Aproximación a la noción de mujer objeto sexual. Entre Baudrillard y la teoría feminista. Por: Johanna Andrea Bernal. 2012

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APROXIMACIÓN A LA NOCIÓN DE MUJER-OBJETO SEXUAL. ENTRE
BAUDRILLARD Y LA TEORÍA FEMINISTA1
(Versión preliminar)
Las teóricas feministas del siglo XX señalan que las sociedades modernas heredan la
cultura patriarcal de las sociedades primitivas. En sus análisis afirman que desde
tiempos antiguos los hombres se otorgan el derecho sobre el destino de las mujeres, lo
que permite relaciones de dominio y sumisión que en las sociedades modernas se ven
funcionar tanto en el espacio de lo público como en el espacio de lo privado. Para
fundamentar sus afirmaciones, se devuelven a los estudios de Levi Strauss y las teorías
clásicas del contrato social con el propósito de mostrar que allí se encuentra la génesis
de las relaciones de dominio y opresión al reconocer el hombre como el sujeto de los
contratos, mientras que, la mujer se convierte en el objeto de intercambio en los
mismos.
Según la teoría feminista, en el paso de las sociedades primitivas a las sociedades
modernas lo que se produce es una extensión del patriarcalismo. Las sociedades
modernas caracterizadas por sus ideales de libertad, igualdad, respeto, deja entre ver en
sus discursos ciertas contradicciones que legitiman el poder que los hombres ejercen
sobre las mujeres. Se promueve libertad e igualdad para todos los sujetos y
paradójicamente los únicos que se consideran sujetos son los hombres. La mujer ha sido
excluida de la categoría de sujeto y, por ende, deja de ser vista como un igual bajo
argumentos de la biología, la historia, la filosofía, el psicoanálisis que la presentan en un
estado inferior y dependiente del hombre. La mujer es relegada a ocupar el lugar de lo
otro, lo pasivo, el objeto sobre el cual actúa las fuerzas del sujeto. Una forma de
materializar esa relación de dominio y opresión se encuentra, entre otras cosas, en la
noción de <mujer-objeto sexual>, noción que implica aceptar que la mujer puede ser
objetivada para satisfacer los deseos del hombre.
De ahí, las luchas feministas por reivindicar a las mujeres como sujetos: sujetos de
deseo, sujetos de poder. Reivindicaciones que tiene que ver, por un lado, con el
desenmascaramiento de las relaciones de dominio y opresión que operan en el espacio
de lo privado, en la sexualidad, las cuales se desplazan al espacio de lo público y, por
otro lado, con resolver algunas preguntas como: ¿qué significa ser mujer?, ¿qué puede
afirmarse por lo femenino?, ¿existe una identidad femenina dada o construida? Al
parecer, en la discusión actual de la teoría feminista los cuestionamientos se han
desplazado de <la mujer> hacia la relación entre los términos sexo, género y cuerpo.
Desde otra óptica, el filósofo y sociólogo francés Jean Baudrillard aborda la cuestión de
la relación entre lo femenino y lo masculino y el lugar de la mujer-objeto sexual
tratando de escapar a la vía anatómica, biológica y de producción2 en la que, según este
autor, se encierra la teoría feminista. Su propuesta es abordar <lo femenino> y <lo
masculino> acudiendo a un análisis semiótico que le permita mostrar que estos
conceptos designan algo más que un sexo o un género.
Con su teoría de la seducción y del intercambio simbólico, Baudrillard muestra que las
sociedades modernas son sociedades que se rigen por el orden de la producción, de lo
1 Documento de trabajo elaborado por Johanna Andrea Bernal Mancilla. Estudiante de la Maestría en filosofía de la Universidad del Rosario. Investigadora en el Grupo: Estudios en Educación, Pedagogía y Nuevas Tecnologías. Junio de 2012. 2 Baudrillard señala que el feminismo no escapa a la vía anatómica, biológica2 y de producción en la que se encierra el feminismo existencialista, el feminismo de orientación lacaniano, el feminismo marxista, el feminismo cultural, el feminismo radical o el feminismo de la diferencia. masculino, en tanto que, se preocupan por la satisfacción del deseo, el poder, el sujeto,
mientras que, las sociedades primitivas o las sociedades de consumo son sociedades de
la seducción, de lo femenino. Estas sociedades de la seducción experimentan un orden
alterno al de la producción, aquí se sigue el juego del objeto, que a su vez, es el juego
del secreto, la regla, el ritual, el artificio, el desafío donde constantemente se desafía al
sujeto y se anula la producción y el deseo.
