XXIII JORNADAS NACIONALES DE DERECHO CIVIL Comisión de Principios Generales del Derecho Civil (estudiantes) EL PRINCIPIO DE REPARACIÓN INTEGRAL Y SU RELACION CON LOS LÍMITES A LA LEGITIMACIÓN PARA RECLAMAR DAÑO MORAL Rocío Guzmán Medina 1. Introducción Antes que nada, se impone manifestar, que no existe ninguna indemnización ilimitada, pues todas son limitadas, sea por el análisis de los mismos presupuestos de la Responsabilidad Civil, sea ya por la forma de resarcir. Únicamente tiene que repararse el daño causado. Nada más, pero tampoco nada menos. El moderno Derecho de Daños requiere máxima prudencia a la hora de fijar criterios en tal sentido. Desde una perspectiva netamente resarcitoria, el hecho dañoso no debe convertirse en fuente de lucro para el damnificado y, correlativamente, en un factor de expoliación para el dañador, lo que ocurre cuando este se ve compelido a indemnizar un daño total o parcialmente inexistente. La dignidad de la persona, como valor supremo a tutelar por la comunidad asume un rol protagónico y constituye la médula del sistema del derecho de daños. Esa dignidad está hoy asociada a múltiples aspectos de la existencia humana que son valorados de manera distinta que en otras épocas. Así se introdujeron nuevos conceptos y se ampliaron otros, como por ejemplo, respecto del concepto familia, antes asentado sobre la institución matrimonial, un núcleo cerrado constituido por padre, madre e hijos; hoy en día se comienza a hablar de “socioafectividad”, todo esto de la mano del crecimiento en número de las uniones convivenciales, familias ensambladas, que en otros tiempos eran poco usuales. Lo expuesto es un fiel ejemplo de que la realidad cambia y el Derecho es dinámico. Se ha dicho que estos cambios revolucionarios marcan un contraste entre el “humanismo del enfoque actual” Y “la deshumanización del Derecho anterior”. La reparación del daño moral, se erige en una de las grandes conquistas del moderno Derecho de Daños, imbuido de ideas solidaristas, que valora al fenómeno resarcitorio con perspectivas más amplias y humanistas; preocupado porque la protección de la victima no se reduzca al ámbito de su patrimonio y comprenda, también, todos los aspectos vinculados con su espiritualidad, inquieta por el desequilibrio que la actividad dañosa denota. Y obsesionada por su justo restablecimiento. Es menester destacar que es un principio en nuestro derecho positivo la reparación integral del daño, éste busca humanizar la indemnización y amparar a los injustamente damnificados. Ello ha sido claramente puesto de manifiesto por la Corte Suprema de Justicia de la Nación en reiterados pronunciamientos. En el recordado precedente dictado en el fallo “Santa Coloma”, la Corte dijo que: “la sentencia apelada lesiona el principio alterum nom laedere que tiene raíz constitucional (art. 19 CN) y ofende el sentido de justicia de la sociedad, cuya vigencia debe ser afianzada por el Tribunal en el marco de sus atribuciones y en consonancia con lo consagrado en la Carta Magna” (consd. 7°). La Corte reconoció expresamente que el derecho a la reparación del daño tiene jerarquía constitucional, con sustento, en el art. 19 CN.; concordantemente los art. 1109 y 1113 del Código Civil consagran el principio general establecido en el art. 19 CN que prohíbe a los hombres perjudicar los derechos de un tercero. El principio alterum nom laedere entrañablemente vinculado a la idea de REPARACIÓN tiene raíz constitucional y la reglamentación que hace el Código Civil en cuanto a las personas y las responsabilidades consecuentes no las arraiga con carácter exclusivo y excluyente en el derecho privado, sino que expresa un principio general que regula cualquier disciplina jurídica” (consd.14°). Lo que nos lleva a sostener que la reparación integral requiere que la indemnización nunca sea menor al perjuicio sufrido, y que la misma debe efectuarse mediante la apreciación rigurosa del caso concreto. Ello se opone –al menos como regla- a una indemnización en abstracto, injustamente limitada o tarifada. Esta afirmación es coincidente con la postura dominante en nuestra doctrina: “…De Lege Lata;3) Rige en nuestro sistema el principio de reparación plena o integral del daño injustamente causado. No corresponde apartarse del mismo, salvo previsión normativa en contrario que en todos los casos deberá superar el test de constitucionalidad en su aplicación al caso concreto.” 