formap8: © Equipo Provincial de Pastoral Escuelas Pías de España, Tercera Demarcación LA BUENA NUEVA DE JESUCRISTO Introducción El anuncio de Jesús: la llegada del Reino significado: Dios con nosotros contenido: paternidad de Dios consecuencias: relación con Dios y con el prójimo actuación del Reino en la praxis de Jesús dinámica de crecimiento y desarrollo del Reino El anuncio del Reino: convocación de la comunidad mesiánica características del seguimiento comunidad fraterna comunidad mesiánica: signo e instrumento crisis del ministerio de Jesús Jesús ante su muerte Jesús ha previsto su muerte Jesús ha integrado la muerte en su proyecto categorías de interpretación de su muerte Jesús y la esperanza en la resurrección la cena pascual la muerte de Jesús un fracaso, pero... bibliografía Introducción En este segundo cuadernillo dedicado a Jesucristo nos centraremos en analizar su mensaje central. El tema estará dividido en tres apartados: - el primero analizará el mensaje del Reino anunciado por Jesús, - el segundo la comunidad mesiánica que Él pone en marcha, - el tercero abordará la muerte de Jesús y su significado. El hilo conductor de todo el tema es el mensaje del Reino. Trateremos, en definitiva, de aproximarnos al núcleo del mensaje de Jesús de Nazaret. El anuncio de Jesús: La llegada del Reino El testimonio más antiguo de lo que Jesús predica cuando comienza su ministerio mesiánico, viene reseñado al comienzo del evangelio de Marcos: «Después que Juan fue entregado, marchó Jesús a Galilea; y proclamaba allí la Buena Nueva de Dios: el tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca; convertíos y creed en la Buena Nueva»(Mc l, 14-15). Esta frase debe ser atribuida desde el punto de vista histórico a la viva voz de Jesús mismo. El término “evangelio” significa “buena noticia”; ésta consite - según Jesús -en el hecho de que se ha cumplido el tiempo de la promesa. Israel sabía que estaba a la espera de una intervención decisiva de JHWH dentro de la historia de la humanidad: el contenido del anuncio de Jesús consiste en que esta promesa ha llegado a su cumplimiento. Esto significa que el Reino de Dios está cerca, y que el tiempo está “maduro” para esta irrupción definitiva de Dios tan esperada. Jesús inicia su ministerio anunciando que ha llegado el momento escatológico de la instauración del Reino de Dios en medio de Israel. La dimensión escatológica, urgente y decisiva, es una constante esencial del mensaje y de la acción de Jesús. 1.-Significado del anuncio del Reino: Dios, en Jesús, se hace presente entre los hombres Para comprender mejor en qué consiste el anuncio del Reino podemos hacer tres puntualizaciones. En primer lugar se trata de un acontecimiento que coincide con la misma predicación del Nazareno: «el Reino de Dios está ya entre vosotros»(Lc 17,21; también 10, 23-24; 11,20 y 16,16). Jesús afirma que a través de su anuncio y de su acción Dios interviene de forma decisiva y definitiva en medio de su pueblo. Por tanto, ya desde el inicio, no es posible separar el anuncio y la obra de Jesús de su propia persona. La llegada del Reino será reconocida a través de los signos concretos, que deben ser correctamente interpretados. Estos signos son las palabras de Jesús y su “kérigma”, su praxis y sus gestos de salvación para con los pobres y los humildes, su misma existencia, la comunidad mesiánica que se agrega en torno a él: todas estas cosas hablan-según Jesús - de sí mismo, testimonian que Dios está obrando en él (Mt 11,26). El Reino es un acontecimiento que acontece en el corazón del hombre, porque alcanza a su relación con Dios, pero se manifiesta también en las relaciones entre los hombres. Por un lado invita al hombre a “convertirse”, a redescubrir y a abrirse a una relación nueva con Dios; por otro lado, modifica también la relación entre hombre y hombre. Sin esta implicación personal - que Jesús llama fe, creer en Dios que obra en El y a través de El - no se “entra” en el acontecimiento del Reino de Dios (en este sentido es necesario hacerse “pequeños”, “nacer de nuevo” para acoger la novedad de Dios y tomar parte en ella). 2.