1 Counseling Humanístico y desarrollo profesional* “La vida es un proceso que fluye, que se altera y donde nada está fijo” C. Rogers La presente tiene por objetivo delinear algunos conceptos básicos sobre cómo entiendo que el Counseling Humanístico, tal como se aprende y aplica en la República Argentina, puede configurarse como un modelo de desarrollo profesional en el ámbito organizacional, estableciendo algunas de las cualidades que lo caracterizan. Este texto surgió a propósito de dos encuentros de presentación del counseling en el ámbito universitario durante el año 2006, a graduados de carreras de negocios y gestión de RR.HH. La persona en el centro del negocio Para hablar de desarrollo profesional en el marco organizacional no podemos dejar de apreciar el contexto laboral actual. Las exigencias de la empresa de hoy son distintas de las del ayer: ya no bastan profesionales capaces de “ponerse y transpirar la camiseta”, expresando lealtad y pertenencia, ni mucho menos trabajadores con una muy específica preparación técnica si no son capaces de manejarse efectivamente consigo mismos y con los demás (Gore, 2004; Goleman 1998). De este modo surge la necesidad de un nuevo perfil humano en el trabajo, en especial en los niveles medios y altos, con capacidad técnica, emocional y conceptual capaz de poseer un alto nivel de especialización pero también de integración personal y autonomía, atributos que hubieran sido impensables en tiempos anteriores (Gore, 2004). Según Goleman (1998) existe una “nueva norma” a la hora de conseguir empleo ,es decir, de lograr alta empleabilidad (1) y de desarrollarse profesionalmente en una organización: poseer capacidad técnica e intelectual + cualidades personale,s para hacer referencia a las llamadas “habilidades blandas” (2). Estas últimas no configuran una nueva moda en el management sino que están firmemente asentadas en las características que asumen las organizaciones de hoy, menos jerárquicas y más globales y en las necesidades crecientes que ellas experimentan de poseer elevados estándares de calidad, flexibilidad en la interacción con clientes y proveedores y capacidad de innovación de productos y servicios (Newell, 2002). Todo esto nos invita a pensar que la persona se encuentra en el “centro” del negocio: sólo el individuo es capaz de brindar las prestaciones capaces de satisfacer la complejidad del mundo de los negocios actual (creatividad, flexibilidad, auto-responsabilidad). Sin las subjetividades individuales no habría nada de ello (Sprenger, 2005). 2 Por otro lado, las organizaciones no sólo no logran superar viejas prácticas “igualadoras” (Sprenger, 2005), donde la subjetividad individual se transforma en un “problema” para formas administrativas que necesitan estandarizar los recursos humanos con el fin de lograr orden y control sobre ellos, sino que la situación laboral se agrava en un contexto de empleo, caracterizado por diversos autores como “capitalismo flexible” (Sennet, 2000) o “capitalismo liviano (Bauman, 2002), donde el progreso personal se ha “privatizado”, ha dejado de ser una empresa colectiva, donde el desarrollo profesional emergía de un modelo de crecimiento escalonado que unía íntimamente a la organización con la persona (Sprenger, 2005) para transformarse en una empresa meramente individual. Hoy hombres y mujeres deben usar sus propios recursos para lograr elevar su condición a otra más satisfactoria, en un contexto que impone a las personas una condición de incertidumbre, de cambio permanente, de transformación constante, que les exige que estén abiertos a cambios de corto plazo, que asuman riesgos y que dependan menos de procedimientos formales para responder con una flexibilidad que poco sabe de la fragilidad humana. Hoy los profesionales han dejado de ser “empleados” para transformarse en “proveedores” de las empresas. En esta aparente paradoja se abre un espacio en las organizaciones para la acción de relaciones de ayuda que faciliten el desarrollo de los talentos individuales y su articulación en el saber colectivo, con el fin de ponerlos disponibles como recurso productivo y para la propia supervivencia del profesional en el trabajo. Aparece así la posibilidad de facilitar el desarrollo del potencial personal y grupal y la superación de bloqueos que le impidan a los profesionales el logro de una acción efectiva, de modo de ayudarlos a recuperar la confianza en sus propias fuerzas, más que de desempeñar el rol de una “superioridad” que sepa y que decida qué es lo bueno y lo correcto para lograrlo. El counseling puede responder a este llamado. Dimensiones del desarrollo profesional Para introducirnos