El precio de la tierra, otro s ntoma de la incertidumbre

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Nota publicada en el Suplemento Campo de “La Nación”, el sábado
24/8/2013
El precio de la tierra, otro
síntoma de la incertidumbre
Por Mario Lanari
Después de la devaluación del 2001/2002, la actividad agropecuaria había llegado a ser
muy rentable. Los inmuebles rurales habían aumentado. En la efectividad del negocio
incidieron, primero, los bajos costos de producción, y posteriormente, el aumento de
los precios de los alimentos. El pico de precio de los campos coincidió, básicamente,
con el interés que despertaba el negocio agropecuario, según las zonas y el perfil de las
propiedades. Esto sucedió entre mediados de 2010 y mediados de 2011. En ese
momento hubo una buena rentabilidad agrícola, y la actividad ganadera también se
defendía. No había restricciones cambiarias. Los valores se veían afectados por las
retenciones, pero no tanto por el atraso cambiario.
Pero el diablo metió la cola.
Se adoptaron nuevas medidas que agravaron la situación: disminuyó la credibilidad de
muchos agentes económicos, aumentó el atraso cambiario, se profundizaron la
inflación y la carga impositiva y aumentaron los costos de producción. En resumen: en
los últimos dos años cayó la rentabilidad y las expectativas se redujeron drásticamente.
Hoy el negocio agropecuario se ha vuelto muy difícil. Los rindes necesarios para “salir
hechos” son altos, sobre todo para los castigados por los costos del flete y/o del
arriendo.El mercado de alquileres está en baja. Algunos jugadores ya se han retirado.
Otros reducen superficies cultivadas. En general, son más los que quieren salir que los
que quieren entrar.
Desde las restricciones a la compra de moneda extranjera, se concretaron menos
operaciones inmobiliarias, se perdió trasparencia y, como consecuencia, también se
hizo difícil establecer el valor de los campos, dado que se afectó la fuente principal de
referencia: la información. Las pocas operaciones que se concretaron en este último
tiempo atravesaron complicadas negociaciones, en las cuales fue necesario trabajar
detalladamente sobre la instrumentación de los pagos.
Guste o no, el nuestro es un mercado dolarizado desde hace añares. La referencia es el
dólar billete, al valor que ahora se cotiza como blue. Durante lo que va del año 2013,
hubo todavía más incertidumbre, por los saltos en el tipo de cambio y por la brecha
entre el cambio oficial y el paralelo. Reinan la desconfianza y el pesimismo.
Las ofertas de campos son escasas, aunque en zonas de baja producción y de malos
negocios en los dos últimos años hay más campos a la venta. Los operadores sostienen
que las pocas operaciones que se concretan se deben a la urgencia de comprar o vender.
Si no hay apuro, la mayoría espera hasta que aclare.
El precio, más que nunca, está afectado por las otras condiciones comerciales. El lugar
y la forma en que se hace el pago, así como el valor de escrituración, se han convertido
en condimentos esenciales de la negociación. Los precios han caído respecto a
principios de 2011. Dependiendo del caso, se habla de bajas del orden del 5 al 15 % para
las zonas pampeanas, de alta estabilidad productiva, y de caídas del 15 al 30 % en las
más inestables o marginales. Es un mercado en baja, y no hay indicios de que se
detenga.
Tendrían que mejorar las políticas económicas y disminuir la presión que se ejerce
sobre el sector. La incógnita es cuándo ocurrirá. Hay opiniones diversas. Un pesimista
podría vaticinar que ocurrirá solo dentro de muchos años, tal vez demasiado tarde,
quizás cuando los productos del campo dejen de valer tanto. Otro dirá simplemente:
¨cuando cambie el gobierno¨. En lo personal, opino que no hay mal que dure cien años.
El autor es ingeniero agrónomo, docente de la Universidad de Belgrano.
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