Documento 2626781

SKATERS
UN HOMBRE
SIN PASADO
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SKATERS
UN HOMBRE
SIN PASADO
Mikel Valverde
edebé
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© Mikel Valverde, 2012
© ilustraciones: Mikel Valverde
Diseño: Els Altres
© Edición: EDEBÉ, 2012
Paseo de San Juan Bosco, 62
08017 Barcelona
www.edebe.com
ISBN 978-84-683-0482-3
Depósito Legal: B. 15735-2012
Impreso en España
Printed in Spain
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«La memoria es como una bolsa de Cheetos».
Anyo
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INTRO
La noche era silenciosa y oscura, como se presupone
en el calendario cualquiera de las noches frías de finales
del otoño. La luz amarilla de las farolas no conseguía
aportar calidez al escenario y una neblina empujada por
un viento invisible contribuía a convertir aquella calle
corriente en un lugar inquietante.
Se escucharon unos pasos apresurados perderse por
una calle estrecha en dirección a la negrura. Cuando
aún vibraba en el ambiente el eco lejano de los zapatos, se oyó el sonido seco de una puerta al abrirse y un
rayo de luz anaranjada se impuso al amarillo derrotado de las farolas.
Antes de salir, el chico atascó la puerta del portal
con la cuña de madera que se encontraba junto al felpudo de plástico. El joven, vestido con un pantalón de
chándal, pareció vacilar un poco al ver el paisaje sombrío en que se había convertido la calle donde vivía.
Movió los hombros para sacudirse aquella atmósfera
extraña y miró a ambos lados de la calle con calculada precisión. La bolsa, que colgaba inerte bajo su
mano derecha, se balanceaba como el péndulo de un
reloj impaciente. El chico cogió aire y salió a la calle.
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Mientras se dirigía con paso ligero hacia el contenedor, concentró su mente en recuperar la melodía de la
canción que había escuchado antes de salir del piso y
que le había acompañado en el ascensor.
Apenas le quedaban unos metros para llegar al contenedor cuando sintió una pequeña vibración abrirse paso en la noche. Al momento escuchó un sonido
ronco que se acercaba hacia él. Aceleró el paso para
alcanzar su objetivo y regresar al portal, que sentía a
su espalda como un refugio seguro. Sin embargo, notó
que aquel gruñido se aproximaba a él de forma inexorable. Giró la cabeza y entonces vio los puntos luminosos aproximándose envueltos en un extraño rugido.
El chico quedó paralizado junto al contenedor.
Las luces traspasaron sus pupilas y se introdujeron
en su mente, desactivaron su criterio y se adueñaron
de su cerebro. Sus pupilas se dilataron. La bolsa de basura se deslizó entre sus dedos y cayó al suelo. El rostro del joven se contrajo en una máscara inexpresiva
y sin voluntad, puso un pie en la carretera y se dirigió
hacia las luces.
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