Especial La historia se repite, increíble pero veraz. ORIGENES DE LA TRAGEDIA DEL 79 Los civilistas que desarmaron al Ejército y a la Armada no escucharon a Grau Con una anticipación de diez a doce años, Chile fue preparando su fuerza armada para usurpar a Bolivia y el Perú sus riquezas guaneras y salitreras, a solicitud y pleno apoyo de Inglaterra, país que se sentía afectado en sus intereses por la política controlista desarrollada por el Perú en relación al salitre y, que en 1869, se dispuso la supresión de los concesionarios del guano, inmensa riqueza, de la cual el Estado sólo percibió cantidad mínima, y la diferencia se fue a manos de los exportadores extranjeros, en especial ingleses, que, para mejor sostener ese casi monopolio, dejaron enriquecerse a algunos allegados al gobierno, a la par que azuzando belicoso militarismo que, en forma continua, provocaron alzamientos y revoluciones. La crisis política se reflejó en la economía, produciéndose profunda crisis que colocó al país al borde de la bancarrota, motivando que sus créditos externos fueran suprimidos. Alfonso Bouroncle Carreón Esa situación desastrosa en lo político y económico, llevó al civilismo a presentar como culpa de todos los males nacionales al militarismo y para combatirlo, en 1872, cuando asumió el poder Manuel Pardo, entre lo primero que hizo para suprimir el déficit fiscal, fue disminuir los efectivos del ejército y dejar a la marina en su misma condición, para ello, incluso suprimió las partidas presupuestarias para la adquisición de dos acorazados que fueran de mayor poderío que los dos adquiridos en esos años por Chile, sin embargo, se vale de subterfugios para lograr que no se efectúen dichas adquisiciones, pese a la tenaz y decidida oposición de Miguel Grau, quien, como uno de los cuatro jefes de la armada, expresó su opinión en forma categórica, pero al civilismo no le interesaba considerar la defensa nacional con las armas en la mano, sino a través del más descabellado y absurdo actuar diplomático, que colocó al Perú a merced de Chile. Más censurable resulta el actuar político del gobierno civilista, si se tiene en cuenta que conocían con precisión el armamentismo chileno, e incluso mostraba premura para lograrlo, ya que el primer intento fue adquirir barcos ya construidos (anexos 1-2), posteriormente recién se deciden a mandarlos construir [...], adquisiciones que tardan más de dos años en construirse ya que fueron entregados el primero en 1874 y el segundo al año siguiente [...]). Lo cual indica que el gobierno de Manuel Pardo conoció perfectamente lo que Chile hacía y, sin embargo, no hizo nada positivo para contrarrestar dicha amenaza, ya que las pretendidas alianzas con Bolivia y Argentina no tenían justificación, pues al primer país le faltaban elementos defensivos, en especial una flota. El país pese a su litoral carecía de puertos conectados con el interior del mismo, y el desierto de Atacama y puerto de Antofagasta, estaban abandonados a su suerte y la decisión de Chile que, con sus trabajadores, invadían el territorio para trabajar las salitreras. La situación se agudizó, si se considera que en los años previos al convenio, defensivo y secreto con Bolivia de 1873, ese país a través de su presidente Melgarejo, había prácticamente entregado su litoral a los intereses anglochilenos, mediante gestiones de la diplomacia mapochina. Hay otro elemento que debe ser analizado fría y serenamente y es la responsabilidad que le cupo a los mandos de la marina nacional en la decisión de no adquirir esos dos acorazados, pese a que el contrato para su construcción ya estaba suscrito en tiempo de Balta y que por anularlo, el Perú debió pagar una multa de cincuenta mil libras esterlinas. ¿Manuel Pardo decidió su anulación y convenció a sus amigos marinos para que opinaran en contra de la adquisición, o simplemente los jefes navales así lo decidieron? Se debe recordar que había un antagonismo entre la marina y el ejército, plenamente puesto en evidencia cuando la sublevación de los Gutiérrez en 1872, pues, al tener noticias Manuel Pardo de la pronta insurgencia, se refugió primero en el “Huáscar” y después pasó a la “Independencia” y la flota se pronunció desde el comienzo a su favor, enviando el primer barco al sur, para evitar que se extendiera la revuelta en contra de Pardo. Manuel Pardo había consultado a los jefes navales sobre la necesidad o no de continuar con la adquisición de los acorazados y según la documentación existente, con excepción de Grau según algunos autores y apoyado por el capitán de navío José Rosendo Carreño, según otros, la Junta Consultiva de la Marina reunida en 1874 para considerar la situación, Junta constituida por Grau, Moore, García y García, Camilo Carrillo, Carreño y otros, se pronunciaron en el sentido que la flota existente era suficiente