-Pues bien, querido Glaucón, debemos aplicar

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-Pues bien, querido Glaucón, debemos aplicar íntegra esta alegoría a lo que
anteriormente ha sido dicho, comparando la región que se manifiesta por medio de la vista
con la morada-prisión, y la luz del fuego que hay en ella con el poder del sol; compara, por
otro lado, el ascenso y contemplación de las cosas de arriba con el camino del alma hacia
el ámbito inteligible, y no te equivocarás en cuanto a lo que estoy esperando, y que es lo
que deseas oír. //// Dios sabe si esto es realmente cierto; en todo caso, lo que a mí me
parece es que lo que dentro de lo cognoscible se ve al final, y con dificultad, es la Idea del
Bien. Una vez percibido, ha de concluirse que es la causa de todas las cosas rectas y bellas,
que en el ámbito visible ha engendrado la luz y al señor de ésta, y que en el ámbito
inteligible es señora y productora de la verdad y de la inteligencia, y que es necesario
tenerla en vista para poder obrar con sabiduría tanto en lo privado como en lo público.
En este texto, de carácter eminentemente metafísico, Platón expone la
interpretación del mito de la caverna a la luz del símil de la línea, línea maestra de su
pensamiento en torno a la teoría de las ideas, y expuesto en libros anteriores de La
República. Podemos comentar claramente dos ideas que recorren el texto: en primer lugar,
una comparación entre distintos elementos del mito de la caverna y el símil de la línea, y
posteriormente, una exposición más completa de la idea de bien, que viene a ser el
objetivo final en todo el proceso del conocimiento humano.
Respecto a estas primeras líneas, Platón compara en primer lugar aquellos
elementos del mito de la caverna que recogen todo aquello pertenece al ámbito sensible, y
que para este autor tienen un carácter fundamentalmente negativo: la “morada prisión” y
la “luz del fuego”. Dentro de su interpretación del símil de la línea, estaríamos en la óptica
del mundo sensible, falso para Platón y sometido a la doxa, es decir, un conocimiento
meramente de opinión y que nunca nos va a ofrecer una verdad absoluta. Sin embargo,
frente a esta realidad, Platón habla del “sol”, el “ascenso del alma” y del “ámbito
inteligible”, elementos todos que nos llevan al terreno de la verdadera realidad para Platón,
ya sea a través del descubrimiento de conceptos o de las ideas, y haciendo uso de la
episteme, conocimiento racional y libre de la experiencia sensible.
Platón deja claro en este texto la dualidad radical que desea imponer a la realidad:
mundo de las ideas –eterno, inmutable, perfecto y modelo- frente al mundo sensible –
físico, sensible, imperfecto, sometido al cambio, y una copia del anterior-. También aquí
aparece una implicación antropológica: cuando Platón habla del “alma” deja muy claro que
la interpretación que hace del ser humano es dualista, un compuesto de cuerpo y alma en
el que, de acuerdo con su propia teoría de las ideas, la segunda tiene una relevancia
mucho mayor que nuestro carácter corporal y sometido a este mundo sensible.
Sin embargo, la exposición de Platón no acaba aquí. El mundo de las ideas apunta a
una realidad máxima, explicativa de todo lo demás. Y esto es lo que propone en la segunda
parte del texto. Para Platón, la idea perfecta a la que podemos aspirar en nuestro
conocimiento es la idea de bien –también entendida como justicia y belleza absolutas-, y
con esto el autor da una orientación práctica a toda su teoría metafísica, encaminada a
alcanzar unos objetivos de carácter puramente ético y político (por eso aparece
mencionado en el texto ese carácter “privado” y “público”). Por lo tanto, el conocimiento
teórico no solo nos reporta la verdad de las cosas, sino también el bien y la justicia. En
consecuencia, aquellas personas que conozcan la auténtica realidad de las cosas van a ser
compelidas a actuar de forma justa y buena. El sabio conocedor de la verdad, con un alma
racional, acabará siendo para Platón el protagonista perfecto para ser también el
gobernante de la polis ideal que acabará siendo el objetivo principal de todo el libro de La
República.
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