8º ENCUENTRO DE LA SOCIEDAD CIVIL UE-CELAC

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8º ENCUENTRO DE LA SOCIEDAD CIVIL UE-CELAC
Intervención del José María Zufiaur, Presidente de la
Sección de Relaciones Exteriores del CESE.
Quiero, en primer lugar, darles la bienvenida y el agradecimiento
por su participación en este octavo Encuentro de la sociedad civil
UE-América Latina y el Caribe.
Que hago extensiva a todos los asistentes, a los miembros de esta
mesa de apertura, a los invitados, entre ellos a los excelentísimos
embajadores de once países de ALC y a una Vicesecretaria de
Relaciones Exteriores que nos honran y nos estimulan con su
presencia.
Este Encuentro tiene la particularidad de ser el primero de ellos que
se celebra en Bruselas y en la sede del CESE. Estamos, por ello,
muy contentos de recibirlos en esta institución europea de la
democracia social.
Desde la Cumbre de Rio hasta esta de Bruselas hemos realizado un
largo recorrido juntos, hemos conocido diversas etapas, unas de
mayores esperanzas otras en las que hemos visto que no se
cumplían nuestras expectativas.
Cuando comenzamos estos Encuentros, la UE, su modelo de
integración y su modelo social, eran un punto de referencia para
gran parte de la sociedad civil en América Latina y el Caribe, y
también en otras partes del mundo. Hoy eso ya no es igual, aunque
la mayor parte del mundo sigue estando lejos de tener las libertades
y las transferencias sociales que todavía existen en la mayoría la
UE.
Pero tras el fracaso de las negociaciones de la UE con Mercosur en
2004 – cuando parecía que estaban al alcance de la mano – y,
sobre todo, tras las crisis que comienza en 2008 y el consiguiente
deterioro del modelo social europeo, que de forma tan profunda ha
afectado a la sociedad civil de muchos países de la UE – de esa UE
del centro, de la periferia y de algunos de los países de la última
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etapa de integración – ese entusiasmo se enfrió. Al tiempo que en
América Latina millones de personas salían de la pobreza y se
reducían las desigualdades. Y las inversiones pasaron a ir en doble
sentido, así como los movimientos migratorios. Nosotros hemos
retrocedido y ustedes no han progresado todavía lo suficiente. Pero,
creo, que nos seguimos necesitando igual.
Entre tanto, hemos ido trabando conocimiento mutuo, vínculos
entre sectores, algunas veces hemos contado con apoyos de la
cooperación de la UE para proyectos de fortalecimiento de las
estructuras de la sociedad civil en algunas regiones de AL o de
proyectos concretos emanados de la misma. Y, especialmente,
hemos cimentado un sólido aprecio personal entre muchos de los
que hoy nos reunimos de nuevo.
Las cosas han cambiado mucho en estos 15 años, pero sigue siendo
cierto, en mi opinión, y creo que en la de los Consejeros del CESE
aquí presentes, siguen vigentes los objetivos originales que
motivaron las relaciones entre la UE y ALC:
 Las aspiraciones comunes que hacían necesaria una Alianza
estratégica: el desarrollo – hoy diremos desarrollo sostenible –
de ambas regiones, la defensa de una concepción de la
globalización basada en los principios democráticos, de
justicia social y de preservación del medio ambiente en un
mundo multipolar, la influencia común en los organismos
multilaterales.
 El hecho de que nuestras dos regiones son las que de forma
más natural pueden establecer esa alianza estratégica (más
que con China, con Estados Unidos, con Rusia o con India) por
razones históricas, culturales, de concepciones democráticas y
de civilización.
 La concepción de tal alianza como una alianza equitativa que
resultara beneficiosa para ambas partes, para el progreso de
los ciudadanos de ambas partes. De ahí la idea defendida por
la UE de propiciar la integración regional de AL, de concebir
los acuerdos no sólo como comerciales sino también en
términos de cooperación al desarrollo y de fortalecimiento de
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las institucionalidades democráticas, incluidas las que más
empoderan a las organizaciones de la sociedad civil.
 La idea de que el desarrollo tiene que ser sostenible,
sustentable como dicen ustedes, si queremos evitar una
espiral destructiva en el terreno ecológico, económico y social
en el mundo.
 El reconocimiento de que la sociedad civil, organizada de
diversas formas y con distintas expresiones, es un actor
esencial de la democracia. Y que sin una participación efectiva
de ella no puede prosperar ninguna alianza estratégica que
sea cooperativa y no competitiva, ningún nuevo modelo de
sociedad que sea aceptable y no impuesto.
