“RESPIRA OTRO AIRE” - Agustinos Recoletos

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“RESPIRA OTRO AIRE”
En nuestra sociedad se valora cada día más la ecología y el medio ambiente. El
aire viciado de las grandes ciudades, los ríos de aguas turbias infectados de basura y
desperdicios, las ciudades contaminadas por todo tipo de productos, nos hacen añorar
el agua limpia de las montañas y el aire puro de antaño o del que podemos disfrutar
en nuestros montes. Para poder respirar sano debemos buscar los remansos de paz y
los escasos oasis que aún nos quedan en parques y montañas…¡RESPIRA OTRO AIRE!
Agobiados por el tiempo, inmersos en trabajos estresantes, acuciados por las
prisas y ajetreos de la vida moderna, la convivencia se va degradando, se acumulan las
tensiones y aumentan los enfrentamientos. La agresividad y la violencia son notas
destacadas de esta nuestra civilización moderna, donde las relaciones son efímeras y
caducas, se deterioran los comportamientos, se resquebrajan amistades y perecen los
proyectos…¡RESPIRA OTRO AIRE!
¡RESPIRA OTRO AIRE! Es el lema que hemos elegido para el nuevo curso
escolar. Con él pretendemos recuperar la calma, vivir en paz y armonía, potenciar unas
nuevas y mejores relaciones entre nosotros, aunar esfuerzos de manera conjunta y en
un trabajo eficaz, comprender otros proyectos y valorar a otras personas que piensan
distinto o trabajan de manera diferente.
¡RESPIRA OTRO AIRE!
Es creer en nuestros alumnos, apoyarlos
incondicionalmente, estar a su lado y ayudarles en todo momento, especialmente a los
más necesitados, a los más desfavorecidos o aquellos que han de soportar este curso
las adversidades de la vida. Que siempre sepan que estamos ahí y que sepamos estar
ahí cuando más nos necesiten.
¡RESPIRA OTRO AIRE! Es descubrir la presencia de Alguien, compañero
inseparable e inquebrantable de camino que nunca nos abandona ni nos deja en la
estacada (Lc. 24). Es la fuente de agua pura en la que podemos saciar nuestra sed (Jn.
4); el pan de vida que mitiga el hambre de los hombres (Jn, 6); la paz que calma
dolores y quebrantos (Lc. 8,22); el perdón confiado del que se sabe querido y amado
(Lc.7,36); el camino, la verdad y la vida para todo el que cree en él (Jn. 14,6).
En el comienzo de un nuevo curso hemos de tener muy presente que la base de
ese aire sano y puro, nosotros la encontramos en Aquel que nos creó, nos dio la
existencia y sale a nuestro encuentro. Dios quiere vivir con nosotros y compartir la
vida, no quiere ser Dios sin nosotros. Tendremos que escucharle antes de escuchar
nuestras razones, ideas y argumentos. Tendremos que escucharle para que podamos
enriquecernos y le podamos anunciar y transmitir.
Para ello tenemos que salir de nosotros, partir en búsqueda de Dios y de los
hombres. Cuando Dios llama a Abrahán le invita a fiarse de alguien y a ponerse en
marcha (Gn. 12,1). En su llamada nos invita a no repetir caminos trillados, experiencias
caducas, senderos hollados muchos días y muchas veces. Es la novedad de un aire
nuevo y fresco con la certeza de estar encontrando cada vez el terreno sagrado donde
Dios habita. Al igual que a Moisés nos invita a descalzarnos, porque “el terreno que
pisamos es sagrado” (Ex. 3,5).Nuestro mundo educativo, con sus retos, problemas,
desafíos, valores, angustias, gozos…es el terreno sagrado donde hemos de descalzar
nuestros pies para atender y entender el mundo que pisamos.
¡RESPIRA OTRO AIRE! Y hazlo con buen ánimo y renovada ilusión. Que el
generador de tu vida esté siempre con las aspas dispuestas para dar luz y llevar alegría,
para transformar el aire en energía, para ser remanso de paz y foco de utopía…
Aquí tienes esta impresionante máquina metáfora de nuestro lema y a la que
vamos a intentar amaestrar y dominar aplicándola a nuestro entorno.
TURBINA
BARQUILLA
ROTOR
PALAS
TORRE
TORRE: La base de este gigante de figura troncocónica de acero está integrada
por lo que denominamos COMUNIDAD EDUCATIVA, compuesta por padres, profesores
y alumnos. Tiene que ser una base firme y sólida sobre la que se pueda sustentar todo
el complejo y difícil entramado educativo. Además de la solidez debe mantener la
unidad y la coherencia entre todos sus miembros y para todos sus estamentos, para lo
cual, tendremos que potenciar el diálogo y la comunicación frecuente y constante
entre todos los miembros, que persiguen idéntico fin (educación integral) con métodos
consensuados y apuntando en la misma dirección, que no es otra que la búsqueda de
ese aire común que hace mover la máquina con una energía que nos catapulta y
enriquece.
