MUSEO “CASA COPETTI” Museo Permanente de la Friulanidad, pertenece al Centro Friulano de Colonia Caroya y muestra la forma de vida de los inmigrantes italianos provenientes de la Región del Friuli Venezia Giulia. Museo “Casa Copetti”, sus primeros dueños fueron Juan Bautista Copetti y su esposa Mariana Migotti; quienes llegaron desde Gemona, Región del Friuli, Italia, con la segunda inmigración (1880) según datos obtenidos en los escritos de Juan Bautista Copetti. A medida que transcurrían los años, la casa se fue modificando y/o ampliando y pasando a manos de sus herederos; hasta que en el año 1989 fue vendida por su propietaria, Grimilda Copetti –nieta de don Juan Bautista-, al Centro Friulano de Caroya Caroya con el objetivo de preservarla por su valor histórico como patrimonio de la localidad. HISTORIA En 1876 se dictó en nuestro país la Ley de Inmigración, más conocida como “Ley Avellaneda”. Esta ley ofrecía, a todas aquellas familias italianas que quisieran venir a poblar América, la entrega de tierras y elementos de labranza; constituyéndose en una oferta más que tentadora para las familias italianas que deseaban vivir con condiciones más favorables. Debido a la proximidad de la Primera Guerra Mundial algunos países de Europa se encontraban muy empobrecidos y la mayoría tenían entre sí problemas limítrofes, como es el caso del Reino de Italia con Austria. A Sudamérica (sur de Brasil y Argentina) viajaron las familias de Italia con menores posibilidades económicas, en busca de una nueva vida, lejos de la pobreza y de la guerra; y desde la Región del Friuli, que limita con Austria y Eslovenia, llegaron a Colonia Caroya dos grupos de inmigrantes, el primero en 1878 y el segundo en 1880. A su llegada los inmigrantes se encontraron con “la tierra prometida”; tan diferente de lo que vemos hoy, que es casi imposible imaginarla… todo era monte ni siquiera había agua, pero después de muchos años de trabajo, sacrificio y esfuerzo, ellos transformaron a Colonia Caroya en tierra fértil, un oasis en el piedemonte de las Sierras Chicas. El Gobierno Argentino entregó las tierras y herramientas de labranza a los colonos, pero también les fijó un plazo para cumplir con el pago. Era toda gente pobre, por lo cual los hombres debieron salir a trabajar para obtener el dinero; muchos fueron a los ferrocarriles, otros a los aserraderos, hasta Río Cuarto llegaron en busca de trabajo; mientras tanto las mujeres se hacían cargo de la casa y junto a sus hijos trabajaban su tierra: la preparaban, sembraban, cosechaban, vendían y ahorraban para pagar y obtener el título de propiedad de la tierra. ARQUITECTURA Juan Bautista Copetti llegó a Colonia Caroya, según sus propios escritos, con el segundo grupo de inmigrantes en el año 1880. Él y su familia se establecieron en este lugar –designado por el gobierno– y construyeron su vivienda en 1894; ese período de casi quince años no es mucho si pensamos que ellos debían primero trabajar para pagar sus tierras y luego para ir forjándose un futuro con más esperanzas. La construcción es una típica vivienda friulana de la época (fines del siglo XIX) que se compone, al igual que todas las viviendas rurales, de un conjunto de elementos ubicados alrededor del patio: casa, aljibe, acequia, poza, granero, corrales para cerdos y gallinas, etc. A ese conjunto de elementos se le suma la chacra, que es el lugar donde se trabaja la tierra para el cultivo de cereales, legumbres, hortalizas y frutas destinadas a la venta y/o consumo; todo ello formaba la unidad de producción, antiguamente de 6 has., de la cual la familia obtenía su sustento económico. Para la edificación se utilizaron ladrillos cocidos y tejas, todo fabricado por los inmigrantes con materiales de la zona. La casa es bastante extensa y de habitaciones amplias que generalmente no se comunican entre sí, sino que se abren a una galería en forma de L que sirve de ingreso y es el espacio propicio para la reunión de la familia, por su transición entre el interior y el exterior. La galería está compuesta por pilares que sostienen las vigas y tirantes de madera. Debido a que la construcción es funcional la distancia entre uno y otro pilar no siempre es igual, dependía del largo de la viga que se conseguía; para el techo se utilizaron tejuelas (no son las originales) y para la cubierta exterior del techo tejas que los mismos colonos fabricaban con moldes de hierro y