El buen vivir - Leonardo Boff

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El buen vivir
Leonardo Boff, 2009
Según la ideología dominante, todo el mundo quiere vivir mejor y disfrutar de una mejor calidad de
vida. De modo general asocia esta calidad de vida al Producto Bruto Interno (PBI) de cada país. El PBI
representa todas las riquezas materiales que produce un país. Entonces, de acuerdo con este criterio,
los países mejor situados son Estados Unidos, seguido de Japón, Alemania, Suecia y otros. El PBI es
una medida inventada por el capitalismo para estimular la producción creciente de bienes materiales
de consumo.
En los últimos años, a la vista del crecimiento de la pobreza y de la urbanización “favelizada” del
mundo y hasta por un sentido de decencia, la ONU introdujo el Índice de Desarrollo Humano (IDH). En
él se incluyen valores intangibles como salud, educación, igualdad social, cuidado de la naturaleza,
equidad de género y otros. Ha enriquecido el sentido de "calidad de vida", que era entendido de forma
muy materialista: goza de una buena calidad de vida quien consume más y mejor.
Por delante de todos los países está Bután, encajonado entre la China y la India, a los pies del
Himalaya, muy pobre materialmente, pero que estableció oficialmente el "Índice de Felicidad Interna
Bruta". Ésta no se mide por criterios cuantitativos, sino cualitativos, como buen gobierno de las
autoridades, distribución equitativa de los excedentes de la agricultura de subsistencia, de la
extracción vegetal y de la venta de energía a la India, buena salud y educación y, especialmente, buen
nivel de cooperación de todos para garantizar la paz social.
En las tradiciones indígenas de Abya Yala, nombre para el continente indoamericano, en vez de "vivir
mejor" se habla de "el buen vivir". Esta categoría entró en las constituciones de Bolivia y Ecuador
como el objetivo social a ser perseguido por el Estado y por toda la sociedad.
El "vivir mejor" supone una ética del progreso ilimitado y nos incita a una competición con los otros
para crear más y más condiciones para "vivir mejor". Sin embargo, para que algunos puedan "vivir
mejor", millones de personas han tenido que vivir mal. Es la contradicción capitalista.
Por el contrario, el "buen vivir" apunta a una ética de lo suficiente para toda la comunidad y
no solamente para el individuo. El "buen vivir" supone una visión holística e integradora del ser
humano, inmerso en la gran comunidad terrenal, que incluye no sólo al ser humano, sino también al
aire, el agua, los suelos, las montañas, los árboles y los animales; es estar en profunda comunión con
la Pachamama (Tierra), con las energías del Universo, y con Dios.
La preocupación central no es acumular. Además, la Madre Tierra nos proporciona todo lo que
necesitamos. Con nuestro trabajo suplimos lo que ella por las excesivas agresiones no nos puede dar,
o le ayudamos a producir lo suficiente y decente para todos, también para los animales y las plantas.
El "buen vivir" es estar en permanente armonía con todo, celebrando los ritos sagrados que
continuamente renuevan la conexión cósmica y con Dios.
El "buen vivir" nos convida a no consumir más de lo que el ecosistema puede soportar, a evitar la
producción de residuos que no podemos absorber con seguridad y nos incita a reutilizar y reciclar todo
lo que hemos usado. Será un consumo reciclable y frugal. Entonces no habrá escasez.
En esta época de búsqueda de nuevos caminos para la humanidad la idea del "buen vivir" tiene mucho
que enseñarnos.
Las Bienaventuranzas del Cristo del Corcovado
Leonardo Boff, teólogo
En aquellos días, al completar 80 años de existencia, el Cristo del Corcovado se estremeció y se reanimó. Lo que era cemento y
piedra se hizo carne y sangre. Extendiendo sus brazos, como quien quiere abrazar el mundo, abrió la boca, habló y dijo:
«Bienaventurados ustedes, pobres, hambrientos, enfermos y caídos en tantos caminos sin un buen samaritano que los socorra. El
Padre que es también Madre de bondad los lleva en su corazón y les promete que serán los primeros herederos del Reino de
justicia y de paz.
Ay de ustedes, dueños del poder, que desde hace quinientos años chupan la sangre de los trabajadores, reduciéndolos a
combustible barato para sus máquinas de producir riqueza inicua. No seré yo quien los juzgue, sino las víctimas que hicieron,
detrás de las cuales yo mismo me escondía y sufría.