-El contenido del anuncio del Reino: Dios es Padre que perdona a los pecadores y libera a los pobres El contenido de este acontecimiento viene definido por dos polos inseparables. - El primero es la revelación, o mejor, la autocomunicación de un Dios que es Padre que perdona y libera a los hombres. Este evento se constata sobre todo en el hecho de que Jesús (a través de sus palabras y de su praxis de vida) podemos percibir una relación de intimidad profunda, muy particular con Dios. En el evangelio de Mateo se narra una exclamación de Jesús, que es reveladora de lo que era la experiencia más profunda de su relación con Dios: «Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce bien al Hijo sino el Padre, ni al Padre le conoce bien sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar» (Mt 11, 2527). Esta expresión muestra que en el núcleo de la experiencia de Jesús se da una relación íntima con JHWH, experimentado como Padre. Esta experiencia nos es también trasmitida por un término que Jesús privilegia, Abbá (Mc 14,36), un término usado en el lenguaje familiar, por parte de los pequeños, para designar a su papá. Lo que más impresiona es que en Jesús exista esta relación de intimidad profunda, casi desconcertante con Dios. Este término no se usaba generalmente en la tradición religiosa hebrea en referencia a Dios, porque era demasiado íntimo y familiar. No por casualidad, cuando Jesús enseñe “su” oración a los discípulos, les enseñará el “Padre nuestro”. - El segundo polo es el anuncio y el testimonio de esta paternidad-cercanía de Dios en primer lugar y con predilección hacia los pobres, los últimos, los pequeños, los pecadores. En las Bienaventuranzas está sintetizada la predicación y acción de Jesús: puesto que posee la experiencia de que Dios es paternidad cercana y liberadora, por eso se dirige a los pobres, a los afligidos a los que tienen hambre y sed de justicia...diciéndoles:”Dios está cerca de ti, te salva, te libera”. Jesús se convierte con su anuncio de misericordia y su praxis de amor y de liberación en el rostro concreto de Dios que es Padre. El Reino, este acontecimiento que Jesús predica y realiza, tiene dos extremos: parte de Dios y va en busca del último de los hombres. La paternidad de Dios es universal, alcanza a todos los hombres, pero al manifestarse no puede sino privilegiar a quien necesita más esa paternidad. Como sucede con una madre, que ciertamente ama por igual a cada uno de sus hijos, pero por este mtivo ama más al hijo que es menos afurtunado que los otros o necesita mayor comprensión y perdón; de este modo, lo que caracteriza la acción de Jesús es que comienza por los últimos en el sentido ético-religioso y también en el sentido social. 3.- Las consecuencias: la relación con Dios y con el prójimo. Las consecuencias de esta experiencia de Jesús son sustancialmente dos: Una primera la encontramos en la actitud religiosa del hombre, es decir, en su relación con Dios. En positivo, se puede ver toda la carga de confianza que Jesús infunde en su relación con Dios y que enseña a los hombres a tener: una actitud religiosa hecha de confianza, de simplicidad, de abandono real (cfr. Mt 6, 25-34 y 7, 7-11); mientras en negativo se puede observar su crítica a una actitud religiosa fundada en el formalismo, en la repetición de palabras, ritos, en la exterioridad (cfr. Mt 6, 1-8). En una palabra, la actitud religiosa del hombre debe ser la de un hijo frente a un Padre, que no es la proyección del deseo de seguridad del hijo, sino el descubrimiento grutuito de un Dios, que respeta y promueve siempre la autonomía y la libertad del hijo, y que al mismo tiempo le es cercano de un modo preventivo, delicado y gratuito. La segunda consecuencia se refiere a la actitud social del hombre. En el mismo momento en el que Jesús hace descubrir al hombre la paternidad de Dios, hace descubrir al otro hombre como hermano. Jesús expresa la reciprocidad entre la consecuencia religiosa y la social, cuando, respondiendo a un escriba (Mc 12, 28-34), quizás fariseo, pone juntos los dos mandamientos que en realidad en el Antiguo Testamento ya estaban presentes: el mandamiento del amar a Dios con todo el ser (Dt 6, 4) y el del amar al prójimo como a sí mismos (Lv 19, 18). Al dar esta respuesta, Jesús aporta tres novedades: presenta estos dos mandamientos como la síntesis de la Ley y del mensaje de los profetas. Mientras que en el Antiguo Testamento estaban dispersos en medio de