Voluntad De Hierro

Anuncio
Sección Gianellina
SAN ANTONIO MARÍA GIANELLI
Jesús vive entre nosotros y su presencia salvadora se
prolonga en el Tiempo y en el
Espacio. Cada santo es presencia visible de Cristo en la Tierra.
CERRETA: pequeña fracción de Carro. Pocas casas, perdidas entre los Apeninos de
la zona de la Liguria. Aquí nació, el 12 de enero de 1789, Antonio Gianelli, en una familia
humilde, honesta y buena, como había tantas en aquel lugar y en otros tantos más… ese año
y todos los años que el buen Dios regala a la humanidad. Una familia pobrísima que cultivaba
tierras arrendadas y que en el duro trabajo del campo se procuraba el alimento.
La suya fue una de esas familias que llevan adelante la historia, construyendo la paz,
el amor y la justicia. Gianelli beberá de esta vida humilde y sencilla su ideal de santidad y lo
sugerirá a los cristianos y a sus Hijos e Hijas espirituales. Hijo de padres caritativos y devotos,
de quienes aprendió, junto a sus hermanos, el amor a Cristo, a María y ese amor misionero
que siempre, como un fuego, trató de encender en todos aquellos que lo rodearon.
En el momento de nacer,"Mamá María", así conocida por los vecinos, tuvo una
complicación y las vidas de ambos se vieron comprometidas. Ese día, el pueblo acudía a la
misa alegre, porque era el DÍA de la Pascua de resurrección, y apenados por la suerte de los
Gianelli.
Iniciada la celebración, cuando todos cantaban el " Gloria a Dios en el cielo", las
campanas volvieron a sonar, pero esta vez era de júbilo: mamá María había dado a luz a su
niño y la vida de ambos esta fuera de peligro. Por eso lo llamaron "Hijo de la Plegaria", feliz
presagio de una vida que iba a ser un canto a la gloria de Dios.
NACER: explosión de vida donada a cada uno como tesoro precioso. Una vida que se realiza en un
determinado tiempo y por un determinado tiempo, dentro del cual estamos llamados a realizar aquel proyecto de
humanidad y de santidad que Dios ha soñado para nosotros. Dios soñó un proyecto de humanidad y de santidad
para cada uno de nosotros, como para Gianelli y para el Instituto.
Reflexiona Gianelli:
“El tiempo que Dios nos concede, junto con otros bienes, para realizar nuestra salvación… corre
silencioso y velozmente…”
“Todo depende del tiempo: la vida y la muerte, la felicidad y la miseria, la perdición y la salvación, el
paraíso y el infierno… Dios mismo, porque es en el tiempo cuando nosotros aceptamos o rechazamos a Dios para
siempre…”
“Despierta en mí una profunda maravilla leer que Jesús, cuanto más crecía en sabiduría, tanto más crecía
en santidad ante Dios y ante los hombres…”
“El hombre que es inteligente, que cosa debe cuidar más? Ustedes me van a responder que lo que mejor
responde a sus exigencias. Y dicen bien, pero, qué cosa satisface la exigencia humana del conocimiento de Dios,
del conocimiento de sí como personas que se realizan sólo en Dios?...”
“Quieren ser verdaderamente sabios?” Su cultura tiene que hacerlos crecer en santidad y gracia, como en
sabiduría, edad y gracia crecía el Señor…”
BAUTISMO:
Gianelli fue bautizado en la Iglesia de Cerreta, el 19 de abril de 1789. La sustancia del
Bautismo es ser hijos predilectos de Dios. La feliz noticia es sentir la cálida voz de un padre
que te llama ‘hijo’. Saliendo del agua del Río Jordán, después de su bautismo, Jesús vio que
los cielos se abrían.
El mundo nuevo se presenta como una apertura del cielo; el cielo se abre y acoge; se abre urgido por el
amor de Dios y por el clamor de los pobres. Nadie podrá ya cerrarlo.
Esta apertura continúa indicando nuestra vocación: levantar los ojos y pensar en las cosas de arriba, en caminos
que superan los nuestros; sentir que la fuente de lo que somos, no está en nosotros, sino en la Trinidad.