Para Baudrillard, son las sociedades de lo femenino las que logran cuestionar la
hipótesis de una sexualidad reprimida y de una mujer-objeto sexual dominada y
alienada a lo largo de la historia, en tanto que, estos conceptos se abstraen de ese lugar
reprimido y excluido donde han sido ubicados por las sociedades modernas.
La hipótesis a desarrollar en este artículo, siguiendo el trabajo de Baudrillard, es la
siguiente: en la noción mujer-objeto sexual se puede encontrar un carácter simbólico en
las sociedades primitivas, un carácter estético en las sociedades burguesas y un carácter
estratégico en las sociedades contemporáneas, dado que esta noción sufre
transformaciones que rebasan la idea de encarnar las relaciones de dominio y opresión.
El propósito del presente texto es señalar el diferendo que existe entre la teoría
feminista y la teoría de la seducción al abordar la dialéctica de lo masculino y lo
femenino y la noción de mujer-objeto sexual, dado que los análisis feministas toman un
enfoque anatómico, reivindicativo e ideológico de la sexualidad que responde a la
forma/producción, reproduciendo el pensamiento marxista y psicoanalítico en sus
reivindicaciones; mientras que, Jean Baudrillard opta por un análisis semiótico que
permite señalar que tanto en las sociedades primitivas como en las sociedades
contemporáneas se construyen economías alternas a la ley de equivalencia valor de
uso/valor de cambio, lo que evidencia que dicha noción de mujer-objeto sexual puede
ser elogiada en sociedades que se abstraen a la lógica de la producción y del poder.
I
La génesis de la mujer-objeto mercancía
Algunas teóricas feministas interesadas por explorar la génesis de la subordinación y
opresión de las mujeres, se remontan al contrato originario para señalar que desde allí la
mujer es tomada como un objeto entre otros. Esto se evidenciaría, por ejemplo, en los
estudios de Levi Strauss donde las mujeres son llevadas a ocupar el lugar de objeto de
intercambio durante los pactos entre tribus. Explican que en el paso del contrato
originario al contrato social la mujer se presenta como un ser carente de capacidades y
atributos que le impiden alcanzar el estatuto de individuo libre, el estatuto de ciudadana,
percepciones que poco favorecen las ideas de igualdad y libertad universal entre
hombres y mujeres promocionadas en la ilustración. La sugerencia de estos estudios
feministas es que a pesar del advenimiento del contrato social y su consigna de “libertad
universal”, los únicos seres libres e iguales en dicho contrato son los varones, mientras
que, a las mujeres se les relega al espacio de lo privado, cohibiéndola de su
participación en los asuntos públicos.
Teniendo en cuenta la contradicción de la ilustración al promulgar una libertad
universal, a la vez, que dicha libertad solo puede ser ejercida por los hombres,
feministas como Carole Pateman y Amelia Valcarcel se ponen en la tarea de elaborar
nuevas reinterpretaciones del contrato social argumentado que en las interpretaciones
clásicas se omite las relaciones de subordinación y opresión que los varones ejercen
sobre las mujeres. Relaciones que se mantienen ocultas debido a que los análisis se
centran en el campo de lo público y dejan de explorar el campo de lo privado.
El pacto patriarcal
El trabajo de Pateman lanza fuertes críticas a la filosofía social por no tener en cuenta
que en la historia del contrato social se reprime la historia del contrato sexual, el cual,
mantiene la continuidad de un patriarcalismo moderno. Su argumento es que los
teóricos clásicos del contrato social se centran en mostrar cómo se crea un nuevo orden
social basado en el derecho político para el campo de lo público mientras que dejan a un
lado el contrato sexual referido al derecho patriarcal y conyugal que opera en el campo
de lo privado.
Según Pateman, en las interpretaciones del contrato social se comparte la mirada de una
mujer excluida de las negociaciones. Una primera interpretación del contrato social dice
que los habitantes en estado de naturaleza cambian la inseguridad de la libertad natural
por la seguridad de una libertad civil, una libertad “universal” que sería equivalente a
una libertad protegida por el Estado mediante el contrato social. En esta versión los
únicos que negocian su libertad natural por una libertad civil son los hombres, ya que,
para algunos la diferencia sexual que otorga la naturaleza muestra que las mujeres son
seres débiles, carentes de atributos, por ende, incapaces de participar en dicho contrato.