para contrarrestar a las adquisiciones chilenas. Don Modesto Basadre, en carta a su sobrino Carlos Basadre, del 13 de noviembre de 1904, inserta en la obra “Diez Años de Historia Política del Perú”, Lima, 1953, manifiesta en relación a los blindados (1) “El Congreso había autorizado al Presidente Balta para que mandara construir dos blindados grandes en Europa para resguardar nuestras guaneras y salitreras. El primer acto del Presidente Pardo fue anular el contrato celebrado, pagando la multa de 50,000 (Libras Esterlinas). Por eso nos quedamos sin escuadra”. El escritor e historiador Jorge Basadre, al comentar sobre el tema de la adquisición de los blindados, escribió: (2) “la circunstancia de que el “Cochrane” y el “Blanco Encalada” llegaran a las aguas del Pacífico, hubiese debido provocar una política peruana de adquisiciones navales”. En relación a este tema, en la obra de G. Arosemena G. se comenta la conferencia que el vicealmirante Franklin Pease Olivera pronunció en la Sociedad Cultural “Insula” y publicada posteriormente por la Revista del Centro de Estudios Histórico Militares del Perú, No. 19, correspondiente a 1971, expresa: (3) “El Presidente Balta obtuvo del Congreso una ley que autorizaba al gobierno a contratar la construcción de dos acorazados por un precio de cuatro millones de soles, en total, aunque otras fuentes indican una menor cantidad pero que habrían de ser de mayor porte y poder que los mandados a construir por Chile. Parece que el Gobierno envió al Capitán de Navío Manuel Ferreyros y existe una versión que la casa Dreyfus no hizo efectivo el empréstito para esa adquisición; otros mencionan que el nuevo gobierno reunió una Junta de Jefes de Marina, muy discutida, la cual informó que la escuadra que el Perú disponía era suficiente para hacer frente, en caso necesario, a la nueva escuadra chilena. A esta bárbara información, se opusieron violentamente los Comandantes Grau y Carreño. Otra versión dice que se dispuso la nulidad del contrato para efectuar la primera economía del plan de reducciones del nuevo gobierno, que, en cambio, trabajó intensamente por la aprobación de un Tratado de Alianza defensiva con Bolivia, buscándose la posterior adhesión de la Argentina, sin llegar a concretarla ... No existen fuentes inobjetables acerca de la adquisición frustrada de acorazados para el Perú. Todo este importante asunto se envolvió en el olvido”. Agrega, después el Almirante Pease, que según el referido dicho, fueron tres los Jefes de la Armada que informaron de la “suficiencia de nuestra vieja y abandonada escuadra y que dieran tan inexplicable informe... la frustrada adquisición indica una oscura visión de los problemas del país. .. De lo que se deduce que la comisión no cumplió una consigna o emitió informes agradables al gobierno, el que obtuvo el instrumento para anular la compra sin asumir la responsabilidad consiguiente. .. ¿Fue acaso una estrategia en 1873 responder a la compra de los acorazados chilenos, frustrando la compra ya autorizada de los que se construían para el Perú y sustituyendo esta natural y calculada respuesta, por la negociación de una alianza débil con una posible, pero no segura adhesión argentina, cuyo poder naval no alcanzaba a sus propias necesidades?” Sobre la situación de desequilibrio de fuerzas navales a favor de Chile, hubo una nueva advertencia. En febrero de 1877, Grau viajó a Valparaíso para recoger los restos de su padre y tuvo la oportunidad de ver los acorazados chilenos en puerto. Como experto en materia naval, efectuó la comparación con los blindados peruanos, apreciando la enorme inferioridad en que se encontraba la flota peruana. Al retornar a Lima, manifestó e insistió, como en oportunidades anteriores, de la necesidad urgente de adquirir dos poderosos acorazados, única manera de disuadir a Chile de sus planes expansionistas territoriales. Sensiblemente no fue escuchado. Se aprecia que desde 1872, el Perú quedaba en franca desventaja frente al armamentismo chileno, por obra del gobierno de Manuel Pardo, quien, con gran ligereza trató los problemas nacionales de la defensa, en aras de una acción diplomática carente de sentido realista, de objetivos definidos y realizada con gente impreparada, carentes de habilidad y, en oportunidades, indiferente a la realidad peruana. Ya que se había cometido el dislate de suscribir la alianza con Bolivia en 1873, no se tuvo la firmeza de proseguir las negociaciones con la Argentina, que si bien se iniciaron en el mismo año, quedaron detenidas inicialmente por la situación fronteriza entre Argentina y Bolivia, demora que se prologó por cambio de gobierno en la República del Plata, al terminar el mandato de Sarmiento. Reanudadas las negociaciones en 1875, el Perú no mostró mayor entusiasmo para continuarlas, debido a un cambio de política sobre esa alianza.