BARQUILLA: La “Educación” del San Agustín está insertada en la comunidad
de los frailes agustinos recoletos, que, desde su atalaya en lo alto de la torre, hacen
girar el marco educativo del centro sobre el eje vertical de la transcendencia divina, en
constante búsqueda de unos valores que cimentan y constituyen la esencia de nuestra
propia y peculiar misión educativa.
Nuestro colegio se nutre de la más pura tradición de la pedagogía agustiniana.
Los Agustinos Recoletos nos han hecho sentir el colegio como algo propio, una familia
donde cada cual tiene su puesto y su misión. La cercanía y la confianza han sido
siempre las banderas que han sustentado el quehacer educativo y las que nos han
impulsado a realizarlo como una misión propia y específica de la labor docente.
ROTOR: En los sistemas eólicos el elemento captador consiste en una hélice
que transforma la energía cinética del viento en energía rotacional que es comunicada
a un generador eléctrico (aerogeneradores).
Así como el rotor es el alma y la esencia de un aerogenerador, el principio
básico y fundamental de nuestra educación no es otro sino Jesús. De su vida y su
mensaje obtenemos los principios básicos para nuestra labor docente, de él
obtenemos la fuerza que necesitamos y la orientación de nuestro camino; del sentido
y significado de su vida, muerte y resurrección encontramos los parámetros y el
paradigma de nuestra presencia y nuestra misión.
Lo mismo que pidió a Abrahán: “Sal de tu tierra y busca un lugar…” nos vuelve
a pedir a nosotros en cada comienzo de un nuevo curso. Sal de tus seguridades, de tus
doctrinas, de tus enseñanzas caducas, de tus métodos tal vez ya obsoletos…para
encontrarte con Él y para llevar a los otros (tus alumnos) a Él. Y te recuerda el mensaje
que le dio a Moisés: “Descalza tus pies, que el terreno que pisas es sagrado”. Tu
acción educativa es el terreno sacro donde Alguien te invita a proyectar tu vida dando
sentido y transcendencia a la vida de otros.
PALAS: Las palas tienen un peso de 1.100 kg, giran a velocidad fija y se
orientan en función del empuje aerodinámico para mantener las revoluciones.
Nosotros vamos a plasmar en ellas algunos de los valores que deseamos potenciar a lo
largo del curso y que van en sintonía con el espíritu cristiano y agustiniano de nuestro
centro. Como las palas son tres, tres serán los aspectos seleccionados por nosotros
para intensificar nuestra acción en el colegio: búsqueda de una verdadera interioridad
a través de la comunidad.
BÚSQUEDA: Para San Agustín buscar es una actitud personal (Serm. 1,5) y
una oportunidad para el encuentro. El mejor método de la búsqueda es el diálogo (Sol.
II,7,14). Nadie hay que no sea un buscador, un peregrino de la felicidad (Serm. 306,7)
porque la vida misma es inquietud, pasión, descubrimiento de caminos y horizontes
nuevos: “buscar para encontrar y encontrar para seguir buscando” (Trin. XV,2). La
búsqueda no está sólo relacionada con el conocimiento teórico, sino también con la
vida, con el amor.
El primer paso para educar hoy la búsqueda tal vez sea el despertar la voluntad
de búsqueda, alentar inquietudes, situar a cada persona a la escucha de su propia
conciencia (Serm. 13, 6), abrir nuevos caminos, crear diferentes expectativas, hacer
que nuestros alumnos sean críticos y no se conformen con cualquier doctrina o se
plieguen ante la primera oferta que reciban. Que sean buscadores incansables de la
verdad, cuyo descubrimiento siempre es arduo y trabajoso (De vera rel. 17,33) tras
los pasos de una utopía que nunca es fácil ni frágil, sino una búsqueda fatigosa que, en
ocasiones concluye en gozoso encuentro: “lo que se busca con dificultad, se suele
encontrar con alegría” ( In. Ps. 103,21).
La verdad y la lucha por la utopía no son para San Agustín objeto de
contemplación, sino que, fundamentalmente, se muestra como compromiso
existencial, es una experiencia integradora, más allá de cualquier dicotomía: “de poco
sirve decir la verdad con los labios y no con el corazón” (In. Ps. 14,3).
INTERIORIDAD: Si hay algo en lo que Agustín insiste una y otra vez
cuando trata de la búsqueda de Dios, es en el hecho de que debemos comenzar por
entrar dentro de nosotros mismos: “No salgas fuera de ti, entra dentro de ti mismo,
en el interior del hombre interior habita la verdad” (De verd. relig. 39,72). La palabra
clave es dentro. Allí encontraremos la verdad, la luz, la alegría, a Cristo mismo.
Pero la interioridad agustiniana no es un repliegue sobre uno mismo, no es un
enclaustramiento y olvido de los demás. Tampoco es una evasión y huída de la
realidad. Es un mirar dentro de nosotros para encontrar a Dios, que nos llevará a los
demás. Nuestro yo está unido a Dios y a los otros. Es un conocerse para conocer a
Dios: “¡Oh Dios, siempre el mismo! Que yo me conozca, que yo te conozca” (Sol.
