El ascenso del hombre; Jacob Bronowski

Anuncio
El Ascenso del Hombre por Jacob Bronowski
Resumen Capítulo 1: CASI COMO ÁNGELES
Al ser el hombre una criatura única se ha encargado desde sus inicios por ascender. Un ascenso que lo
distingue ante el resto de las especies por ser cargada de razón y emoción.
El hombre fue creado para modelar su ambiente, construir su medio de vida, cambiar aquello que lo limitaba a
seguir un proceso de crecimiento.
La única forma de ascender, como lo cita el autor, es descubriendo los alcances del potencial del hombre, es
decir sus talentos y facultades.
Según parece, todo inició para el hombre en África en un lugar próximo a la línea equinoccial, exactamente en
el valle del río Omo en Etiopía, cerca del lago Rodolfo. Cronológicamente surgió cuando los lagos africanos
se comenzaron a secar y por consiguiente, la vegetación se minimizó fuertemente hasta convertirse en una
sabana.
Cincuenta millones de años son los que, de acuerdo a fósiles encontrados, se puede presumir para marcar el
punto de partida real del ascenso del hombre, para ello fue fundamental estudiar la evolución su cráneo y de
su cabeza. Un cráneo encontrado e identificado como de la familia de los lémures Adapis marca el inicio del
hombre. Éste contaba con signos pequeños de un proceso evolutivo encaminado a formar el complejo rostro
del ser humano; detalles como el de los ojos más unidos y ubicados hacia el frente para tener una visión
estereoscópica fueron importantes para evidenciar una clara etapa evolutiva que conduciría al hombre.
Veinte millones de años más tarde, el Aegyptopithecus se abrió campo con un hocico más corto que el del
lémur, llegando a pasar más tiempo en el suelo firme y ya no tanto en los árboles.
Hace veinte millones de años, se cree que habitó el Procónsul que ostentaba un cerebro más grande y una
visión más estereoscópica que sus dos anteriores antepasados, aunque su dentadura indica que se trataba de un
simio por sus grandes dientes caninos. Pero es hace catorce millones de años cuando el Ramapithecus marcó
la línea entre los simios y el hombre. Sin caninos tan grandes y con la cara menos prominente, algunos
antropólogos hasta lo han llegado a categorizar entre los homínidos.
Sin embargo, hace dos millones de años fue cuando se dio la máxima proximidad de un hombre, con el
Australopithecus. Al parecer medía en promedio un metro con veinte centímetros, probablemente un
carnívoro, caminaba en posición erguida y contaba con un cerebro más grande. Éste ya elaboraba
herramientas rudimentarias de piedra cuyos cantos afilaba a base de golpes, y posteriormente, realizó un acto
provisorio de preparar y guardar guijas para utilizar en un futuro. Todavía en esta época no éramos hombres;
un millar de años más tarde lo seríamos.
Es hace un millón de años cuando aparece el primer Homo, el primer hombre, el Homo erectus y es la primera
criatura que con certeza usaba fuego. Hasta este punto el hombre ya realizaba una planeación de cómo obtener
alimento, la caza se convirtió en el fomento de la actividad social y comunicativa. La migración en distancias
grandes fue el siguiente paso, ya que la cacería no sustentaba a la población en crecimiento; es así como
llegaron a Java, más tarde a China en el Este y a Europa en el Oeste y para entonces ya se encontraban
cronológicamente hace cuatrocientos mil años con un promedio poblacional de 1 millón de habitantes.
Posterior a esto, ya se había iniciado la secuencia de las tres glaciaciones autónomas.
Para la segunda glaciación es decir, hace doscientos mil años, había aparecido ya el hombre Neandertal, con
1
un cerebro más grande. Se destacaría en la fabricación de nuevas clases de armas como el lanzador de
venablos, el bastón, el arpón y los instrumentos de pedernal. Esta especie, habiendo sobrevivido a la tercera y
última glaciación, contaba ya con una flexibilidad mental para reconocer los inventos y convertirlos en
propiedad de la comunidad. La mejor alternativa en la caza era la de perseguir a los rebaños, adoptar sus
hábitos, y anticiparse a sus muy secuenciales migraciones.
Esta forma de vida trashumante sólo la conserva un reducido grupo humano en la actualidad, los lapones, que
viven al extremo norte de Escandinavia.
El encanto del arte rupestre llegaría hace treinta mil años. Era en el fondo de las cuevas donde el hombre
desataba su imaginación y plasmaba todas sus imágenes proyectadas en su cerebro y las llevaba a la piedra.
Era este artista, el Homo sapiens. Pudo en esta oscuridad, plasmar todo lo que podía concretar en su
imaginación. Es aquí cuando nuestra especie prevé el ascenso del hombre, ya que su ensanchamiento
imaginativo se ve cada vez más realizado en su evolución cultural.
Estos vestigios nos comunican que la visión del hombre siempre ha estado latente en este mundo. La riqueza
de sus facultades siempre le hizo proyectarse hacia algo más grande, más ambicioso, hacia algo más
sustentable, a ese algo, que siempre está en ascenso.
2
Descargar