LOS SOFISTAS Y SÓCRATES 1. Los sofistas 2. Protágoras 3. Vida y muerte de Sócrates 4. La actitud filosófica 5. La ironía y la mayéutica. El método socrático 6. El universal. De Sócrates a Platón 7. El intelectualismo moral 8. Escuelas socráticas menores ******************************* Los sofistas son una veintena de pensadores griegos, muy vinculados con Atenas, que desarrollaron su actividad en las últimas décadas del siglo V a. C., durante la guerra del Peloponeso. No constituyen una escuela, pero tienen en común haber llevado a cabo la revolución intelectual que desplazó la reflexión filosófica desde la physis y el cosmos hasta el hombre. Con los sofistas y Sócrates nace el humanismo, centrado en los aspectos que integran lo que hoy denominamos cultura: la ética, la política, la retórica, el conocimiento, el lenguaje, el arte, la religión, la educación. Frente a los sofistas, pesimistas y escépticos, Sócrates defiende la posibilidad de alcanzar con certeza verdades y valores. Su método de dar a luz la verdad, por medio del diálogo inteligente, es el primer esbozo de inducción científica. Toda su vida es una batalla pacífica por el triunfo de la ética, sobre el cimiento de unas virtudes a las que se llega por el conocimiento del bien. Su influencia en el pensamiento griego y en toda la historia de la filosofía es considerable. 1. Los sofistas En su estudio del cosmos, los filósofos presocráticos no llegaron a ninguna conclusión definitiva, y este aparente fracaso llevó a dirigir el 1 LOS SOFISTAS Y SÓCRATES interés hacia el propio hombre, prescindiendo de la cosmología. Este cambio de enfoque tuvo lugar por primera vez con los sofistas. Se pueden distinguir dos generaciones de sofistas. La primera comprende los sofistas principales, contemporáneos de Sócrates y Pericles, que expusieron en Atenas sus doctrinas antes de la guerra del Peloponeso: Protágoras, Gorgias, Pródico e Hipias. La segunda generación está representada por discípulos de los mayores, y sus posturas radicales provocan la crítica incansable de Platón. La vaciedad de sus juegos lógicos fue ridiculizada por Aristófanes en Las nubes, y el peligro de sus enseñanzas fue advertido por Tucídides, quien puso en boca de Pericles la duda sobre la aptitud de la filosofía para educar a ciudadanos libres. Durante el siglo v a. C. tendrán lugar en Grecia importantes transformaciones sociales, políticas y económicas. Mencionarlas nos permitirá apreciar mejor los aspectos fundamentales de la sofística: Relativismo. El crecimiento del comercio hace que las leyes y costumbres helénicas se contrasten con leyes y costumbres extranjeras. Ese intercambio de ideas pone de manifiesto que lo tenido por verdadero e indiscutible puede carecer de valor en otras culturas, y surge así la crítica de la religión y de los valores tradicionales, de las formas de gobierno aristocráticas y de las instituciones públicas. Se trata, en el fondo, de una amplia discusión sobre el carácter relativo de la verdad y del bien, y sobre los límites del relativismo. Cosmopolitismo. El sincero aprecio por otras formas de vida y de pensamiento hizo que los sofistas perdieran el característico apego de los griegos hacia su propia ciudad, y que fueran, de hecho, cosmopolitas, ciudadanos de la Hélade. Educación retribuida. La instauración de la democracia en Atenas y en otras ciudades griegas consolida el poder del pueblo y debilita el de la aristocracia. Entra en crisis la idea de que la virtud y el poder deben estar ligados al nacimiento, y se abre la posibilidad real de adquirir cualificación intelectual y política por medio de la educación. El sofista, protagonista de ese cambio de perspectiva, deja de ser un filósofo tal y como hasta el momento se entendía y se convierte en un educador. El cultivo desinteresado de la filosofía, a cargo de aristócratas que tienen asegurado un buen nivel de vida, pasa a ser en los sofistas una profesión, un medio de vida que exige una compensación económica. Por