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Sobre la verdad moral
JOSE M' MARI'ÍNI:Z DORAL
Jaén
Hay do~ grandes interpretaciones de
la Moral, dos modos de entender el problema de la conducción de la vida. que
han desorienlado profundamente a la
cullurn moral de nuestros días y han sido
fuente de escepticismo y de decepción
para quienes buscan un fundamento razonable y sólido para sus decisiones éticas y, en general, para su práctic.t moral. Como sucede con frecuencia, cada
una de estas interpretaciones lleva en sf
el gennen de la otra y las dos JUntas parecen agotar todas las posibilidades y dejarnos sin allernativ<t mejor que las supere. Me refiero, naturalmente, al
Relativismo y al Autoritarismo moral, que pueden ser ahora, en esta breve
glosa, objeto de nuestro estudio.
debe o;cr cubiena. precisamente. con la
pr:\ctica moral y cuyo éx ito no está en
modo alguno, naturalmente garnntizado de antemano. Si lo estuviese, cxiMi1
sería «existir en plenitud» y no habn'a
posibilidad de fru;,tración o de frnca~o
existencial. Pero ninguno de nosotros es
todo lo que anhela ser )'justamente la
moralidad consiste en «licg~ r a ~er, con
lo que ~e es, lo que se puede y se debe
ser». Pero -decimos de nuevo- ¿e~ posible deternúnar de una manera objet iva.
fundada. válida, lo que el hombre debe
ser?
La respuesta e~ sí. aunque tendremos
que planteamos cómo fundamentar, a su
vez, esta afirmación. Sí. El hombre es
capaz de formular juicios moro les, jui¿Podemos llegar a saber -de una cios de valor, 1an válido~ como lo~ juimanera fundada, viílida, objetiva- cómo cios de hecho o, en general. corno tod <J~
A~hr- tlon...f'~>t"Pr ... viv ir PI hrnnhrf''} A.nuí
lo< nrm ~' iuicio de la ra76n. O. dicho
reside, como bien sabemos, el carácter de otro modo, las normas morales que
él es capaz de discernir, hasta tal punto
problemático del problema moral.
se basan en cualidades inherentes a él
Este. a su vez. es el de averiguar mismo, en necesidades iiitrínsecas de su
cómo habría que liberar las tremendas naturaleza, que la transgresión de esas
energías que el ser humano lleva dentro nom1as no puede menos de originar una
de sí y cómo usarlas de un modo pro- verdadera desintegración del ser humaducúvo para llegar a ser, cada uno, él no, mental y emocional.
mismo. El hombre. en efecto. no comunica consigo según el modo de la idenEsta respuesta es la que no admiten
tidad sino que, entre la realidad de un -de maneras contraJictorias entre sí- ni
individuo humano y la plenitud de esa el Relali"ismo ni el Autoritarismo momisma realidad, hay una diferencia que ral. Y, al menos, se puede demo~Lrar que.
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hombre viene establecido por una autoridad externa al hombre -heterónoma- a
la que éste no tiene m;ís remedio que
someterte, puesto que el temor que insHa habido a lo largo de la historia y pira esa autoridad crea un sentimiento
hay ahora, como sabemos, muchas va- tal de debilidad y de dependencia en el
riedades de relativismo cultural y mo· que obedece que termina por remitir a
ral. Pero todas ellas coinciden en afir- aquella irracional autoridad toda su camar -lo que no deja de llevar consigo pacidad de decisión.
una cierta paradoja- que, en moral, no
se puede hacer ninguna afrrmación, que
Uno de los temas típicos de la literatodo es relativo y que -más o menos tura contemporánea ha sido la protesta
como sucede en el arte· en moral. todo -pur desgracia, en nombre del relali·
se ha de reducir a casuales preferencias vismo· contra el autoritarismo moral.
subjet ivas. ¿Qué habrfa que decir, por
ejemplo, ele do~ sbtemas éticos contraSe ha comenzado por intentar mosdictorios? Que equivalen; que los dos trar el carácter irracional, casi patológipueden ser, al mismo tiempo, no sólo co, de la forma más elemental de auto·
falsos -lo que es evidente- sino «verda- ridad: la de los padres sobre los hijos.
deros•>.
Se ha pretendido hacer ver que lo que
hay en la sumisión fil ial es un injustifiPero, ¿no es cierto que lo que nos cado sentimiento de culpabilidad por no
resulta más bien verdadero es que !asola saber complacer a los padres o por deenunciación de esta resis muestra ya su fraudar. una y otra vez, sus esperanzas.
radical insuficiencia?
El hijo que se siente diferente de su padre interpreta esta diferencia como inA pesar de sus complicadas y sutiles ferioridad y se siente culpable de ello.
argumentaciones, no podemos evitar la Procura hacer de sí la clase de persona
evidencia de que el relativismo aparece que cree que su padre desea y, como es
como una lamentable abdicación de la de esperar, fra casa doblemente: la «CO·
razón. ¿Habríamos de creer que la elec- pia» que consigue es muy imperfecta y,
ción entre la libertad o la esclavitud, en cambio, no consigue desarrollar lo
entre el amor o el odio, entre verdad y que hay de propio y de original en éL
mentira, entre honestidad y oportunismo, entre vida o muerte, tendrfan que
En verdad, no se puede concebir una
ser sólo r~ul tado de otras tantas prefe- actitud más irracional que la que relarencias subjeti vas?