La otra interpretación del contrato originario relata la historia de los hijos que matan al
padre para ganar su libertad, sustituyendo la Ley del padre por un gobierno civil
fraternal, un gobierno entre hermanos. En esta versión, la mujer tampoco es sujeto en el
contrato, más bien, son los objetos del contrato, en tanto que el nuevo orden fraternal va
a designar las condiciones y el orden por el cual los hombres acceden a las mujeres.
En las dos versiones del paso del contrato originario al contrato civil se encuentra la
idea de que la mujer nunca ha sido libre, ni tiene la posibilidad de alcanzar esa libertad
universal que ofrece el contrato social debido, por un lado, a que ellas carecen de
atributos y capacidades que la naturaleza les niega, lo que les impide convertirse en un
individuo libre y, por el otro lado, a que son los objetos de posesión e intercambio con
los cuales los hombres sellan sus relaciones. Pateman afirma que desde el estado de
naturaleza la mujer se encuentra sujeta al poder de los varones y continua en esa misma
situación durante el contrato social, situación que es invisibilizada al omitirse la historia
del contrato sexual en la historia del contrato social. De ahí, la tarea de reconstruir esa
parte de la historia faltante para mostrar como el derecho patriarcal (el derecho de los
hombres sobre las mujeres) tiene continuidad desde el estado de naturaleza hasta la
sociedad civil.
La tesis de Pateman es que el contrato social no supera el patriarcado sino que lo
extiende a través del contrato sexual. El hecho de que los hombres derroten la Ley del
padre no rompe con el patriarcado, lo que hace este golpe es abrir la posibilidad de que
ahora todos los hombres se conviertan en padres, ganando el derecho sobre la manera y
el orden de acceder a las mujeres. Lo que intenta mostrar la feminista británica es que la
idea de que en el contrato social se supera el patriarcalismo es falsa, en tanto que, lo
único que se mantiene es una versión restringida de lo que significa el Patriarcado. El
Patriarcado no solo se limita al Derecho Paternal, también recoge el Derecho conyugal,
el derecho que tienen los hombres sobre las mujeres, por ello, en el contrato social lo
que se da, según Pateman, es el paso de un patriarcado paternal hacia un patriarcado
fraternal moderno donde los hombres derrotan la ley del padre, a la vez que, todos como
hermanos ganan el lugar de padres.
Lo que omiten las historias tradicionales del contrato social es que en el patriarcalismo,
el hombre antes de ejercer un poder paternal primero debe ejercer un poder conyugal,
“el poder de un hombre en tanto padre deviene luego de que haya ejercido el derecho
patriarcal como hombre (esposo) sobre una mujer (esposa)” (Pateman, 1995, 12).
Construir la historia del contrato sexual (omitido en el contrato social) implica mostrar
que coexisten dos derechos en el Derecho Político, el derecho conyugal que deviene en
derecho paternal. El contrato sexual muestra que lo que se pone en juego en el contrato
social es el cuerpo de la mujer y su acceso.
La historia del contrato sexual debe mostrar la necesidad de incluir a las mujeres en la
sociedad civil como sexo y no como género, es decir, reconociendo que existe una
diferencia sexual, la cual, no puede ser soslayada a favor de la categoría del individuo
masculino, puesto que, eso significaría seguir alimentando la cultura patriarcalista. El
llamado de la feminista es el de abrir caminos que expresen la diferencia sexual, lo cual,
remite a una construcción política de lo que significa ser mujer en la sociedad, crear
condiciones sociales necesarias para el desarrollo de una feminidad autónoma donde las
mujeres se expresen como mujeres y, no en relación con los hombres. (Pateman, 1995,
315). El contrato social debe incorporar tanto la figura masculina como la femenina.
El contrato sexual de Pateman se propone mostrar que i) no se derrota el orden
patriarcal de las sociedades originarias como usualmente se cree con el contrato social,
más bien, lo que hay es una transformación hacia un patriarcado fraternal moderno; ii)
la sociedad debe trazar la historia no solo del contrato social en la esfera de lo público,
sino que también debe incluir la historia del contrato sexual que se da en la esfera de lo
privado, esfera que es vista políticamente como no relevante; iii) los contratos que
derivan del contrato social como es el caso del contrato matrimonial y el contrato
laboral sufren “incoherencias” 3 porque si una de las partes no se considera como
individuo libre, ejemplo, el caso de la mujer que nunca ha sido considerada como sujeto
libre4 ni en el estado de naturaleza, ni en el contrato social, entonces, ¿cómo puede
firmar un contrato donde ella ocupa el lugar del objeto? En la situación del contrato
matrimonial, las mujeres son y no son reconocidas en la sociedad civil porque se
incorporan como propiedad de un varón y no como individuos (Pateman, 1995, 250).