eso, aunque “sofista” significa “sabio”, tal 2 LOS SOFISTAS Y SÓCRATES significado adquirió pronto el matiz negativo de embaucador y “cazador de jóvenes ricos”, según la famosa expresión platónica. Maestros de retórica. El programa de la enseñanza sofista era variado: gramática, interpretación de los poetas, filosofía de los mitos y de la religión, y, sobre todo, retórica. El arte retórica era imprescindible para la vida política, pues en la polis era imposible abrirse camino como hombre público si no se sabía hablar con elocuencia. Ateísmo. “De los dioses no puedo saber si existen o si no existen”, dijo Protágoras, y su agnosticismo se convirtió en ateísmo en los últimos sofistas. Es famosa la crítica de Critias a la creencia en los dioses. En Sísifo, una de las tragedias que escribió, expone su teoría sobre el origen de dicha creencia. Las leyes, dice, no sirven para asegurar la justicia; por esa razón, hace ya mucho tiempo, “un hombre sabio y pragmático inventó el temor a los dioses, para que los malos tuvieran miedo si a escondidas decían, hacían o pensaban algo mal”. Lo natural y lo convencional. Al abordar los problemas éticos y políticos, los sofistas desean distinguir entre normas basadas en leyes fijas de la naturaleza -physis- y normas convencionales nomos-. Hipias, al reflexionar sobre la igualdad natural de los seres humanos, criticó la esclavitud como una convención contraria a la naturaleza. Protágoras consideró que las leyes éticas y políticas son convencionales, pero deben respetar la naturaleza humana y buscar la justicia. Gorgias y Trasímaco, al considerar natural que el fuerte se imponga al débil, pensaron que lo antinatural es la justicia. Ley del más fuerte. Los sofistas surgen durante las tres décadas de la guerra del Peloponeso (431-4O4 a. C.): una contienda fratricida, en cuyo transcurso los griegos perdieron todo su tradicional y equilibrado sentido de la vida. Los atenienses llegaron a declarar a los espartanos que “los que pueden imponerse por la fuerza no tienen necesidad alguna de justificación”. Violadas todas las normas de conducta y sumergidas en la catástrofe personas, familias y ciudades, triunfaba el inmoralismo del “todo vale”. En ese clima irrespirable, sofistas como Gorgias y Trasímaco aportaron la justificación teórica del derecho del más fuerte. 3 LOS SOFISTAS Y SÓCRATES 2. Protágoras Nació en Abdera hacia el 480 a.C., y murió a finales del mismo siglo. Fue el mayor representante de la sofística y el primero que se hizo llamar sofista, indicando con ello ser “maestro de educación y de virtud”. Ejercía su enseñanza por medio de lecturas y debates públicos, exigiendo una retribución en dinero y dejando a la decisión del alumno fijar la suma que considerara adecuada. En Atenas tuvo alumnos influyentes y trabó amistad con Pericles y con Eurípides. Entre sus numerosas obras, las más conocidas fueron Sobre la verdad, Sobre los dioses y las Antilogías o Contradicciones. Piensa Protágoras que una realidad constituida por cualidades contrarias, como sostienen muchos presocráticos, no nos permite construir una ciencia natural verdadera, pues nada puede conocerse con seguridad. Por tanto, lo único que cabe es el relativismo. El fragmento más conocido de Protágoras, que encabeza su obra Sobre la verdad, dice que “el hombre es la medida de todas las cosas”. Esta especie de axioma puede significar que sólo el hombre, al conocer y entender las cosas, determina lo que son. Pero el homo mensura se ha convertido también en la carta magna del relativismo occidental, al negar cualquier criterio objetivo para distinguir la verdad del error el bien del mal. Sin embargo, y en contra de lo que podría suponerse, teniendo en cuenta que ningún código legal o de conducta es, según Protágoras, más verdadero que otro, el ciudadano particular debe atenerse a la tradición, al código aceptado por la polis. De esta manera, lo que podría parecer un relativismo revolucionario es, en realidad, un instrumento de apoyo a la