La sociedad actual: nuestra práctica en tiempos de consumo Nora Martínez Hoy, más que en otros tiempos, nuestra escucha requiere un agudo discernimiento, en relación a todo aquello que está marcado por la ideología individual, nacional e institucional, o sea el contexto de actualidad de cada sujeto y nuestro modo de posicionarnos frente a esa escucha como psicoanalistas inmersos en esta sociedad. Si estamos hoy aquí reunidos será porque de uno u otro modo, nos seguimos preguntando qué esta ocurriendo con nuestra clínica, hacia dónde vamos, o cómo seguimos. Enmarcados en este contexto social, le seguimos apostando al psicoanálisis, a su desarrollo, a pensar juntos nuevas conceptualizaciones, lo cual me invita a pensar que no me encuentro sola en esta locura, que no es poco. Se trata de una manera de descontracturar ciertos conceptos, que han quedado caducos al respecto de la realidad de este nuevo siglo. Me pregunto y lo comparto: ¡¿Qué habré querido decir con sociedad actual?! Entenderemos lo mismo? Será necesario esclarecerlo? O la aclaración vale en tanto nos nombramos como analistas? Sociedad actual, manifestaciones de la cultura; sabemos que a lo largo de la historia de la humanidad, la cultura se fue manifestando de distintos modos, formas, conocimientos y que hoy llegamos hasta aquí, porque alguna vez, algún humano decidió otorgarle un nombre a un objeto y luego a otro y se instaló el lenguaje, dado que las señas no bastaban, y entonces nos comunicamos, debatimos, preguntamos y llegamos a esta instancia, atravesados por todo aquello que hizo que hoy, estemos habituados al diálogo, al encuentro, desencuentro, a nuestro modo de circular en el mundo, que hace que sea este y no otro, marcado por nuestra historia. En un tiempo muy lejano, fue ineludible la aparición del lenguaje y hay cosas que no cambian con el transcurrir de los tiempos. Seguimos hablando, (en el mejor de los casos) y ese acontecer nos introduce en la cultura. Hoy también parecieran ser ineludibles los nombramientos. Significantes que se inscriben como marca y se instalan al modo de pertenencia. Cuestiones que genera esta sociedad; atrapados en la ilusión de haber alcanzado un nombre logrado para su ser. Entonces; soy adicto, sin techo, jubilado, odontólogo, piquetero, pánico-atacado, psicoanalista, desocupado, etc, etc, todo da igual, es lo mismo, reina el vacío y en él el sujeto se pierde, con la firme creencia de suponerse encontrado en un falso nombre, que más allá de toda cuestión, nos muestra que no se asiste a los verdaderos padecimientos subjetivos en juego y vislumbramos lo que en esos nombres retorna de lo no-dicho. Así es como creemos que estamos incluyendo y lo que queda a la base es la exclusión, tal vez debiéramos pensar que no se trata de enfrentar conceptualmente inclusión vs exclusión sino poder pensarlas como dos versiones de un mismo decir. Los medios masivos en esta confusión son los verdaderos artífices del caos, las reglas del mercado son las que regulan los lazos sociales y provocan la exclusión-inclusión, sostenidas por el dominio de la pura imagen, dejando al sujeto desenlazado, impedido de pensarse en otra posición, que no sea la que impone el mercado, a saber, consuma...consuma...consuma y será feliz, nosotros le cumplimos todos sus deseos, llame al...entonces el individuo existe en tanto consumidor. Aquellos que no pueden acceder a lo que el mercado impone, pueden incluirse bajo otros rótulos que también el mercado ofrece para que todos tengan un lugar en este bendito mundo y así, en los hipernombramientos repletos de nada, se aseguran que a nadie se le ocurra preguntarse por su singularidad y en esa carrera, lo que queda arrasado cual Katrina es la subjetividad. Bendito país, constituido por diferentes culturas y sobre la base del genocidio, borrando toda identidad cultural y social para imponer una nueva y mejor, que la indígena predominante de aquellas épocas, alguna vez Borges dijo que “los argentinos descendemos de los barcos”, y a veces pareciera que se nos atoró el ancla. En la década del 70 un nuevo genocidio intenta borrar las diferencias, imponiendo su sugestivo slogan “el silencio es salud” y nuevamente lo no-dicho, retorna aplastante a través de la imagen y su contracara, los 90, donde todo lo que se dijo intentaba ser válido, y asistimos a escenarios lamentables, teniendo la certeza que a veces, es mejor callar a tiempo, que ensordecer en la ignorancia. Este nuevo milenio nos encuentra una y otra vez repartidos-repatriados, en un intento de volver a los orígenes, los que se fueron, los que quedaron, los que volvieron, los contados poderosos encerrados y los que encerraron por poder. Nuevamente entrampados en los rótulos vacíos, que conducen a un sujeto a un análisis, en el mejor de los casos, dispuesto a encontrar la palabra mágica o la pastilla sorprendente, que lo libere de su angustia. Allí nos encontramos los analistas, deseosos de escuchar un sujeto y lo que aparece es un humano hablado por los discursos confusos que le llegan cual bombas de estruendo. El psicoanálisis vuelve a ofrecer una escucha singular, vuelve a apostar a la diferencia, no sin el costo que implica lidiar con el mercado, las obras sociales, prepagas... saturado, además, el mercado, de terapias breves, a tono con la urgencia de la época, salvando almas que fueron arrojadas a un diván, perezoso en el tiempo, lento en la urgencia de deshacer un síntoma, pero instalado en esta sociedad de locos, que a contrapelo va tejiendo una trama, difícil, ardua, interminable y también imposible. Y en esa imposibilidad el deseo sigue circulando. La práctica me lleva a pensar que hoy en día estamos frente a pacientes que necesitan ser escuchados, en una primera instancia, desde un otro lugar, para luego sí intentar un análisis. Cuando digo “otro lugar” me hubiera gustado haber encontrado la palabra o el concepto adecuado, así hoy podría transmitírselos, pero no es el caso, me refiero a las distintas posiciones que un analista tiene que adoptar, algo así como que en estos tiempos la creatividad ocupa un lugar fundamental, creo, de algún modo, que somos artistas del lenguaje. En ese desciframiento del inconciente se moldea (en el sentido de crear, no de molde) con otro, a partir de la transferencia y esto no es, sin dejarnos llevar por el discurso del otro, despojados de toda creencia, camino sinuoso para la época. En otras palabras, en la medida que un psicoanalista pueda ir más allá de “ser un psicoanalista”, permitiría que otro, aquel que llega a una consulta, pueda ser acompañado en el tiempo de un trabajo de escucha a descifrar, con otras palabras aún no sabidas, esto es, que alguien pudiera devenir en algo más allá del consumo. Como artistas del lenguaje, me permito agudizar la oreja en relación al arte, entendiéndolo como herramienta posible y efectiva. Hoy más que nunca, nos viene a dar una mano en nuestro quehacer, en tanto un sujeto con posibilidades creativas, posee más herramientas disponibles para poder hacer con ellas. Será nuestro trabajo saber escuchar allí, donde el lenguaje se diversifica en sus expresiones, para reposicionar frente a un nuevo recurso, que da al sujeto, una posibilidad de salida distinta a la que ofrece la época. Comentarios al autor: [email protected] Con-versiones noviembre 2005