una miríada de mandamientos (tanto que se le pregunta cuál es el mandamiento más importante), él ahora los pone en el corazón de la nueva Ley como la síntesis y el soporte de todo, los acerca, más aún, los pone en el mismo plano (si bien la raíz se encuentra siempre en la relación con Dios): por lo que la verdad de la relación con Dios se mide desde la verdad de la relación con el hermano (cfr. Mt 5, 23-24 y 25, 31-46), explica que el prójimo es cada hombre, no sólo el compatriota o el “extranjero” que vive en Israel (como sucedía en el Antiguo Testamento), sino cada hombre que me encuentro. El impulso que anima a ir hacia los últimos y a perdonar también a los enemigos nace de experimentar la extraordinaria fuerza del amor del Padre:”Sed compasivos, como vuestro Padre es compasivo”(Lc 6, 36). Por otra parte el amor a los últimos y a los enemigos es para Jesús el criterio cierto de la verdad de nuestro amor a Dios. En el mensaje de Jesús se da una radical condena y una superación de cualquier forma de discriminación social, política y económica. A través de este mensaje, Él, retomando el gran mensaje liberador del Éxodo y de los profetas y renovándolo profundamente en la persepectiva de la cercanía escatológica de JHWH a través de su misión y de su obra, pone el hacha en la raíz de un sistema social construido sin tener en cuenta los dos únicos elementos capaces de sostenerlo: el misterio del amor de Dios que alcanza a cada hombre como hijo suyo y el reconocimiento de todo ser humano como hermano. 4.- La actuación del Reino en la praxis de Jesús. Existen algunas características de la praxis de Jesús, por medio de las cuales Él subraya la actuación del Reino en medio de su pueblo: sentarse con los pecadores , la liberación de la posesión demoníaca, la salvación ofrecida a los marginados. - Sentarse a la mesa con los pecadores. Jesús rompe todo tipo de barrera, y para hacer tangible la misericordia del Padre, se sienta a la mesa con los pecadores, publicanos, prostitutas...A quien lo acusa le dice que “no ha venido para los justos sino para los pecadores”(Mt 9, 12): así muestra que Dios sale a la búsqueda de sus hijos, los espera y acoge, para perdonarles y darles una vida nueva (cfr. Lc l5; 7, 4143; 18, 9-14; Mt 21, 28-32; 22, 1-10; 20, 1-15; Lc 7, 36-50 y 19, 1-10). Más aún, Él ilustra su ministerio mesiánico como la preparación de un banquete de bodas, donde el primer puesto se reserva a los últimos, a los excluidos, a condición de que se abran con alegría a la invitación que se les ofrece (Mt 22, 1-14 y Lc 14, 15-24). - Los “milagros”de Jesús, que no tienen como finalidad suscitar la admiración, sino que son intervenciones dirigidas a liberar a los hombres de las situaciones concretas de marginación en las que se encuentran: lisiados, ciegos, cojos, leprosos...Son signos de la llegada del Reino, “signos” que suscitan y refuerzan la fe en la intervención decisiva y eficaz de JHWH a través de la palabra y obra de Jesús. - Por último los “exorcismos”, con los cuales Jesús libera a los hombres de la posesión demoníaca. Aunque en algunos casos se trataba de ciertos tipos de enfermedades (sobre todo mentales) que se solían relacionar con el demonio, sin embargo, Jesús (desde el episodio de las tentaciones) tiene conciencia de tener que vérselas no con un mal abstracto sino con un principio personal adverso: Satanás, que influye negativamente en la vida del hombre. La victoria sobre Satanás es signo de la llegada del Reino y de la autoridad que Jesús recibe del Padre para la salvación de los hombres Por tanto, Jesús perdona y libera, es signo e instrumento decisivo del perdón y de la salvación (no sólo espiritual, sino integral) que el Padre ofrece a los hombres. Éste es el contenido central de su praxis, que está en perfecta armonía con el contenido de su anuncio mesiánico. 5.