madera. Para la restauración, el techo se desarmó completamente –parte por parte– y luego se volvió a colocar. Los tirantes de madera de algarrobo, quebracho o piquillín que, en su mayoría son los originales, se limpiaron y fueron tratados con un producto antipolilla; las tejuelas de la bóveda se cambiaron por otras nuevas porque estaban muy deterioradas y no se sabía cómo iban a responder al cambio y al peso; mientras que las tejas son las originales que se lavaron y volvieron a colocar, armando el techo tal cual se encontraba el original. Una de las cosas que más llaman la atención en la “Casa Copetti” son las hermosas pinturas que adornan sus paredes exteriores e interiores. Aunque cueste creerlo era muy común ver este tipo de pinturas en las viviendas friulanas de fines del siglo XIX; tengamos en cuenta que la Región del Friuli era muy pobre, razón por la cual sus habitantes se iban a trabajar a otros lugares y posiblemente hayan tenido contacto con el gótico veneciano y con el bizantino… además influencia artística que los friulanos tuvieron a través de los siglos y eso ellos lo plasmaron en sus casas de Colonia Caroya. Durante el proceso de restauración de la vivienda se realizó un raspado en las paredes y se encontraron varias capas de pintura hasta llegar a la original; se protegió con un vidrio una pequeña parte donde se puede observar el motivo original tal como se lo encontró y a partir de éste se reprodujeron las guardas. Para la elaboración de las pinturas los colonos utilizaban colorantes naturales, extraídos de vegetales o animales; por ejemplo para obtener la pintura rosada se mezclaba cal con sangre de animales y con la leche del higo que humectaba la pintura e impedía que se resquebrajara. Las casas friulanas en Colonia Caroya tenían una estructura bastante dinámica. Al principio solían tener tres ambientes porque primero construían lo básico para comer, vivir y trabajar; es decir el sótano –fundamental para el trabajo– y dos ambientes más que se acomodaban según sus necesidades; con el paso del tiempo iban construyendo otros ambientes… como hacían cada vez que se casaba un hijo. Esto se puede observar claramente en la diferencia de los materiales constructivos empleados en los cuartos más antiguos o principales y en las nuevas habitaciones. Al ingresar a la cocina se puede apreciar que el techo es a dos aguas, pero lo más importante es observar la decoración con estrellas que realizaban con un molde en cada tejuela; esto es algo que se utilizaba en la arquitectura religiosa de la Región del Friuli, en cuyas capillas hoy se pueden ver las bóvedas con esta misma decoración, es algo típicamente friulano. Seguramente don Copetti tomó de allí esos motivos, para sentirse un poco más cerca de su patria y en su caso en particular puede que haya influido su formación religiosa; estudiaba para sacerdote y al conocer a Mariana Migotti dejó los hábitos, se casó y emigró a nuestro país. En el momento de la restauración se realizó un raspado en la bóveda que estaba cubierta de hollín, se descubrió la decoración que se había conservado muy bien gracias a ese hollín, se limpiaron las estrellas y se las volvió a pintar. Los ladrillos del piso no son los originales, excepto los que se pueden observar bajo la ventana que se mantuvieron para mostrar cómo era la construcción; los que se encontraban en la casa se sacaron porque se encontraban en mal estado y se trató de conseguir ladrillos antiguos –eran más grandes que los actuales– pero bien conservados. La cocina a leña es la original con todas sus hornallas a discos y horno intacto, sólo se reconstruyó la parte inferior de cemento porque se había destruido debido al paso del tiempo (más de 100 años) y al abandono de los últimos años. La mayoría de los objetos de uso cotidiano y/o de trabajo eran realizados artesanalmente. La cocina se comunicaba con el comedor, que constituye el lugar de reunión por excelencia para la familia. Se mantiene la misma decoración y en la pared se puede ver una pequeña parte de la pintura original del interior, protegida por un vidrio, a partir de la cual se recreó la decoración de los muros de la casa. Todas las puertas de la casa son las originales, realizadas con sólidas maderas de algarrobo que se muestran talladas al exterior y parecen de machimbre. En cambio todas las ventanas son réplicas que se realizaron a partir de una ventana original que se