tradición y a la autoridad. E1 relativismo de Protágoras es consecuente con su agnosticismo. En su tratado Sobre los dioses, afirma: “De los dioses no puedo saber si existen o si no existen, ni qué forma tienen. En efecto, son muchas las dificultades que obstaculizan tal conocimiento, como la imposibilidad de recurrir a la experiencia sensible, y la brevedad de la vida.” Estas palabras ocasionaron que fuera acusado, como Anaxágoras, de impiedad y ateísmo, y que fuera procesado por el tribunal ateniense. Recogidos y quemados sus escritos, fue condenado al exilio. Se dice que pudo morir el año 411, a causa del naufragio de la nave que le conducía lejos de Atenas. 4 LOS SOFISTAS Y SÓCRATES Aunque hombres de la talla de Protágoras y Gorgias no podían proponerse dar al traste con la religión y la moral, sofistas de menor categoría enseñaron una retórica que relativizaba peligrosamente creencias, costumbres e instituciones tradicionales. Sin embargo, su mal más profundo no consistía tanto en plantear problemas como en carecer de soluciones. Contra este relativismo reaccionaron Sócrates y Platón, esforzándose por sentar con firmeza las bases del conocimiento verdadero y de los juicios éticos. 3. Vida y muerte de Sócrates Había nacido en 470, hijo de Sofronisco, y Fenareta; de su infancia y juventud no sabemos prácticamente nada. Fue en tres ocasiones a la guerra, donde parece que dio muestras de gran valor y dominio de sí. Casó con la proverbial Jantipa, casi tan famosa como él; esta mujer ruidosa y vulgar, hostigaba continuamente a Sócrates exigiéndole que trabajara. Quizá es cierto que un día llegó a arrojarle un cubo de agua sucia cuando el maestro se hallaba en plena conversación filosófica... Sócrates era pobre y, sin embargo, no necesitaba nada. Se contaba que, ante la puerta de una tienda repleta de objetos, exclamó: “¡Cuánto es lo que necesitan los atenienses!”. Aristóteles lo presenta descalzo. Vivía como un holgazán, dedicado por completo a la conversación con sus conciudadanos. Cualquiera podía, de repente y sin desearlo, convertirse en su interlocutor, parsimonioso, regordete, feo, impenitente charlatán, entabla conversación con el general y el zapatero, con el estadista y el arriero. Como los sofistas, Sócrates no se interesaba por los problemas de la naturaleza, sino por los del hombre. Como ellos, quería educar a los jóvenes y, como ellos, todo lo ponía en cuestión. Pero si estos se declaraban maestros, “sabios”, él decía no saber nada. Y en ello radicaba su carácter desconcertante: este hombre que nada sabía, todo lo preguntaba y jamás parecía estar satisfecho con lo que decían saber los demás... Sócrates no llegaba al relativismo y no se limitaba a la destrucción de los prejuicios; buscaba algo más. Tenía un profundo sentido de la tradición, amaba a Atenas y permaneció siempre ligado a la tierra en que nació. No era un ilustrado, ni un librepensador. La polis era para él un ambiente sagrado, sin el que el hombre no es nada. El oráculo había dicho: “Sócrates es el más sabio de los mortales”. De Apolo, el depositario de una vieja sabiduría, que exige al hombre moderación y mesura, Sócrates recibía una misión sagrada: buscar el 5 LOS SOFISTAS Y SÓCRATES bien desde sí mismo, en sí mismo, por encima de los bienes particulares y los prejuicios de la ciudad. Debe buscar el Bien en sí, lo bueno como tal. La vida humana trasciende así tanto el egoísmo utilitario como lo relativo de los bienes concretos. 4. La actitud filosófica. Frente a los sofistas, en general frente a la postura intelectual de su época, que se diluía en lo público, en la búsqueda del éxito y de la eficacia, Sócrates, también él en plena calle, en pleno diálogo con sus conciudadanos, ha reformado la filosofía. El “ser” de las cosas recobra la importancia y la gravedad que había tenido antaño. Y, paralelamente, el hombre mismo recobra su entidad porque su vida arraiga en algo superior al propio hombre: el Bien. Era esto lo que Sócrates andaba buscando sin poder renunciar; como buen griego, esta búsqueda debía hacerla en el diálogo. Tal es el sentido de la mayéutica. 