DOMINGO DE RESURRECCIÓN, 20/4/2014 Hechos 10, 34a.37-43; Salmo 117; Colosenses 3, 1-4; Juan 20, 1-9. FELIZ PASCUA DE RESURRECCIÓN Acabada la Cuaresma y la Semana Santa, tras la celebración del Triduo Pascual, iniciamos con alegría los 50 días de la Pascua, 50 días para celebrar de manera gozosa, alegre, el don de la vida, el don de Dios, el saber que Dios está con nosotros y así nosotros podemos superar toda muerte y construir con Él la vida, el Reino de los Cielos. Estos son días para ir tomando conciencia de que nosotros hoy, los bautizados del siglo XXI, estamos llamados a ser testigos de la Resurrección de Jesús, de la presencia de un Dios vivo entre nosotros, como entonces lo fueron los apóstoles presididos por Pedro. Para esto, durante este tiempo iremos leyendo, como primera lectura, el libro de los Hechos de los apóstoles, en el que se nos muestra como ellos dieron testimonio de la Resurrección de Jesús. Hoy escuchamos uno de esos anuncios que hizo Pedro resumiendo el misterio de la Pascua: esto es también lo que hoy tenemos que decir al mundo. Anunciando así lo que en terminos eclesiásticos llamamos kerigma (anuncio de la muerte y resurrección de Jesucristo) manifestamos que hoy, que nuestro tiempo, que estos días, son los días del Señor, es el día en que Dios actua, se presenta entre nosotros, se manifiesta, tal y como se nos anunció en el salmo 117, que hoy la liturgia nos presenta como salmo responsorial. Como segundo lectura, y si en la primera teniamos a Pedro como referente, se nos presenta la invitación de Pablo a vivir las consecuencias de la Resurrección: aspirar a los bienes del Cielo. Si creo en Jesús resucitado, en la vida más allá de la muerte, mi horizonte, mi mirada, mi futuro tiene que estar puesto en esa vida con Cristo, que puedo empezar a vivir ya, aquí y ahora, pero que será plena cuando yo también, unido a Cristo, pase por la muerte y resurrección. Esto nos debe llevar a correr. Fijaos en los protagonistas del Evangelio: la Magdalena, Pedro y Juan: van corriendo. Ante el sepulcro vacío la Magdalena sale corriendo; al enterarse Pedro y Juan, salen corriendo. Una carrera no competitiva, pues lo importante no es llegar antes, ni ser el primero, sino el llegar con otros, el que otros vean lo que yo he visto: la Magdalena corre para que Pedro y Juan vean lo que ha visto ella, Juan espera que llegue Pedro para entrar juntos y ver juntos. En estos detalles vemos que la experiencia de la resurrección no es algo que se pueda ni deba vivir solo o aisladamente, sino que es algo para compartirlo, para vivirlo en comunidad, en compañía de otros. Y, esa experiencia, es la llamada a comunicarlo a decirlo. Igual que una tumba con un muerto nos invita a quedarnos quietos, parados, frente a la muerte, que es muerte porque paraliza. La vida, simbolizada en una tumba vacía, sin muerto, es algo que nos invita a movernos, a salir corriendo, a hablar, a comunicar. Corramos como apóstoles, como la Magdalena a compartir en estos días la alegría de la Resurrección.