navegantes, sino la muerte. Por consiguiente no te lamentes tanto por tu hermano: descansa, reposa: finalmente libre, finalmente seguro, finalmente eterno (ad pol, IX 6-7) ¿Qué lloras? ¿Qué deseas?. Pierdes el tiempo...Has nacido sometido a una ley..¿No creías que alguna vez habías de llegar a la meta hacia la cual marchabas constantemente?(Ep., 77, 12-13) No caemos de improviso en la muerte, sino que procedemos hacia ella paso a paso: morimos cada día. Cada día nos toma una parte de la vida, y aún cuando creemos, la vida decrece...Cada momento transcurrido hasta ayer está muerto: este mismo hoy que vivimos ahora, lo compartimos con la muerte...La última hora, en la cual cesamos de ser, no realiza por si misma la muerte, sino que la cumple: llegamos entonces a ella, pero desde mucho tiempo atrás nos encaminábamos hacia ella (Ep., 24, 20).” “¡Con qué rapidez se desvanece todo!. Los cuerpos en el mundo, el recuerdo de ellos...en el tiempo (II, 12)