Verónica Ferriro Generación 2012

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AUPCV
Seminario: Vínculo
Docentes: Lic. Carlos Arévalo – Psic. Nelson Gottlieb
Lic. Verónica Ferreiro
Julio, 2012
“La rayuela se juega con una piedrita que hay que empujar
con la punta del zapato. Ingrediente: una acera, una piedrita,
un zapato, y un bello dibujo con tiza, preferentemente de
colores. En lo alto está el Cielo, abajo está la Tierra, es muy
difícil llegar con la piedrita al Cielo, casi siempre se calcula mal
y la piedra sale del dibujo. Poco a poco, sin embargo, se va
adquiriendo la habilidad necesaria para salvar las diferentes
casillas (rayuela caracol, rayuela rectangular, rayuela de
fantasía, poco usada) y un día se aprende a salir de la Tierra y
remontar la piedrita hasta el Cielo (…)lo malo es que
justamente a esa altura, cuando casi nadie ha aprendido a
remontar la piedrita hasta el Cielo, se acaba de golpe la infancia
y se cae en las novelas, en la angustia al divino cohete, en la
especulación de otro Cielo al que también hay que aprender a
llegar. Y porque se ha salido de la infancia (…) se olvida que
para llegar al Cielo se necesitan, como ingredientes, una
piedrita y la punta de un zapato.”
Julio Cortázar
Hombre cruzando un puente
“(…) yo escribo y el lector lee,
es decir que se da por supuesto que yo escribo y tiendo el puente a un nivel legible.
¿Y si no soy legible, viejo, si no hay lector y ergo no hay puente?
Porque un puente, aunque se tenga el deseo de tenderlo y toda obra sea un puente hacia y desde algo,
no es verdaderamente puente mientras los hombres no lo crucen.
Un puente es un hombre cruzando un puente, che”
Julio Cortázar
(El libro de Manuel)
Preparo un mate, enciendo la computadora, me siento a escribir y la pantalla en
blanco se me impone, no sé qué escribir, no sé por dónde empezar, no sé que quiero
transmitir. Tomo un mate. Pienso y trato de recordar el viaje que emprendimos unos
meses atrás. Recuerdo haberme acordado recurrentemente, casi todos los martes, de
Rayuela, la novela de Julio Cortázar. Hace algunos años me encontré con este libro y fue
un encuentro que me marcó profundamente y a partir de ese momento establecí una
relación imaginaria con Julio y su obra. Quiero escribir sobre eso, pero me freno, me
siento muy apegada a su obra, me cuesta mucho pensarla desde otro lado que no sea una
implicación afectiva intensa. Aunque lo intento insiste en volver. Abro Rayuela en
cualquier página y comienzo a leer.
“Hubiera sido tan fácil organizar un esquema coherente, un orden de pensamiento y de vida,
una armonía. Bastaba la hipocresía de siempre, elevar el pasado a valor de experiencia, sacar
partido de las arrugas de la cara, del aire vivido que hay en las sonrisas o los silencios de más de
cuarenta años.1”
Y si, hubiese sido más fácil organizar este trabajo en base a un esquema teórico y
tratar de organizar los contenidos teóricos que hemos visto en este seminario, pero sería
profanar el encuentro que hicimos y sería también profanar la obra. Sería caer en una
trampa narcisística como nos dice Janine Puget, sería aferrarme al pasado, a lo que la vida
1
Cortázar, J. (1963) Rayuela. Pág. 232
académica pasada me enseñó lo que un trabajo debe ser, “elevar el pasado a valor…” y
sería evitar tomar contacto con esta incertidumbre en la que me encuentro.
Con Rayuela, Julio Cortázar, intenta romper con lo que se esperaba de una
novela, intentó escribir una novela donde el lector tuviese un rol activo, donde tuviera
diferentes opciones, que tuviese la posibilidad de elegir cómo leer, dejar de lado una parte
del libro o leerlo en diferente orden y que pudiese así crear un mundo. La obra nos ofrece
la posibilidad de leerla consecutivamente, como se suele leer cualquier libro, también nos
ofrece la posibilidad de leerla en el orden que el lector desee, y así mismo nos presenta la
posibilidad de leer los 155 capítulos comenzando por el 73 y seguir por el 1, saltando de
capítulo en capítulo sin seguir un orden lineal esperado, como se va saltando en la rayuela
para poder llegar al cielo.
Querer hablar de qué habla Rayuela sería reducirla, despojarla de las intenciones
del autor y de lo que la obra nos propone, personalmente sería despojarla de su
identidad, de lo que la hace ser para mi tan magnífica, sería imponerle un orden que no
le encuentro, sería agregarle una alineación temporal que no tiene. En Rayuela hay
muchos mundos posibles. Trataré de tomar fragmentos de estos mundos, descubrir
algunos nuevos, encontrarme con un nuevo texto, para que me ayuden a pensar desde lo
vincular y poder o intentar transmitirlo.
“Se estaban como alcanzando desde otra parte, con otra parte de sí mismos, y no era de ellos que
se trataba, como si estuvieran pagando o cobrando algo por otros, como si fueran los gólems de un
encuentro imposible entre sus dueños.2”
“Y no era de ellos que se trataba”. Desde lo vincular se invita a pensar de otro
modo. La identidad no es entendida desde lo Uno, desde el uno mismo como
continuidad, sino desde otro modo de constitución y destitución.
“A ver, vamos despacio: ¿qué es lo que busca este tipo?¿se busca?¿se busca en tanto
individuo?¿en tanto que individuo pretendidamente intemporal o como ente histórico? Si es esto
último, tiempo perdido3.”
2
3
Idem. Pág. 256
Idem. Pág. 394
El sujeto, entendido siempre como vincular ya que no hay sujeto que no lo sea,
es producido, constituido y destituido en el vínculo, en el proceso de diferenciación que
se impone, en lo que se produce en el entre.
