Información, ética y racionalidad acotada J. Francisco Álvarez.UNED. Madrid Material de trabajo que sirvió para la presentación en la sesión "Ética y política de la ciencia y la tecnología". Alcalá, septiembre 2002. Congreso Iberoamericano de Filosofía. Se incluye como indicación de posibles reflexiones para el doctorado Mi intención aquí, en esta mesa sobre ética y política de la ciencia y la tecnología, es plantear una serie de nociones muy simples y casi triviales pero que me parecen de enorme importancia para una reflexión sobre la ciencia y su lugar en las sociedades contemporáneas. Para empezar, diré que me sitúo lejos de los planteamientos que hablan de neutralidad axiológica de la ciencia y muy lejos de quienes defienden que con la ciencia somos capaces de alcanzar un conocimiento objetivo con independencia del sujeto de conocimiento. Estos últimos es frecuente que digan que el problema ético, caso de encontrarse en algún lugar, se encuentra exclusivamente en las aplicaciones que hacemos de la ciencia, y que si tiene importancia en todo caso sería un problema a estudiar en relación con las tecnologías. Incluso hay quienes han sostenido que la posible mala aplicación de la ciencia (su maldad social) procede precisamente de su bondad epistémica. Sin embargo, lo que pretendo defender es que en la misma construcción de la ciencia se plantean los problemas éticos, que estos son insoslayables. Por lo que se refiere al gran debatido tema de la racionalidad no ha sido infrecuente escuchar decir que el mejor ejemplo de racionalidad que tenemos es el de la ciencia y que, por ello mismo, se trata de extraer esa noción, caso de que parezca que tiene interés, de la práctica de la ciencia. No me parece una mala propuesta pero suponer que esto se logra desde una visión neutral sobre una ciencia neutral parece cuando menos doblemente ingenuo. Desde mi punto de vista, la cuestión no se reduce simplemente a que adoptemos una determinada posición moral y que ella nos conduzca a la realización de un tipo u otro de ciencia; al pensar y actuar así seríamos presa de similar ingenuidad a la exhibida por quienes consideran la ciencia como una herramienta todopoderosa y sin valores. El tema más bien consiste en que la ciencia se produce a partir de todo un conjunto de valores que no tienen justificación última y que esa pluralidad de valores, con sus diversas ponderaciones, produce un tipo de resultados que no es unívoco ni tampoco se obtiene de manera determinista mediante algún supuesto universal y bien definido método científico. Sin embargo, ese procedimiento tentativo, plural, de inciertos cimientos, produce un conjunto de resultados más "eficaces" y una comprensión de la práctica científica "más adecuada" que aquel otro método ideal. Se trata de entender que se procede a una constante selección de información a partir de principios no justificados plenamente, principios de deliberación y que con ellos construimos la ciencia. Esos principios que actúan en la construcción de la ciencia son selectores activos de información y dejan pasar unas cosas e impiden que pasen otras. El resultado es un conjunto de relaciones efectivas para la práctica y que están orientadas por los fines que nos hemos planteado, incluso en ocasiones nos pueden hacer ver que podemos hacer otras cosas. Esas nuevas relaciones en que consiste la ciencia, amplían nuestra capacidad de acción y por ello plantean y duplican los problemas éticos, amplia nuestra capacidad de acción, podemos hacer otras cosas. La responsabilidad del científico se encuentra en el hecho mismo de que abre posibilidades de acción nuevas. Se amplia así el campo de la responsabilidad. [……….] Lo que no está claro es que pretendamos fundamentar unos determinados valores éticos frente a otros por vía de una especie de realidad última de los valores. Se trata de defender una perspectiva relacional de los valores, una perspectiva funcional y esa noción se corresponde con una perspectiva metaética. ¿Por qué está estrechamente unida la ciencia y la ética? Desde mi punto de vista de la ciencia como el establecimiento de relaciones que bien se puede considerar como una extensión de la posición de Neurath que a veces entendía la ciencia como la elaboración de un mosaico en la que los que contribuyen a él incluso cambian la estructura del mosaico. Es la idea de una ciencia que no pretende establecer una noción de verdad como correspondencia con los hechos, sino como el establecimiento de relaciones y así el problema de la comprensión y por tanto la predicción. Entre los trabajos técnicos en economía podríamos destacar dos líneas de