en la noción de desarrollo profesional consideramos necesario entender qué es el desarrollo personal, pues afirmamos que aquél es una parte de éste, ya que no podemos visualizarlo como un aspecto disociado de las otras dimensiones humanas que componen la totalidad que representa una persona. Las motivaciones, necesidades, seguridades, actitudes y valores de las personas cambian y se desarrollan no sólo en la niñez sino a lo largo de toda la vida: a este proceso dinámico orientado a lograr mayores niveles de satisfacción y efectividad en cada uno de los aspectos de la vida (bio-psicosocio-espirituales) lo llamamos desarrollo personal. Dentro de este concepto abarcativo entendemos el desarrollo profesional como el “proceso de desarrollo de capacidades y habilidades en forma madura y productiva de una persona en situación de trabajo”. 3 El concepto de desarrollo profesional es indisociable de la noción de autoactualización (A. Maslow): necesidad que tienen los seres humanos de hacer uso máximo de su propio talento y recursos para enfrentar las situaciones vitales. A su vez la inclusión de la noción de madurez hace referencia a la capacidad de una persona de lograr mayores niveles de autonomía e independencia para desarrollar sus propias capacidades y habilidades y de ser flexible ante las circunstancias y desafíos que se le presentan en su vida profesional. En relación a los conocimientos para actualizar su potencial podemos entender el desarrollo profesional como un proceso de evolución de tres dimensiones: a) una dimensión técnica asociada a las pericias profesionales (conocimiento y habilidades, por ejemplo: ingeniería), b) una dimensión conceptual ligada a la capacidad de comprender el negocio, el mercado y la estructura y sistemas que los caracterizan (por ejemplo: pensamiento estratégico) y c) una dimensión humana relacionada con la capacidad de conocerse a sí mismo y de utilizar ese conocimiento para relacionarse eficazmente con los demás (por ejemplo: competencia emocional). Estas tres dimensiones son requeridas de modo diferencial a lo largo del desarrollo de carrera pues en las primeras etapas del profesional la dimensión técnica es la que requiere mayor actualización aunque sin dejar de proyectarse a la dimensión humana y conceptual para tornarse efectiva, mientras que en las etapas más avanzadas la dimensión humana y conceptual cobrarán preponderancia a la hora de gestionar, formar y desarrollar colaboradores, resolver cuestiones políticas y armar redes vinculares funcionales al negocio en cuestión. Aunque las dimensiones técnica y conceptual evolucionan en forma inversa en los diferentes estadios de la carrera, es la dimensión humana la que se despliega en forma creciente a lo largo del desarrollo profesional. No sólo incumbe la gestión de las relaciones con los demás (típicos roles de coach o mentor) sino que fundamentalmente incluye la gestión de sí mismo: competencia emocional aplicada a sí mismo (Koffman, 2001). Otra manera de entender el desarrollo profesional es verlo desde un recorrido dialéctico: socialización – transformación, o mejor dicho, iniciándose desde la necesidad de adaptarse al negocio y al mercado (entorno) para ir luego actualizando progresivamente el propio potencial profesional y con ello orientarse a la transformación creativa, de ese negocio en el mercado. De este modo el desarrollo profesional sigue la misma línea del desarrollo personal : desde la adaptación en los primeros años de vida (a los ritmos de alimentación, sueño, escolaridad, normativa familiar, etc.) hacia la posibilidad de “desobedecer” y desde allí crear y crearse a sí mismo (Sánchez Bodas, 2004). 4 Será pues necesaria, en esta línea de desarrollo que va desde lo constituyente (la socialización, la normalización) hacia lo auto-constituyente, la capacidad de la persona para afianzar su deseo (4) más profundo y superar la necesidad de sumirse a aquellos dictados externos que le impidan realizarse. Desde esta perspectiva el desarrollo profesional puede entenderse como el proceso de síntesis del concepto que tiene la persona de sí misma con las realidades del medio externo en el cual actúa (Schein, 1982). Así la autoimagen o noción de sí mismo es el factor principal que subyace al proceso de desarrollo profesional y que requiere ser clarificado e implementado por la persona, tanto para gestionar su carrera como para desarrollar sus habilidades. La noción de sí mismo en el trabajo es parte de la noción de sí mismo (en general), como subconjunto de la experiencia de la persona, referida a las cualidades que definen sus posibilidades, oportunidades de mejora, valores