Entre avatares nacionales y pasiones personales La función de las ONGs en relación con la conservación de la biodiversidad. Por Claudio Bertonatti Fundación Vida Silvestre Argentina. Defensa 251 Piso 6º “K” (1065) Buenos Aires, Argentina. [email protected] – www.vidasilvestre.org.ar El papel desempeñado por las organizaciones de bien público cambia con el paso del tiempo. Esencialmente porque son instituciones de crisis que necesitan adaptarse a ellas. Existen para ocuparse de tareas que el Estado y el sector empresarial no realizan, descuidan o encaran de un modo que no satisface los anhelos de sus miembros. Entre otras cosas, una ONG es un grupo de personas aglutinadas detrás de una misión. Y en la Argentina, las pioneras en materia ambiental se preocuparon y ocuparon de la conservación de la biodiversidad. Hablar de la “conservación” de la biodiversidad exige mencionar un abanico de herramientas, tareas y objetivos. Si bien ello excede este espacio, podemos acordar que para “conservar” es ineludible tener estrategias, planes, programas o proyectos de investigación, de educación, de gestión política y de manejo de ecosistemas o especies. No quiere decir esto que una ONG deba ocuparse de todos estos asuntos, pero no puede ignorarlos y casi siempre necesita articular sus acciones nutriéndose de información científica, del conocimiento de la normativa, del diálogo con decisores y del trabajo con docentes, administradores de áreas protegidas y periodistas o comunicadores. La Asociación Aves Argentinas (hasta no hace mucho, Asociación Ornitológica del Plata) fue creada en 1916. Es entonces, la decana –en pie- de las ONGs a las que nos referimos en este encuentro. Su lema ya establecía su razón de existir: para el estudio y la protección de las aves de la Argentina y de los países vecinos. Ese anhelo fue pionero y más aun si repasamos el papel del Estado y el amplio menú de instituciones gubernamentales que bien podrían haber incorporado la conservación de la biodiversidad como misión nacional. Si especialistas reconocidos decidieron invertir su tiempo y dinero en esa institución a principios del siglo XX es porque seguramente consideraron que el Estado no se estaba ocupando bien del asunto. Dicho de otra manera, las ONGs se crean para acompañar, fortalecer y apuntalar al Estado y sería un error estratégico apuntar a sustituirlo, aunque la opinión pública les atribuya mayor credibilidad y eficacia. Repasando rápidamente los últimos cien años de ONGs en la Argentina, podríamos decir que se crearon para investigar, educar, conservar y resolver problemas ambientales. Algunas de un modo puntual temático o geográfico y otras, más o menos, abarcativo. Cada una con su modalidad: desde la denuncia como fuerza de choque hasta el diálogo con el sector enfrentado. Pero si tomamos la vida de una ONG en particular veremos que lo que hacían originalmente no es exactamente lo que hacen hoy. Cambiaron en muchos aspectos, pero sobre todo en su manejo (del amateurismo al profesionalismo) y en el tipo de actividades encaradas (de generalistas a especialistas). En el caso de la Fundación Vida Silvestre Argentina (FVSA) en sus primeros años (fines de la década del 70) se ocupó de crear reservas naturales en convenio con sus propietarios privados y de desarrollar investigaciones sobre especies amenazadas (en muchos casos, con investigadores especializados en ellas). Dos tareas bastante inéditas para el país. Y si bien hoy continúa con ambas actividades el contexto no es el mismo. Hasta la década del 80 no era muy prestigioso para sus pares que un biólogo se ocupara de la “biología de la conservación” como la llamamos hoy. Pero la fuerza del dinero también se hizo notar, y a mi juicio, a partir de los 90 la oferta de fondos para esta especialidad motivó la creación de líneas de investigación en ámbitos donde era casi hostil hablar de conservación. Hoy los desafíos de la conservación de las especies, ecosistemas y ecorregiones exige el diseño de estrategias, planes, diagnósticos, programas y proyectos y de mediano a largo plazo. Una tarea que supera las capacidades de una ONG. Por eso, al menos, desde la FVSA se impulsaron este tipo de tareas junto con muchas otras instituciones y con personas del más variado perfil: desde administradores públicos, especialistas de universidades y centros de investigación hasta productores, empresarios, docentes, periodistas y comunicadores, entre otros. Los diagnósticos no solo son valiosos para orientar tratamientos, sino para tener presente en qué contexto ambiental se pretende operar, estableciendo prioridades. Estas herramientas (como las que elaboró la FVSA para el Gran Chaco Americano, los Pastizales del Cono Sur y la Selva Misionera) son útiles para todos los sectores (no solo para las ONGs), dado que hay tareas para cada uno de ellos. Las ONGs tienen frente a sí desafíos enormes. Puertas afuera y puertas adentro. Por razones de espacio, presentaré algunos de los primeros. Para empezar, tienen la obligación moral de orientar a la sociedad –con honestidad- en la solución a los problemas ambientales. Entre ellos, la pérdida de diversidad biológica. Pero, ¿cómo? De distintos modos: traduciendo información científica sin perder seriedad, pero despertando interés en quienes no lo tienen por estos asuntos. Construyendo soluciones, asumiendo que –como suele suceder en todos los ámbitos de la vidano hay una clara polarización entre “buenos” y “malos”. Y que las buenas decisiones requieren del encuentro de personas de bien, aunque luzca ingenuo expresar esto. Nuestra crisis ambiental es tal que ya no defendemos especies amenazadas o ecosistemas en peligro. Nos estamos dedicando a la defensa del sentido común. Porque un país como él nuestro, con un tercio de pobres, requiere del desarrollo. Desde nuestro lugar lo reconocemos y lo aceptamos obviamente, asumiendo que no hay un desarrollo (por más sostenible y sustentable que sea) a costo ambiental cero. Pero de ahí a terminar de arrasar los escenarios silvestres con una voracidad cosmofágica… hay diferencias. Todavía no tenemos bien representados en el sistema de áreas naturales protegidas la mayoría de nuestros biomas. Este punto y la necesidad de crear o fortalecer planes de aprovechamiento sustentable de los espacios y especies silvestres fuera de las áreas protegidas son, a mi juicio, las dos prioridades nacionales. Lógicamente para que esto pueda alcanzarse es necesario que el país acompañe otros cambios previos, mejorando, por sobre todas las cosas la selección de los funcionarios públicos, la capacidad de control, la investigación en biología básica y la aplicación de las normativas. En nuestro país todavía hay impunidad para la mayoría de los delitos ambientales. Nosotros, como ambientalistas, somos apenas una parte de la sociedad, con intereses muy “sesgados” y es buen ejercicio seguir pensando en las necesidades del resto de nuestros compatriotas, para seguir trabajando con realismo, optimismo y pasión. En definitiva, si algo nos puede salvar son las pasiones personales. Las mismas que impulsan la vida de toda institución. Hace más de 100 años, Eduardo Ladislao Holmberg aconsejó a los jóvenes interesados –como nosotros- en la historia natural esto: “Observe, estudie, sea modesto, forme su carácter, eduque su voluntad hasta darle el temple del acero, guiado por la razón, y sea siempre justo. Y la verdad se hará camino”. NOTA: este es el resumen de una presentación oral que fue publicado en las actas del III Congreso Nacional de Conservación de la Biodiversidad. 11 al 14 de Agosto de 2008, Buenos Aires.