1
Con esta fe podemos también nosotros abrir espacios de cielo sereno, por donde pueda asomarse la
justicia para nuestra tierra, don que llega a ser conquista. Podemos abrir esperanza, habitar la tierra con aquella
parte de cielo que la compone. Podemos pasar haciendo el bien. Podemos pasar entre las personas y las cosas,
sin apropiárnoslas, sino solamente amando, donando, perdonando, encendiendo…
Con el correr de los años, Gianelli escribe:
“La fe debe ser pura en su doctrina, segura en los dogmas que la expresan, fecunda por sus obras…
sean fuertes y robustos en la fe porque ella es la que vence y salva…”
“Nuestro valor debe partir siempre y todo de Dios; debe fundarse todo en Dios, no debe tener otro apoyo
que Dios. Todo otro motivo sería falso y los podría llevar a la ruina. No la fuerza, no el saber, no el carácter o los
dones naturales, no las resoluciones, no las penitencias; nada de esto puede ser el fundamento de nuestra
confianza: debe ser Dios, Dios, Dios sólo… aquel Dios cuya gracia mueve, conmueve y cambia nuestros
corazones… El llevará a su cumplimiento aquello que él ha empezado que en ustedes…”
“Hacer que todos conozcan y sirvan a Jesucristo… Por qué no lo predicamos?... Por qué no somos
capaces de encender a todos, de inflamar todos los corazones, también los más lánguidos y los más helados?
“Recen, instruyan, animen, oportuna e inoportunamente. Busquen la manera de llevar al buen camino a
los extraviados… Yo confío que habrá una renovación… si todos, en cuanto de nosotros depende, nos
comprometemos según nuestras fuerzas y nuestras capacidades; porque Dios, de su parte, no deja nunca de
hacer fructificar el esfuerzo de quien lo sirve…”
“Cuando hablen de Dios… no es suficiente hablar con respeto, sino que es necesario hacerlo con
sentimiento, con ardor, con palabras que parten del corazón y llegan al corazón del que escucha, dejando una
marca que no se borrará más…”
Desde muy pequeño recitaba fervorosamente el Santo Rosario, obsequio que ofrecía a
la Virgen indecible gozo, y cuando acudía al templo su compostura y devoción llamaban a
cuantos le contemplaban.
Fue así que, personas autorizadas habiendo visto en Antonio María un predestinado,
aconsejaron a sus padres para que recibiera instrucción .A pesar de las contrariedades que la
familia tenia que soportar a diario, el niño comenzó a concurrir a la escuela de Carro Castello.
Toda clase de sacrificios y privaciones se imponían con generosidad, viéndose en él,
desde esos primeros años, los rasgos de firmeza y amor, que habrían de caracterizar su vida
entera. Entre todas las virtudes que practicaba, dos se iban señalando como características
más notorias: la humildad y la pureza; cimentándose así tan sólidamente y acrecentando su
amor a Dios, llenó por fin el gran deseo de su corazón, recibiendo a la edad de 10 años la
Santa comunión .Desde ese momento se afanó en instruir en el catecismo a las otros niños,
siguiendo el sermón de los misioneros que él había aprendido, y que era un modelo de
paciencia y conformidad.
Cerreta es el lugar donde Gianelli aprendió a ver las NECESIDADES. Fue la escuela que lo formó, que lo
hizo sensible, atento, vigilante. En este lugar, en su familia, aprendió a vivir de lo esencial. Experimentó la
sobriedad como condición que deja libre el corazón, sin el peso de lo no necesario, sin apegos a lo que no vale.
Reconoció esta libertad como la condición indispensable para salir de sí, darse cuenta del OTRO y encontrar la
energía necesaria para hacer propia la necesidad del otro.
Ayuda Providencial
Al cumplir las 18 años, el Señor le deparó una bienhechora, la señora viuda de
Rebisso, dueña de los campos que arrendaban sus padres; quien apreciando los méritos y
cualidades del joven Gianelli, quiso costearle la carrera y convino con sus padres que fuera a
su casa de Génova. Primero ingresó como alumno externo pero luego, prosiguió domo
interno; destacándose siempre en el estudio obediente a sus superiores, humilde, modesto,
fervoroso en las prácticas de piedad y un ser amado y respetado por sus compañeros.
2
Así terminó el curso de filosofía en 1811. y antes de comenzar el de teología se le
anunció de parte del arzobispo para recibir el subdiaconado, lo que se efectuó en septiembre,
dándosele facultad de predicar pues su palabra convencía, conmovía y obraba estrepitosas
conversiones .En marzo de 1812, el Rmo. Arzobispo le confirió el diaconado con intención de
elevarlo al sacerdocio. El 23 de mayo, víspera de la Santísima Trinidad a la edad de 23 años,
fue ordenado sacerdote y unos meses después, el 15 de febrero de 1813, recibe el
nombramiento de cura vicario al sacerdocio de la iglesia parroquial de San Mateo en Génova.