La nueva Alta Representante de la UE, la señora Mogherini, ha
visitado recientemente AL y ha declarado que es necesario
reconstruir de nuevo ese relato, ese proyecto. E impulsar, añado
por mi parte, esa alianza que se ha ido deshilachando, pese a
que la UE siga siendo quien invierte en AL más que China, India
y Rusia juntos; o que sea, así mismo, quien más aporta en
concepto de cooperación al desarrollo en la región. Esto es
importante, sobre todo si se hace con ese afán del mutuo
beneficio, pero no es suficiente.
Además, contamos con una red de acuerdos y de alianzas que
suponen una gran percha para fomentar un desarrollo
cooperativo:
o Acuerdos comerciales con el Caribe y con Colombia, Perú y
Ecuador.
o Acuerdos de Asociación, nuevos o en proyecto de
renovación, con Centroamérica, Chile y México
o La vieja aspiración a un Acuerdo con Mercosur, a la que, al
menos nosotros, no hemos renunciado.
o La esperanzadora nueva etapa de relaciones con Cuba que
deseamos permita acabar con la posición común, ya de
facto finiquitada, y pasar a otra en la que la UE pueda
mantener unas relaciones más colaborativas, como la
negociación de un Acuerdo bilateral, en el respeto mutuo
de la voluntad soberana del pueblo cubano y de los valores
que defiende la UE. La anunciada visita del Presidente
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Hollande a Cuba es una iniciativa que puede ser, en ese
sentido, positiva. Por su parte, el CESE tiene previsto
realizar en los próximos meses una misión de información y
de contactos con representantes de las autoridades y de los
distintos sectores de la sociedad civil cubana.
o Existen Alianzas estratégicas con Brasil y México y el
creciente peso internacional de estos países nos fortalece
también a nosotros como el protagonismo de Perú en la
preparación de la Cumbre del clima para finales de este
año. Estos son algunos ejemplos de las relaciones que
mantienen nuestras dos regiones.
Pero una alianza estratégica, creemos, demanda más. Aunque no
sea del todo equivalente la comparación, la integración europea
no despertó la adhesión de la ciudadanía, de los sindicatos y
empresarios en primer lugar, sólo porque se iban a ampliar los
mercados y facilitar el crecimiento. Sino porque se deseaba un
espacio de paz y, algo que se dice poco pero que fue
fundamental, porque representó un nuevo contrato social para
una ciudadanía que, desde la resistencia contra el fascismo, fue
quien conquistó la paz y la democracia.
En nuestra opinión ese nuevo impulso que reclamos requiere una
perspectiva compartida, proyectos concretos que aumenten las
posibilidades de desarrollo inclusivo de las dos partes, una
sintonía en la defensa de los bienes públicos mundiales.
Este es el primer tema que pongo a su consideración para que
pueda convertirse en un mensaje a la Cumbre de Jefes de Estado y
de Gobierno. Cumbre que, por cierto, por primera vez tiene la
intención de recibir directamente a los representantes de los
eventos previos a la misma: desde el de Eurolat, pasando por el de
los sindicatos y las organizaciones empresariales a éste que vamos a
comenzar. Sin duda, tenemos que celebrar esta iniciativa que es una
muestra inequívoca de reconocimiento hacia la sociedad civil y de
un mayor compromiso con las propuestas que desde ella surjan.
En este Encuentro queremos abordar algunos de los grandes
desafíos que son comunes a nuestros dos continentes: cambio
climático, relaciones económicas en beneficio mutuo, desigualdad,
economía sumergida.
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Es imposible decirlo con la brillantez y el sentido pedagógico que ya
lo ha dicho la Sra. Grynspan, pero es muy cierto que ha llegado el
momento en que los desafíos medioambientales no pueden ser
separados de los retos económicos y sociales. No pueden ser, como
se ha pensado en el pasado, una preocupación anexa a la que
podremos dedicarnos después de habernos dedicado al crecimiento.
Estamos ante a la necesidad de un nuevo funcionamiento
económico, social y ecológico, para construir lo que se ha venido en
denominar desarrollo sostenible.
Ello va vinculado a una transición energética y a la transformación
del modelo productivo, de nuestra manera de producir, consumir,
repartir. Ello implica responder a los desafíos que plantean las
emisiones de carbono y el calentamiento climático y desarrollar una
economía más sobria y frugal.