pensamiento que son muestra de demandas que la economía hace a otros campos del conocimiento. Me refiero a que buena parte de lo que se relaciona con el estudio de la incertidumbre, con los problemas de la economía institucional y con la teoría de la elección pública están demandando la contribución de otros campos, en particular precisa de la reflexión ética. Aunque podrían entrar otros nombres, les quiero comentar un grupo de autores que están trabajando en esa frontera de la articulación entre ética y economía, sin que falte en nuestra lengua, y a ambos lados del Atlántico, quienes en esa línea tratan de ir bastante más allá de sugerir propuestas deontológicas para empresarios bien intencionados. Con frecuencia a la hora de hablar de las relaciones entre ética y economía se ha adoptado una perspectiva sobre el ser humano que parece admitir la simple generalización del uso de los instrumentos formales de la ciencia económica para abordar las reflexiones éticas. Se ha tratado de cambiar el modelo de persona y adoptar el que ha sido dominante en el campo de la economía. Nos interesa destacar la importancia que puede tener el camino inverso, abordar temas de primera importancia en la economía mediante el uso de un modelo de persona cuya adopción es más usual en el campo de la ética, sin que por ello se rechace la importancia que para las cuestiones éticas pueda tener la adopción del punto de vista tradicional de la economía. Al analizar los condicionantes de nuestra acción aparecen un conjunto de problemas que genéricamente podemos clasificar de asuntos metaéticos. Amartya Sen ha insistido sobre el carácter de "filtro informativo" que adoptan los principios éticos, ha señalado cómo se puede aplicar esa perspectiva para analizar las consideraciones de justicia y, al mismo tiempo, ha puesto el acento especialmente sobre la noción de "capacidades potenciales", lo que viene a ser tanto como asignarle un importante papel a las libertades concretas y a la propia responsabilidad del sujeto como agente.1[1] La tendencia a calcular los valores en términos de una única medida, ya sea la cantidad de trabajo abstracto o la búsqueda de un único referente en términos de utilidad, se plantea casi siempre con los mismos esquemas formales e ideológicos: la posibilidad de un único rasero. La cuestión importante para la ética y, finalmente, para la economía, es más bien la del pluralismo y la desigualdad, ahora considerado como un resultado tenaz y no como un resultado temporal a falta de disponer, por el momento, de otro criterio general mejor que permitiese realizar la comparación. La propuesta concreta de Sen consiste en proceder a la evaluación de la justicia sobre la base de las capacidades, es decir, centrarse sobre aquellos aspectos personales que se refieren a las libertades concretas que efectivamente disfrutan los individuos, para poder elegir entre maneras de vivir que pueden considerar como atractivas o valiosas. "Esa libertad concreta, real, está representada por la "capacidad potencial" o "aptitud" de las personas para lograr varias combinaciones alternativas de funcionamientos, es decir, de sus formas de ser y de actuar. Por ello se trata precisamente de distinguir entre medios para la libertad y libertad y, también, entre libertad y los logros concretos". La cuestión, insistirá Sen , es que debemos distinguir entre libertad (de la cual la "capacidad potencial" es una representación) y el logro o éxito concreto. La "capacidad" refleja la libertad de una persona para elegir entre vidas alternativas, es decir, entre determinadas combinaciones de "funcionamientos". "Somos diversos, pero lo somos de maneras diferentes. Un cierto tipo de variación se relaciona con las diferencias que hay entre nuestros fines y objetivos. Las implicaciones éticas y políticas de esta diversidad las entendemos ahora mejor que antes como resultado de los potentes trabajos de Rawls sobre la justicia como equidad. Pero hay otra diversidad importante -las variaciones en nuestra aptitud para convertir recursos en libertades concretas. Variaciones que hacen referencia al sexo, a la edad, a la dotación genética, y a muchos otros rasgos que nos dan potencia desigual para construir nuestra libertad en nuestras vidas, aunque tengamos la misma dotación de bienes primarios". [……….] Una mirada esceptica ante todo tipo de fundamentalismos. Nada más difícil pero nada más necesario que partir de una noción de racionalidad que sea reflejo del conjunto de la propuesta. Más que una teoría de la racionalidad es una teoría de la acción racional. Una perspectiva naturalista de la acción racional. Por tanto