Bruno Roselli: El Quijote de los balcones

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Diario El Comercio (25/09/2010)
Bruno Roselli: El Quijote de los
balcones
Desde que llegó a Lima, Bruno Roselli se enamoró a primera vista de los balcones
capitalinos. “Como ellos no hay ninguno”, decía este italiano que lideró una cruzada para
cuidarlos y evitar su destrucción. Así se pasó su vida hasta el 24 de setiembre de 1970, año
en el que murió. Han transcurrido cuatro décadas y a manera de homenaje lo recordamos
como lo que siempre fue: "El Quijote” de nuestros balcones.
Su nombre completo era Bruno Carlo Dionigio Amulio Antonio Roselli Cooni. Al poco tiempo de
llegar de su natal Florencia inició una larga lucha por la conservación de estos cajones tallados que
adornaban las fachadas de las casonas de la capital. Calificado por muchos como un loco y un
terco, no era raro verlo caminar con su vestimenta anticuada acompañado de su inseparable bastón
por las calles del centro limeño, buscando estas obras de arte para salvarlas.
Los balcones de nuestra ciudad fueron elementos fundamentales de la arquitectura limeña durante
tres centurias y hasta principios del siglo XX. Pero esa belleza solo se pudo lograr con el arduo
trabajo de arquitectos, talladores, ensambladores y carpinteros, quienes unían sus esfuerzos para
crear los mejores balcones del mundo.
En abril de 1953, este profesor de Historia General del Arte en San Marcos empezó su labor junto al
diario El Comercio. El decano demandó que se hiciera una catalogación de los viejos balcones de
Lima como primer paso para su urgente restauración. ¿Con quién contar? Tenía que ser un
conocedor del arte. De esta manera el proyecto recayó en las manos del profesor Roselli.
Al mismo tiempo, don Bruno encontró tribuna en las páginas de este diario, primero en la edición
vespertina y luego en la matutina. Cada columna escrita por el profesor era una muestra de cariño,
pero a la vez un jalón de orejas para aprender a valorar lo nuestro. Asimismo, con el apoyo de
Manuel Solari Swayne, “Zeñó Manué”, otro defensor del patrimonio cultural de la ciudad, logró la
promulgación de un decreto que exigía un dictamen para traerse abajo un balcón.
Luego de dar el primer paso las campañas continuaron. En 1961, su entusiasmo lo llevó a organizar
un original concurso que premiaba con 250 soles a quien descubriera el lugar de Lima desde donde
se viera parcial o totalmente el mayor número de balcones. El vencedor encontró 28 balcones en la
intersección de los jirones Ucayali y Carabaya, tal vez el lugar preferido de Roselli.
Cuando se iniciaron las demoliciones de las casonas para construir nuevos edificios, el profesor no
pudo soportar tal atropello arquitectónico y compró, con su propio dinero, cada balcón que estaba en
riesgo de desaparecer.
El profesor se acercaba a los obreros y negociaba el precio. Luego de hacer la compra llevaba los
viejos balcones a un galpón del Rímac que alquiló especialmente para almacenarlos y empezar su
restauración sin imaginar el triste final que tendrían. En venganza por no haber pagado el
arrendamiento del lugar, cincuenta de sus amados balcones fueron quemados por el propietario del
galpón.
A principios de la década del 70, el “Quijote” de los balcones ya estaba perdiendo las fuerzas.
Enfermo y sin dinero, su salud decayó profundamente hasta que la muerte se lo llevó a las 5 de
mañana del 24 de setiembre de 1970, a los 81 años.
Pero esto no fue impedimento para que su obra continuara. En 1983, el alcalde Eduardo Orrego
constituyó el Patronato de Balcones y gracias a la campaña Adopte un Balcón de la comuna
metropolitana se pudo recuperar 80 de ellos. El programa impulsó la participación de empresas y
personas que tomaron a su cargo la restauración de estas obras de arte. Lo mismo sucedió a
mediados de los 90 con el alcalde Alberto Andrade.
La pluma de Mario Vargas Llosa plasmó la vida del profesor en la obra teatral “El loco de los
balcones” que fue protagonizada por el actor peruano Enrique Victoria.
Ni la muerte, ni el tiempo han terminado de borrar de nuestra memoria el trabajo de este “Quijote”
que encontró en el damero de Pizarro uno de sus grandes amores, pero sobre todo un motivo para
luchar en la vida y ser feliz.
(María Fernández Arribasplata)
Fotos: Archivo Histórico El Comercio
Diario La República
Balconcito del ayer
Mar, 18/01/2005 - 00:00
Un símbolo distintivo de lo limeño que espera por su rescate integral. Gracias a la campaña ‘Adopte un
balcón’, durante la gestión de Alberto Andrade se recuperaron 100 de 320 de estas obras de arte que
sobreviven en el centro histórico.
HISTORIA RESCATADA. Esquina de jirón Cailloma con Callao. Cuando los expertos revisaron el
balcón de la vista encontraron las maderas originales, decoradas, bajo tablas que le pusieron
encima.
MONUMENTOS EN PELIGRO • Un símbolo distintivo de lo limeño que espera por su rescate integral.
• Gracias a la campaña ‘Adopte un balcón’, durante la gestión de Alberto Andrade se recuperaron 100 de 320
de estas obras de arte que sobreviven en el centro histórico.