Atendió a sus fieles durante dos años y medio, pasando después como profesor al colegio de
Cárcare, donde ejerció durante 12 años, dejando huellas imborrables. Su espíritu activo y
fervoroso lo hizo alistarse en la Congregación de misioneros suburbanos, llegando a ser su
superior en el año 1825. Gianelli contaba entonces, 36 años y ya había predicado, enseñado
e intervenido en muchas misiones rebelándose siempre en él ese celo por la gloria de Dios
que impulsaba todos las actos de su vida apostólica.
Conocido y apreciado por el Cardenal Spina es llamado al año siguiente al Seminario
de Génova y se le confía la Cátedra de Retórica, que Gianelli ejerce por 10 años. Años plenos
de intenso trabajo y responsabilidad al servicio de futuros sacerdotes de los que quiere: "Sean
doctos, sí, pero por sobre todo santos".
Al quedar vacante, en 1826, la colegiala de S. Juan Bautista en Chiavari, el nuevo
Arzobispo de Génova, Mons. Luis Lambruschini escribe a los Chiavareses: "Os envío la más
bella flor de mi jardín". Y vuelto a Gianelli: "haga de cuenta que emprende una misión, no de
pocos días, sino de 10 o 12 años..."
¿Fue una profecía? Estos 12 años de intensa actividad apostólica sacerdotal son, al
mismo tiempo, escuela de ascética y pastoral, que preparan a Gianelli para una más difícil y
sublime misión.
En la Catedral de San Lorenzo, en Génova, Antonio María es consagrado Obispo el 6
de mayo de 1838 por S. Excia. el Cardenal Tadini. Aquella tarde un amigo suyo, rector del
Seminario de Génova, confiaba a sus seminaristas: "Hoy he asistido a la consagración
episcopal de un santo". El 8 de julio, Monseñor Gianelli inicia su ministerio de Padre de la Fe
en la Diócesis de Bobbio. Consumido por las fatigas apostólicas vive pocos años y el 7 de
junio de 1846 muere en Placencia. La Iglesia lo cuenta entre sus Santos desde el 21 de
octubre de 1951.
Padre en la Fe
Sacerdotes, laicos, discípulos fieles, lo sintieron siempre padre, como ahora lo invocan, sus hijas esparcidas
por todo el mundo. Lo vieron así los trabajadores, los labriegos, los pobres, los huérfanos, los niños, los enfermos,
los moribundos.
Hombre de voluntad, lleno de desvelo: el primero en el trabajo; el último en el descanso, al cual concedía
sólo lo indispensable. No era rico, ni adulaba a los ricos. No temía a los poderosos y no se inclinaba vilmente.
Reavivaba en sí mismo y en los otros el recuerdo de que la vida de todos, del primero al último, es "diaconía"
(servicio). Tuvo un solo impulso, estar siempre en vela: para verlo todo, saber guiar todo.
Cuando no estaba en correrías apostólicas, se lo encontraba en el Obispado con las puertas abiertas, sin
horario, con una disponibilidad tal que más de uno abusó de ella. Así entendía ser Padre en la Fe. Salía con la
bolsa llena y volvía al Obispado vacío.
Algunas veces, en sus frecuentes visitas pastorales, partía con el correspondiente atavío y retornaba con zapatos
prestados. Pero era feliz: estaba cansado.
Un momento en la capilla, después al escritorio para meditar las propuestas que encomendará a sus
colaboradores. Conocía el deber episcopal de servir a todos, los tenía en cuenta a todos y cumplía su oficio de
Padre, de Pastor, de Maestro, de Evangelizador, de Custodio del depósito de la Fe.
Como sacerdote convencido de la grandeza de su ministerio, siempre se presentó digno, profundo,
sereno, testigo admirable de la virtud más eminente y del celo más transparente que puede caber en un corazón
grande como el suyo. Como Párroco de una Parroquia prestigiosa, resultó magnánimo y dulce, disponible y
abierto, sacrificado y fiel, siempre interesado por todos sus feligreses. Como Obispo de una humilde Diócesis de
63 Parroquias, fue sencillo, fraterno, inmensamente celoso y entregado a la obra de Dios.
Y, como profesor y formador de los seminaristas, fue su animador y su modelo. Les sirvió más con sus
ejemplos que con sus palabras eruditas. Fue su silueta sacerdotal, cercana y señorial, lo que más quedó en el
3
ánimo y en el recuerdo de sus discípulos, con quienes siempre se mostró exigente y acogedor, competente e
inmensamente responsable, ordenado y firme, entregado sin medida a su bien espiritual y sacerdotal.