Bienaventurados todos ustedes, indígenas de tantas etnias, habitantes primeros de estas tierras risueñas, que viven en la
inocencia de la vida en comunión con la naturaleza. Fueron casi exterminados, pero ahora están resucitando con sus religiones y
culturas dando testimonio de la presencia del Espíritu Creador que nunca los abandonó. Ay de aquellos que los subyugaron, los
mataron por la espada y la cruz, les negaron la humanidad, satanizaron sus cultos, les robaron las tierras y ridiculizaron la
sabiduría de sus chamanes.
Bienaventurados, y repito bienaventurados, ustedes, mis hermanos y hermanas negros, injustamente traídos de África para ser
vendidos como piezas en el mercado, hechos carbón para ser consumido en los ingenios azucareros, siempre acosados y
muriendo antes de tiempo. ¡Ay de los que los deshumanizaron! La justicia clama al cielo hasta el día del juicio final. Maldito el
barracón de los esclavos, maldito el cepo, maldito el látigo, malditas las cadenas, maldito el navío negrero. Bendito el refugio del
palenque, adviento de un mundo de libertos y de una fraternidad sin distinciones.
Bienaventurados los que luchan por la tierra en el campo y en la ciudad, tierra para vivir y para trabajar y sacar del suelo alimento
para sí, para los otros, para las hambres del mundo entero. Maldito el latifundio improductivo que expulsa a los que lo trabajan
como propio y asesina a quien lo ocupa para tener donde vivir, trabajar y ganar el pan para sus hijos e hijas. En verdad les digo:
llegará el día en que serán despojados. La poca tierra que los cubra será un peso abrumador sobre sus sepulturas.
Bienaventuradas son ustedes, mujeres del pueblo, que resistieron contra la opresión milenaria, que conquistaron espacios de
participación y de libertad y que están luchando por una sociedad que no se defina por el género. Una sociedad en la que
hombres y mujeres, juntos, diferentes, recíprocos e iguales inaugurarán la alianza perenne del compartir, del amor y de la
corresponsabilidad.
Benditos ustedes, millones de menores carentes de todo y lanzados a las calles, víctimas de una sociedad de exclusión que ha
perdido la ternura por la vida inocente. Mi Padre, como una gran Madre enjugará sus lágrimas y los estrechará contra su pecho
porque son sus hijos e hijas más queridos.
Felices los pastores que sirven humildemente al pueblo en medio del pueblo, con el pueblo y para el pueblo. Ay, de aquellos que
visten trajes vistosos, se llenan de vanidad en las televisiones, usan símbolos sagrados de poder, exaltan al Padre Nuestro y
olvidan el Pan Nuestro. ¡Cuántos no usan el cayado contra las ovejas en vez de usarlo contra los lobos! No los reconozco y no
daré testimonio en su favor cuando se presenten delante de mi Padre.
Bienaventuradas las comunidades eclesiales de base, los movimientos sociales por la tierra, por el techo, por la educación, por la
salud, por la seguridad. Felices ellos que, sin necesitar hablar de mí, asumen la misma causa por la cual viví, fui perseguido y
ejecutado en la cruz. Pero resurgí para continuar la insurrección contra un mundo que da más valor a los bienes materiales que a
la vida, que privilegia la acumulación privada sobre la participación solidaria y que prefiere dar alimentos a los perros antes que a
las personas hambrientas.
Bienaventurados los que sueñan con un mundo nuevo posible y necesario en el cual todos puedan caber, naturaleza incluida.
Felices aquellos que aman a la Madre Tierra como a su propia madre y respetan sus ritmos, dándole paz para que pueda rehacer
sus nutrientes y siga produciendo todo lo que necesitamos para vivir. Bienaventurados los que no desisten, sino que resisten e
insisten en que el mundo puede ser diferente y lo será, un mundo donde la poesía camine junto al trabajo, la música se junte con
las máquinas, y todos se reconozcan como hermanos y hermanas, viviendo en la única Casa Común que tenemos, este bello y
luminoso pequeño planeta Tierra. En verdad, en verdad les digo: felices ustedes porque son todos hijos e hijas de la alegría, pues
están en la palma de la mano de Dios. Amén».
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