El mundo Tairona

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Sierra Nevada de Santa Marta. Por todo
lo que sabemos de la arqueología e
historia de los Taironas, ellos eran
entonces la sociedad aborigen más
adelantada, de lo que hoy es el territorio
colombiano.
Veremos, pues, cómo vivían aquellos
indios, cuya fama continúa a través de los
siglos.
En las selvas de la Sierra, hace mucho
mucho tiempo vivía un niño que se
llamaba Tacancique. Su familia formaba
parte de las tribus de indios Taironas.
Estas eran gentes famosas por ser tan
ricos, valientes y sabios.
El mundo Tairona: cuando los
españoles descubrieron la costa caribe
La tierra de los Taironas era la Sierra
Nevada, o sea unos lugares más bellos del
mundo. La Sierra es una enorme montaña
con altos picos cubiertos de nieve.
También hay partes menos frías, que son
los páramos, y más abajo vienen las
tierras calientes hasta llegar a las playas
luminosas del mar.
En la Sierra Nevada había muchísimas
plantas y variedad de animales tales
como: venados, jaguares, aves, plumas,
micos zorros y culebras. En el mar
abundaban pescados y langostas.
Cuando los
españoles
descubriero
n la Costa
Caribe de
Colombia,
en
los
primeros
años
del
siglo XVI, los indios Taironas, cuyo
idioma era el chibcha, habitaban en la
Tacancique conocía mucho la
Sierra.
Tacancique conocía mucho la Sierra,
porque sus padres siempre lo llevaban a
todas partes. A los páramos se dirigía la
familia varias veces al año y entonces les
tocaba subir días y días, por las
pendientes, usando los caminos hechos de
piedra y pasando por pueblos y ciudades.
Al fin al llegar al páramo Tacancipe
estaba cansado, pero siempre se
maravillaba al ver la belleza de las
lagunas, pues cada una tenía un color
diferente. El papá y la mamá de
Tacancique sacaban de sus mochilas de
algodón,
unos
paqueticos
que
misteriosamente botaban a la laguna.
Estos eran las ofrendas que servían de
alimento a los personajes mágicos que
habitaban en el fondo de las aguas.
Desde pequeños los niños aprendían de
memoria cuentos y leyendas. Así
Tacancique nunca olvidaba los tantos
secretos mágicos que había oído de
Naoma, el viejo sacerdote. Cuando los
niños estaban en la playa, siempre se
acordaban de cómo se había creado el
universo:
Antes de que el mundo existiera, sólo
había oscuridad y las tinieblas cubrían las
aguas del mar. Pero en ese tiempo ya
vivía una mujer, como una gran diosa,
llamada Madre del Universo. Al nacer su
primer niño, por fin el mundo se iluminó
y así fue el primer día de esta tierra. El
recién nacido, se llamó Sintana y cuando
creció se volvió un gran héroe de la
humanidad.
La madre del universo era muy
poderosa.
La Madre del Universo era muy poderosa
y dueña de todas las cosas. Esta madre
sabía hilar algodón y un día decidió
clavar el huso en el pico más alto de la
Sierra Nevada. Del huso ella fue tirando
un hilo larguísimo y con él trazó, con un
compás, un círculo en la tierra. Mientras
hacía ese redondel ella dijo "Esta será la
tierra de mis hijos". Por eso Tacancique
sabía que la tierra pertenecía desde
entonces a los Taironas.
Naoma era un sabio muy famoso. El
entendía el lenguaje de las aves y podía
adivinar lo que iba a suceder mirando las
estrellas. Conocía sitios llenos de piedras
finas y los lugares donde crecían hierbas
para curar enfermedades. También él era
un gran artista y hacía las mejores
máscaras. El viejo era un personaje muy
misterioso. Vivía en una colina lejos de la
ciudad y cuando venía sólo se quedaba en
una de las casas sagradas.
Estas casas o templos sagrados, eran
lugares donde nunca podían entrar las
mujeres. Por las noches padres e hijos se
reunían alrededor de Naoma, quien
hablaba con ellos y les daba consejos. A
los jóvenes les enseñaba cantos y bailes.
El papá a veces llevaba a Tacancique a
las reuniones en el templo...
El papá a veces llevaba a Tacancique a las
reuniones en el templo. Esto era muy
importante para los niños. En este lugar
aprendían maravillas y misterios del
mundo. Se decía que tenía poderes
sobrenaturales muy peligrosos. La gente
creía que durante la noche Naoma se
volvía un jaguar y se iba gruñendo en
busca de una presa. Las mamás prohibían
a las niñas salir de noche por miedo de
que se las comiera un jaguar.