y actitudes. La noción de sí mismo en el trabajo es dinámica, se va construyendo a lo largo de la propia experiencia y de los ciclos vitales de la persona en relación al mercado profesional donde se desarrolla: desde un estadio de ensayo y error en los primeros empleos y etapas de formación, hasta un estadio de permanencia y enriquecimiento profesional donde la persona ha logrado clarificar la auto-imagen, modificarla, implementarla y sostenerla hasta alcanzar el momento de dejar de ejercer un rol ocupacional y se retire de la actuación laboral. Estos conceptos se hallan implícitos en la visión que nos ofrece Rowan (1983) de la evolución del desarrollo humano en general: un primer momento orientado por la necesidad, motivado por la deficiencia y en busca de poder sobre los otros, un segundo momento orientado por el deseo (4), motivado por el crecimiento y en busca de poder con los otros Otra cuestión importante es comprender la condición de vulnerabilidad a que están expuestas las personas en su desarrollo profesional pues: pueden poseer experiencias profesionales positivas que no son utilizadas en la práctica debido a las cualidades negativas de la imagen que el profesional tiene de sí mismo, sus puntos fuertes pueden ocasionar fracasos debido al exceso de seguridad, recursos personales importantes pueden ser objeto de negligencia por parte del contexto por no ser valorados convenientemente. En resumen, podemos decir que el desarrollo profesional es un proceso dinámico de evolución autónoma y productiva de un conjunto complejo de habilidades y actitudes personales, mediado por el conocimiento de sus propios recursos y por la articulación que el individuo haga de esa autoimagen con la realidad de los contextos donde pretende desarrollarse. Así desarrollo equivale a mayor diferenciación y discriminación de sí mismo. 5 Esto significa que el desarrollo profesional es una búsqueda del conocimiento y el perfeccionamiento de los propios recursos desde un foco de valoración interno al individuo, único capaz de engendrar la motivación necesaria para emprenderlo. Dicho proceso estará a su vez dotado de ciertas características para que la persona pueda alcanzar su satisfacción en los logros buscados: capacidad de alinearse a un propósito de vida, de mantener el foco en sus objetivos futuros, de saber esperar, de escuchar a los demás y fundamentalmente, de hacer que algo ocurra, creando y realizando soluciones a los desafíos que se le plantean. El Counseling como modelo de desarrollo profesional El counseling puede definirse como una profesión ejercida por un profesional (counselor), una forma de relación de ayuda interpersonal o un conjunto específico de competencias interpersonales. Apunta a facilitar un proceso de auto-aprendizaje activo que redunde en una mayor competencia operativa y satisfacción con el transcurrir vital (Sánchez Bodas, 1999), tanto en la persona que desarrolla sus competencias cuanto en aquellos que son destinatarios de las mismas (Bimbela, 2001). Esta modalidad de relación interpersonal puede aplicarse tanto en espacios de trabajo individuales como grupales. La meta del counseling como forma de relación de ayuda interpersonal podemos definirla como: apoyar y reestablecer el sentido de la autenticidad personal, entendiendo autenticidad como ser lo que uno es sin máscaras o fachadas que oculten los verdaderos sentimientos y creencias, poseyendo así la capacidad de elegirse a uno mismo y hacerse responsable por su modo de ser en el mundo. La autenticidad, legitimidad o congruencia implica la capacidad de permanecer abierto al conjunto de sentimientos y actitudes que fluyen en el interior de sí mismo en un momento dado (Rogers, 1989), simbolizando adecuadamente lo que pasa en el organismo (Rudio, 1975) y de ejercer la propia libertad en relación con los otros, a partir del conocimiento logrado por dicha apertura (decisión existencial). La capacidad de “elegirse a uno mismo” tiene que ver con la posibilidad de cuestionarse los roles sociales que uno desempeña y también la auto-imagen (3) que uno tiene de sí. Esta capacidad de elegirse se expresa en la posibilidad de definirse así mismo con plenitud y no hacerlo a través de la definición de los otros sobre uno mismo. Este proceso implica cuestionarse la imagen, positiva y negativa, que uno tiene de uno mismo como camino para lograr superar una existencia orientada mayormente a la adaptación al entorno (haciendo propios los puntos de vista de los otros) para pasar a una existencia orientada a transformar el entorno desde la autonomía y la elección responsable de sí mismo. Actualizar esta percepción implica, evidentemente, cambios en la articulación que la persona hace de sí en su actuación profesional, tanto en la manera en que percibe sus competencias y la necesidad de desarrollar sus puntos de oportunidad como en la clarificación de su inclinación y elección profesional. 