5. La ironía y la mayéutica. El método socrático. “Sé comprensivo conmigo, querido amigo; me gusta aprender, y el campo y los árboles no quieren enseñarme nada, pero sí los hombres de la ciudad” PLATÓN. Fedro 23O d. Sócrates propone el reconocimiento de la ignorancia. Sólo quien reconoce que no sabe, está en buena disposición para aprender. Aquel que se cree en posesión de la sabiduría no siente la necesidad de investigar y, en consecuencia, se queda definitivamente sumido en la ignorancia, al contrario que los sofistas, que convirtieron en profesión la enseñanza de sus conocimientos y los consideraban tan valiosos que cobraban por entregárselos a los demás. El diálogo socrático tenía dos momentos. En primer lugar -ironía socrática-, mediante una serie de preguntas hábilmente dirigidas, pone de manifiesto la superficialidad e inconsistencia de las ideas dominantes. Lo que persigue es que su interlocutor tome conciencia de su real ignorancia, porque es éste precisamente el primer paso hasta la verdadera sabiduría. La filosofía empieza por un saber de no saber, no se presenta como real y efectiva sabiduría, sino como deseo de saber, que es el paso obligado hacia la sabiduría verdadera. 6 LOS SOFISTAS Y SÓCRATES Sócrates desarrolla un método práctico basado en el diálogo, en el que a través del razonamiento inductivo se podría esperar alcanzar la definición universal de los términos objeto de investigación. Dicho método constaba de dos fases: la ironía y la mayéutica. En la primera fase el objetivo fundamental es, a través del análisis práctico de definiciones concretas, reconocer nuestra ignorancia, nuestro desconocimiento de la definición que estamos buscando. Sólo reconocida nuestra ignorancia estamos en condiciones de buscar la verdad. La segunda fase consistiría propiamente en la búsqueda de esa verdad, de esa definición universal, ese modelo de referencia para todos nuestros juicios morales incluso a través de la aporía. La dialéctica socrática irá progresando desde definiciones más incompletas o menos adecuadas a definiciones más completas o más adecuadas, hasta alcanzar la definición universal como concepto. Después, la mayéutica, arte que Sócrates dice haber aprendido de su madre Fenareta, que era comadrona. Sócrates finge, pues, actuar únicamente como “partero”, incapaz de pensar por sí mismo y por cuenta propia. Sin embargo, en un momento determinado, su interlocutor confesará que ha dicho más cosas de las que creía saber. ¿Qué ha pasado? Para Sócrates, su interlocutor ha “vuelto a encontrar” por sí mismo algo que ya sabía. Platón desarrollará este pensamiento del maestro en la afirmación de que descubrimos lo que en el fondo sabíamos ya, porque el alma, de origen y naturaleza divina, descubre, cuando se autoexamina, la verdad que llevaba dentro. Si la mayéutica es el método de la filosofía, es porque las almas poseen ya una cierta sabiduría: conocer es recordar, tomar conciencia de lo que el alma ha aprendido en una existencia anterior. El alma inmortal vive en el cuerpo, en el mundo, como castigo por alguna culpa. La herencia socrática más genuina se da en esta interiorización del pensamiento, el método de la introspección. Lo que Sócrates proponía a los atenienses es la vida filosófica. Al filósofo sólo le interesa el alma, la vida del espíritu, que debe purificarse y aguardar la muerte como una liberación. Cuando Sócrates va a morir, pide a Critón que sacrifique un gallo a Asklepios en gratitud por haberle curado del mal de la existencia. Este tema socrático del desprecio de la existencia en el mundo será reforzado por el primer cristianismo y constituirá durante mucho tiempo una de las características más notables de la cultura occidental. 