Arquetipos y estereotipos, símbolos maleables de la globalidad. José Manuel Springer En los últimos años hemos sido testigos del incremento de exposiciones artísticas cuyo propósito ha sido promover la imagen de un país. Estas exhibiciones comparten ciertas características en cuanto a su formato, estructura y objetivo: todas llevan el nombre del país al que pretenden representar, o del que se quiere transmitir una imagen. Tal es el caso de las muestras de arte contemporáneo dedicadas a Cuba, China, la India, Brasil, en museos de Paris, Holanda, Reino Unido y otras capitales. Con mayor o menor fortuna estas exposiciones cumplen un cometido inmediato: ofrecer un panorama histórico, estético y temático sobre una cultura, un periodo o una problemática particular. La exposición de la India en la Serpentine Gallery de Londres (2009) se ocupó de los problemas de la integración racial en ese vasto país; la de China en el museo de Groningen, en Holanda, presentó una selección monumental de la potencia económica emergente cuyo arte visual es una pujante demostración del talento y la actitud crítica de sus artistas (por lo menos hacia el exterior); meses después de inauguró la exposición la de Brasil en el museo Boijmans Van Beuningen de Rotterdam, daba cuenta de la urbe, los conflictos de las ciudades y los márgenes culturales de la potencia latinoamericana. Aunque las exposiciones no pretenden profundizar en los aspectos sociales -quizá por eso son el vehículo para ofrecer una percepción general sobre un país- el problema que ostentan es que no cuestionan el concepto mismo de su génesis: como abordar el aspecto de lo nacional en un contexto global. ¿Cómo presentar a un país unificado y articulado en una era en la que la globalidad afecta precisamente la homogeneidad cultural? Presagios mexicanos A principio de 2009 se presentó en París (en el espacio llamado La Maison Rouge), y en el Museo TEA de Tenerife (Islas Canarias), y ahora en el Museo Stedelijk de Schiedam, en Holanda, la muestra Mexico:Expected/Unexpected. Con una curaduría de Carlos Basualdo y Mónica Amor, que parte de la Colección Isabel y Agustín Coppel (CIAC), la muestra es una oportunidad para asomarse a la problemática de la identidad, la imagen de un país, como México, que se encuentra en un periodo crítico de su historia y que tiene que buscar un proyecto de nación para el futuro. En términos generales, la exposición plantea la visión de todo un imaginario relacionado con una nación emblemática nivel internacional. Estemos de acuerdo o no, México tiene una imagen que va de lo folclórico a los precolombino, de lo atávico a lo iconoclasta. El contexto temporal de la exposición es el abordaje conmemorativo de su Independencia y Revolución (200 y 100 años, respectivamente) con el que se quiere vestir el país en 2010. La imagen emblemática de México obedece a su historia reciente, cuando durante el siglo desarrolló un modelo de integración nacional a través de un programa político y artístico, que fue ejemplo para otros países en Latinoamérica. El otro país que también desarrolló un programa identitario similar fue Brasil, aunque con características políticas y artísticas muy distintas. Mexico: Expected/Unexpected tiene una ventaja sobre otras exposiciones dedicadas a representar a una nación: su estructura no está basada en la selección excluyente de artistas mexicanos de nacimiento. La nómina de creadores arroja un número revelador: 16 artistas mexicanos y 24 no mexicanos. El juego de la exposición entre la expectativa y lo inesperado funciona para articular un discurso en torno a lo que es la identidad en la globalización. Por empezar, la muestra hace una revisión crítica del modelo nacional representado por medio del arte moderno. Imágenes fotográficas de Manuel Álvarez Bravo, Flor Garduño o Graciela Iturbide, revelan el arquetipo de lo mexicano, subrayando el elemento rural y campesino, como opuesto a lo urbano, y expresado en la obra de artistas de los años 90 como Francis Alys, el colectivo Tercerunquinto o Melanie Smith. El tema indígena, que fuera utilizado recurrentemente por la Modernidad, entra en conflicto con la nueva situación del campo, crecientemente abandonado por causa de la emigración. Y en consecuencia la migración forzada se convierte en un argumento para tratar la situación desde la óptica de artistas de otros países que son exportadores de mano de obra, como puede ser Sudáfrica y la obra el sudafricano Kendell Geers, de quien se presentan una obra realizada en neón: DaNGER , que liga bastante bien con 99¢ Dreams, de Doug Aitken, ambas remiten a esa situación marginal del inmigrante. Desestabilizar el sentido de lo mexicano, cuestionar qué es y que puede ser la identidad, es una de las estrategias de la curaduría. En lugar de tender líneas verticales de la historia para crear una vinculación entre tradición-modernidad y contemporaneidad, la muestra crea una lectura horizontal, cuasi geográfica, que genera paralelos entre tiempos y lugares distantes. La participación de obras de los