2. REPARACIÓN DEL DAÑO MORAL Reparar significa reestablecer el statu quo, alterado por el daño. Así aquel que vio modificada su situación patrimonial o extrapatrimonial a raíz de un hecho antijurídico imputable a un tercero; tiene derecho a que se reestablezca la situación en la que se encontraba antes de sufrir las consecuencias del hecho. La concepción solidarista del Derecho, pone énfasis en la necesidad de proteger a la víctima, consecuentemente tanto el daño material como el moral merecen similar consideración. En lo atinente a su reparación y en lo referido al sentido netamente resarcitorio, en caso de daño material se tratará de compensación y en caso de daño moral asumirá carácter de satisfacción. La identidad de uno y otro daño no puede ser determinada por caminos diferentes. En ambos supuestos es necesario atender a las consecuencias de la acción dañosa y a su proyección en la esfera patrimonial de la persona (daño material) o el ámbito del desvalor subjetivo que genera (daño moral). En materia de daño moral el dinero cumple una función distinta, de corte netamente satisfactivo para la víctima. No se trata de alcanzar una equivalencia más o menos exacta, propia de las cuestiones de índole patrimonial, sino de brindar una satisfacción o compensación al damnificado; imperfecta por cierto, pues no “borra” el perjuicio ni lo hace desaparecer del mundo de los hechos reales, pero satisfacción al fin. La ley no puede convertir las lágrimas en sonrisas, ni reestablecer la disvaliosa alteración de la subjetividad del damnificado, pero si imponer una indemnización, haciendo jugar la función de satisfacción que el dinero tiene, como medio de acceso a bienes y servicios, materiales o espirituales. En nuestro sistema como ya dijimos, tiene vigencia el principio de la reparación plena del daño injustamente sufrido, ¿y qué significa esto?, “El principio de la reparación plena debe ser entendido como resarcimiento de todo daño que se encuentre en relación de causalidad adecuada con el hecho generador”. Siguiendo el camino de la definición de Bustamante Alsina, conforme a la teoría de la causalidad adecuada , para determinar cuál de las posibles condiciones debe ser considerada causa de un daño, es menester efectuar un juicio de probabilidad en abstracto y ex post facto, tomando en cuenta lo que un hombre normal hubiese podido prever como resultado de su obrar. Así la teoría de la causalidad adecuada, nos brinda los parámetros necesarios para la imputación del hecho antijurídico y la extensión del resarcimiento mediante el régimen predeterminado de imputación de consecuencias. Si bien valorar y cuantificar el daño moral no es una tarea fácil, dado que no es posible una equivalencia cualitativa entre éste y el monto indemnizatorio, habrá que estar al sentido resarcitorio que asume la indemnización y la plena vigencia del principio de reparación integral; a fin de no dejar a la víctima de un sufrimiento inmerecido, desprotegida. Se tendrá que estar a la equidad, entendida ésta como justicia con alma, para así aplicar el derecho y hacer justicia. “La llamada “reparación integral” no es una mera formulación de palabras vacía de contenido. Es necesario para hacerla realidad un equivalente indemnizatorio ajustado al daño producido en la víctima. Pues; “de nada sirve tener la sentencia mejor fundada, si ello no se refleja en una razonable cuantificación” (agregamos; “reparación”), es que la mejor valoración cualitativa del daño puede quedar desvirtuada, con inevitable secuela de injusticia, si no hay razonable correspondencia con su parámetro cuantitativo.” El daño moral importa, pues, una minoración en la subjetividad de la persona, derivada de la lesión a un interés no patrimonial. O, con mayor precisión, una modificación disvaliosa del espíritu, en el desenvolvimiento de su capacidad de entender, querer o sentir, consecuencia de una lesión a un interés no patrimonial, que habrá de traducirse en un modo de estar diferente de aquel al que se hallaba antes del hecho, como consecuencia se éste y anímicamente perjudicial. 3. LIMITE A LA LEGITIMACIÓN ACTIVA. EL ART. 1078 DEL CÓDIGO CIVIL En nuestro sistema positivo actual sólo el damnificado directo tiene legitimación activa por daño moral. El principio es muy rígido y solo admite dos excepciones: 1)- Cuando a raíz del hecho dañoso hubiere resultado la muerte de la víctima. En tal caso, la ley legitima activamente iure propio a ciertos damnificados indirectos: los herederos forzosos. 