7 LOS SOFISTAS Y SÓCRATES 6. El universal. De Sócrates a Platón Más allá de las opiniones, de los prejuicios del grupo sujetos siempre a los vaivenes y cambios, a las modas y a la eficacia de la oratoria, por encima de los datos particulares y las apariencias, allende lo concreto, Sócrates buscaba lo universal, lo permanente y verdadero. Buscaba, pues, lo absoluto. Esta realidad en sí y por sí, universal, es un absoluto, es el “ser”. Este universal buscado a través de múltiples discusiones, de ejemplos y distinciones de todas clases, es primeramente el CONCEPTO. Los entes particulares y concretos, las cosas cambian incesantemente; aparecen y desaparecen con sus figuras, con sus colores que los sentidos perciben. Además, las cosas y sus apariencias son siempre diferentes según sea la perspectiva desde la que se observan. Por último, no ya las cosas sino sus cualidades, el bien, la belleza, el valor, todo se halla sometido a opiniones diferentes de los hombres, que a su vez también cambian en el tiempo. ¿No hay ningún objeto estable del conocimiento? Para Sócrates, más allá de los entes particulares sensorialmente, se encuentra el universal concebido por la mente, el concepto o definición, que ya no depende de la percepción de los hombres, sino que es una y es verdadera en sí, aunque los hombres la desconozcan o la ignoren. En segundo lugar, Sócrates buscaba el BIEN en sí mismo. Si en el plano gnoseológico asciende desde el particular percibido a lo universal concebido por la inteligencia, en el orden moral Sócrates se eleva desde lo meramente deseado hasta lo que realmente es deseable como tal, aquello que es bueno en sí y por sí; de los bienes particulares que las modas, las ambiciones, prejuicios y caprichos humanos nos hacen considerar valiosos, hacia el Bien absoluto e intemporal, que continuaría siendo lo que es aún cuando todos los hombres lo ignoraran. 7. El intelectualismo moral Es en este terreno donde se enmarca el llamado “intelectualismo ético” socrático, uno de los ingredientes esenciales de su doctrina. Ya los pitagóricos, con su recomendación del examen de conciencia diario, 8 LOS SOFISTAS Y SÓCRATES habían llevado a cabo una interiorización y profundización de la moral. También los llamados “Siete sabios” en sus exhortaciones a la moderación y a la prudencia habían elevado el sentido moral de los griegos. Sócrates prolonga esta inspiración, al vincular estrechamente bien y virtud, moral y sabiduría. Para él el bien se identifica con el saber. La virtud consiste en saber, no en el cumplimiento de los preceptos del grupo. Así como el buen médico “sabe” cuidar del cuerpo, el hombre bueno “sabe” qué es lo que debe hacer. La virtud, esta especie de saber, es conocida por el entendimiento, captada y aceptada por é1, de un modo necesario, inevitable. Sócrates dedicó su vida a “enseñar” la virtud precisamente porque hizo de ella una ciencia. De ahí que sólo la ignorancia pueda causar malos actos: nadie es malo voluntariamente. Cabe afirmar que para Sócrates, del mismo modo que el entendimiento no es libre de aceptar o no la verdad de una demostración geométrica y se ve obligado a inclinarse ante su poder persuasivo, la voluntad se somete al bien tan pronto como lo conoce. Quien tiene una recta inteligencia actuará rectamente y la felicidad es la consecuencia natural de la vida virtuosa. El hombre realmente bueno es realmente feliz. En el período helenístico, los distintos filósofos, también conocidos como Socráticos menores (frente a Platón), se dedican fundamentalmente al ámbito de la ética, su objeto es la búsqueda de la felicidad, que ya no se va a encontrar en la actividad política, en la participación en los asuntos de la polis, sino que sólo va a poder conseguirse a través de una vida tranquila (ataraxia o apathía), sin miedos o expectativas irracionales, viviendo en comunión con la naturaleza, huyendo del dolor y de las frustraciones y constituyendo pequeñas sociedades de amigos, no en el tráfago de la polis y su gobierno (como pretendían Platón y Aristóteles). Las principales escuelas son el Estoicismo (Zenón de Citium) y el Epicureísmo (Epicuro de Samos). 9