6 Como se expuso al inicio de esta sección el counseling constituye también un conjunto de competencias interpersonales (con las que debe contar el profesional del counseling) apoyadas tanto en aspectos técnicos (conocimientos de psicología, filosofía, etc.) como en habilidades y actitudes emocionales que sirven para crear el contexto adecuado que facilite un proceso de auto-aprendizaje activo. Podemos sintetizar las mencionadas habilidades como un conjunto de actitudes necesarias y suficientes que incluyen: empatía (5) , autenticidad y aceptación incondicional de la experiencia (6) (Rogers, 1989). Éstas actitudes pueden desarrollarse a través del auto-conocimiento, el entrenamiento (incluyendo actividades vivenciales, lecturas, videos, modelado a partir de la observación de otros profesionales, etc.) (Martín, 2000) y fundamentalmente a través del deseo genuino de comprensión de los otros, conocimiento que tiene una aplicación práctica inmediata en cualquier contexto y que favorece el crecimiento personal (Dubrin, 2003). Resumiendo: el Counseling constituye como relación de ayuda individual o grupal un espacio de clarificación y elaboración de la imagen de sí mismo, aspectos subyacentes a la gestión de la propia carrera y del desarrollo de competencias, el Counseling en tanto conjunto de habilidades y actitudes facilitadoras, constituye un modelo de competencias necesarias para apoyar con mayor eficacia y gratificación la gestión organizativa del profesional , tanto de orden técnico como la relacionada con la gestión de personas. Un counselor es capaz de establecer y ejercer una relación de confianza con el consultante que se transforme en un vínculo intersubjetivo de aprendizaje tanto para la exploración y la elaboración de sus vivencias personales como para servir de modelo de competencias emocionales esenciales. Sin temor a equivocarnos podemos afirmar que el counseling reviste el carácter de un modelo de desarrollo profesional pues ofrece un paradigma adecuado al desarrollo autónomo e integral de la persona y una metodología que facilita el trabajo sobre sí mismo, para volcar luego ese conocimiento en la gestión interpersonal, no sólo como base actitudinal para el ejercicio profesional cotidiano, sino también como marco para la gestión de su carrera. La metodología del Counseling como facilitador del desarrollo profesional El Counseling. Humanístico basa su metodología en el Enfoque Centrado en la Persona de Carl Rogers como marco actitudinal básico y se vale, de acuerdo a la elección y formación del profesional counselor interviniente, de la integración de una variedad de técnicas y herramientas afines a su paradigma. En su aplicación organizacional, el counseling adopta formas que responden al contexto de actuación sin perder por ello la filosofía y los objetivos metodológicos que lo caracterizan. 7 Las principales características de un proceso que facilite el desarrollo profesional en el ámbito organizacional son las siguientes: se centra en los problemas y dificultades que el consultante trae sin abstraerse de los resultados que éste busque y que surgirán como metas del proceso. El consultante es quien define el problema y también las metas, como por ejemplo los “gaps” (8) en las competencias que desea desarrollar . En este sentido la postura metodológica del counselor es no directiva. En el caso de que una organización contrate los servicios de counseling a un profesional, las metas continúan siendo las que el consultante defina dentro del marco general del contrato establecido entre el consultor y la empresa. Por otro lado sus objetivos pueden abarcar problemáticas en el dominio del conocimiento de sí mismo (como por ejemplo tomar una decisión) o en el dominio de las competencias interpersonales. Se centra en la vivencia subjetiva del consultante que éste expresa verbal y no verbalmente a partir de su propia experiencia de corporalidad, emocionalidad y cognición, sin descuidar la acción en el contexto externo al proceso. Sin embargo el counselor no prescribe acciones a ejecutar sino que facilita la clarificación de las vivencias puntuales y el desarrollo de criterios de acción, las cuales serán de exclusiva evaluación del consultante. En este sentido el counselor no oficia de monitor ni evaluador del logro de acciones correctivas por parte del consultante. La condición de madurez del desarrollo