CAPITULO 4 QUIENES SOMOS

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CAPITULO 4
QUIENES SOMOS
Ahora, para continuar mis relatos, en esta instancia de los mismos, se me
impone seguir contando como pienso el quienes somos, como nos fuimos
constituyendo en el devenir de una serie de sucesos, y es así que un día
surgimos, emergentes desde un algo o alguien que nos preexistió, como
especie y como la persona individuo que somos.
Como especie: mamífera.
Como persona, que es lo que somos, desde una madre que decidió tenernos, y
un padre que colaboró para que la especie siga subsistiendo.
Somos humanos, que nos autodenominamos como: Personas
No es casual haber elegido ese término para auto referirnos.
Esto fue producto de un devenir, no siempre nos llamamos así, incluso en la
antigua Grecia no había una palabra para auto-referirnos, era más importante
la “Physis” y la “Polis”, el cuerpo, lo natural, la apariencia y la pertenencia a
lo socio político.
Los autores de las “Tragedias” acudieron al término “prósopon”, la máscara
que utilizaban los actores en sus presentaciones, a través de las cuales
representaban distintos estados de ánimo, estados notorios de tristeza, alegría,
odio, terror.
Máscaras que tenían una especie de manija debajo de ella, que les permitía
cambiarlas cuando necesitaban marcar alguna emoción, algún sentimiento. La
voz sonaba más intensa, en una especie de eco, quizás algo gutural y extraña,
reforzando de alguna manera lo que se quería representar.
Máscaras de semi cuerpos con cara que adornaban las proas de los barcos, y
que en ambos casos, el de los actores y el de los navíos, representaban algún
tipo de identidad, que era necesario mostrar a otro, como apariencia, para
presentarse e influirlo de alguna manera.
Es desde esa idea que Aristóteles fue el primero que utilizó el vocablo
“prósopon” para designar al individuo humano, y fueron los romanos los que
inauguraron la palabra Persona tal como hoy la usamos, no sin variadas
contradicciones al respecto.
Por un lado remitiendo a lo que se ve, a lo que se muestra, y por otro a lo que
esta oculto detrás de la máscara que se y que se muestra.
Contradicciones que nos recorren, quizás por darnos cuenta que así somos,
seres vivos que al sabernos a nosotros mismos debemos tomar distancia, poner
el Yo entre el otro y nosotros, para no soltar la mismidad, para cuidarla de la
mirada que nos puede cosificar, estar a expensas del deseo de ese otro, o
hacernos sentir como de cristal, muy frágiles.
Es por ello que prefiero pensar en dos términos para auto nominarnos, el de
persona y el de personaje, el primero referido a lo que somos en la interioridad
del ser, el segundo a lo que mostramos en las relaciones en donde necesitamos
cuidarnos.
En mi concepción la Persona esta vinculada a la mismidad, al mí, el personaje
a la yoicidad, al yo, más adelante veremos que quiero decir con esto.
Así somos, esta es nuestra constitución de Ser, desde el lenguaje que nos
recortó y recorta nuestra naturaleza se hace no natural, que es natural porque
es nuestra naturaleza, valga la paradoja nuevamente.
Somos un ser vivo que desde el hablar aprende a pensarse a si mismo, y eso lo
diferencia sustancialmente, ni para mejor o para peor, ni en más o en menos,
simplemente lo hace diferente a todos los demás seres vivos, en tanto salto
cualitativo. Somos un ser vivo más, y como tal poseemos una tendencia vital,
una pulsión vital, un elán vital, una energía que tiende a expresar la vida, a
vivir.
Por ello, la principal energía psíquica, la que condiciona como base lo que
somos y seremos es: la tendencia a vivir. Varios autores de una u otra manera
han remitido a esto, S. Freud con sus Pulsiones de Vida y Muerte y la Libido
Sexual, C. Jung con la idea de Libido como energía total, Carl Rogers con su
Tendencia Actualizante, Kurt Goldstein con su Tendencia a la Auto
actualización, Abraham Maslow con su Tendencia a la Autorrealización, yo
mismo con la Pulsión Vital y la auto actualización.
Autores (entre otros) que de uno u otro modo de elaborar conceptos, han
considerado que puede haber un impulso, una “fuerza” de lo vivo que tiende a
expresarse hacia, y compele motivando, es decir siendo fuente de las
motivaciones más básicas.
La vida tiene un primer paso, la unión de gametas, de pares, de dos que se
hacen uno, en nuestro caso de un espermatozoide y un óvulo.
