Arrecifes de coral Desde hace 2 000 millones de años, en solitario o en compañía de muy diversos organismos (corales, esponjas, foraminíferos, briozoos, bivalvos), las algas marinas han construido enormes edificios rocosos de cientos de kilómetros cuadrados de extensión y centenares de metros de altura: son los arrecifes. Como la precipitación de caliza es un subproducto de la actividad fotosintética y esta requiere energía solar, la construcción del biohermio (de las palabras griegas que significan escollo vivo) sólo es posible sobre fondos someros (profundidad menor de unos 60 metros) y aguas claras. Asimismo, por lo ya dicho, el agua debe ser cálida (más de 20º C e idealmente más de 27º C como media, en los arrecifes actuales), todo lo cual confina la edificación de arrecifes a zonas someras de los mares intertropicales entre 30º N y 30º S En pura lógica, una comunidad tan exigente en su ecología debe acusar profundamente los cambios de ambiente. Las sucesivas agrupaciones recifales (de récif, arrecife en francés) han sufrido cuatro extinciones masivas a lo largo de su evolución, pero siempre se han recuperado, en general formando nuevas comunidades. Los primeros arrecifes eran sólo de algas, un grupo de cianofiltas, o algas verde-azules, que produjeron biohermios en forma de cúpula formados por sedimentos laminados llamados estromatolitos. Los corales sólo aparecen hace 480 millones de años, y aún hoy sólo forman aproximadamente la décima parte de un arrecife medio: el resto es un detrito resultado en parte de la rotura del biohermio por el oleaje: es el biostromo, sostenido por el esqueleto originario de los corales Según su disposición, los arrecifes pueden ser de tres tipos: franjeantes, unidos a la línea de costa, con anchuras de 1 a 2 kilómetros; de barrera, con anchuras de 2 a 15 kilómetros y separados de la costa por una albufera o lagoon; y atolones, de formas circulares sin relación con ninguna tierra emergida Estas formas fueron explicadas en 1842 por Charles Darwin, quien mucho antes de que la subsidencia fuese un fenómeno geológico ampliamente aceptado, propuso que una isla volcánica subsidente era el modelo ideal para explicar cómo, compensando con su crecimiento el hundimiento del fondo, un arrecife franjeante se convertía en otro de barrera y éste a su vez en un atolón cuando la isla estuviese totalmente sumergida. Lo que desde luego no se conocía a mediados del siglo XIX era la causa de la subsidencia de una isla volcánica oceánica: hoy sabemos que se debe al paso de la litosfera sobre puntos calientes, que crean las islas que luego usarán los arrecifes como soporte Este mismo vagabundear de las placas litosféricas explica que la distribución de los corales antiguos sea mucho más dispersa en latitud que la de los actuales, de hecho, éste fue uno de los muchos argumentos paleoclimáticos usados por Wegener para apoyar su idea de la deriva continental El descubrimiento de otras propiedades mucho más prácticas de los arrecifes (la más importante de todas, el constituir por su carácter poroso, una excelente roca almacén para yacimientos de petróleo) ha debido esperar a la revolución sedimentológica de la segunda mitad del siglo XX. Regresar