“Se intercambian las mujeres como se intercambian palabras y, como las palabras, las
mujeres son signos” (Pateman, 1995, 85).
Frente a los argumentos que presenta Carole Pateman se puede realizar algunas
observaciones. En primer lugar, si retomamos las dos interpretaciones sobre el contrato
social, se puede decir que en ese estado de naturaleza los hombres cambian su insegura
“libertad natural” o la sujeción del padre por una “libertad civil” que asegura el Estado.
3 Frente a este último aspecto Pateman dice que estos contratos no son más que un reflejo de ese contrato original, donde los individuos se someten voluntariamente a x a cambio de y. En otras palabras, siguiendo el análisis de Rousseau quien se señala que en el contrato social se sustituye la libertad dada por la naturaleza por una libertad civil que deviene en obediencia a cambio de protección, lo que viene a llamar dominación civil o subordinación civil (Pateman, 1995, 17), lo que muestran contratos modernos como el matrimonio y el empleo es que estos son un ejemplo de la no realización de libertad del individuo. Lo que estos contratos muestran es la legitimación de relaciones de subordinación, dado que se le permite al marido ejerce el poder sobre la esposa.3, al igual que, al empleador ejerce su poder sobre el empleado a cambio de protección y trabajo. Si bien, se hacen esfuerzos por presentar el contrato social y sus derivados como ejemplo de realización de la libertad del individuo, la libertad que hay en ellos no es más que una hipótesis, una ficción política, dado que, el Derecho Político guarda la forma de relaciones de dominación y subordinación (Pateman, 1995, 18). 4 4 Pero esta diferencia de naturaleza entre hombres y mujeres y de que la mujer carece de unos atributos del individuo es una idea de los teóricos de la teoría clásica, no una idea propia de las sociedades primitivas. Aquí, las feministas yerran en decir que desde las sociedades primitivas existe un sometimiento de la mujer hacia el hombre. Son los teóricos del Siglo XVII y XVIII quienes aseguran que la mujer no razona de la misma manera que el hombre. Siguiendo el argumento que Pateman retoma de Rousseau acerca de la ficción política
de la libertad en el contrato social, pues, en el contrato social los hombres no
alcanzarían mayor libertad sino que deciden sujetarse a una Ley civil que les brinda
ciertas garantías, cabe preguntar: ¿es coherente reclamar “libertad” para las mujeres
cuando ni siquiera los mismos hombres la alcanzan? En otras palabras, bajo esa
interpretación del contrato social todos nos encontramos sometidos a alguien o algo, las
mujeres a los hombres, los hombres inicialmente al padre y después al contrato social
donde obedecen a la Ley, entonces, si participar en el contrato social no es un signo de
realización de la libertad sino un cambio de sujeción, ¿qué propósito tiene reclamar que
la mujer se reconozca como sujeto en el contrato social?
Una segunda objeción, la cual se amplía más adelante, es que circunscribir el análisis de
la sujeción de la mujer a la conformación del contrato social implica que las relaciones
entre los hombres y las mujeres se reducen a relaciones de poder. En el contrato social
cualquier tipo de relación social se interpreta bajo el marco del dominio o la
negociación (bien sea relaciones entre hombre y mujer, mujer y mujer, hombre y
hombre), lo que conduce a estimar que la única forma que tienen las relaciones sociales
es la forma/poder. De ahí que las preguntas para disolver esa relación pasan distinguir
cuáles son los medios, técnicas, tácticas y/o condiciones que permiten equilibrar la
balanza de poder entre hombres y mujeres
Otras teóricas feministas críticas del patriarcalismo y el contrato social son Celia
Amorós y Amelia Valcárcel quienes señalan que el concepto de ciudadanía se construyó
dejando al margen las características adscriptivas de los individuos, es decir, se habla de
una ciudadanía universal aunque las mujeres no son tomadas como iguales por los
hombres a causa de la diferencia sexual. Lo que ponen en cuestión es el parámetro que
utilizan las sociedades modernas para justificar la desigualdad entre géneros al basarse
en una diferencia biológica y ontológica, diferencia que resulta cuestionable cuando se
desnaturaliza el sexo. El argumento que defienden es que lo femenino es producto de la
educación, es una construcción social como ya lo había señalado Beauvoir, por lo cual,
entre hombres y mujeres existe una diferencia artificial que aún puede ser intervenida,
no una diferencia natural(Amorós, 2000, 27-28).
***
Continuará
Este documento de trabajo está próximo a publicarse.
Bibliografía
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