Todo esto, y mucho más, fue San Antonio Gianelli, el gran Obispo de una Diócesis pequeña, el
sacerdote animoso de los tiempos difíciles, el profesor brillante en un mar de dificultades humanas. Su corazón fue
rico hasta para repartir dones morales y espirituales, sin medida y sin reservas. Por eso, se hizo amar por donde
fue caminando, a pesar de que nunca ocultó las exigencias elevadas de la verdad y de la virtud.
Su eficacia apostólica estuvo siempre unida a la bondad sin límites. Siempre tuvo la sonrisa en los
labios para amigos y para enemigos, para parientes y para extraños, para sus feligreses adictos y también para los
que le mancharon en alguna ocasión con el lodo de la calumnia.
Ante sus exigencias pastorales, ante sus ejemplos admirables y en medio de sacrificios sin cuento, hubo
gentes que se sintieron molestas al saberse distantes de una vida pura, apostólica y evangélica como la suya. Sin
embargo terminaban, a la larga, reconociendo la finura y la pureza de quien iba delante de ellos en todos los
trabajos y compromisos.
- Entre las figuras del siglo XIX que dieron serenidad a la Barca de Pedro, el Obispo de la sonrisa y de
la abnegación, el sacerdote disponible y generoso, el educador de la delicadeza y de la elegancia en el bien decir,
Antonio Gianelli, resultó una fuerza emblemática, un modelo sorprendente, un testigo fiel y un espejo luminoso de
la verdad.
- Su paso por la vida, por su tierra natal de Cerreta, por sus parroquia arciprestal de Chiavari, por su
humilde Diócesis de Bobbio, resultó una bendición divina, de las que llegan sin ruido. No es extraño que haya
pasado a la Historia como modelo de fidelidad y de responsabilidad.
- Obispo admirable, hábil mezcla de humildad y de sabiduría, de enorme seriedad y de benevolencia, de
alegría y de heroísmo en el ejercicio de su misión pastoral, sólo tuvo en su vida una consigna: servir al Reino de
Dios y ayudar a los hombres de buena voluntad.
No siempre triunfó en los proyectos diseñados por su conciencia sacerdotal. Entre los varios intentos de
organizar misioneros apostólicos, que continuaran su actitud de servicio: su amor a los seminarios, su entrega a
los más pobres, su preferencia por las misiones populares, sólo uno salió adelante: el las "Hijas de María", su
Congregación dedicada a la educación de los más pobres y de los huérfanos, a la atención de los enfermos menos
atendidos y a la asistencia en los hospitales menos dotados de medios humanos.
Los demás fueron quedando en simples proyectos con dolor de su corazón, como aconteció con sus
"Misioneros de S. Alfonso de Ligorio", que se dispersaron a su muerte, agotados por quienes no querían que su
espíritu de austeridad y de piedad se mantuviera en los Seminarios.
Agotado por sus trabajos en el ministerio pastoral, en el cumplimiento de su deber de pastor, terminó sus
días de puro cansancio. Pero sus iniciativas e intuiciones, sus gestos y actitudes, quedaron como recuerdo para
cuantos se dedican al Reino de Dios.
Escribía:
"Hacerse santo implica y comporta muchas, muchísimas cosas; pero los buenos
religiosos, cuando llegan a tener una, lo tienen todo, porque todas van tras aquella.
Pero aquella la debe tener y poseer bien; porque, si ella se tambalea, puede echar a
perder todo. Es como el madero principal que sostiene el techo de la casa: que si cae, todo
cae con él.
Y, ¿cuál es esta cosa tan importante? Pues eso tan importante, sin lo cual todo se
desvanece y se esfuma, es la obediencia."
(Carta 30 Noviembre 1830)
"Nos hemos enterado con verdadero júbilo de nuestro corazón de que en casi todas
las Parroquias de la Diócesis está establecida, o próxima a establecerse, la Compañía de la
Doctrina Cristiana.
Por eso aprovechamos con placer esta oportunidad para recomendarla de nuevo...
Que no haya, por el amor de Dios, quien crea que es excesiva nuestra solicitud y las
sugerencias que os enviamos para lograr buenos resultados en este santísimo objeto de la
instrucción de los niños en la Doctrina Cristiana.
4
Rogamos a todos nuestros piadosísimos y celosísimos cooperadores, no sólo que se
valgan de estos medios, sino que indaguen otras medidas, si lo pueden, más enérgicas y
eficaces.
Ingéniense y aplíquense de tal modo que, si es beneplácito divino, no quede uno
sólo que no esté lo bastante instruido en las cosas que se necesitan saber. Y hacemos este
ruego a los párrocos y a los maestros, a los padres y las madres." (Pastoral 10 Feb. 1843)
"Si hacéis algo de bien, el Demonio y vuestra desidia os dirán que es demasiado y
quizás el mundo os tache de beatería y de escrúpulo. Pero, vosotros pensad que, a la hora de
la muerte, os parecerá demasiado poco lo que habéis hecho y mal hecho."