- La dinámica de crecimiento y de desarrollo del Reino. Este acaecer del Reino tiene una dinámica de crecimiento y de desarrollo bien preciso, aunque paradójica: arranca de un principio muy pequeño, escondido, insignificante, para después crecer y fortificarse ya sea a nivel personal o a nivel social. Jesús lo explica en aquella serie de “parábolas del Reino”(cfr. Mc 4), donde el Reino es presentado como una semilla pequeña, con su humilde pero vital ley de crecimiento, destinada a grandes cosas, como la levadura llamada a fermentar la masa...En el Reino, por otra parte, la cizaña crece junto al buen grano, hay persecuciones...; en otras palabras, no se trata de una marcha triunfal sino de un camino progresivo, donde la presencia y la acción de Dios no eliminan el claroscuro de las cosas humanas. Es una coordinación entre la gracia de Dios y la libertad del hombre: la gracia es omnipotente pero respeta la libertad del hombre hasta el fondo, sus tiempos de crecimiento y sus opciones, aunque el resultado final venga asegurado por Dios. Por esta razón el Reino tiene una dimensión histórica y una trascendente: el Reino es ya algo que empieza en la historia, pero al mismo tiempo no se ha realizado aún plenamente y de modo definitivo; la historia se cumple sólo más allá de su dimensión terrena (cfr.Mc 13; Mt 24; Lc 21). El anuncio del Reino: convocación de la comunidad mesiánica. Existe un dato fundamental en la experiencia de Jesús, y es que Él obra y camina a lo largo y ancho de Palestina con un grupo de discípulos 1.- Características del seguimiento de los discípulos. - En el origen de este grupo no existe una elección de los discípulos que deciden estar con un maestro de la Ley antes que con otro (como sucedía habitualmente), sino que aparece una llamada por parte de Jesús. Baste pensar en las numerosas narraciones de “vocación” de los evangelios y su significado que está resumido en el dicho de Jesús:”No me habéis elegido vosotros a mí, sino que yo os he elegido a vosotros”(Jn 15, 16). - El objetivo de este grupo es vivir con Jesús, y sobre todo compartir el ministerio que es - como sabemos- el de anunciar e instaurar el Reino, no tanto el de aprender una doctrina (Mc 3, 13-15). - Impresiona también la radicalidad de las condiciones que Jesús pide a estos discípulos para seguirlo (Mt 10, 37-39 y 6, 33). 2.- Una comunidad fraterna de hombres y mujeres. En la comunidad mesiánica se pueden constatar dos novedades muy marcadas desde el punto de vista social. a) La primera novedad es que se trata de una comunidad fraterna, es decir, de hermanos iguales que tiene su centro no autoritario en Jesús. Se vuelve del revés la clásica organización de las relaciones interpersonales y sociales piramidal o patriarcal. Es una comunidad “sin padres”, porque uno sólo es el Padre, Dios (Mt 23, 8-12). Esto implica en particular un estilo de relaciones en el interior de la nueva comunidad, diverso del usual y también un modo de ejercer la autoridad como servicio por parte de los que son llamados a asumir un determindado encargo (Mc 10. 42-44). b) La segunda novedad consiste en que dentro de la comunidad mesiánica que se forma alrededor de Jesús hay mujeres, que reciben una identidad y una función diversa de la que tenían en la comunidad israelita, y en general, en las sociedades antiguas. Nos encontramos aquí con una inversión de la estructura tendencialmente machista de la sociedad. Esto es evidente tanto en la praxis de Jesús como en su doctrina (Mt 5, 27-28 y 19, 3-9). En la praxis de Jesús encontramos una actitud liberadora en relación con la mujer: baste recordar sólo los casos emblemáticos de la Samaritana (Jn 4), de la mujer sorprendida en adulterio (Jn 8, 3-11) y de la pecadora perdonada en casa del fariseo (Lc 7, 36-50). Finalmente, se puede ver en la experiencia de Jesús cómo algunas mujeres le siguen, le ayudan, participan de su misión (Lc 8, 1-3), son objeto de una compasión particular por parte de Jesús (ellas, en el fondo, en la sociedad de aquel tiempo forman parte de los últimos). Tanto es así que, a su vez, parecen comprender a Jesús y mostrarse más perseverantes que los mismos apóstoles (como se advertirá en el desenlace final de su vida: Mt 27, 55; Jn 19, 25). Tras la resurrección, la tradición testifica que la primera persona que recibe el don de la aparición de Jesús es la Magdalena, una mujer (Jn 20, 11-18). 3.