profesional implica aceptar la necesidad de una evaluación autónoma de la propia experiencia. Se desarrolla en el presente de la experiencia del consultante, aunque no excluye las referencias al pasado y al futuro. Será el propio consultante quien elegirá este “desplazamiento temporal”. Precisamente esta capacidad de centrarse en el presente y desplazarse hacia atrás y adelante define las cualidades de los consultantes que tienen mayor factibilidad de aprovechar los beneficios de un proceso de desarrollo profesional, sin estancarse en el pasado o en el futuro. Se desarrolla haciendo énfasis en el proceso de la persona más que en contenidos teórico-técnicos que se relacionen con la problemática que el consultante expresa. En este sentido es un proceso que no se orienta a dar consejos ni instrucción especializada. No incluye necesariamente el asesoramiento en relación a la gestión organizacional del consultante (gestión del negocio, procesos, indicadores, etc.). Abarca tanto los éxitos como los fracasos, tal como son definidos por el consultante, e incluye el trabajo sobre los posibles bloqueos o inhibiciones de la acción en el ámbito profesional, pues no niega las dificultades que puedan surgir de ciclos o crisis vitales y/o accidentales del consultante, aunque éstas no tengan una relación directa con el funcionamiento profesional dentro de un negocio y mercado específico. En este sentido el Counseling no excluye el tratamiento de conductas 8 que no sean beneficiosas para la organización y sí lo sean para el consultante. A su vez pueden considerarse en el proceso otros aspectos personales que no tengan una relación directa con el negocio, pues se sostiene la primacía de la integridad personal por sobre el desarrollo profesional. No obstante debe tenerse en cuenta que el foco de trabajo está centrado en los contenidos laborales y que el tratamiento en profundidad de cuestiones conyugales, familiares, sexuales, etc. pueden ser motivo de una derivación a otro profesional (por ejemplo un psicoterapeuta) si presentan una valencia que así lo indique. Puede tener un formato bi-personal (proceso de consulta individual) o grupal, de acuerdo a los objetivos, temáticas y metodología planteada por el profesional que interviene. Por ejemplo puede asumir la forma de un taller como proceso de desarrollo de habilidades de liderazgo. No se vale de un diagnóstico previo ni de la utilización de técnicas de evaluación psicológica. Desde el primer encuentro el counselor facilitará la definición de la problemática y de los objetivos de trabajo como un proceso de construcción compartida por parte de quien lo consulta. El counseling puede definirse también como una relación de ayuda por la palabra, a través de una conversación facilitadora. No obstante puede valerse de la integración de técnicas y herramientas verbales y no verbales (juego de roles, actividades artísticas, ejercicios corporales, etc.) de acuerdo a las características singulares de sus destinatarios y del profesional que lo ejerce. No utiliza indicadores de performance del proceso, excepto la evaluación que el propio consultante haga. Sin embargo puede insertarse un programa que sea evaluado por la empresa a través de los indicadores de performance que ella use (clima organizacional, feedback 360°, resultados en proyectos, alineamiento entre la carrera del profesional y los objetivos de la empresa, etc.) Presenta beneficios concretos para la empresa que contrata su aplicación como por ejemplo el desarrollo en cadena, propiciado por los consultantes sobre el entorno de colaboradores y pares, la sinergia grupal, una mayor creatividad y empowerment del equipo producto de una mayor seguridad psicológica en los consultantes, que favorece la reducción del estrés. En relación a las habilidades de Counseling, éstas implican el desarrollo de un proceso que apunte a contactarse y expandir las competencias emocionales necesarias para apoyar la gestión organizativa, facilitando el reconocimiento de los propios límites como persona capaz de ofrecer ayuda a los propios colaboradores. Se trata de explorar y trabajar actitudes a poseer, enriquecer y expresar desde el propio estilo personal, pues no se puede negar la integridad personal que incluye lo innato y lo previamente adquirido. Es importante entender que este 9 entrenamiento es un “camino hacia” , no de unidad lograda, sino un proceso de búsqueda constante (Sánchez Bodas, 1999). El esclarecimiento de la imagen de sí mismo y el desarrollo de competencias formarán parte del bagaje con que cuente el profesional para administrar el propio cambio, a partir de su necesidad de autorrealización. Bagaje