ciona, er1el seno mismo de la familia, a
los padres con los hijos. Según la crfti·
No es fácil defender -en realidad es ca moderna, no se trata de que, en algumuy difícil- el Relati vismo. Y es com- nos casos excepcionales, tal relación
prensible que eJ pn>pio p~.us.a.mü~JJ.!D patológica pueda darse -Jo l¡l!.U! ~$.in
ilustrado (al menos en algunas de sus duda, innegable- sino que en todo caso,
direcciones), la ética renacentista la autoridad paterna -y respectivamente
humanistica. la metafísica griega -por la sumisión filial- son completamente
no hablar, al menos en este momento, irracionales. Esta convicción, nada indel Cristianismo- hayan expresado re- frecuente en nuestros días, ha llegado a
petidas y muy fundamentadas reservas tener un gran número de amplias conacerca del relativismo en la moral.
secuencias, la principal de las cuales ha
sido la crftica radical, no ya de la autoLa otra gran interpretación deso- ridad en la familia, sino la crítica radirientadora es el autoritarismo, el abso- cal de toda forma de autoridad, como si
lutismo o totalitarismo moral. El auto- ésta sólo fuera susceptible de una interritarismo es el modo de entender la éti- pretación autoritaria. Así se ha negado
ca según el cuai ,Jo que es bueno para el la legitimidad de toda autoridad social,
al no hacerlo. esas dos interpretaciones
son erróneas o, en todo caso, deplorablemente insuficientes.
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de cualquier forma de autoridad política o instiiUcional, de la pretendida autoridad de la verdad y -en úllima instancia- como si se tratara de la autoridad máximruneme irracional. de la autoridad de Dios.
de mi sub;etiúdad. en la progre~i\·a adquisición de mi má;, profunún realidadsi Él es? Dios no es otro que :ro. o en
el entido del torpe abwrdo de la identidad. pero sf en el sentido.de que ~o es
al lado de Dios. sino por El. con El, en
Él como ~o e>.isto en mi , ingul:mdad.
Conviene detenerse un momento en
el examen de esta última actitud que,
He aquí cómo no tem:mo-. por qué
siendo la consecuencia extrema de la encontrarnos encerrados en la altcmaucrítica moderna a la autoridad es, al va Relativismo - Absolutbmo. A mba~
núsmo tiempo, la razón principal de ella. son i n terp ret~c i onc s inouficic nl es y
la causa más honda y radical de la «pro- desorientadora' de la moral. No se trata
testa».
de corregir a uno con los crrore del otro
sino, de una vct, de librarnos de los dos.
En efecto. si Dios fuera -tal como se Si yo no soy relativista no tengo, por
dice- la Autoridad máximamenle irra- e o. que ser necesariamente abwlutbcional, la realización del hombre, el de- ta. Y al re>és. En lugar de estar condesarrollo de las potencialidades humanas. nado a elegir entre los dos y 'ólo entre
la conquista de la libertad en el proceso los dos. debo percibir que ·e me ofrece.
de liberación consistiría en el rechazo - sobre todo, la interpretación auténu.:a
quizás ineficaz. pero al menos intenta- t:llllbién la más difíc il- de I n~ COMb modo- de esa Autoridad. de ese Poder de rales: Aquélla. según la cual. la norsin razón. El frunoso silogismo sartriano ma.\ fuodarncmales de la conducta de In
expresaría con toda contundencia la in- vida son -contrd el rc lati v i~ rno- objeticondicionalidad de ese rechazo: «O El vas. válidas. fundadas en razón. pero o yo. Si Él es, yo no puedo ser. Yo tengo contra la inlerpretaci6n autoritaria- no
que ser. Luego El no debe ser>>. Yel símimpuestas heter6nomamenlc por una
bolo de toda dignidad humana seguiría
potestad de sinrazón sino basadas en
siendo Prometeo, el Titán que -en dclicualidades inherentes a la natunl lezn
nitiva sin conseguirlo- se propuso arrehumana, en necesidades inlrín ceas de
balar el Fuego a los dioses.
ella. El hombre no es una entidad indelinidarncnte pl:ística que se pueda molPero, igua l que en el caso de l
dear de cualquier modo -una hoja en
relativismo, ¿no ocurre que en la mera
blanco sobre la que se pueda escribir
mención de estas elucubraciones el sencualquier texto- sino una c~ lrucl u r a c~­
tido inmediato de las cosas nos hace
pecffica. dinamizada por una especffica
adivinar la presencia enrevesante, impertinente, perturbadora del despropó- energía que reacciona, de forma cspecílica también. fre nte a los condiciosito?
nrunientos circundames.
«Si Él es, yo no puedo ser>>. Quizá
se enuncie en esa fórmula el enorme
malentendido que ha logrado confundir
a toda una época. Si eso fuera verdad.
trunbién sería verdad, sin duda, la conclusión: «Como yo tengo que ser, es Él
quien no ha de seo>. Pero. ¿no es cierto,
precisamente, lo contrario? ¿Qué sólo
puedo ser yo -en la ilimitada expansión
Aunque el riesgo es escaso, no nos
dejemos tentar por el aulorilllrismo; intentemos no quedar atrapados -ahf el
riesgo es mayor- en el inseguro pantano del relativismo. Sigamos buscando.
en común y cada uno parn sf, una verdad moral que pueda ofrecer un Norte
cierto a este difícil y apasionante ensayo que es la vida.
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