- La comunidad mesiánica: signo e instrumento de la llegada del Reino. Esta comunidad mesiánica que Jesús forma dentro de Israel es una comunidad que tiene como tarea la de dirigirse en primer lugar a Israel -al igual que hace Jesús-, para que redescubra y cumpla su vocación de pueblo de JHWH. En otras palabras, no sólo el grupo de los discípulos debe ser la comunidad mesiánica de los últimos tiempos, sino que a través de él todo Israel debe llegar a serlo. Jesús se presenta como el pastor (Mc 14, 27; Jn 10, 1-29; Mt 10, 16) que ha venido a reunir y liberar a sus ovejas (Mt 15, 24; Lc 15, 47), y a convocar alrededor de él aquel “pequeño rebaño” (lc 12, 32) que es signo e inicio de la renovación de Israel y de todas las gentes: en una palabra, de la llegada del Reino. Como ilustración de este intento suyo, Jesús elige dentro de su grupo, a doce de ellos como símbolo de la renovación de Israel: doce habían sido los patriarcas, doce estos nuevos pilares de la comunidad (Mt 10, 1-7). Entre los doce Simón, asume desde el principio una posición particular: el mismo nombre “nuevo” que Jesús le impone, Kéfa (roca), Pedro, indica que él tiene una función importante: ser una roca sobre la que será edificada la comunidad mesiánica (Mt 16, 1619; Lc 22, 31-32; Jn 1, 40-42 y 21, 15-17). Es interesante destacar que Jesús, para formar la comunidad la comunidad de los doce eligió a personas muy distintas entre sí, hasta el punto de representar casi todas las tendencias divergentes de Israel en aquel tiempo. Desde Pedro y Andrés, desde la clase medio-baja, a un publicano como Leví-Mateo que por su oficio pertenecía a la clase acomodada (unido estrechamente al poder extranjero como cobrador de impuestos); desde un “verdadero israelita” de sana tradición como Natanael a un zelota como Simón y quizá también Judas; hasta Santiago y Juan, de familia acomodada y con amistades en la casa del Sumo Sacerdote. 4.- La crisis del ministerio de Jesús: Cesarea de Filipo. El proyecto mesiánico de Jesús encuentra fortísimas resistencias, por lo que se habla de una “crisis”, de un momento de ruptura en el ministerio de Jesús.: está la resistencia de la masa, de la gente más simple, porque el mensaje de Jesús, que en un primer momento cautiva a las multitudes, no responde después en realidad a las expectativas mesiánicas del pueblo, que repetidamente intenta hacer de Jesús su jefe y rey, deseo ante el cual siempre se opone; y está la resistencia por parte del “poder oficial”, tanto religioso como político, porque Jesús parece poner en crisis el status quo. Todo esto lleva a una especie de cambio de marcha en el proyecto mesiánico de Jesús. Él se dirige en un primer momento a todo Israel a través de la comunidad mesiánica, para llegar a alcanzar después, por medio de él, a todas las gentes. Ahora israel se resiste ante esta convocatoria, ¿Qué debe hacer Jesús? La expresión de esta crisis del ministerio galileo, que abre una nueva fase en la historia de Jesús, la encontramos en el famoso episodio de la confesión de Cesarea de Filipo (Mc 8, 27-33). Jesús de dirige a los doce -que por medio de Pedro, lo han reconocido expresamente como el Mesías prometido- y realiza una doble operación: - se compromete a una formación más precisa y más cercana de este grupo, para introducirlo más profundamente en su mensaje; - de esta forma introduce progresivamente a los doce en el significado de su destino de Mesías perseguido y maltratado. Jesús ante su muerte. La pregunta fundamental que se nos ha planteado a menudo al estudiar la figura de Jesús, examinando el desenlace dramático y malogrado de su misión, ha sido ésta: ¿Podía Él prever su final violento? ¿Realmente ha previsto su dramática muerte o ha sido un contratiempo inesperado? 1.- Jesús ha previsto su muerte. Tras un examen de los datos bíblicos hemos de responder que ciertamente Jesús ha previsto este final dramático de su proyecto mesiánico. Pero, ¿en qué se ha basado? Sobre todo la ha previsto sobre la base de la situación conflictiva que se había creado. Jesús se daba cuenta de que manteniendo su línea de conducta, de acción y de predicación, su historia no podía terminar de forma diferente. El segundo motivo es el de la interpretación de las Escrituras: Jesús interpreta su acción a la luz de la figura del siervo sufriente de JHWH y del profeta rechazado. El tercer motivo, el más profundo, es que Jesús afronta conscientemente la posibilidad de este fracaso final de su misión, gracias a la percepción profunda del proyecto del Padre sobre Él. Por consiguiente, Jesús ha previsto la realidad de este fracaso y ha integrado este conflicto y el desenlace final de su historia dentro de su proyecto mesiánico. 