El feto es Uno, un primer uno producto de dos.
El feto al vivir se hace uno con su contenedor biológico: la madre.
La Madre y el feto son uno.
Al nacer se produce el segundo dos, la gravedad, el aire, el afuera y el recién
nacido, uno-cero (el cero es lo otro)
Somos binarios por excelencia, desde el principio hasta la muerte, uno-cero.
Desde el principio buscamos el uno, la totalidad experienciada en la vida fetal.
Una búsqueda imposible, con algunos engaños preceptúales en el camino
hacia el otro uno que nos espera: la muerte, que nos vuelve a hacer uno. Esos
engaños son el enamoramiento, la pasión, el orgasmo, las experiencias
cumbres que mencionó A. Maslow, quizás algún viaje místico, un instante en
la meditación, otro instante con algún alucinógeno, y quizás algún momento
especial, lo que sea o haya sido especial para cada uno de nosotros, un
momento, un instante, una instancia de unidad, solo eso.
Siempre vivimos y existimos partidos buscando lo uno. Esto es algo que
puede explicar los conceptos de Dios, de trascendencia, de felicidad, de
encuentro, de éxtasis, conceptos que minimizan la angustia existencial a que
estamos condenados por estar y ser siendo divididos. De allí procede la barra
que separa la palabra que nos auto refiere.
Per/sona de “per-sonare”, de mascara, como ya he explicado anteriormente.
Per/sona de un Mi tapado por un Yo. Ilusión de sentido, tal como la creencia
en la trascendencia, o en un más allá o más acá. Construcciones conceptuales
que ayudan a vivir, valen por ello. Somos binarios, uno-cero.
Nuestro cerebro, por ahora, construye binariamente, y como ya vimos cuando
comentamos el “Génesis”, en donde una vez que Dios hizo la luz, tuvo que
nombrarla como día, a las tinieblas como noche, para darle entidad de real, y
aludir a lo que hace bien y lo que hace mal, lo bueno y lo malo, y si queremos
ir más lejos para pensar en las emociones básicas la tristeza y la alegría.
Nuestros vínculos son siempre binarios, aún en la relación con nosotros
mismos, allí, aún allí, para pensarnos y vincularnos debemos salir de nosotros
para “mirarnos” como otro que nos mira. A veces por esto, cuando nos
encontramos hablando con nosotros mismos, es decir pensando en ese que soy
yo desde otro que soy mi o viceversa, nos preocupamos en ese breve instante
del darnos cuenta de la división, ¿estaremos locos? nos decimos. Y no, no
porque nos lo decimos en pregunta, y esa es la diferencia entre aquel que si
esta loco y aquellos que no, por lo menos por ahora. El loco, el esquizofrénico,
en realidad, y paradojalmente, esta más sano, más congruente en tanto vive
directamente en si la división, esta dividido como nosotros pero no se engaña,
como nosotros si lo hacemos. Su dificultad, la del loco, es que vive en un
mundo de “cuerdos”, adaptados en la división mi/yo, en tanto es eso lo que
hemos acordado (de aquí deviene la palabra cuerdo) acerca de lo que es estar
cuerdo y adaptado al grupo de pertenencia.
Hemos acordado estar enmascarados, y eso parece que también ha servido
para sobrevivir, hasta ahora. Es la característica de nuestra especie, lo que nos
ha constituido como tales. Quizás los genios, los sabios, los iluminados, los
brujos, los chamanes, los gurúes, los distintos, sean aquellos que se han
animado ha transitar en si el quiebre que muchos no nos permitimos vivenciar.
El tema, como dijimos, e insisto, es el lenguaje, el lenguaje como la gran
aparición que hace a lo humano, esa materia que nos permite defender la vida
como individuo y como especie, ese descubrimiento que algún antepasado
hizo y que sirvió para seguir aquí.
El lenguaje construye la máscara del ser.
Una trampa que nos permite seguir vivos.
Una trampa bien codificada, bien dicha, bien contada como tal en los mitos de
Adán y de Prometeo, en donde Dios nos castigó por hacernos quienes somos:
antinaturales en nuestra naturaleza humana. Nos echaron del paraíso, del
Edén, nos condenaron al quiebre, al existir siendo sin saber quienes somos
siendo, y lo que es aún peor, con la idea de creer que vamos a saberlo algún
día.
El filósofo Baruch Spinoza nos ha dicho que nacemos con la posibilidad de
dos emociones básicas: la tristeza y la alegría, ya referí antes a eso al hablar
del Génesis.