encontró tapada con tierra en el sótano. Una de las habitaciones con más historia es el sótano y posiblemente uno de los ejes alrededor del cual se pensó la casa como unidad habitacional. El sótano, construido en tres niveles, cumplía con funciones de vital importancia para la familia friulana. El primer nivel se llama solar y es el lugar donde los inmigrantes colgaban las reses, faenaban los animales y hacían los embutidos; además almacenaban granos, guardaban las herramientas, etc. Se observa que el material empleado en la construcción es más rústico denotando su antigüedad y destacándose las diferencias en las partes de la ventana y puerta que fueron reconstruidas. El folador es el segundo nivel y allí se elaboraba y embotellaba el vino. La altura de la construcción y la ubicación de las ventanas, permite que el lugar sea fresco y apto para las funciones que en él se llevaban a cabo. Durante muchos años este espacio estuvo cubierto con tierra y se utilizó como galpón, razón por la cual la parte inferior de los muros muestra un alto nivel de humedad; durante la restauración se quitó esa tierra y se volvió todo a su estado original, extrayendo la escalera que se había adicionado en la ventana del norte y que conducía al cantine y cerrando las aberturas que en algunos casos se habían ampliado formando puertas o portones. Y el tercer nivel, que es el más fresco, recibe el nombre de cantine y es el espacio donde se guardaba el vino y las conservas. Este sótano tiene dos ventilaciones pequeñas, ubicadas al nivel del piso en el lado SE y NO, lo que permite la circulación constante del aire; la doble pared del lado SE fue adicionada durante la restauración, debido a los problemas de humedad. Actualmente se ha tratado de recrear ese espacio y en él se pueden ver vinos que fueron adquiridos en la subasta de la “Bodega Nicolodi”, cerrada hace más de 25 años, y llama la atención la forma y tamaño de las botellas. Además se ofrecen distintos souvenirs a los visitantes, todos de elaboración artesanal. Las habitaciones de la casa se encuentran en la galería del lado E. La más antigua es la ubicada junto al sótano y llama la atención la forma del tirante, que es original; en ella se reconstruyó un dormitorio de la época. Las ventanas que daban al S y al E, generalmente, eran más grandes y permitían el ingreso de la brisa fresca en verano y del sol en invierno. Las dos habitaciones siguientes están comunicadas entre sí y en ellas se puede ver una muestra fotográfica donada al Museo por la Región del Friuli Venezia Giulia que lleva el nombre de un libro de Hemingway y representa a los friulanos que se quedaron en su región y a los que se fueron a distintos lugares del mundo; lo importante no es dónde están radicados sino el estilo de vida y las costumbres que ellos conservan aunque se alejen de su patria. La última habitación se ha denominado sala del agua y en ella se homenajea a los inmigrantes que construyeron la primera captación de agua para riego de Colonia Caroya, denominada “Canal Huergo”; mostrando a través de mapas, gráficos y fotografías cómo se configuró la localidad y cómo se desarrollo el sistema de agua que aún hoy abastece a la ciudad. Los asentamientos rurales en nuestra localidad se configuraron en torno a lotes que en un principio medían 1000 m² y luego fueron subdivididos en superficies de 500 m², extensión que aún hoy se conserva. La necesidad de agua fue lo que determinó la orientación de la trama de Colonia Caroya, configurada por repetición de lotes, en el sentido NO–SE, diferente de la orientación N–S de las localidades vecinas; cada lote está limitado por las calles y los canales de riego. Conseguir agua fue una necesidad imperiosa para el desarrollo de la zona; los inmigrantes iban a trabajar la tierra y para sus cultivos necesitaban agua abundante y constante, además para evitar grandes epidemias como la del cólera que azotó a Colonia Caroya en el año 1886. Por esa razón decidieron construir canales de captación de agua para el riego. El “Huergo” es un canal de captación de agua proyectado y construido por los mismos colonos, cuyas obras comenzaron durante la intendencia de Andrés Fogliarini (1902-1905) y concluyeron en el año 1930. Sus galerías subterráneas, de recia mampostería, miden 1 metro de ancho por 2 metros de altura y se extienden a lo largo de 700 metros lineales. El primer canal de Colonia Caroya se denomina