2.- Jesús ha integrado la muerte en su proyecto mesiánico. El primer testimonio que tenemos de la autoconciencia de Jesús respecto a su muerte es narrado por Marcos inmediatamente después y en relación con la confesión de Cesarea (Mc 8, 31). Este anuncio debe considerarse como una integración de la muerte dentro del proyecto mesiánico de Jesús y al mismo tiempo como una preparación de los apóstoles a estos acontecimientos. En el primer momento de la predicación el mensaje central es el del Reino de Dios; en el segundo, el mensaje del Reino se vuelve a expresar de forma más explícita a través de la imagen del Hijo del Hombre. Este tema, a partir sobre todo de Cesarea de Filipo, está unido estrechamente a la realidad del sufrimiento, del rechazo, de la muerte: el Hijo del Hombre es visto a la luz de la figura del Siervo sufriente de Isaías. Por tanto, la figura del Hijo del hombre, que en Daniel y en la perspectiva apocalíptica se describe en estado glorioso, aquí es unida a un estado de sufrimiento y de muerte. Sin embargo, integrándola en su proyecto, ¿qué significado da Jesús a su muerte violenta? - En relación con el Padre: Jesús expresa muchas veces la convicción de que la adhesión a la voluntad del Padre puede tener también el precio de la fidelidad hasta la muerte.Este tema se expresa en los Evangelios a través de una fórmula: cuando Jesús habla del sacrificio de la vida hacia el que se está dirigiendo, dice: “es necesario” que esto suceda. Pero cuando usa “es necesario” no se trata de un destino, en el sentido griego del término, de un hado, de una necesidad impuesta, sino de una decisión libre ante las consecuencias que brotan de una vida guiada desde la fidelidad a la voluntad del Padre. Esta necesidad no es fatalista sino de obediencia, y manifiesta la fe de Jesús en el Padre, que se manifiesta en el sacrificio que la adhesión a su proyecto exige. - En relación con los hombres: ir hacia la muerte manifiesta, al mismo tiempo, la solidaridad que Jesús tiene con el hombre incluso al precio de su vida. Esta solidariedad es característica del proyecto mesiánico de Jesús desde el inicio, y el encaminarse hacia la muerte conscientemente se convierte por una parte, en ser fiel al proyecto del Padre, y por otra, ser solidario con los últimos, a los que Jesús se dirige con predilección. En este sentido, el conflicto y la condena a muerte de Jesús se integran dentro de su proyecto mesiánico: no son accidentes del camino. 3.- Las categorías de interpretación de la muerte de Jesús. ¿Desde qué categorías interpreta Jesús su muerte? Jesús la interpreta claramente, sobre todo, desde la categoría del profeta rechazado y perseguido (Lc 13, 32-33 y Mt 23, 37), si bien integra este modelo del Antiguo Testamento en su singular conciencia de hijo. Hay una famosa parábola -que es claramente atribuible, en la sustancia, al Jesús histórico-, que refleja esta autoconciencia: la parábola de los viñadores homicidas (Mc 12, 1-9 y Mt 21, 33-45) La segunda categoría -aún más explícita- que Jesús emplea es la del siervo justo y sufriente (Is 52, 12 - 53, 12). Este hecho es bastante importante porque en la figura del siervo justo y sufriente ya en Isaías se expresaba el valor redentor de la muerte y del sufrimiento. Jesús se aplica esta figura a sí mismo y profundiza su significado:”...tampoco el Hijo del Hombre ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos”(Mc 10, 45). “Servir” aquí significa vivir la vida y la misión del Siervo de JHWH que encuentra su culmen en el dar la vida por los hombres. 4.- Jesús y la esperanza en la resurrección. Un elemento esencial que aparece en esta interpretación que Jesús mismo da de su muerte, es la esperanza con que la afronta. Todos los pasajes que se refieren a la muerte sufrida por Jesús, o que Jesús se dispone a afrontar, hablan de una muerte dramática, no trágica: es un dramatismo rociado de esperanza. ¿De dónde brota esta espranza? Su fuente es la relación filial con el Padre. Jesús se arriesga a todo en la muerte, pero con esperanza, porque la vive en el horizonte de su relación con el Padre. Este hecho lo podemos encontrar expresado en algunos textos donde Jesús habla de su muerte de forma positiva, haciendo ver que de ella brota paradójicamente la realización de su proyecto mesiánico: Mt 12, 38-40 (el “signo de Jonás”), Jn 12, 24 (el grano de trigo que muriendo da fruto), Jn 12, 25, Jn 2, 19ss.