va a tener en cuenta los procesos evolutivos y los elementos materiales, organizativos, reflexivos, de la experiencia científica. El primer espacio de esa transdisciplinariedad es la teoría de la acción racional, o tejido de la racionalidad. La metáfora textil es la que nos va a dar pie para esta reflexión. [……….] Una rancia tradición filosófica parece decirnos que no se puede pasar del ser al deber ser. De cómo son las cosas a cómo deberíamos comportarnos. Sin embargo, defenderemos que la opción ética, en muchos casos, resulta previa y nos sirve de filtro de la información para elaborar incluso la noción de objetividad relativa a la posición. Si no la tenemos en cuenta desde el principio no podremos incorporar posteriormente dicha información, porque ya ha quedado fuera. La noción de objetividad relativa a la posición (A. Sen) puede servirnos, por ejemplo, para comprender mejor la actividad científica, sobre todo en el periodo de la tecnociencia contemporánea. Resulta de interés para mostrar que los valores actúan en los diversos contextos de la actividad científica y que por ello es una tarea interesante la construcción de una axiología de la ciencia capaz de mostrarnos determinadas matrices evaluativas. Esa matriz evaluativa es la red en la que se urde, en la que se teje el conjunto de las prácticas sociales transformadoras que conforman la ciencia. Algunas de estas cuestiones resultan claves para una actual comprensión de la filosofía de la ciencia y, en particular, para reflexionar sobre la ciencia económica. Es importante reflexionar sobre los modelos de seres humanos que están detrás de las teorizaciones de los economistas. El hombre económico, el agente racional modelado por la corriente principal de la economía con frecuencia resulta ser más bien un imbecil racional (rational fool). Autores diversos han tratado este problema de los límites del actor racional, entre ellos: A. Sen, A. Hirschman, H. Simon, R.Axelrod, M. Hollis, S. Hargreaves, A. Rubistein. El modelo intencional de elección racional, que es el modelo estándar utilizado en ciencia económica, viene a decirnos, en resumen, que el individuo elige aquella acción que optimiza la relación existente entre los medios disponibles y los fines deseados. En definitiva, con preferencias racionales el individuo es racional si elige lo que más prefiere entre las cosas que puede conseguir. Las preferencias son racionales si son transitivas y completas. Todo esto en un marco con información completa. Para nuestros intereses sería suficiente decir que en el modelo habitual los agentes se consideran racionales si y solamente si sus preferencias se pueden representar mediante funciones de utilidad ordinal y sus elecciones maximizan su utilidad. Se han estudiado mucho las insuficiencias de este modelo intencional racional de la acción, principalmente se ha visto que es importante estudiar la conformación misma de las preferencias, es decir, discutir sobre los fines de la acción y además incorporar ciertos componentes de determinación causal de la conducta (desde el marco institucional a la conformación adaptativa de las preferencias) pero, por lo que aquí interesa, la corrección más importante es que hace falta articular de forma más compleja al individuo como soporte y actor de esas acciones. Al ampliar nuestra noción de racionalidad quizá podamos captar mejor la peculiaridad de múltiples actividades humanas que precisan de una discusión racional sobre algunos fines y valores que podemos compartir. "Lo que es extraño en todo esto es el hecho de que la gente intente buscar criterios de bienestar «libres de valores» o «libres de ética». Los juicios de valor unánimes pueden proporcionar la base para una economía del bienestar muy satisfactoria, pero no porque no sean juicios de valor, sino porque son aceptables para todos. Esta trivialidad no sería digna de mención si no se hubiese afirmado o implicado lo contrario en gran parte de la literatura" (pág. 79) Sin pretender forzar las barreras disciplinares y aunque nos parezca importante mantener las diferencias y las precisiones conceptuales, es importante señalar que el trabajo más fructífero en estos campos (tanto de la ética como de la economía) nos parece que se está produciendo por parte de quienes se esfuerzan en una mirada de complementariedad y no de incompatiblidades. Tal como ha dicho Amartya Sen, en la introducción a un importante libro sobre estos temas coordinado por Avner Ben-Ner y Louis Putterman: Economics, Values and Organization, Cambridge U.P, 1999: «al reconocer la posibilidad de la explicación prudencial de conductas aparentemente