VI DOMINGO DE PASCUA, 25/5/2014 Hechos 8, 5-8.14-17; Salmo 65; 1Pedro 3, 15-18; Juan 14, 15-21. Estamos ya en el último domingo de mayo, y enfilando el fin de las fiestas pascuales: el próximo domingo celebraremos la Ascensión y el siguiente Pentecostés. Es un buen momento para mirar hacia nuestro interior y preguntarnos ¿en qué se nota que creo en la Resurrección? ¿mi vida, mi forma de vivir y hacer las cosas manifiesta publicamente que creo en la Resurrección de Cristo? ¿cómo? ¿cómo vivimos los cristianos del 2014 las consecuencias de la Resurrección? Jesús en el Evangelio nos ayuda a esta reflexión. En su discurso de la última cena dejo claro que “Si me amáis, guardaréis mis mandamientos...” La Resurrección es la prueba de que este amor que Él nos tenía y nos pedía no es solamente humano sino divino, es lo que Dios quiere, y este amor va unido al cumplimiento de los mandamientos: no miento al que amo, no robo al que amo, no difamo al que amo, y si lo hago, es porque no amo, o porque padezco alguna enfermedad mental consecuencia de la drogodependencia. Vivir la Resurrección es vivir en el amor e invitar a todos a vivir en el amor. Por eso, en la Pascua, pasamos de los salmos que cantan la maravilla de la intervención de Dios en la historia, y la más grande fue cuando resucitó a Jesucristo, a salmos que nos invita a aclamad, alabad, cantad a Dios en toda la tierra, invitando a todos los pueblos a hacerlo, tal y como nos invita este domingo el salmo 65. Algo que hicieron los primeros apóstoles y discípulos, así, hoy leemos en los hechos de los apóstoles como fue evangelizada Samaría por Felipe, y como el evangelizador pasa por la tierra a la que lleva el mensaje de Jesús de la misma manera como Jesús pasó entre nosotros. Luego, los apóstoles: Pedro y Juan, confirman este trabajo evangelizador yendo a confirmar el bautismo que habían recibido. Un relato que sirve no solo para ir cerrando la Pascua, sino también, para que hoy, nosotros vayamos preparandonos para celebrar Pentecostés: la venida del Espíritu Santo, el defensor prometido por Jesús en el Evangelio, el que nos hace capaces de vivir en el amor, de comunicarlo a los demás, de soportar, como Pedro nos invita en su carta, los sufrimientos que puedan venirnos por el anuncio del Evangelio. Vivamos con gozo la alegría del Evangelio y pidamos con ilusión renovarnos en los dones del Espíritu Santo que un día recibimos. Un abrazo, Jose Luis.