(el Templo destruido y reconstruido en tres días), Mc 12, 10 (la piedra desechada convertida en piedra angular). Además de su predicación, en la misma acción de Jesús encontramos milagros de resurrección que Él realiza (la hija de Jairo, el hijo de la viuda de Naím, Lázaro). La última y más grave alienación del hombre es la muerte; la instauración del Reino es también misteriosamente eficaz en este nivel extremo. La muerte, en la autoconciencia de Jesús, se convierte además en punto obligado de su mensaje y de su praxis de liberación y de salvación: es la liberación de la alienación más radical del hombre, y señala el inicio de la resurrección prometida para el final de los tiempos. 5.- La cena pascual. Hay un momento importantísimo de la historia de Jesús que nos muestra cómo Él fue consciente de la muerte hacia la cual se dirigía. En él Jesús nos dice qué significado pudo dar a la conclusión dramática de su vida. Este momento es el de la cena pascual. No es una coincidencia que Jesús concluya su historia en Jerusalén, la ciudad santa, con ocasión de la fiesta de la Pascua. En la cena pascual Jesús anticipa lo que será el sentido permanente de su muerte. ¿Cuál es el significado de la cena pascual? a) El primer significado consiste en que podemos reconocer en la cena pascua el culmen de la comensalidad de Jesús con los hombres. Aquí se anticipa lo que será la misma cruz: el llevar a la extrema consecuencia el ser comensal (o sea, solidario) de Jesús con los hombres, y sobre todo, con los excluidos, un rasgo que es constitutivo del proyecto mesiánico de Jesús. b) El segundo significado es el del banquete mesiánico que, en relación con la cruz, se convierte en el momento decisivo para la instauración del Reino de Dios, no interrumpida por la muerte de Jesús, porque esta última se convierte en el acto definitivo con el que Dios inaugura el Reino. c) El tercer significado, el más importante, proviene de la relación que el banquete escatológico, ligado al recuerdo de la liberación de Egipto, posee con la nueva Pascua que Jesús realiza. Jesús, en efecto, vive la Pascua de los hebreos pero dice explícitamente al referirse a su muerte:”esto es el inicio de la Nueva Alianza”. El antiguo cordero pascual, inmolado para la salvación de los hebreos, es sólo un símbolo del Nuevo Cordero pascual que es Jesús mismo, así como la primera Alianza es renovada y superada en la Nueva y definitiva Alianza. Situándonos en el interior de la perspectiva de Jesús, podemos afirmar que Él manifiesta explícitamente la idea que tiene de lo que va a suceder. Su muerte tiene un significado escatológico, el de la instauración definitiva de la Nueva Alianza, de la llegada del Reino de Dios que Él ha anunciado: es sacrificio y es comunión con Dios y, por Él, con los hermanos. En conclusión, la muerte de Jesús se presenta claramente en el cruce de dos direcciones: la primera es la del rechazo de los jefes de Israel; la segunda es el gesto de extrema fidelidad de Jesús al proyecto del Padre, y de definitivo servicio a los hombres y de solidaridad con ellos, que Jesús expresa hasta el extremo con su muerte. La cena pascual recoge, anticipa y perpetúa (“haced esto en memoria mía”) el significado salvífico del entrecruzarse de los dos caminos. 6.- La muerte de Jesús. Para comprender cómo vive Jesús la experiencia de la muerte es importante leerla paralelamente a la del huerto de Getsemaní. Podemos descubrir en Él dos actitudes fundamentales. La primera es ciertamente la conciencia profunda de la dureza y de la atrocidad de esta prueba. En Getsemaní la encontramos expresada en la frase en que Jesús pide que sea alejado de Él, si es posible, el cáliz, la prueba suprema. La atrocidad de esta prueba no reside sólo en el aspecto exterior, físico, sino especialmente en el aspecto existencial, profundo, que esta muerte significa. Para Jesús morir en la cruz representa: a) La experiencia del rechazo de Israel, y por tanto, una especie de trágico fracaso del proyecto mesiánico que le había sido confiado por el Padre. b) La experiencia de la soledad absoluta por parte de aquellos que le han seguido, y sobre todo de los discípulos (negación de Pedro, abandono de todos en el suplicio de la cruz, excepto Juan y algunas mujeres). c) La experiencia de un abandono que Él experimenta también en su relación con el Padre, y que se expresa en el grito que nos relata Marcos y Mateo: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?