La clave para el éxito profesional Por Claudio Fernández-Aráoz Para que un profesional logre el éxito, resulta indispensable tener la capacidad de rodearse de los mejores elementos, ya sea contratándolos o eligiéndolos dentro de su propia organización. Esto es especialmente cierto para los gestores, pues a partir de las primeras responsabilidades gerenciales, todo dependerá de las personas elegidas, desde el desempeño y los resultados hasta las probabilidades de ser promovidos en función de los sucesores que habremos desarrollado, así como los riesgos tomados. Gracias a más de 20 mil entrevista a profesionales realizadas durante 20 años en la búsqueda de los mejores directivos, se conocen muchas historias de éxito y fracaso. Si bien son muchas las causas que determinan el triunfo profesional –incluyendo la genética y la suerte–, existen tres factores controlables que aumentan drásticamente nuestras posibilidades de tener éxito: el desarrollo, las decisiones de carrera y la capacidad de rodearse de los mejores. El esfuerzo constante por el desarrollo profesional –que incluye la formación académica y, en mayor grado, el hábito constante de aprender de otras personas y situaciones– refinan nuestras capacidades y nos permiten alcanzar todo nuestro potencial. Este aprendizaje, tanto formal como informal, requiere un esfuerzo permanente para buscar desafíos y una curiosidad insaciable por aprender de experiencias, situaciones, circunstancias y personas. Un aspecto admirable de grandes líderes como Jack Welch, es su inagotable pasión por seguir aprendiendo, incluso después de haberse retirado como ceo de General Electric, bajo cuya directriz, por cierto, se creó el mayor valor corporativo en la historia de esa empresa. Además del desarrollo, las decisiones de carrera son un factor básico para el éxito profesional. No hemos dejado de sorprendernos por las enormes diferencias en los logros de individuos que comenzaron sus carreras con talentos similares, pero que eligieron entornos muy diferentes. Existen numerosos colegas inteligentes y con gran talento que cometieron el error de incorporarse a organizaciones poco profesionales o altamente burocráticas; actualmente, en términos profesionales, se encuentran a kilómetros de distancia de otros colegas con similares capacidades que eligieron empleadores más destacados. En otras palabras: las buenas decisiones de carrera multiplican los frutos de nuestro propio esfuerzo y son un factor clave para el éxito en la carrera. El análisis de la extracción de los ceo de las empresas más grandes de Estados Unidos muestra que el primer grupo individual tiene en común un MBA de Harvard, mientras que el segundo está constituido por “graduados” de General Electric. Esta compañía es considerada una extraordinaria escuela profesional, una verdadera fábrica de talento. Aquellos que, con la mezcla exacta de capacidad y motivación se desarrollan en ésta o en otras grandes “escuelas” aumentan drásticamente sus posibilidades de éxito en dicha organización, e incluso fuera de ella. Las buenas decisiones de carrera son cruciales para el éxito profesional. Por otro lado, una vez que, como gerentes, comenzamos a delegar responsabilidades, nada se vuelve más importante que saber rodearse de los mejores talentos para lograr buenos resultados. En nuestra vida personal, sobre todo alrededor de la tercera década, desarrollamos amistades definitivas, tanto en el ámbito académico como en los ambientes sociales en donde nos movemos. Encontramos y establecemos vínculos poderosos con nuestras parejas y, en el trabajo, comenzamos a elegir personas. Comenzamos a decidir sobre colegas, clientes y proveedores. Una vez que somos promovidos a directores, comenzamos a trabajar a través de otros y, por eso mismo, nuestras decisiones en cuanto a nombramientos se vuelven esenciales para los resultados de nuestros equipos laborales. Conforme obtenemos mayores responsabilidades –desde manejar un pequeño negocio hasta gobernar un trasatlántico–, la apuesta se multiplica, porque la única manera en la que podemos ejercer el control es a través del equipo que hemos armado. Las decisiones sobre el personal se vuelven el principal desafío y la mayor oportunidad, según vamos escalando en la empresa. Recientemente fue publicada en la revista Harvard Business Review una entrevista realizada a Jeff Bezos, el exitoso fundador y ceo de Amazon.com. En opinión de Bezos, la clave del éxito en su carrera consistió en responder correctamente tres series de preguntas de manera secuencial. Al principio de su carrera, la pregunta giró en torno al cómo. Estas cuestiones están asociadas a la capacidad de aprender a realizar el trabajo; es decir, al desarrollo: ¿cómo hacer el trabajo? La segunda serie estuvieron vinculadas al qué. Éste es el tipo de preguntas relacionadas con las decisiones de carrera: ¿en qué tipo de negocio en particular? ¿En qué empresa trabajo? ¿Qué negocio desarrollo? Y en una tercera etapa –crítica, de acuerdo con Bezos–, las preguntas se centran en el quién: ¿quiénes serán las personas de las que me rodearé? ¿Quiénes van a ayudar a definir en cuál negocio estar y en cuál no? ¿Quiénes van a ayudar a liderar y conducir con éxito una compañía? Si bien resulta claro que nada es más importante para el éxito de un profesional que rodearse de los mejores talentos, el problema radica más bien en la propia elección, pues siempre será difícil, y siempre existe la posibilidad de equivocarse. De otra forma, no existirían ni los divorcios ni los abogados. Ante esta realidad, resulta paradójico que nuestro sistema educativo actual –incluso para quienes estudian administración de empresas– dedique años a aprender disciplinas como contabilidad, finanzas y marketing y prácticamente excluya todo tipo de formación teórica y práctica sobre cómo rodearse de los mejores. Cuando el 70 por ciento del valor de una gran compañía está representado por activos intangibles y el conocimiento permea todos los niveles, ¿por qué no nos formamos para elegir las mejores personas, que representan el mayor valor de la empresa? Si bien gran parte de las personas piensan que elegir gente es una especie de arte, una actividad intuitiva que no puede ser aprendida, esto no es así. La capacidad de rodearse de los mejores es una disciplina que puede y debe ser aprendida para aumentar la probabilidad de éxito en nuestra carrera. Existe un proceso probado de mejores prácticas para cada etapa de la elección de personas, incluyendo la decisión de cuándo cambiar una persona, qué características buscar en ella, dónde buscarla (dentro y fuera de la organización), cómo evaluarla, cómo atraerla y motivarla, y cómo integrarla con éxito a la organización. Por fortuna, numerosas organizaciones, algunas de las principales escuelas de negocios, así como el servicio civil de los gobiernos de algunas de las naciones más pujantes, comienzan a percibir el drama de este punto ciego en nuestros sistemas educativos y a formar futuros líderes en la capacidad para rodearse de los mejores.