¿Representan los cambios en el mercado laboral un argumento suficiente para justificar el derecho a una Renta Básica? Una discusión desde la sociología económica republicana Bru Laín Universidad de Barcelona [email protected] Resumen Han transcurrido más de 60 años desde que la Asamblea General de las ONU proclamó la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Desde entonces profundos cambios se han sucedido, desde la geo-política, la esfera informacional y tecnológico y el demográfico. No obstante, este artículo se centra en las transformaciones de la esfera económica y en concreto en el mercado laboral. Tales transformaciones interpelan formal y sustantivamente a los DDHH hecho que suscita fructuosos debates en torno a su redefinición y su adecuación al nuevo contexto y a las necesidades de las sociedades. Un ejemplo de ello es la reclamación de una Renta Básica como nuevo derecho ciudadano reclamado en la Carta de los Derechos Humanos Emergentes aprovada en el Forum de las Culturas de Monterrey de 2007 en México. La hipótesis a demostrar es que, si bien el impacto de los cambios en el mercado laboral es una razón de a tener en cuenta, no supone un argumento suficiente para justificar la Renta Básica. El objetivo general es poner a prueba la validez de dichos razonamientos. Para ello organizamos el en tres secciones. Primero se realiza un análisis de los principales retos a los que se enfrentan los DDHH, su relación con el empleo y plantear la necesidad de comprender la Renta Básica como derecho humano emergente. En segundo lugar se analizan dos de las tesis que abordan las transformaciones acaecidas en el ámbito laboral, subrayando sus limitaciones argumentales para defender una medida como la Renta Básica. Así, en tercer lugar se subraya la necesidad de usar justificaciones de tipo normativo que, proviniendo de las teorías de la justicia, justifiquen la instauración de una RB entendida como nuevo derecho emergente. Tales teorías normativas son la teoría de la Libertad Real de Philippe Van Parijs y la teoría republicana. El artículo concluye defendiendo la idea según la cual la necesidad de nuevos DDHH –como la RB– requerirá de argumentos propios de las teorías de la justicia para construir una argumentación suficientemente robusta para su justificación. Para ello la teoría de raíz republicano-democrática ofrece fecundos argumentos que contribuirán decisivamente al esclarecimiento de la hipótesis planteada. Palabras clave: Derechos Humanos, Mercado Laboral, Renta Básica, Libertad, Republicanismo 1 1. Introducción Este artículo analiza la pertinencia de una propuesta como la Renta Básica en relación con los últimas transformaciones del mundo laboral y pone a prueba los argumentos con que se defiende dicha propuesta, diferenciando a éstos entre justificaciones técnicas y normativas. Mientras que algunos autores afirman que el trabajo está perdiendo su centralidad en la configuración del espacio público y que se deben encontrar políticas que rellenen tal vacío, otros defienden la tesis del “cognitariado”, etiqueta según la cual el trabajo industrial está perdiendo su hegemonía respecto al basado en la generación y gestión del conocimiento. Sea como fuere, dichas concepciones comparten dos supuestos básicos. Por un lado destacan la transformación de las políticas laborales desde las posiciones garantistas del Estado de bienestar de posguerra hasta las actuales des-reguladas y menos proteccionistas. Por el otro, parten de la aceptación más o menos explicita de la teoría de la dualización de trabajo de Gorz (1982) entre distintos sectores productivos –industrial e informacional–. Aunque con diferencias, autores de ambas teorías han defendido la Renta Básica (RB, en lo sucesivo) como una política dirigida a paliar los efectos de la nueva situación laboral: por un lado supliendo el vacío provocado por la crisis del empleo y por el otro, mitigando los efectos negativos que acarrea la irrupción del nuevo capitalismo. De este modo, las tesis de la “pérdida de centralidad del trabajo” y del “cognitariado” enfatizan las transformaciones técnicas o empíricas del empleo y la fuerza de trabajo. Más allá de sus aciertos, ninguna de ellas ofrece una justificación suficientemente convincente en la defensa de la introducción de una medida como la RB. En este sentido, el objetivo de este artículo no es tanto discutir o cuestionar dichas teorías, sino poner de relieve que un derecho como