morales, no deberíamos caer en la trampa de presuponer que el supuesto del autointerés, es, en algún sentido, más elemental que asumir otros valores. Las preocupaciones morales o sociales pueden ser tan básicas y elementales como aquel interés propio. Que nos pregunten por el camino de la estación de ferrocarril e informemos (si lo sabemos) correctamente se puede explicar porque se nos ha pedido una ayuda que podemos ofrecer fácilmente y a poco coste y además porque ayudar a una persona es una razón suficiente en sí misma. Este reconocimiento básico no tiene porqué corregirse porque dispongamos de una demostración de que tal conducta pueda ser evolutivamente estable y a largo plazo resulte prudentemente beneficiosa para nosotros». Como ya he dicho hay diversos caminos para explicar la génesis y el funcionamiento de las normas. Los aspectos prudenciales y los morales, su componente evolutivo o reflexivo e incluso su papel directo o indirecto son caminos legítimos de estudio. La cuestión está en enriquecer las posibilidades de explicación y examinar que combinación funciona mejor. No hay ninguna razón particular para tener un sesgo a priori para favorecer una u otra orientación. Estas complementariedades son centrales para un programa general que intente estudiar los valores y su papel en la organización social y en la economía. Como insiste Amartya Sen en el mismo texto: «Estudiar la endogeneidad de los valores y utilizar un razonamiento en último término amoral, como es el razonamiento económico, para explicar y evaluar las normas y principios de conducta enriquece nuestra comprensión de la conducta valorada. Pero no hay necesidad de que en este programa se pierdan las orientaciones y comprensiones que ha recibido de Kant, Smith, Bentham, Mill y otros (incluidos los contemporáneos analistas sociales y morales)». En las palabras finales con las que cerraba su discurso de aceptación de uno de los al menos treinta doctorados honoris causa con los que ha sido homenajeado, el otorgado en 1995 por la Universidad de Valencia (España), plantea Amartya Sen un elemento clave para comprender sus análisis económicos: "Los códigos morales son parte integral del funcionamiento económico, y pertenecen de manera destacada a los recursos sociales de una comunidad. La economía moderna ha tendido a abandonar totalmente estos aspectos de los sistemas económicos. Hay buenas razones para intentar cambiar ese abandono y reintroducir en la corriente principal de la ciencia económica este componente crucial de la actividad de una economía. Efectivamente, queda mucho por hacer". (Teoría del capital social) En unas conferencias impartidas en mayo de 1999, en un foro del Banco Mundial, explicaba Sen que “el desarrollo económico puede considerarse como un proceso de expansión de las libertades humanas (...) Es preciso que analicemos las instituciones políticas y económicas, las oportunidades sociales, las estructuras legales, la corrupción y el mantenimiento de ciertos modos de conducta”. Sin olvidar que la cultura determina como las personas ganan y gastan su ingreso. “La cultura puede contribuir a nuestra comprensión de los patrones de conducta, el capital social y el éxito económico. Creo que la influencia de la cultura se puede transferir y que podemos aprender de ella (...) La cultura no es algo que está ahí fuera como las Pirámides, sino que es un proceso, dinámico y constructivo, con actividades de emulación e imitación. Es importante estudiar cómo se forman y se transforman los valores, como cambian e interactuan con otros valores y culturas". "Las observaciones, las creencias y las acciones dependientes de la posición son centrales para nuestro conocimiento y para nuestra razón práctica. La naturaleza de la objetividad en epistemología, en teoría de la decisión y en ética tiene que tener en cuenta adecuadamente la dependencia paramétrica que respecto a la posición del observador tiene la observación y la inferencia". Al insistir en la perspectiva posicional se cuestiona la tradición que considera la objetividad como una forma de invariancia con respecto a los observadores individuales y a sus posiciones, y que pretende que determinado conocimiento es más objetivo cuanto menos descansa sobre la conformación específica del individuo y de su lugar en el mundo. Si además no somos sólo simple dato paramétrico, tenemos que incorporar una dependencia estratégica de la objetividad y conectarla con una interacción estratégica con la percepción de otros. El contenido de una afirmación objetiva puede ser la manera en que un objeto aparece desde una posición específica de observación.