que implicará la mejora de la autoestima y del optimismo, su apertura a la experiencia, la tolerancia a la ambigüedad y al riesgo, factores todos que apuntalarán el locus del control interno (7) del profesional. Es obvio que estos factores no serán los únicos que garanticen el desarrollo profesional exitoso, sino que serán las variables personales que servirán para apuntalar un contexto donde se perciban las oportunidades y condiciones necesarias para el crecimiento con eficacia y gratificación. Conclusiones Desarrollo profesional no es, exclusivamente, desarrollar competencias (“skills”) pues éstas no incluyen el sentido dinámico de la percepción de sí mismo que sí determina las posibilidades y las oportunidades de mejora. Desarrollo profesional no es, exclusivamente, obtener resultados de negocios, pues la vida incluye momentos de crisis donde los beneficios personales no pasan por ser beneficios del negocio sino que implican la posibilidad de “perder” para situarse en un plano superior de desempeño. Desarrollo profesional no es algo impuesto por lo externo a la persona, pues ser un “desocupado del deseo” es algo que puede funcionar en el corto plazo (y seguramente a un costo elevado) pero que tarde o temprano se revierte para superar la alienación momentánea e instalarse en el camino de la autoactualización. Desarrollo profesional es, finalmente, desarrollo integral de la persona, incluyendo una dimension espiritual, pues los estadios más elevados del desarrollo implican una noción de trascendencia donde la posición profesional está al servicio de la construcción del poder con otros en el sentido de construir metas abarcativas que superen el interés meramente personal y sean capaces de abrazar a la organización, la comunidad y el medio ambiente con sentido de trascender el presente y legar un bienestar a las generaciones futuras. Clr. José Gomez Laumann *La presente ponencia “Counseling humanístico y desarrollo profesional” fue presentada por el autor en el Tercer Congreso Interamericano de Counseling2007. 10 Notas: (1) empleabilidad: chance de encontrar o no un empleo (Alles, 2004) (2) habilidades blandas: son los talentos interpersonales como ser capaz de motivar a otros, de comunicarse eficazmente, de adaptarse a diferentes ambientes culturales, etc. (Dubrin, 2003) (3) autoimagen (imagen de sí mismo): autocognición de quienes somos, qué queremos ser y qué hacemos para ello (Sánchez Bodas, 2004) (4) deseo: lugar de funcionamiento de la tendencia a actualizar el propio potencial y los recursos propios. Por oposición a necesidad, considerada como impulso a satisfacer las necesidades más elementales para sobrevivir (necesidades primarias de Maslow: fisiológicas, de seguridad y de pertenencia). (5) empatía: capacidad de ponerse en el lugar del otro, comprendiendo el marco subjetivo del otro como si fuera el otro. (6) aceptación incondicional de la experiencia: capacidad de validar, de aceptar el status de realidad de la experiencia propia o de otro, sin juzgarla ni criticarla o negarla. (7) locus del control: forma en que las personas perciben las causas en su vida (locus interno = protagonista, locus externo = víctima de las circunstancias) (8) gap: diferencia entre el estado actual y el estado deseado de algo. 11 Bibliografía de preparación: Alles, Marta. “Diccionario de comportamientos”, Granica, 2004. Bauman, Zygmunt. “Modernidad líquida”, FCE, 2002. Bimbela, J. “El counselling: una tecnología para el bienestar del profesional”, Escuela Andaluza de Salud Pública (artículo disponible en internet). de Paula, Mauricio. “O sucesso é inevitable”, Futura, 2005. Dubrin, Andrew. “Fundamentos de comportamiento organizacional”, Thomson, 2003. Goleman, Daniel. “La inteligencia emocional en la empresa”, Granica, 1998. Gore, Ernesto. “La educación en la empresa”, Granica, 2004. Koffman, Freddie. “Metamanagement”, tomos I, II y III, Granica, 2001 Martin, David. “Counseling and therapy skills”, Waveland Press Inc., 2000. Newell, Sue. “Creando empresas saludables”, Thomson, 2002. Rudio, Franz Víctor. “Orientação não diretiva”, Editora Vozes, 1975. Rogers, Carl. “El proceso de convertirse en persona”, Paidos, 1980. Rogers, Carl. “El camino del ser”, Troquel, 1989. Rowan, John. “The reality game”, Routledge, 1983. Sánchez Bodas, Andrés. “Counseling Humanístico-Teoría y práctica”, vol. I, Holos, 1999. Sánchez Bodas, Andrés. “¿Qué es el Counseling?”, Editorial Lectour, 2003. Sánchez Bodas, Andrés. “Desplegarse”, Editorial Lectour, 2004. Schein, Edgar. “Psicología organizacional”, Prentice Hall, 1982. Sprenger, Reinhard. “La rebelión del individuo”, Diaz de Santos, 2005.