la RB no sólo se justificaría por razones de tipo empírico, sino que debe encontrar argumentos teórico-normativos suficientemente robustos como para trascender las contingencias laborales o del ciclo económico que se da actualmente. Así puedes, nos proponemos el siguiente interrogante: ¿cómo justificar la necesidad de una RB com un derecho más allá de razonamientos empírico-contingentes? Para responder a tal cuestión el artículo se estructura en tres apartados. El primero de ellos pone de relieve la necesidad de revisar los Derechos Humanos (DDHH, en lo sucesivo) ya que los cambios acontecidos, sobre todo en el ámbito laboral, ponen de relieve la necesidad de adecuarlos al nuevo contexto. Para asegurar su materialización, más allá del mero formalismo jurídico o moral, es condición necesaria implementar nuevos derechos o profundizar en los ya existentes. Así, se revisa la Carta de Derechos Humanos Emergentes aprobada en el Forum de las Culturas de Barcelona de 2004 donde se aprobó la necesidad de instaurar la RB como derecho ciudadano. 2 El segundo apartado se ocupará de presentar las dos grandes tesis que, desde posicionamientos empíricos, pretenden dar cuenta de las transformaciones acaecidas en el ámbito laboral en los últimos lustros. La tesis de la “pérdida de centralidad del trabajo” y la de la “emergencia del cognitariado” ponen de relieve la crisis del empleo, no sólo en cómo éste se comprendía desde el paradigma fordista, sino en relación con la pérdida de derechos y desprotección que ello supone. Ambas posiciones defienden necesidad de instaurar una RB para mitigar o paliar determinados problemas que dichos cambios ocasionan sobre la fuerza de trabajo. Se muestra cómo dichas tesis cuentan con importantes limitaciones conceptuales a la hora de razonar la RB y es que, aún constituir interesantes reflexiones, no constituyen por si mismas una base argumentativa suficientemente robusta para justificar la RB. A demás, su orientación pretendidamente empírica las aleja de comprender la RB como un nuevo derecho, a caso, como una política de tipo técnico. Así pues, se necesita de una argumentación que aporte un mayor y mejor grado de justificación. El tercer apartado analiza las dos principales justificaciones de tipo teórico-normativo que, libres de contingencias históricas y superando el contexto económico y laboral actual, aparecen como justificaciones más fuertes; a saber: la teoría de la Libertad Real de Van Parijs (1995, 2004) y la de tipo democrático-republicano. Se expondrán aquellas razones por las cuales dichas teorías defienden el derecho de la RB con mayor validez. Como se verá, la primera teoría, aún y ser un potente argumento, olvida ciertos aspectos de tipo institucional y sustantivo que la segunda justificación afronta con mayor concreción, sobre todo, en la defensa de la RB como derecho ciudadano. Las conclusiones abordan la necesidad de argumentar debidamente un derecho como la RB, diferenciando entre razonamientos tácticos o estratégicos, sujetos a coyunturas políticas y económicas, y razonamientos normativos que escapen a tales contingencias. Del mismo modo se hará hincapié en cuál debe ser el diseño institucional que debería acompañar la RB com derecho ciudadano para que pudiera cumplir con los postulados políticos y sociológicos defendidos 2. La pertinencia de los Derechos Humanos Han transcurrido ya más de 60 años desde que la Asamblea General de las Naciones Unidas proclamó la Declaración Universal de los Derechos Humanos el 10 de diciembre de 1948. Desde entonces profundos cambios han venido sucediéndose en los ámbitos de la geo-política, la ecología, la esfera tecnológica y hasta la demográfica. Este artículo se centra en las transformaciones económicas y, en concreto, en los mercados laborales, a caso uno de los vectores que mejor ayudan a entender el proceso de globalización. 