(Mc 15, 34; Mt 27, 46). Jesús muere sin tener la posibilidad de experimentar ni de hacer experimentar a los otros que Dios está con Él. Este grito nos muestra la novedad absoluta de la fe cristiana: ¡ésta depende de un Mesías que lleva su fidelidad a Dios y su solidaridad con los hombres hasta experimentar la aparente ausencia de Dios! La segunda actitud, en esta situación de fracaso, es la de vivir todo en la extrema fidelidad al Padre. En Getsemaní se expresa en la frase:”No se haga mi voluntad sino la tuya”; en el evangelio de Lucas, con la expresión del abandono confiado extremo: “En tus manos pongo mi espíritu”(Lc 23, 46). 7.- Un fracaso, pero... La muerte “fracasada” de Jesús parece que no sólo representa el final, sino también la contradicción más evidente de su mensaje y de su existencia. - En primer lugar en el sentido de que el centro del mensaje de Jesús ha sido el anuncio de la llegada del Reino, como instauración del señorío de Dios, y como liberación de los últimos y de los oprimidos: su muerte “fracasada” parece contradecir el anuncio y la llegada del Reino. - En segundo lugar, Jesús ha colocado en el centro del anuncio del Reino la experiencia y el anuncio de la paternidad de Dios: éste es el motor central de todo su mensaje y de su praxis. Pero precisamente aquí, en la muerte, se da la experiencia de una lejanía desconcertante de aquel Dios Padre que Jesús sentía como íntimo a sí mismo de forma única y singular. - Por último, Jesús mismo se había definido Hijo del Hombre, aquel a quien JHWH entrega, en su nombre, el señorío sobre la historia: también esto está en clarísima contradicción con su muerte en cruz. Pese a esta conclusión, o mejor dicho, frente al muro cerrado e insuperable de esta constatación de la frustrada muerte en cruz de Jesús, se opone algo extremadamente significativo, representado por un doble hecho histórico bien preciso y también histórica y sólidamente fundamentado: a) El primero consiste en que gran parte de los escritos del Nuevo Testamento son, en gran medida, el testimonio de la explosión de un acto de fe y de un anuncio inesperado y convencido más allá de cualquier posible desmentido: Jesús de Nazaret, el crucificado, ¡ha resucitado! b) El segundo consiste en que, inmediatamente después de la muerte de Jesús, se inició un movimiento histórico que se remite a Él no solo idealmente, sino proclamándolo vivo y resucitado, y actuando de forma determinante en la historia de la humanidad, en la línea del señorío escatológico de Dios, que, según Jesús afirmaba, sería entregado al Hijo del Hombre. Estos dos hechos testimonian una fe inquebrantable que invierte de modo imprevisible el significado de la muerte en cruz de Jesús. BIBLIOGRAFÍA. CODA, P., Dios entre los hombres (breve cristología), Ciudad Nueva, Madrid 1993 (al que hemos seguido en la elaboración del tema). FORTE, B., Jesús de Nazaret, historia de Dios, Dios en la historia. Ensayo de una cristología como historia, Paulinas, Madrid 1981. JEREMIAS, J., Abbà.El mensaje central del Nuevo Testamento, Sígueme, Salamanca 1981. SCHNACKENBURG, R., Reino y reinado de Dios, Fax, Madrid 1967. MOVILLA, S., Jesús de Nazaret y el Reino de Dios, en Rev. de Past.Juvenil nº 305, nov.1992 (artículo muy útil para utilizarlo con nuestros grupos de jóvenes). Para la reflexión y el diálogo 1.- Comentar los aspectos que más os hayan llamdo la atención del tema. 2.- ¿En qué consiste el anuncio que hace Jesús del Reino de Dios? 3.- ¿Cómo entendían los contemporáneos de Jesús el mesianismo y la llegada del Reino? ¿Cómo reacciona Jesús ante esa mentalidad? 4.- ¿Cómo realiza Jesús el Reino? 5.- ¿Cómo podemos nosotros continuar anunciando y realizando el Reino en la misma línea de Jesús? 6.- ¿Qué relación tiene la comunidad que Jesús pone en marcha con el Reino? 7.- ¿Qué significado tiene la cena pascual y qué relación tiene con el Reino? 8.- ¿Cómo se integra la muerte de Jesús dentro de su proyecto mesiánico?