2,1,1). No es sólo un método de autoconocimiento o de introspección, el camino no se
completa hasta que no se da el paso a la trascendencia y ésta nos lleva a Cristo,
presente en los hermanos. “Cuando hayas encontrado tu camino de retorno a ti
mismo, no te cierres en banda en tu interior… Vuélvete a aquel que te creó…” (Serm.
330,3) “Dios nos convoca a que nos acerquemos y bebamos, si es que tenemos sed
interior. Más aún, dice que si bebemos, de nuestras profundidades brotarán surtidores
de agua viva y si se apresura en sus atenciones por el prójimo, las aguas no se secarán:
seguirán fluyendo” (In epist Joan 32,4).
La interioridad agustiniana nos invita a mirar dentro de nosotros (“No salgas
fuera de ti”), para conocernos (“Conócete, acéptate, supérate”) y amarnos a nosotros
mismos (“Sé amigo de ti mismo”); para conocer a Dios (“En tu interior habita la
verdad”) y así dar respuesta a las cuestiones primordiales de la existencia humana
desde lo más profundo de tu ser: “ dentro del corazón soy lo que soy” (Conf. 10,3), con
una motivación y una fuerza para actuar: “mi amor es mi peso, por él soy llevado a
donde quiera que voy” (Conf. 13,9), “pon amor en las cosas que haces y las cosas
tendrán sentido. Retírales el amor y se tornarán vacías” (Serm. 138,2) y da sentido a
su propia existencia: “cada hombre es lo que ama”.
COMUNIDAD: Un aspecto muy próximo al de interioridad en San Agustín
es el de la comunidad. “La verdadera unidad entre los hombres se crea, se refuerza y
se protege por la comunión en el amor” (Ev. San Juan, 32,7). Toda su vida fue una
constante búsqueda de sí mismo y vivencia de los valores en grupo. No podía estar
solo, necesitaba a los amigos, necesitaba compartir, estar con otros, convivir con los
demás. A sus amigos los atraía, los llevaba en pos de sí allí donde iba, incluso al
convertirse a otras creencias y sectas sus amigos solían acompañarle y rendirse a su
encanto y su poder de convicción. Creía en sí y en todo lo que hacía, buscador
infatigable no se convencía de cualquier cosa y buscaba más, aspiraba a más, pero
siempre en compañía, con sus amigos y allegados.
Frente al mundo tremendamente individualista en que vivimos, la aportación
comunitaria de Agustín es significativa. El otro es tu hermano, es hijo de Dios, por eso
tienes que amarlo, apoyarte en él, y le necesitas para tu propia realización:
“necesitamos a los demás para ser nosotros mismos” (Com. Salmos, 125,13). Y
siempre unidos por el lazo del amor, que es el vínculo de la verdadera comunidad:
“Forman comunidad los que viven en el amor. Los que no aman de verdad, aunque
habiten juntos, molestan y atormentan a los demás. Les ocurre como al caballo
inquieto uncido al carro: además de no tirar de él, trata de romperlo a coces”. Debes
luchar por esa unidad y debes hacerlo con los otros que están junto a ti. El trabajo en
equipo y la aportación de todos al bien común es una de las máximas expectativas
para San Agustín: “donde hay unidad, hay comunidad; donde no hay unidad hay
turbación, es decir, una multitud-turbada” (Serm. 103,4). Los que saben vivir en
comunidad saben compartir las cargas y soportarse mutuamente, ayudándose en todo
y apoyándose en el otro, que es su hermano: “los ciervos al cruzar el río llevan sobre su
espalda la cabeza del que les sigue mientras él reposa su cabeza sobre la espalda del
que le precede. Como el primero no tiene a nadie delante sobre quién reposar su
cabeza, su puesto es ocupado por turnos, de tal manera que después de un rato, el
segundo pasa al primero y el primero al último” (Cf. div. quest. 83,71) De igual modo,
sobrellevándonos y ayudándonos mutuamente seremos capaces de lograr las metas y
cumplir nuestros proyectos y programaciones.
La comunidad agustiniana se entiende también desde el contexto de la
amistad, de la que nuestro santo es un preclaro modelo a imitar. Sólo la amistad puede
librarnos de la soledad y derribar nuestros muros egoístas, aunque la amistad, ante
todo, responde a las exigencias humanas de amar y ser amado (Conf. 3,1). Agustín
escribió sobre la amistad y disfrutó con ella (Conf. I,20). Su apoyo se encuentra en el
amor gratuito (Carta 155,1) y en la reciprocidad, basada siempre en la confianza y en
la sinceridad (Carta 37,1). E l profesor agustiniano tendrá que estar siempre cerca de
sus alumnos, intentará comprenderlos, motivarlos y quererlos, porque la verdadera
eficacia de su acción residirá en el cariño y amor que ponga: “el amor es el motivador
de la enseñanza” (De Cat. Rud, 4,8) “el amor es el complemento de la instrucción” (De
mor. Eccl. cath. I,28); “, Cuanto más amemos a nuestros alumnos, tanto más
desearemos que aprovechen nuestras explicaciones y, en consecuencia, tanto más
empeño pondremos en enseñarles lo que necesitan” (De cat. rud., 10,14)
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