3 Este nuevo contexto interpela, tanto formal como sustantivamente, a los DDHH y ésto suscita fructuosos debates y propuestas en torno a su re-definición y su adecuación tanto en el ámbito internacional como en los nacionales, poniendo de relieve las nuevas necesidades y demandas sociales. Así las cosas, los DDHH siguen apareciendo como instituciones fundamentales para organizar, ordenar y proveer de fundamento normativo y jurídico las formas de reglamentar y pautar las relaciones económicas y, sobre todo las laborales. Pero mientras el carácter formal de dichos derechos parece impávido a dichas transformaciones, su aplicación sustantiva se encuentra en entredicho. La constatación de tal contradicción es la que motiva éste artículo. Hasta ahora pareciera que los axiomas que inspiraban y fundamentaban los mismos DDHH giraban al rededor de los conceptos de la igualdad y la libertad, principios rectores sobre los cuales se erigió y fundamentó el Estado Social y de Derecho. En este sentido, las formas jurídicas que sustentaban el derecho laboral se apoyaban en tales axiomas dando por resultado unas relaciones laborales de matriz keynesiana, a saber: una legislación laboral proteccionista para el trabajador dotándole de ciertas garantías frente del empleador, como contratos indefinidos, una carrera laboral lineal y progresiva, prestaciones de jubilaciones y desempleo, vacaciones pagadas, etc. De este modo el “derecho al trabajo”, inscrito en la Declaración de 1948, tubo un sitio destacado en la mayoría de textos constitucionales europeos. Así en el reino de España el derecho –y deber– al trabajo se recoge en el artículo 35 1 de la Constitución de 1978. No obstante, la hegemonía de las políticas económicas y los principios morales de cuño liberal promovidos desde mediados de los setenta y, en concreto, desde la irrupción de la crisis financiera de 2008, nos obligan a replantear el sentido y el alcance de este derecho en los textos jurídicos y constitucionales (Pérez, 2011: 8). A raíz de tales transformaciones en las dinámicas económicas nacionales e internacionales y sus más que evidentes repercusiones sobre la legislación laboral, el axioma mercantil aparece como el principio vector que rige los DDHH, reemplazando de facto al de la igualdad y la libertad anteriormente mencionados. Es por este motivo que cada vez más se constata una escisión entre los principios de la eficiencia y la equidad, donde el segundo se va subyugando a las pautas del primero. Dicha escisión redunda en una falsa división conceptual ya que, tal y como critica Barragué (2012: 56), “delante una distribución desigual de ingresos (…) mientras la economía se ocupa de la eficiencia, la equidad debe dejarse a la política” 2. Así pues, 1 Todos los españoles tienen el deber de trabajar y el derecho al trabajo, a la libre elección de profesión u oficio, a la promoción a través del trabajo y a una remuneración suficiente para satisfacer sus necesidades y las de su familia, sin que en ningún caso pueda hacerse discriminación por razón de sexo. 2 Hay que añadir, pero, que a parte del liberalismo económico más desembridado y tenaz, el resto de concepciones políticonormativas que atañen a la justicia distributiva –desde el igualitarismo liberal, el republicanismo o el contractualismo más moderno– sostienen que debe existir algún fundamento “político” que, en última instancia, dote de fundamento moral a la distribución económica. Véase a modo de ejemplo lo que Rawls opinaba a respecto cuando decía que “el mercado no es 4 observamos que los derechos laborales se rigen ahora, no por los principios de seguridad (sueldo) e igualdad (en conseguir empleo), sino por los cambiantes indicadores económicos (regidos por la eficiencia), ya sean estos macro estructurales o relativos a la propia empresa. En pro de la eficiencia, pues, se promueven nuevos “derechos” laborales, se “flexibilizan” los ya existentes o, directamente, se suprimen algunos de ellos. Y es que según la OCDE observamos como en los últimos veinte años la regulación y legislación laboral ha experimentado una drástica disminución en el conjunto de países más ricos3. Independientemente de los indicadores que se quieran usar como ejemplo, en el debate entre economía (eficiencia) y equidad (política), se puede convenir que es el primero el que monitoriza y rige el debate de los derechos laborales actuales. Y quizás una de las formas más provechosas de entender tal transformación es analizar la evolución del Estado Social y de Derecho hacia el Estado Liberal, por lo menos, en cuanto a legislación y regulación laboral y económica se refiere. Tal transformación hace aflorar, una vez más, la complejidad del debate al rededor de los valores de la libertad y de la igualdad entendidos como postulados normativos. Esto es, entender los derechos como instituciones que encarnan principios morales. Pero vayamos por partes. Por lo que ahora interesa, merece la pena observar cómo en el seno de dicha transformación se pueden encontrar voces que se oponen a