MINISTÈRE DES AFFAIRES ÉTRANGÈRES N°42 – noviembre 2012 El Louvre estrena una nueva galería dedicada al Islam Una gigantesca ala dorada y ondulada flota sobre suelo del patio del museo del Louvre. Es la nueva galería que alberga una colección dedicada al arte del Islam, más de 1.200 años de historia y de talento entre jarrones, cerámica, miniaturas, tejidos y alfombras que abre al público tras diez años de obras. El contraste visual es sobrecogedor. Tras las austeras ventanas del edificio de estilo neoclásico del antiguo Palacio de los reyes de Francia, Monalisa, obra maestra de Leonardo da Vinci, observa la nueva ampliación del museo. Tras el shock de la pirámide de vidrio transparente que se levantó en 1989 en la prolongación del jardín de las Tullerías, el museo del Louvre hace de nuevo una audaz apuesta por mezclar los monumentos históricos con la creatividad moderna de la arquitectura. Los arquitectos que han creado las nuevas galerías del arte del Islam querían que el tejado recordara las finas alas de una libélula. Al visitante le sugerirá la ligereza de este insecto elegante o quizá una alfombra voladora de cuento que transporta hacia la magia de una colección incomparable. Un espacio ampliado Las nuevas galerías dedican al arte del Islam un espacio cuatro veces mayor que hasta ahora, un total de 3.000 metros cuadrados donde se han unido la colección en propiedad del Louvre, de 14.000 piezas, y 3.500 obras prestadas de forma permanente por el Museo de Artes Decorativas que desvelan el arte del Magreb y de India. A sólo unos pasos del Sena y en pleno corazón de París, el visitante podrá recorrer un mundo que se extendía desde España hasta India y atravesar el tiempo desde el siglo VII hasta el siglo XIX. Aunque la homogeneidad estética del arte del Islam permite reconocer sus obras, las colecciones apuntan con gran agudeza la fabulosa diversidad y creatividad a través de temas comunes. Las piezas frágiles como los manuscritos, las miniaturas y los tejidos y alfombras se exponen en el subsuelo para protegerlos de la luz. En el piso de arriba se pueden admirar esculturas, jarrones, artesanía de hierro forjado, joyas y obras de metal dentro de astuciosos cubículos que permiten observar los objetos en todas sus dimensiones y desde diferentes perspectivas, elevando si cabe el deslumbramiento. DIRECTION DE LA COMMUNICATION ET DU PORTE-PAROLAT SOUS-DIRECTION DE LA PRESSE MINISTÈRE DES AFFAIRES ÉTRANGÈRES Tradición y compromiso La ampliación de la colección, que arrancó hace diez años, se sumerge en la tradición del museo, cuyas primeras obras islámicas se añadieron a lo que se convertiría en el museo tras la Revolución Francesa. Algunas de las obras provienen de las colecciones reales, como el Baptisterio de San Luis, la famosa pila de metal con incrustaciones realizada en Siria en el siglo XIV, o la serie de copas de jade otomanas que pertenecieron al rey Luis XIV. Otras obras proceden de la Abadía real de Saint Denis, donde se coronaba a los reyes de Francia, como el impresionante aguamanil de cristal de roca egipcio de principios del siglo XI. Otras donaciones procedentes de colecciones privadas se fueron añadiendo al museo hasta que el Louvre inauguró en 1893 una sección dedicada al arte musulmán. El actual proyecto que ha abierto sus puertas al público este otoño ha necesitado la financiación de más de 98,5 millones de euros del Gobierno francés y de generosos mecenas, como el príncipe Al-Waleed Bin Talal de Arabia Saudí, la compañía petrolera francesa Total, el sultanato de Omán, Marruecos, Kuwait y Azerbaiyán. Obras inéditas La impresionante instalación, tanto por sus dimensiones como por su apuesta, contiene pequeños milagros, como los 3.000 azulejos de cerámica otomana de los siglos XVI y XVII que dormían en el almacén del sótano del museo desde hacía más de 30 años. Una vez descubiertos, las piezas de este puzzle histórico y preciado se han unido para exponerse al público. Aún más inédito es el pórtico de acceso a una casa cairota de más de 300 piedras, que ha sido reconstruido y se expone dentro del museo. Esta obra maestra, uno de los escasos testimonios del esplendor de la dinastía de los mamelucos, viajó desde Egipto hasta París para la Exposición Universal de 1889 -la misma que vio levantarse la Torre Eiffel-, y había permanecido en piezas sueltas desde entonces dentro de unas cajas. Como este pórtico, que ha tenido que esperar hasta 2012 para renacer como el ave Fénix de sus cenizas en la capital francesa, la miríada de obras procede de Andalucía y del Magreb así como del mundo otomano de Irak, Siria y Egipto, hasta el corazón del universo persa de Bukara y Samarcanda hasta Afganistán e India. Todas son el testimonio de la prolífica creatividad y del saber hacer de artistas y artesanos que según la época se adaptaron a pedidos privados o estuvieron al servicio de proyectos excepcionales o bien sirvieron para embellecer y trabajar objetos comunes, como viviendas. Puente entre culturas Las obras elegidas siguen una progresión cronológica y no geográfica, mientras que el nombre de “Islam” se ha querido plasmar como un denominador común no sólo confesional sino más bien cultural de varios países e influencias. Las nuevas galerías apuntan la interacción y la conexión entre diferentes pueblos que beben de una tradición común e invitan al visitante a cruzar el puente entre Oriente y Occidente a favor de un mayor diálogo entre ambas civilizaciones. Esta ha sido la firme apuesta del Louvre, el museo más célebre del mundo que recibió a más de 9 millones de visitantes en 2011. Pascale Bernard DIRECTION DE LA COMMUNICATION ET DU PORTE-PAROLAT SOUS-DIRECTION DE LA PRESSE