así en homenaje al ingeniero Luis Huergo, autor de varias obras importantes en Argentina, quien había presentado un proyecto para dotar a la ciudad de Córdoba de un puerto que la conectara a través de canales artificiales con la red fluvial del país. Nuestros colonos, frente al tamaño de la zanja que estaban abriendo y la magnitud que iba tomando la obra, en tren de broma fueron diciéndose que estaban trabajando en “el Canal de Huergo”, quedando la obra definitivamente así bautizada. Esta obra se hizo realidad gracias a la contribución colectiva de los habitantes de Colonia Caroya, tanto en lo que hace a mano de obra como en lo referente a los materiales de construcción. Por su importancia se compara a los famosos acueductos romanos y constituye una muestra de la tenacidad y laboriosidad que caracterizan a los inmigrantes friulanos. Al iniciarse las obras se fue abriendo una gran zanja, varios metros por debajo de las vertientes la cual llegaba, en algunos lugares, a 12 metros de profundidad por 12 metros de ancho. Todo fue realizado a pala, pico y carretilla. A medida que se profundizaba, cada dos metros, se dejaba una plataforma para ir pasando tierra de una a la otra y –de esa manera– sacarla a la superficie. Cada metro lineal del canal representaba más de 100 metros cúbicos de tierra que los colonos debían mover una, dos, tres o cuatro veces, hasta su ubicación definitiva. Allí, al llegar al curso de la vertiente subterránea, se construyó un túnel o bóveda de material de 2 metros de alto por 1 metro de ancho, lo cual permite el paso de una persona en toda su extensión. En algunas partes es de mampostería y en otras está cavado directamente en la tierra y, a medida que la obra avanzaba, se procedía a tapar la excavación. El ritmo de trabajo era aproximadamente de 90 a 100 metros por año, llegando a tener una extensión total de 700 metros lineales. Al finalizar las obras del “Canal Huergo” en 1930, los colonos consideraron que no era suficiente, debido al crecimiento que había tenido la localidad; por ello decidieron construir el “Canal San Carlos” que tiene 2500 metros subterráneos abovedados y que abastecería de agua a la zona SE de la ciudad, empleando las mismas técnicas constructivas que en el anterior. En al año 2002 se cumplió el primer centenario del inicio de las obras del canal “Huergo” (1902 – 2002). En el patio de la casa lo más importante era el aljibe, proveedor de agua para el uso cotidiano y la higiene; éste era abastecido a través del agua de lluvia, apta para el consumo. Además en el patio se encontraban los frutales, en aquella época se comía la fruta de estación que había en la casa, y la que no era consumida en el momento se empleaba en la fabricación de dulces y conservas. Detrás de la casa se encontraba el baño, posiblemente cerca de donde se construyeron estos nuevos; se lo ubicaba alejado de la vivienda porque se consideraba antihigiénico. También podemos ver los corrales de los cerdos y de las gallinas; la poza que se mantenía con agua para los animales y que era abastecida constantemente a través de un canal. Un poco más allá los restos del antiguo granero, lugar donde se almacenaban los granos de alimento para los animales; en la parte posterior se encuentra grabado el año 1894, considerado como año de construcción de la vivienda; se lo encontró tirado y roto en esas cercanías y Grimilda, descendiente, recuerda haberlo visto en la pared del granero cuando ella era una niña. Después de los corrales y el granero comenzaba la chacra, lugar de siembra, cosecha y producción para la manutención de la familia. Detrás de la casa, se pueden ver algunas herramientas de labranza, entre ellas: arados, segadora de alfalfa y plantadora de batatas. Esta propiedad fue adquirida por el Centro Friulano de Colonia Caroya el 14 de abril de 1989 y restaurada con el aporte de los municipios de la Región del Friuli Venezia Giulia –Italia–, la colaboración del Ente Friuli nel Mondo y de la Municipalidad de Colonia Caroya. Los trabajos de restauración estuvieron a cargo del Arquitecto Hugo Peschiutta. Esta vivienda constituye un símbolo de la vida de los primeros inmigrantes friulanos en esta nueva tierra y no sólo sigue en pie, sino que hoy luce tal como fue concebida en el siglo XIX. Actualmente funciona como Museo Permanente de la Friulanidad, realizándose en el predio diferentes actividades culturales y eventos sociales.