la inclusión del derecho al trabajo en los textos jurídicos ya que, según dicha visión, su inclusión no tiene sentido desde el momento en que el trabajo (o mejor dicho: el empleo) supone un tipo de explotación y, por lo tanto, su reconocimiento como “deber” atenta directamente contra el principio moral que inspira los mismos derechos fundamentales. Por el contrario, otros autores defienden la inclusión de dicho derecho como la articulación jurídica de un mecanismo de inserción social. Sea como fuere, lo que actualmente se torna evidente es que el “empleo” ha ido perdiendo su función atribuida históricamente; a saber, su capacidad de asegurar la existencia material de las poblaciones asalariadas. Disponer de empleo ya no garantiza la existencia material de quien lo sustente desde el momento en que no implica necesariamente una fuente de recursos suficientes (debido a los bajos salarios, la temporalidad, las bajas cotizaciones, etc.). Esto puede entenderse mejor desde el punto de vista histórico. Simplificando extremadamente, se puede observar como la izquierda histórica (con todas sus divergencias internas) exigía “el derecho a la existencia” 4, mientras que la apropiado para responder a las demandas de la necesidad, éstas deben resolverse mediante otra disposición” (Rawls, J., 2010). 3 De acuerdo con la OCDE (2011: 30) la Legislación laboral se ha contraído en un 25% entre 1986 y 2008. Éste indicador es el llamado ‘EPL’ en el cual se integran el conjunto de legislaciones nacionales que protegen al conjunto de la masa laboral. 4 Como se ha recordado en muchas ocasiones, la idea de un “derecho de subsistencia”, a un “mínimo vital”, no es nueva. Fue defendida por Russell, por lo fabianos y, con anterioridad, es posible encontrar argumentos a favor en Hegel, Kant, Thomas Paine y otros. (citado por Bascetta y Bronzini, 2006: 165). También por el revolucionario francés Maximilien Robespierre preguntándose por los derechos imprescriptibles del hombre: “¿Cual es el primero de estos derechos? El derecho a la 5 contemporánea exige “derecho al empleo”. Así, el empleo (y el sueldo) se transformó en el mecanismo encargado de cubrir las necesidades materiales (reproductivas) de la población, capacidad que como indicamos, ya no cumple el empleo/sueldo contemporáneo. 2.1. La Renta Básica como Derecho Humano Emergente. Como ya indicamos el nuevo contexto (re)globalizador interpela de forma inequívoca el lugar y la vigencia de los mismos DDHH, planteando nuevos retos tanto en el contexto nacional como en el internacional. A grandes rasgos, los ritmos y los espacios de trabajo están pautados cada vez más por intereses de los grandes holdings empresariales y por grupos financieros internacionales. Así, podemos afirmar que en nuevo contexto global, los poderes estructurales –financieros, industriales y políticos– hacen que las desigualdades persistan y se reproduzcan de forma alarmante. Tales cambios y efectos de las fuerzas estructurales a nivel internacional, propiciaron que diversos académicos, políticos y otros agentes sociales coincidieran en la necesidad de replantear la vigencia y alcance de los DDHH. Es en este nuevo marco de emergencia social – también económica y medioambiental– en que se promulgó la Carta de Derechos Humanos Emergentes, discutida en el Forum de las Culturas de Barcelona en 2004 y aprobada en el de Monterrey en 2007. En ella se recoge la necesidad de reivindicar nuevos derechos humanos “emergentes” (DHE, en lo sucesivo), entendiendo la innovación de tal concepto ya que: (...) manifiesta, por un lado, la necesidad de reconocer una serie de derechos que hasta el momento han estado sumergidos en el olvido y en la indiferencia (...). Por otro lado, reivindica la necesidad de contemplar una serie de nuevos derechos, todavía no reconocidos, surgidos de las transformaciones del mundo actual. Un mundo caracterizado por una intensificación del proceso de globalización y por la configuración de un nuevo orden mundial5. Acorde con distintas teorías, varios autores han defendido la existencia de distintas generaciones de derechos. Así, según Marshall (1950) y también Vasák (1979) cabría diferenciar dos de ellas. La primera, de principios del s.XVIII, se caracterizó por la reivindicación de los derechos civiles (libertades personales, expresión, pensamiento, religión, propiedad, etc); la segunda, del s.XIX subrayó la necesidad de erigir los derechos políticos (de participación, de asociación, de sufragio, de ser elegido representante, etc). Así, a los derechos de primera generación se los llamó de “libertad”, mientras que a la segunda se le llamó “derechos sociales o de igualdad” los cuales existencia”, respondía. (Robespierre, M. 02/12/1792, ante a Convención). 