brasileños Heilio Oiticica y Lygia Clark, representantes de la corriente Neo-concreta (1961-70), con las pinturas seriales de Gabriel Orozco, la escultura prefrabricada de Damián Ortega, y los agujeros practicados por Ricardo Rendón (cuyas obras comparten una de las salas de la exposición), establece un largamente postergado diálogo entre artistas de Latinoamérica, por medio del cual es posible detectar algunas simetrías entre sus producciones. Los balones de fútbol, las perforaciones circulares, el ritmo de la geometría resultan referentes más concretos de la identidad diaria que la elaboración simbólica de escudos, banderas o referentes culturales. La identidad surge con en el diario acontecer repetido día a día. Si bien la exposición elude establecer algunos de los puntos de contacto entre obras, la crítica a la identidad resulta un aspecto obvio: los estereotipos. La formación de identidades monolíticas, un proceso que caracterizó a los sistemas autocráticos, gobernados por plutocracias, generó un conjunto de modelos culturales rígidos duramente instaurados pero fácilmente abatibles. El patriotismo, el nacionalismo, la revolución (en abstracto) o el fanatismo, son esquemas que permearon muchas culturas bajo la pretensión de defender un modelo único de entender la identidad o de impedir el intervencionismo. La obra de Miguel Calderón, México Vs. Brasil, es una referencia sarcástica de la manera en que el futbol genera expectativas que alimentan los sueños y las fantasías de las masas, guiadas por un sentido de la victoria sobre el oponente, disfrazado de fervor patrio. La obra de Calderón crea una serie de resonancias en las versiones individuales de banderas nacionales que representan las obras del precursor del postnacionalismo Enrique Guzmán o Pablo Vargas Lugo, uno de los artistas más talentosos de la generación de los 90. Ojos que no ven Sobre lo inesperado podría hablarse en términos narrativos más generales. La exposición cuenta con núcleos temáticos en los que obras de autores muy diversos se articulan por casualidad. El núcleo de la muerte integra los videos de Ana Mendieta, que alternan con la obra de Jorge Méndez Blake -una grabación de audio, basada en la épica posrevolucionaria del cuento Diles que no me maten, de Juan Rulfo- que se repite constantemente en la escalinata del museo. La tensión entre la obra de Mendieta y Méndez Blake, expresada en el rito de la muerte, el dolor y la identidad ligada a la tierra, encadena la instalación de la danza de la muerte de Terence Koh (Beijing,1977) y las fotografías de la holandesa Rineke Dijsktra. Más. Con esta reunión de artistas tan disímbolos podría decirse que más allá del lugar de nacimiento, el lugar de la muerte o la circunstancia en que esta se produce, elegidas conscientemente, se convierte en el vínculo identitario más poderoso. Sobre las maneras en que el lugar, el paisaje, la naturaleza y la flora y fauna, que contribuyen a la identificación, la exposición ofrece un asomo a lugares y paraísos, algunos de los cuales resultan muy literales. Una instalación extraordinaria como la de la brasileña Rivane Neunschander alterna con el video de un colibrí detenido realizado por Fernando Ortega. Las fotografías de Lothar Baumgarten de lugares selváticos contrastan con los paisajes Thomas Struth. El mundo externo devuelve un sentido de diversidad a la identidad, con lo que impone el pensar la cultura desde otros ángulos. que no son específicamente los de la cultura. México: Expected/Unexpected ofrece materia para desarrollar y pensar el mundo global desde el arte, desde el azar a lo conceptual, desde lo accidental a lo esencial. La características de la exposición permiten navegar dentro de una serie de posibilidades que abren el espectro de lo que puede considerarse una nación, sus confines físicos y sus fronteras estéticas. La exposición deja varios cabos sueltos que resultan los más atractivos para entender las nuevas identidades. Las tres obras de Jonathan Hernández, basadas en una recolección de fotos publicadas en la prensa sobre los desastres y multitudes, nos acercan al tema apocalíptico característico de nuestro tiempo. El video Moby Dick, de Damián Ortega, que toma como modelo al Volkswagen Beattle, convertido en la mítica ballena blanca, para aludir al desarrollo de la figura héroe nómada de hoy. Y la pieza de Gordon Mata Clark, registros fotográficos y cinematográficos de sus intervenciones en edificios de París, muestra la utopía reducida a los momentos efímeros, que puede resultar más creíble y alcanzable. Si alguna vez hemos dudado de la efectividad de los estereotipos o criticado la imagen negativa que estos definen, la exposición de Expected/Unepexcted confirmará que la cultura de un país es un caldo en el que los ingredientes se mezclan y se confunden con las condiciones materiales de existencia de tantos otros países que viven en la probreza, pero que parten de esas condiciones limitantes para reelaborar el mito desde una perspectiva más banal, menos esclerótica y, sobre todo, mutable. -o-