2)- El derecho del marido y los padres de reclamar los daños y perjuicios derivados de injurias a la mujer y a los hijos (Art. 1080). Afirmamos que el art. 1078 C. C tal como está redactado en la actualidad colisiona con el principio reinante en nuestro ordenamiento civil: la Reparación plena e integral del daño. La restricción para reclamar por daño moral sólo al damnificado directo y en caso de su fallecimiento “únicamente” a los “herederos forzosos” da cuenta de la inequidad con que la solución normativa resuelve el asunto; dado que se restringe notoriamente los legitimados activos. Conforme nuestro régimen, en caso de sobrevida de la víctima carece de legitimación, un amplio espectro de víctimas indirectas. Sin embargo, puede haber damnificados que no sean víctimas, y éstos son precisamente los damnificados indirectos a quienes la norma niega el derecho a reclamar la reparación del daño moral, háblese por ejemplo de los progenitores por la discapacidad del hijo, “¿No van a recorrer a diario un verdadero calvario los padres, su pesar no es a veces mayor que si su hijo hubiera sucumbido ?”, ídem el esposo por la afrenta al pudor sexual de su cónyuge o por el contagio de una enfermedad grave, los hermanos, los concubinos, entre otros casos. En estos supuestos el perjuicio moral propio del damnificado indirecto existe y no deja ser tal ni puede quedar sin reparación por la mera circunstancia de no haber muerto la víctima. Ciertamente un acto ilícito puede perjudicar también los sentimientos de otras personas, algo que en el marco de los vínculos familiares y sociales es perfectamente comprensible. No sólo la víctima de un hecho dañoso puede experimentar un perjuicio moral, también pueden resultar perjudicados ciertos terceros que sufren una minoración espiritual derivada de la lesión a intereses económicos (daño patrimonial) o extrapatrimoniales (daño moral) con motivo de un hecho ilícito que tiene por damnificado directo a otra persona. El daño moral puede afectar de esta manera no sólo a la víctima directa sino también a terceros relacionados socioafectivamente con éste. Así el daño moral trasciende abarcando la esfera de otros sujetos. El sistema legal argentino tiene explicación pero no justificación. De allí la necesidad de una reforma. Damnificados directos e indirectos: Algunos autores sostienen que damnificado directo es quien experimenta una minoración en su patrimonio, sea en su composición actual, o en sus proyecciones futuras normales y previsibles. En cambio es damnificado indirecto, aquel que sufre un perjuicio en sus bienes jurídicos extra patrimoniales. Según otra postura, damnificado directo es quién sufre en calidad de víctima la lesión de un interés patrimonial o extrapatrimonial propio y a razón de ello experimenta un perjuicio patrimonial o moral y correlativamente damnificado indirecto, es aquella persona que padece un daño propio, derivado de un ilícito que tiene por víctima un tercero, respecto de quién existía un interés patrimonial o extrapatrimonial propio que resulta conculcado. De esta forma, existe, un interés espiritual de afección propio del damnificado indirecto, ligado a la persona de la víctima. El daño se produce, entonces, de manera refleja o de rebote. 4. LA LEGITIMACIÓN ACTIVA DEL DAMNIFICADO INDIRECTO POR DAÑO MORAL: La Suprema Corte de Buenos Aires resolvió de manera trascendental la restricción que los damnificados indirectos tenían respecto del daño moral, cuando media supervivencia de la víctima, se traza así una línea, respecto anteriores pronunciamientos que rechazaban ab initio pretensiones para el resarcimiento del daño moral de damnificados indirectos, en una aplicación literal del art. 1078 del Cód. Civil. -Un fallo trascendente por sus fundamentos“C., L. A, y otra v. Hospital Zonal de Agudos General Manuel Belgrano y otros” sobre daños y perjuicios, con fecha: 16/5/2007. Hechos: El día 7 de mayo de 1992, los padres del menor S., de cuatro años de edad, concurren con éste al “Hospital Zonal de Agudos General Manuel Belgrano” a fin de asistirlo de un traumatismo nasal ocurrido en un accidente en el jardín de infantes. Al ser asistido le diagnosticaron fractura con hundimiento de tabique nasal derecho, reparable con una pequeña intervención quirúrgica. Ese acto operatorio, trae como consecuencia, un nuevo accidente descrito como “BRAQUICARDIA POR INHALACIÓN EXCESIVA DE VAPORES ANÉSTESICOS”, que le produjo al menor lesiones cerebrales, quedando en estado cuadripléjico. De esta manera el pequeño S. no tiene posibilidades de desarrollar las tareas propias de las actividades diarias, motrices, recreativas, no se comunica de ninguna manera. Siendo tal situación irreversible. Como consecuencia del hecho descrito, los progenitores iniciaron