• Burgomaestre Luis Castañeda no ha continuado el proyecto.
Raúl Mendoza.
Lima cumple 470 años de fundación y a pesar de lo mucho que ha cambiado a lo largo de su historia, aún
conserva un signo distintivo: los balcones coloniales de su centro histórico. ¿Puede alguien imaginar el antiguo
Cercado limeño sin ellos? Imposible. Es una lástima, entonces, que a despecho de sus muchos años, su valor
histórico y su belleza artística, su recuperación se encuentre relegada al cajón de los proyectos inconclusos.
Fue Alberto Andrade, ex alcalde limeño, quien a fines de 1997 y 1998 impulsó la campaña ‘Adopte un balcón’ y
convocó a la inversión privada. Se puso énfasis en los balcones ‘de cajón’, esos cerrados, de madera, con
celosías o lunas y con edades de más de un siglo. Se catalogaron 320 en el Centro Histórico de Lima.
En una primera etapa se refaccionarían 50 y en una segunda otros 50 y así sucesivamente. Según cuenta la
arquitecta Patricia Díaz Velarde, ex directora de Prolima, hasta el 2002 se recuperaron 100 de ellos a un costo
aproximado de un millón de dólares. Sin embargo, el proyecto quedó inconcluso y paralizado. Y en la gestión
actual de Luis Castañeda en la municipalidad de Lima no hay interés en continuarlo.
Calles en el aire
Cualquiera que se dé una vuelta por el centro limeño puede apreciar la belleza de los balcones de casonas
coloniales que aún subsisten. La Casa de Torre Tagle, actual sede del Ministerio de Relaciones Exteriores, tiene
acaso los balcones más hermosos. También los de la casa Larriva, Osambela o la del Instituto Riva Agüero son
una muestra impresionante de esta arquitectura de madera.
Alguna vez un viajero llegado a Lima en el siglo XIX quedó maravillado con los balcones limeños –que seguro
eran muchos más y en buenas condiciones– y apuntó que “eran como calles en el aire”. Como aquel, han sido
muchos los amantes de nuestros balcones y tal vez el más famoso fue un italiano llegado al Perú en los años 50
del siglo pasado: Bruno Roselli, a quien llamaron ‘El Loco de los Balcones’.
Fue Roselli quien acuñó para siempre la defensa y la adopción de balcones. Profesor de arte, amante de la
belleza urbanística de Lima, compró un balcón que iba a ser destruido por una cuadrilla de trabajadores en el
jirón de la Unión y lo guardó para sí. Llegaría a comprar medio centenar de balcones que almacenaba en un
depósito del Rímac. Sin embargo, un incendio acabó con su tesoro. Y también con parte de la historia.
Balcones recuperados
Fueron 100 los balcones recuperados por la gestión de Andrade, pero aún quedan 240 por rescatar. El
‘limeñólogo’ Juan Gunther, eterno admirador de la Lima que se fue, señala que lo ideal sería recuperarlos todos.
Para él, dos de los más antiguos y “rescatables” son los de la Casa del Oídor, en una esquina de la plaza de
armas, y otro en el jirón Cailloma con Callao.
Otros más esperan por una mano salvadora que les devuelva su antigua prestancia. Como ejemplo están los
balcones de la casa Cándamo, en la esquina del jirón Carabaya con Ucayali. Son varios, de diversos estilos y un
montón de años a cuestas.
Para la arquitecta Patricia Díaz, el proyecto de recuperación de los balcones implicaba no solo la parte
superficial, la que miraba a la calle, sino que incluía el arreglo de la fachada y el compromiso de los propietarios
para conservarlos. “Esto no ha sido continuado, a pesar de que había la promesa de ayuda de algunos países
árabes, porque tenía que ver con su cultura”, dice.
A todo esto, la municipalidad de Lima dice que su interés está puesto en recuperar inmuebles de manera
integral. A este ritmo, los balcones deberán seguir esperando y dañándose con el paso del tiempo.
Arquitectura de estirpe árabe
Varios estudios sobre balcones limeños coinciden en señalar que estos tienen inspiración mudejar, es decir, la
versión española del arte musulmán, y aportan como prueba que versiones similares a las limeñas pueden
encontrarse con profusión en las Islas Canarias y Tenerife, y también en Damasco, El Cairo y Túnez.
Lima es la única ciudad con tradición de balcones. La explicación histórica es que fue capital del virreinato
español y en esta urbe se levantaron las casas más lujosas y mejor presentadas de esta parte del mundo.
Ninguna casona que se respete podía dejar de tener balcón. En otras capitales sudamericanas no existen.
Pero el balcón no sólo cumplía una función decorativa. También servían para tomar el fresco en el verano
limeño y conversar durante la tarde y la noche sin perderse lo que pasaba en la calle. Otra función era mirar sin
ser mirado, sobre todo por parte de las mujeres. Lima era una ciudad muy recatada y conservadora.
La mayoría de los balcones se trabajaban en pino, cedro y roble y ahí puede estar la razón de que muchos se
conserven hasta hoy. Dos son los colores principales: el barnizado conservando el color natural de la madera y
el verde olivo, que se usó hasta las épocas republicanas.
El terremoto de 1746 destruyó la mayoría de inmuebles de Lima, así que con contadas excepciones los
balcones son del siglo XVIII y XIX. Sin embargo, como dice Juan Gunther, todos tienen una larga historia.
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