INFANCIA Y JUVENTUD DE JOSÉ MARÍA BENITO SERRA Misionero y fundador de Hnas. Oblatas del Santísimo Redentor. Corría el año 1808, Napoleón había ordenado a sus generales tomar todas las plazas fuertes de Cataluña, entre ellas, Barcelona. Con el inicio de la Guerra de la Independencia como telón de fondo, la ciudad condal estaba en poder de los franceses y no ofrecía ningún tipo de seguridad para sus ciudadanos. En este contexto tan conflictivo, un matrimonio, al igual que muchos otros, decide huir de Barcelona en busca de un lugar más tranquilo y acaba estableciéndose en la cercana localidad de Mataró. Ellos son don José Serra Fuster y doña Teresa Juliá. De este matrimonio, el día 11 de mayo de 1810, nació José Edualdo Antonio Serra y Juliá, quien años después será conocido como Mons. José María Benito Serra. No tuvo una infancia fácil. A su regreso a Barcelona, siendo el más pequeño de tres hermanos y habiendo quedado huérfano, el pequeño José María queda en manos de tutores. Ahí, experimenta la dureza del trabajo en un comercio en la calle de Sombrerers, en Barcelona. Es precisamente en Barcelona donde José María comienza sus estudios con los Escolapios, viviendo estos años de su vida rodeado de un ambiente social anticlerical, en una época en la que las órdenes religiosas eran atacadas (1814- 1834). En este contexto se forma la base y el cimiento de la formación de la personalidad del padre Serra. Terminados sus estudios, al igual que muchos otros jóvenes, Serra opta por la entrega a Dios en la vida religiosa y decide ser monje benedictino. El 15 de diciembre de 1827 tomó el hábito benedictino en Galicia, concretamente en el monasterio de San Martín, en Santiago de Compostela. En Galicia vive varios años en los que se forma y cursa estudios como humanidades y ciencia, hebreo y griego, teología moral y dogmática, sagrada escritura, o liturgia. Finalmente, se ordena presbítero el 18 de marzo de 1835, celebrando su primera misa en la capilla de la virgen del socorro del monasterio de San Martín. Pero el Padre Serra experimentó la vida monástica por poco tiempo, la desamortización de Mendizábal, en 1835, cerró casi todos los monasterios. En esta situación, mientras que muchos monjes engrosaron las filas del clero parroquial, otros decidieron irse a monasterios extranjeros. Serra fue a Nápoles, al monasterio benedictino de la Santísima Trinidad de Cava. Allí, en Cava, Serra fue un gran defensor de la filosofía tomista, estaba convencido de que este pensamiento podría acabar con las antipatías que habían despertado algunas cuestiones de la Iglesia en España. De espíritu alegre y gran iniciativa, el padre Serra demuestra en el monasterio de Cava sus habilidades como profesor de hebreo y griego, y ejerce de rector de seminario y examinador sinodal. Son años felices en los que se siente querido y valorado por todos. En ese tiempo, alrededor del año 1844, la Iglesia, bajo el pontificado de Gregorio XVI, vive un resurgir del espíritu misional. Se incentivan actividades misioneras y hay una mayor concienciación sobre las situaciones angustiosas que tienen lugar en los territorios de misión. Hay un despertar a la vida misionera… que toca de lleno el corazón de Serra. El monje comienza a alimentar un sueño, un proyecto: dedicarse a las Misiones allí donde no se ha oído hablar de Jesús. Finalmente, junto con otro amigo benedictino, el padre Rosendo Salvado, se presentan ante la Sagrada Congregación de Propaganda Fide para exponer sus intenciones. El secretario de la misma, monseñor Brunelli, les promete enviarlos a Australia. En Australia Occidental, una nueva diócesis nacía en una colonia muy pobre, destinada a socorro humano. Ahí es donde llegará el 8 de enero de 1846 el padre Serra como superior de la misión, junto con otros misioneros. De los cinco misioneros que se internaron en la selva australiana para contactar con aborígenes, solo quedaron dos: el padre Serra y el padre Salvado. Aquí, en las antípodas del mundo que conocía, comienza una nueva vida para este hombre luchador e idealista. Después de 10 años regresa a España, donde, en 1870, fundaría junto con Antonia María de Oviedo y Shönthal la Congregación de las Hermanas Oblatas del Santísimo Redentor. Una congregación que nace con la misión de vivir un compromiso solidario en defensa de los derechos de las mujeres en situación de prostitución y/o víctimas de trata con fines de explotación sexual.