por sí y en representación de su hijo, demanda de daños y perjuicios contra el fisco de la Provincia de Buenos Aires, y el doctor N.B.A.L. La Cámara Segunda de Apelaciones en lo Civil y Comercial de la Plata, sala 2, dictó sentencia haciendo lugar al reclamo. Ante la solución el fisco demandado, interpone recurso de apelación, siendo sus agravios los siguientes: La fijación de una renta mensual equivalente a un salario mínimo para atender a los gastos periódicos futuros de tratamiento, respecto la cual, por no haber sido peticionada, media violación al principio de congruencia El daño moral concedido en sentencia a favor de los padres del menor, por entender “que en derecho no les corresponde.” Ello es así por entender aplicable el art. 1078 de Cód. Civil, que sólo confiere dicha reparación al damnificado directo. Los fundamentos de la Suprema Corte: Al respecto, el Dr. Roncoroni, luego de dar algunos conceptos respecto al control difuso de constitucionalidad, se aboca de lleno, al tratamiento de los damnificados indirectos. Al respecto sostiene que dos normas, resuelven con distintos criterios la situación de éstos, uno de ellos es el art.1078 del C.C. y otro es el art. 1079 del mismo cuerpo normativo, sostiene al respecto que esta disparidad de tratamiento implica una desigualdad ante la ley y que por ello no debería superar con éxito el control de constitucionalidad (art. 16 CN.). Se trata, dice este magistrado, de “un caso de incompatibilidad material entre la norma inferior y la norma superior (art. 31 CN.), al establecer una diferenciación para la categoría de damnificados indirectos que no es razonable, pues si el daño es moral carecen ellos de la legitimación que si se les concede cuando el daño sufrido es patrimonial…”, Finaliza la apreciación del caso atacando la inconstitucionalidad del art, 1078 del Cód. Civil manteniéndose la solución plasmada en la sentencia del a quo, en tanto concede la reparación del agravio moral sufrido por los progenitores de S. Reprende, diciendo que no se puede razonar como si la ley hubiese dicho: “la acción por indemnización por daño moral solo competerá al damnificado por el daño material”. Este no es su contenido. Lo que la ley dice es: “la acción por indemnización del daño moral solo competerá al damnificado directo”, y es tal el que por sí mismo sufre el daño moral. El Doctor Lázzari, considera al art. 1078 en cuestión, inconstitucional, atento su irrazonabilidad, resaltando que conforma una violación al art. 28 de la C. N. Sostiene: “Los perjudicados indirectos poseen acción en la esfera patrimonial (art. 1079). ¿Por qué razón han de recibir un tratamiento distinto respecto del daño moral?, en este orden, la preocupación de evitar la multiplicidad de demandas o cadena indiscriminada de reclamos ante un hecho dañoso no puede erigirse en pauta determinante que cercene el derecho constitucional” (considerando 6°) El doctor de Lázzari con una proyección a futuro, expone en este importante fallo que, “En todo caso serán los jueces quienes sabrán apreciar y afrontar ese posible desborde litigioso, constatando rigurosamente la reunión de los presupuestos necesarios para la admisión de la responsabilidad y ejercitando activamente sus atribuciones para marginar abusos (art. 1071 Cód. Civil), o en su caso morigerar equitativamente las indemnizaciones en consideración a la situación patrimonial del deudor (art. 1069,2° párrafo del Cód. Civil).” Nos parece importante resaltar y exponer en este trabajo un fallo de la Cámara Nacional Federal del año 2009 en autos caratulados “L., S. y otro c. Hospital Británico y otro”. Se sostuvo que procedía la declaración de oficio del art. 1078 del Cód. Civil, dado que esta norma violenta el derecho de reparación integral del daño y el de igualdad al reconocer al damnificado indirecto sólo la reparación del daño material, asimismo resalta expresamente que “se lesiona el principio de la protección integral de la familia de base constitucional y supranacional”. Destaca que la reparación, en cuanto fin de la responsabilidad civil cumple la función de recomponer valores que han sufrido ruptura, con la intención de menguar el daño que se ha instalado efectivamente en la estructura familiar. Asimismo la Cámara Primera de Apelaciones en lo Civil y Comercial, sala 1, de la Ciudad de Bahía Blanca, provincia de Buenos Aires, con fecha del 23 de Diciembre del 2008, hizo lugar al reclamo de daño moral de la cónyuge de la víctima, al haber quedado el damnificado parapléjico. Se sostuvo que la esposa conviviente del actor era su sostén material y espiritual, y que había visto menoscabados sus propios intereses de afección como repercusión de la severísima lesión a la integridad corporal y autonomía personal que había sufrido su marido. Este fallo hace mención expresa del criterio tomado por la Suprema Corte de Buenos Aires en “C., L. A, y otra v. Hospital Zonal de Agudos General Manuel Belgrano y otros” cuyos fundamentos expusimos ut supra. 