La ciudad donde nació Tacancique se
llamaba Pocigüeyca. Esta tenía cientos de
casas, todas de un solo piso, templos o
casas sagradas, calles y plazas. Las casas
eran de distintos tamaños y las más
enormes pertenecían a la gente poderosa:
caciques, sacerdotes y guerreros. Los
Taironas poseían muchos conocimientos
de lo que hoy llamamos ingeniería y
arquitectura. Eran muy expertos en
trabajar la piedra, la cual usaban para
todas sus obras, No tenían instrumentos
de metal para tallar la piedra sino cinceles
y martillos hechos de piedra.
La familia de Tacancique tenía casas en el
campo y en la ciudad. Estas casas eran de
base circular y adentro era sólo un
espacio.
En la puerta colgaban caracoles de mar,
los cuales hacían un suave ruido que era
como música. Los hombres para sentarse
tenían pequeños asientos, que eran hechos
de cañas traídas de la playa y tejidos con
espartos.
Las ciudades y aldeas se comunicaban
por caminos de piedra. Para construir los
caminos, las murallas, los puentes y los
desagües se necesitaban centenares de
hombres pues era mucho trabajo. La
organización y el tiempo que gastaban era
muy grande.
También las familias trabajaban juntas en
la hechura de las casas y de los templos.
Todos ayudaban a que sus ciudades
estuvieran cuidadas y limpias.
La familia de Tacancique tenía casas
en el campo y la ciudad
Todo dormían en hamacas o chinchorros
tejidos de algodón. Ellos guardaban sus
herramientas, adornos y utensilios en
mochilas de varios tamaños y éstas
colgaban de ganchos de madera contra la
pared. En algunas casas el piso de tierra
se cubría con tapetes de algodón los
cuales estaban adornados con figuras de
jaguares y de águilas. El fogón para
cocinar estaba colocado siempre en un
lado de la casa donde dormían las mujeres
y los niños. En la casa siempre había
varias piedras para moler maíz.
Las mujeres usaban en sus casas vasijas
de barro cocido. Estas eran hechas por los
hombres y tenían distintas formas,
tamaños y colores. Las vasijas servían
para guardar alimentos, cocinarlos y
servirlos.Las tinajas para el agua y la
chicha eran enormes. Cuando estaban
vacías, Tacancique y sus amigos las
usaban para esconderse.
La alimentación era muy variada
Las plumas se utilizaban para
adornarse en las fiestas
Las plumas se utilizaban para adornarse
en las fiestas. En esas ocasiones las
mujeres usaban diademas y los hombres
enormes coronas. Existían especialistas
en el arte plumario. Ellos hacían gran
variedad de adornos, flores y abanicos.
En las ceremonias más importantes los
sacerdotes y caciques llevaban vestidos y
capas cubiertas de plumas.
La alimentación era muy variada. Lo que
más comían era maíz preparado en bollos,
arepas y chicha. Preferían la miel y en su
casa tenían varias colmenas con unas
abejas muy especiales que nunca picaban.
Además a todos los niños les gustaban las
frutas de la huerta, especialmente
guanábanas, piñas, guayabas y aguacates.
Como había comercio con otros indios
que vivían cerca de mar, esto les permitía
a los Taironas comer mucho pescado.
Los hombres y las mujeres siempre lucían
joyas. Tacancique con su curiosidad había
visto cómo trabajaban los joyeros, los
cuales eran verdaderos artistas. Ellos
primero tenían que hacer en cera un
modelo perfecto de la joya. Después lo
envolvían en barro y luego lo colocaban
sobre brasas, para que se volviera duro.
Con el calor se derretía la cera, la cual
salía por un huequito. Luego dejaban
enfriar el barro y por el mismo huequito
metían oro derretido.
Tiempo después, solo era necesario
romper el barro cocido y aparecía la joya
en oro.
De este modo fabricaban: coronas,
diademas, narigueras, orejeras, tembetas
para el labio inferior, pulseras, cuentas de
collar y pendientes en forma de águila y
de personajes de leyenda. También hacían
figuritas de oro para aplicarlas como
adorno en los vestidos.
Existían artesanos especializados en hacer
distintos objetos. Había unos que sabían
tallar piedras finas, muy duras, como los
cuarzos y la nefrita. Ellos hacían cuentas
de collar de diversas formas y colores.
Estos eran el principal adorno de las
mujeres. A veces a ellas les gustaba
mezclar las cuentas de piedra con otras de
oro. También tallaban estatuicas en forma
humana y máscaras. Durante las
ceremonias en los templos unos de los
bailarines llevaba en la mano objetos de
piedra muy pulidos. A los hombres les
gustaba trabajar siempre las piedras
duras.
Parte del año, la familia de Tacancique
Parte del año, la familia de Tacancique la
pasaba en casas de campo, donde estaban
sus cultivos. Tenían mucho maíz, yuca,
batata, ají y frutales. Además sembraban
algunas matas de tabaco y de coca.
Las mamás y todas las mujeres trabajaban
duro en la agricultura.
Ellas sembraban y recogían partes de las
cosechas.