Lo binario emocional conduce a lo binario conceptual, lo malo y lo bueno, el
bien y el mal.
Lo que sentimos que nos hace bien lo buscamos, lo que sentimos que nos hace
mal lo rechazamos y lo experienciamos como una amenaza, de la cual como
organismo vivo nos defendemos.
Cuando estamos siendo bien la vida transita fluida, armónica, congruente.
Cuando estamos siendo mal el existir se complica, sufrimos desarmonías,
síntomas, incongruencias. Destaco aquí, y remito a ellos, a los aportes del ya
mencionado Kurt Goldstein, el padre de la Psicología Humanística, pocos
como el han definido también la energía base que nos sostiene y nos impulsa,
aquella que denomina vivencia de catástrofe, que rompe el equilibrio
homeostático y nos compulsa hacia la homeodinamia.
Somos binarios, uno es vida, cero es antes o después de ella, o sea la nada, de
donde venimos y adonde vamos. En el medio, mientras tanto cuidamos la vida
que somos, y todas nuestras conductas y comportamientos devienen de allí, y
solo desde allí pueden ser comprensibles. Si nuestra intención es ayudar, ser
justos, solidarios, buenos, tenemos que tener en cuenta esta obviedad, aquella
que indica que todo lo que hacemos
lo hacemos en una primera instancia para sobrevivir, si lo logramos vivimos, y
si alcanzamos cierto nivel de seguridad en lo que somos viviendo, podemos
plantearnos existir, tomar en cuenta al otro como un nosotros que coexiste en
el mismo sentido vital, un par, un congénere que necesitamos y nos necesita, y
de nuevo la empatía.
Todo animal, y eso somos, se conduce con un repertorio de comportamientos
que le permiten primero sobrevivir y luego vivir, alimentarse, defenderse,
procrearse y cumplida su meta de especie, morir. Todo animal, de la especie
que sea, si bien puede manifestar algún aprendizaje particular como individuo,
no se aleja de lo básico de lo que es, de su esencia, si lo hace tiene dos
caminos: muere o se hace otra especie.
Nosotros, al pensar y hablar o viceversa, nutrimos nuestra inmensa red
neuronal, y enriquecemos de tal manera ese caudal de comportamientos que
construimos conductas, algunas propias otras adquiridas en los grupos de
pertenencia, que nos hace sentir uno en tanto identidad y percibir cero al otro
que no es o pertenece a lo que somos o pertenecemos. Cada uno de nosotros
hacemos nuestra propia especie, y si bien compartimos lo común a lo humano
general y al grupo del cual somos siendo parte, cada uno, incluso con nosotros
mismos somos uno y el otro cero.
Esto es el eje de la idea que deseo dejar planteada.
Todo lo que hacemos es todo lo que somos, y si lo que hacemos es vivir eso es
todo lo que somos un ser vivo que desea eso vivir, y lo que hace tiene esa
intención principal, primaria y final. Solo basta observar detenidamente
cualquier conducta, sea una acción, un pensamiento, un imaginario, un sueño,
tienen, en un principio, la intención de preservar al organismo que somos.
Toda acción es reacción.
Todo pensamiento es para resolver lo importante, lo grave como nos dice
Heidegger.
Todo lo que imaginamos es para revisar o prever.
Todo sueño es una comunicación de nuestro fondo perceptual, que
simbólicamente, libre de las trabas de la censura ordinaria, nos demarca
cuestiones que nos pasan, y nos indica caminos. Reaccionar, resolver, revisar,
prever, darse cuenta de los mensajes de nuestro fondo, se colocan, están,
aparecen, como disposiciones existenciales, es decir para ir hacia el mundo,
hacia fuera, en el pro-yecto de vivir y existir.
Digo, decimos vivir y existir porque pensamos que son dos niveles de estar en
el mundo, uno de base biológica conductual, otra de cimientos
psicoespirituales,
ambas sin embargo, puestas a disposición de cumplimentar los designios de la
especie, los simples designios de transitar, procrear y morir.
Toda creación por sobre estos principios sirven de sostén de los mismos, sino
se anulan o desaparecen. Toda cuestión de lo humano sea en el nivel que sea
sostiene lo humano, sostiene a los humanos, a las personas en si, a cada uno
como tal, y al todo que somos.
Las ideas, las creencias, la filosofía, las ciencias, las disciplinas, el arte, las
religiones, son cuestiones que emergen para que la especie se sostenga.
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