5. PROYECTO DE REFORMA DEL CODIGO CIVIL DE 1998: EL Proyecto de Código Civil y Comercial Unificado creado por la comisión designada por el decreto nº 685/95, (conocido como Proyecto de 1998) modifica la redacción, la denominación, y el alcance del daño moral. El art. 1600 al definir el daño incluye en el inciso b, “el daño extrapatrimonial comprende al que interfiere en el proyecto de vida, perjudicando a la salud física o psíquica o impidiendo el pleno disfrute de la vida, así como el que causa molestias en la libertad, en la seguridad personal, en la dignidad personal, o en cualesquiera de otras afecciones legítimas”. El artículo siguiente, declara indemnizable tanto el daño patrimonial como el extramatrimonial, fuera directo o indirecto. En cuanto al modo de reparación el art. 1621, inc. d) establece que lo es mediante “la satisfacción del valor del daño extramatrimonial”. Respecto al ejercicio de las acciones derivadas del daño extrapatrimonial el art.1689 prescribe que “la persona humana damnificada directa tiene legitimación para accionar por la satisfacción de su daño extramatrimonial. Si sufre gran discapacidad, o del hecho dañoso resultare su muerte, también tiene legitimación a título personal, según corresponda conforme a las circunstancias, el cónyuge, los descendiente, los ascendientes y quienes convivían con ella recibiendo trato familiar ostensible”. Concluye el art. 1689: “los tribunales tiene atribuciones para otorgar legitimación a otros sujetos”, “en los casos especiales en los que tiene un grado de repercusión en el reclamante que excede del ordinario, habida cuenta de su vinculación con el damnificado y las demás circunstancias”. 6. CONCLUSIONES Sostenemos que este proyecto de reforma es alentador y refleja la realidad de nuestros días, por esta razón lo exponemos como ejemplo, apreciamos positivamente la protección a la familia e integridad familiar, (cuya protección contra injerencias arbitrarias o abusivas encuentran tutela en el art. 11 inc. 2 del Pacto de San José de Costa Rica y en el art. 17 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, los cuales ostentan rango constitucional art. 75, inc. 22 CN.) concebida con un criterio amplio que permita abarcar a todos aquellos que viven en relación de afinidad o afectiva y que pueden resultar perjudicados por el actuar lesivo de un tercero y por ende estar protegidos en base al principio de reparación integral reinante en nuestro Derecho. La concreta realidad existencial y vivencial acreditada en cada caso en juzgamiento, teniendo en cuenta la condición y circunstancias del reclamante evitarán la “catarata de damnificados” o un “semilleros de pleitos”. Serán los jueces quienes deberán analizar, valorar y fundamentar en el caso concreto por qué creen que se debe indemnizar y por qué no, siempre y cuando se hayan configurado previamente, los presupuestos de la responsabilidad civil. El Proyecto de Reforma del Código Civil del año 1998, al ampliar los supuestos en los que procede la reparación del daño moral y los legitimados para reclamarlo, al atribuirle al juzgador la posibilidad como facultad judicial, para receptar otros casos de procedencia de la legitimación activa diferente a la reglada expresamente, realiza una valoración holística del derecho a la reparación y la plenitud del resarcimiento, las normas constitucionales y de los tratados internacionales. Como sostuvo Kant: “el hombre y su dignidad deben estar colocados por encima de todo lo que puede ser utilizado como mero medio y ser tratado como un fin en sí mismo . Abordamos este tema porque entendemos que el Derecho no es estático y es nuestro deber como operadores de la justicia revisar, rever y plantear necesidades de reforma cuando el texto legal tiende a generar situaciones de desigualdad. Frente al cambio social se hace menester que el derecho acompañe a esos cambios, de lo contrario, los hechos rebasan el contenido normativo y se corre el riesgo de que los pleitos que se generen no puedan ser dirimidos de idéntica manera dado que la solución dependerá de la mera opinión de los jueces por falta de regulación apropiada.