Como con el tiempo el terreno se había
erosionado en algunas laderas, era
necesario retener la tierra negra. Para eso
ellos hacían terrazas.
Las terrazas eran hileras largas de piedra,
que formaban una serie de escalones.
En
tierras
calientes
cultivaban
algodonales. Este producto era muy
importante porque con él se hacia la tela
para vestirse. Los niños se encargaban de
limpiar los copos de algodón y las madres
lo hilaban.
Los papás eran las personas encargadas
de tejer en el telar la ropa de toda la
familia. Tacancique sabía que tejer era
una cosa muy sagrada que ellos habían
aprendido de la Madre Universal. La
persona que enseñaba a tejer era el
sacerdote Naoma. Los hombres jóvenes
iban al templo no sólo para aprender a
tejer sino para oír los consejos del
sacerdote. Aprendían las cosas de la vida,
como portarse bien y las leyendas dadas
por la Madre Universal.
Si no se aprendía lo que el sacerdote
decía, era seguro que a uno lo castigaban
en el Mundo de los Muertos. Las niñas y
las mujeres eran las que hacían las
mochilas.
A la Fiesta de Maíz asistían cantidades
de gentes, venidas de todas partes. Esta
fiesta era muy importante y sagrada, pues
los Taironas dependían ante todo de las
cosechas de maíz.
Manicatos era el nombre de los guerreros
más famosos. Los valientes llevaban
puesta una cola del pelo que habían
cortado a sus enemigos muertos. Esta cola
la llevaban colgada a la cintura.
También en sus mochilas guardaban
flautas con huesos humanos.
Tacancique y sus amigos corrían desde
muy temprano a la gran plazuela
empedrada apenas oían los primeros
cantos. Allí estaban los músicos con sus
maracas, flautas y tambores.
Más tarde jóvenes y lindas mujeres,
simplemente vestidos de blanco, bailaban
alrededor de pilas de maíz. Los niños
gozaban cuando los caciques, sacerdotes
y gente importante iban apareciendo uno
por uno con máscaras y vestimentas que
representaban los personajes de las
leyendas.
El
espectáculo
era
impresionante por esas vestimentas de
pieles de jaguar, adornos de plumas, joyas
de oro y hasta gorros cubiertos de
cocuyos.
Manicatos era el
nombre de los guerreros más famosos
Tacancique nunca olvidó aquel día en que
llegaron corriendo unos manicatos.
Decían que habían llegado unos barcos
con gente blanca y cruel. Todos se
asustaron. Eran los españoles! Los
caciques, sacerdotes y guerreros de todas
las ciudades y aldeas se reunieron y
hablaron durante días y noches. Tenían
que defenderse. Todos los hombres y
jóvenes pararon de trabajar. Se pusieron a
hacer flechas envenenadas. Las mujeres y
los niños se dedicaron a conseguir comida
para guardar. Había que alimentar a miles
de guerreros.
frescos, lejos de las famosas ciudades
saqueadas por los conquistadores.
La guerra entre los Taironas y los
españoles duró cien años
En este libro hacemos participar al
pequeño lector en una visión de lo que
fue la Sierra Nevada de Santa Marta...
La guerra entre los Taironas y los
españoles duró casi cien años. Los
guerreros, con sus flechas, fueron muy
valientes. Los españoles ganaron con sus
armas de fuego y sus feroces perros, que
atacaban a los indios. Los Taironas se
dieron por vencidos cuando los españoles
quemaron sus casas y sus cultivos.
Tacancique se volvió hombre durante la
guerra y fue un famoso guerrero. Mataron
a toda su familia pero Tacancique logró
escapar con un grupo de vecinos.
Caminaron y caminaron escondidos por el
monte. Por el camino encontraron a otros
grupos de gente que habían logrado
salvarse. Algunos iban cargados con lo
poco que pudieron sacar de sus casas.
Unos
llevaban
semillas,
otras
herramientas de trabajo, otras joyas y los
sacerdotes iban con sus objetos sagrados.
Estos indios pasaron por valles y cerros
en donde a veces aparecían personajes
fantásticos dueños del viento, de los
cerros, de los árboles y de toda la
naturaleza. Mucho tiempo duraron en
busca de nuevas
tierras
donde
establecerse, hasta que llegaron a climas
En este libro hacemos participar al
pequeño lector en una visión de lo que
fue la Sierra Nevada de Santa Marta,
antes de que el choque de la Conquista
destruyera o desorientara el curso del
desarrollo aborigen.
Al describir pasajes de la vida de un niño,
que
hemos
llamado
Tacancique,
personaje central de nuestros relatos,
recorremos los caminos de piedra,
visitamos las ciudades de los Taironas y
vemos sus fiestas; también observamos
muchos aspectos de su vida diaria y de
sus creencias religiosas. Es un relato que
se basa en hechos históricos memorables,
pues sólo así podemos apreciar la realidad
actual del país.
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