El encuentro desarma “la identidad”, y es producido y produce a su vez a quienes
le dan forma, a quienes la constituyen sin haber algo previo, que no sea el “entre” que los
hace ser en ese encuentro. “Esa entidad es “la relación” que adquiere vida cuando es habitada.
Al ser habitada los personajes adquieren un nombre en dicha relación y ello solo en función de lo
que entre los dos o más promuevan4.”
“…volvió a sentir que ciertas remotas semejanzas condensaban bruscamente un falso parecido total,
como si de su memoria aparentemente tan bien compartimentada se arrancara de golpe un
ectoplasma capaz de habitar y completar otro cuerpo y otra cara, de mirarlo desde fuera con una
mirada que él había creído reservada para siempre a los recuerdos”5.
En el encuentro con el otro, en el vínculo surge la diferencia, lo ajeno, que se nos
impone y nos obliga a responder, nos obliga a hacer algo con lo que se nos presenta en
este vínculo. Una de las respuestas posibles es anular lo que viene del otro, la diferencia,
el rostro del otro. Al privilegiar lo parecido, “un falso parecido total”, se busca confirmar
el ideal, la concordancia entre lo que desde cada sujeto, desde lo uno, busca
representacionalmente, asemejar esa diferencia a lo ya conocido.
Se obstaculiza la
creatividad evitando entrar en contacto con lo imprevisible que nos ofrece el presente
aferrándose al pasado y al deber ser.
“Los dos lo sintieron en el mismo instante, y resbalaron el uno hacia el otro como para caer en ellos
mismos, en la tierra común donde las palabras y las caricias y las bocas los envolvían como la
circunferencia al círculo, esas metáforas tranquilizadoras, esa vieja tristeza satisfecha de volver a ser
el de siempre, de continuar, de mantenerse a flote contra viento y marea, contra el llamado y la
caída6.”
Lo imprevisible, lo ajeno, la diferencia genera y exige una respuesta. A veces esa
respuesta consiste en tratar el mitigar el efecto asiéndose a lo que se cree saber de sí
4
5
6
Puget, J. (2007) “Cada vez nos conocemos menos”. FEPAL: Buenos Aires. Pág. 3
Cortázar, J (1963) Rayuela. Pág. 230
Idem. Pág. 259
mismo y del otro. Otra manera de anular la diferencia es lo que Bauman llama el
“devorar”, indiferenciarse con el otro, asimilarlo a uno, a lo propio. Desconociendo así su
rostro, su diferencia, su otredad. Se dejan de lado las diferencias buscando una ilusoria
mismidad.
“Lo esperó, lo incitó, lo provocó apelando a todas las analogías posibles, buscando semejanzas que
bruscamente lo llevaran a un reconocimiento.7”
Pensar desde lo vincular implica pensar que esta ajenidad del otro que surge en el
vínculo es lo que nos hace ser en ese devenir constitutivo destitutivo. “No hay uno consigo
mismo sin que la supuesta ajenidad del otro no haya intervenido ya desde el principio y hasta el fin”8.
El otro no es una copia de la representación. En vínculo lo que se produce está ligado a
un gesto habilitador o no de la palabra, de distintos planos. En el encuentro se produce
un efecto de producción, que tiene que ver con la respuesta que nos exige el rostro del
otro, la afectación que genera un efecto, un efecto de respuesta, un efecto de invitación.
Este es el punto de partida donde el otro pide, y no es posible no responder a ese pedido,
aunque sea una respuesta de rechazo o de inauguración, de hospedaje. Y este hospedaje
implica una dimensión ética que tiene que ver con poder habilitar un lugar al otro, que
no es representable, no está en lo visible sino en el plano de la acción, que no deja causar
efectos, algo acontece que genera una marca en esa respuesta.
“Y mirá que apenas nos conocíamos y ya la vida urdía lo necesario para desencontrarnos
minuciosamente. Como no sabías disimular me di cuenta en seguida de que para verte como yo
quería era necesario empezar por cerrar los ojos…9”
Precisamente el rostro del otro no es perceptible, no es objetivable, sino lo que
habría sería un objeto y no la mirada del otro. El rostro es justamente aquello que no es
factible de ser percibido. “(…) el acceso al rostro es de entrada ético. Cuando usted ve una nariz,
unos ojos, una frente, un mentón, y puede usted describirlos, entonces usted se vuelve hacia el otro
7
8
9
Idem. Pág. 434
Tortorelli, M. “Entre” Pág. 6
Cortázar, J. (1963) Rayuela. Pág. 8
como hacia un objeto. ¡La mejor manera de encontrar al otro es la de ni siquiera darse cuenta del
color de sus ojos!.10”
La propuesta: poder descentrarnos de ese lugar narcisista de querer ver al otro
como quiero y empezar a cerrar los ojos.
10
Lévinas, E. (1982) “Ética e infinito” (2º ed,) La balsa de la Medusa: Madrid. Pág. 71
Bibliografía
Cortázar, J. (1963) Rayuela. Sudamericana: España.
Derrida, J. (1997) “Sobre la hospitalidad”. En
http://www.jacquesderrida.com.ar/textos/hospitalidad.htm
Gottlieb, N. (2007) “La pareja: mapeo de planos.” En Primer encuentro Comité Familia y
Pareja de Fepal. Montevideo.
Lévinas, E. (2000) “Ética e Infinito.” La balsa de la medusa: Madrid.
Puget, J. (2007) “Cada vez nos conocemos menos.” En Perspectivas Psicoanalíticas sobre
los vínculos de familia y pareja. FEPAL: Buenos Aires.
Tortorelli, M. A. “Entre”.
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