(Carta 1 Noviembre 1843)
"No hay veneno tan fatal para la juventud como los libros malos. En nuestros días son
tanto más de temer cuanto más frecuentes son y se presentan cubiertos bajo la capa de la
religión.
Si la fe es algo valioso para vosotros, si lo es vuestra alma, no leáis ninguno."
(Carta 1 Noviembre 1843)
Es deber nuestro conocer bien a nuestro Fundador, para emprender su camino,
el que él recorrió: como cristiano, como labrador, como estudiante, como misionero,
como Fundador, como Obispo, como verdadero Padre en la Fe.
PARA EL TRABAJO PERSONAL Y/O GRUPAL (Sección Gianelli)
Lectura de todo lo relacionado con San Antonio Gianelli (vida y escritos) que aparecen
en el presente trabajo y redactar una página para ser publicada en la Revista “Imágenes
del Huerto”, como aporte de la Escuela On Line. Será elegida la página más completa y
significativa y donde se pueda leer la actualidad del mensaje del Santo (hoja A 4
interlineado sencillo).
5
SÍNTESIS BIOGRAFICA DE SAN ANTONIO GIANELLI
1789. 12 de Abril. Nace en Cerreta, cerca de Carro (La Spezia, Génova), segundo de seis
hermanos. Sus padres son humildes campesinos.
1797. Asiste a la Escuela de D. Antonio Arbaseto, en Castello. Luego, por ocho años, asiste
a la Escuela del Preboste Francisco Ricci, en Castello.
1807. La piadosa Señora Nicoleta Assereto, dueña de los campos que cultiva su padre, le
facilita la asistencia a la Escuela del Seminario.
1808. 11 de Noviembre. Ingresa en el Seminario de Génova.
1812. Marzo. Recibe el Diaconado. El 23 de Mayo es ordenado Sacerdote.
1813. 15 de Febrero. Es designado Vicario de S. Mateo, en Génova.
1815. Noviembre. Es elegido como profesor de Retórica en el Seminario de Carcare, en
Savona.
1820. Colabora con el nuevo Arzobispo, Mns. Lambruschini, en la actividad pastoral de la
Diócesis.
1821. Ejerce como Encargado de Estudios y disciplina en el Seminario y es profesor de
Elocuencia.
1823. Tiene que dimitir de su cargo en el Seminario, al no contar con la colaboración del
mismo Rector.
1826. 27 de Abril. Es designado por Bula pontificia Arcipreste de Chiavari, a propuesta de su
Arzobispo, Mns. Lambruschini. Desde su Parroquia de S. Juan, debe coordinar y dirigir las
119 parroquias que dependen de la Vicaría. Comienza el Instituto de las Hijas de Sta. María
del Huerto.
1829. 12 de Enero. Funda la Comunidad de doce Hermanas, en una casa alquilada, para
contar con educadoras.
1834. 18 de Agosto. Asumen las Hermanas la dirección del Hospicio de Caridad y Trabajo.
1835. 1 de Julio. Van algunas Hermanas a trabajar en el Hospital de La Spezia, fuera de
Chiavari.
1836. Se denomina al nuevo Instituto de "Hijas de Santa María del Huerto", por la proximidad
al Santuario de Ntra. Sra. del Huerto, de Chiavari.
1838. 6 de Mayo. En el Consistorio del 12 de Febrero es preconizado Obispo de Bobbio, a
pesar de su resistencia. El 6 de Mayo recibe la Ordenación episcopal. El 9 de Julio hacía su
entrada en la Diócesis, cuya animación pastoral le llevaría los últimos años de su vida y en la
que supo imprimir un envidiable espíritu de renovación. Instituye la Congregación de los
"Oblatos de S. Alfonso", entre sacerdotes que desean colaborar en obras de predicación y
dirigir el Seminario.
1839. 13 de Mayo. Visita en Roma a Gregorio XVI. Asiste a la canonización de S. Alfonso
María de Ligorio. El 8 de Septiembre se inaugura la Casa General de las Hermanas.
1840. 2 de Junio. Inicia un Sínodo diocesano para fomentar la piedad en el clero. El 10 de
Noviembre lleva a las Hermanas al Hospital de Bobbio.
1846. 7 de Junio. Rota su salud por trabajos y austeridades, fallece en Piacenza y es llevado
a enterrar a Bobbio.
Fue Beatificado por Pío XI en 1925 y Canonizado por Pío XII en 1951
6
Descargar