Afrontar el desafío medioambiental, no será aceptado por la mayoría
de las personas sin solidaridad y sin un reparto equitativo de las
cargas y de los esfuerzos. Pero tampoco sin una lucha decidida
contra la desigualdad, contra las desigualdades que son de diverso
tipo y no sólo económicas por muy centrales que éstas sean. La
lucha contra la desigualdad implica el acceso universal a la
enseñanza, el poder de los trabajadores para que a través del
reconocimiento de sus derechos fundamentales puedan equilibrar la
distribución de la riqueza, también una política fiscal progresiva sin
la que no puede haber servicios públicos – enseñanza, sanidad,
pensiones – ni infraestructuras. Es decir, con transferencias sociales
– que suponen también indudables positivos efectos económicos con efectos redistributivos esenciales para la igualdad. La lucha
contra la desigualdad implica, así mismo, la lucha contra la
exclusión, que la igualdad sea efectiva para todos. Es, en este
sentido, fundamental atender la desigualdad que afecta a las
mujeres, a los menos formados, a los niños, a los jóvenes, a los
inmigrantes y, de nuevo cada vez más, también en Europa, a los
mayores.
Nunca es un mal momento para dar esa batalla. El estado de
protección nació en los años posteriores a 1945 en una Europa
arruinada por la guerra. Y ese fue el cimiento de su posterior
prosperidad.
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Por otro lado, el trabajo no declarado y el falso trabajo por cuenta
propia son caras diversas de un fenómeno generalizado, en diversas
proporciones, actualmente en la UE. Realidad que tiene
consecuencias negativas sobre los derechos de los trabajadores,
sobre la libre competencia de las empresas y sobre la libre
circulación de los trabajadores, así como sobre la justicia social y la
tributaria.
Este es un fenómeno muy heterogéneo que afecta, en la UE, a
situaciones diversas y a un abanico amplio de sectores productivos:
trabajadores por cuenta ajena sin contrato y sin seguridad social,
falsos autónomos, colaboradores familiares, trabajadores que no
declaran un segundo empleo, trabajadores inmigrantes irregulares,
trabajadores de terceros países que trabajan en régimen de
subcontratación para los Estados miembros de la UE, etc. Y que se
concentra particularmente en la agricultura, construcción,
fabricación artesanal, comercio al por menor, turismo, sector
hotelero, restauración, servicios de mantenimiento y reparación,
servicios de cuidados a personas y servicios domésticos.
En los países de la CEPAL lo que aquí denominamos economía
surmergida abarca una doble realidad. De un lado el sector informal
(desestructurado) y la informalidad laboral, que se produce dentro o
en vinculación con el sector formal de la economía.
En AL se han producido, en estos años, experiencias muy positivas,
como en Brasil, para hacer emerger la economía sumergida, el
sector informal. En la UE, tras reiteradas peticiones del PE, del
diálogo social, del CESE se ha anunciado la constitución de una
Plataforma, que integre a los Estados y a los interlocutores sociales,
para luchar contra la economia no declarada. En este encuentro
podemos intercambiar experiencias, establecer mecanismos de
trabajo conjunto en ese sentido a través, por ejemplo, de la
cooperación europea al desarrollo gestionada por DEVCO y hacer
propuestas, en ese sentido, a los Jefes de Estado y de Gobierno.
Los que estamos en esta sala sabemos que el problema es complejo
y que requiere respuestas multifacéticas. Pero que la mayor
complejidad consiste en reunir las voluntades para abordarlo, para
ponerse a ello.
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Estimados amigos, termino con unas palabras sobre la demanda de
un mayor reconocimiento a la sociedad civil. Pienso que, en no
pocas ocasiones, cuando se habla de la sociedad civil prima la
retórica sobre los hechos. El pleno reconocimiento de la sociedad
civil, de su fortalecimiento, de su participación en la gobernanza
económica y social forma parte de la solución y no del problema.
Los países más prósperos y con mayor cohesión social no son
quienes tienen menos sociedad civil, menos libertades para su
actuación, menos diálogo social y menos negociación colectiva,
menos asociacionismo, sino los que tienen más. En el norte de
Europa nosotros tenemos un claro ejemplo de ello.
Y para que la sociedad civil de la UE y de ALC pueda aportar su
contribución a la Alianza estratégica entre nuestras dos regiones,
para contribuir a que la misma sea ciertamente estratégica,
necesitamos medios para poder trabajar juntos no solamente cada
dos años, sino en la prolongación de nuestras reflexiones y
propuestas. Probablemente la Fundación Eulat podría contribuir a
ello. Y también una participación más efectiva de la SCO en los
acuerdos y las alianzas estratégicas que existen entre ALC y la UE y
que antes enumeraba.
Estoy seguro de que este Encuentro va a contribuir, igualmente, al
reforzamiento de nuestro trabajo en común.
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