CALOR, GRES Y SAL. Cerámica escultórica y utilitaria se presenta en La Galería. Luego de haber realizado estudios de cerámica en el taller “El Pingüino” y en el Centro Piloto Artesanal de Miraflores, Carlos Runcie viajó al Japón en 1979. Universitario de la Facultad de Filosofía de la Pontificia Universidad Católica y acostumbrado a una vida urbana, su mundo cambió totalmente. En este lejano país habitó en una zona rural donde debió realizar una faena forzada. Así fue aprendiendo los secretos de la técnica de cerámica tradicional Minoyaki en la que se utiliza hornos de leña para cocer las piezas de arcilla. El amasado en espiral, la elaboración de los esmaltes, el uso de las herramientas, en suma, el aprendizaje práctico se enriqueció sustancialmente con una filosofía de vida en comunión con la naturaleza. El año y medio que permaneció aquí fue decisivo en su formación y evolución como ceramista y artista. Más tarde realizaría cursos de especialización en Italia y Brasil así como trabajos en proyectos de la FAO para el mejoramiento de cocinas de cerámica de la región de Huaraz. Radicado en el Perú desde hace tres años, conversamos con él en su taller lleno de piezas recién salidas del horno. Para empezar, la especialidad de Runcie es el gres salado y esmaltado. Este material, que es una pasta cerámica (elaborada por él mismo), se caracteriza porque puede resistir altas temperaturas (1300 grados centígrados). Para cocer las piezas en el horno de gas utiliza una técnica europea que consiste en insertar, durante la cocción, pequeñas cantidades de sal. Estas. Al convertirse en sodio por la acción del calor, se funden con el gres, dando como resultado una textura especial, una superficie de vidrio agrietado y un material irrompible. “En realidad – nos dice –, siento que al hacer cerámica reproduzco un proceso similar al de la formación geológica. La lava que sale del volcán – en donde ha estado en ebullición – se convierte luego en roca y más tarde en polvo; de esa manera cuando las piezas entran al horno se funden y al sacarlas y enfriarse adquieren una textura semejante a una piedra”. Creando piezas utilitarias (platos hondos y tendidos del estilo japonés pero recreadas para el uso peruano) y también escultóricas (que nos recuerdan milenarios fósiles), el artista no cesa de investigar con el fin de sacarle provecho a su materia prima “…el ceramista produce en cantidad y por eso cuenta con un grupo de personas que lo ayudan”, explica. En lo que respecta a lo escultórico, su actual reto es la elaboración de piezas sólidas y compactas, bloques que permitan construir un muro, una estela, una instalación móvil. Así pues, definitivamente vital, original y aludiendo a un espacio prehistórico queda en sus manos esta muestra que vale la pena ver. Conde de la Monclova 255, San Isidro (Cdra. 7 de Av. Conquistadores). Anónimo. Revista SÍ. Lima, 28 de octubre de 1990.