5 Preámbulo a la Carta de Derechos Humanos Emergentes. (2007: 4). 6 coincidían con la emergencia de los regímenes de Bienestar. Así pues los derechos recogidos en la Carta de Derechos Humanos Emergentes (CDHE, en lo sucesivo) pueden verse como derechos de “tercera generación” o “solidaridad”. La CDHE es una respuesta a los nuevos retos que plantea la globalización que, partiendo del reconocimiento del agente o ciudadano como poseedor de dichos derechos, aúna e integra las otras dos generaciones de derechos, que de forma horizontal y no jerarquizada, deberían quedar integrados. La llamada crisis del Estado de Bienestar y del empleo como mecanismo para asegurar el sustento individual y colectivo, ha propiciado que la exigencia de una RB se recoja dentro de la CDHE que se define como “una renta modesta pero suficiente para cubrir las necesidades básicas de la vida, a pagar a cada miembro de la sociedad como un derecho, financiada por impuestos o por otros medios y no sujeta a otra condición que la de ciudadanía o residencia”6. Así, al presentarse como una política incondicional y universal, interpela directamente a las políticas públicas más características de los regímenes de bienestar (seguros de desempleo, pensiones, rentas de inserción, políticas activas de empleo, etc.). Más allá de esto conviene destacar que el derecho a una RB interpela directamente al vinculo entre ciudadanía y empleo a la hora de poder acceder a determinados derechos y prestaciones y a determinados reconocimientos sociales. La RB no se concede en función de la cotización a la seguridad social, las tributaciones empresariales o por determinadas situaciones económicas o laborales particulares, sino que trasciende éste vínculo “empleacionista” a la hora de fijar y asignar las prestaciones públicas. Estos dos hechos –universalidad e incondicionalidad, junto con la superación de la lógica empleacionista– son los factores que más interesan para el presente análisis. En un contexto de contracción de las políticas públicas y las capacidades asistenciales de los Estados, la RB entendida como política pública de calado, nos fuerza a pensar en una reconfiguración de dichas políticas, por lo menos, en lo relativo a la promoción del empleo y del sustento de la ciudadanía, así como en nuevos diseños institucionales respecto al ordenamiento político y económico. No obstante, retomaremos la relación entre RB y DDHH en el apartado 4. Por ahora interesa destacar que la llamada crisis del estado de bienestar, junto con la ruptura de los pactos capital-trabajo característicos de los contextos de posguerra, promueve el debate sobre qué lugar debe ocupar el empleo en las sociedades contemporáneas, cómo asegurarlo (si es que se debe hacer) y cuál es la función que éste debe desempeñar en la actualidad. En relación a este triple interrogante, encontramos diversas respuestas que, aunque parciales, pueden ayudarnos a comprender el lugar del empleo en las sociedades actuales y como la RB puede colaborar en ello. 6 Definición también utilizada por la misma Red Renta Básica. Para una mejor definición, véase: http://www.redrentabasica.org. 7 3. Trabajo, empleo y Renta Básica Dichos interrogantes se han abordado desde múltiples ópticas. Lo que aquí se analiza son dos de ellas que pretenden esclarecer qué papel desempeña (o debe desempeñar) el empleo en las sociedades capitalistas actuales y cómo la RB puede incidir en ello. Lo que se pretende es constatar cómo en el seno de dichas tesis se ha apuntado la necesidad de instaurar una RB desde distintos postulados pretendidamente técnicos o empíricos, que han apuntado que tal medida pude contribuir a superar las limitaciones y contradicciones que conlleva el empleo del siglo XXI. Tales concepciones, aunque con divergencias internas, pueden resumirse en dos: a) la que subraya la “pérdida de la centralidad” o “crisis del empleo” y b) la que destaca la emergencia del “cognitariado”7. Analicemos como éstas justifican la necesidad de instaurar una medida como la RB, destacando sus principales argumentos, así como sus limitaciones en dicho ejercicio. 3.1. La pérdida de la “centralidad” del empleo como justificación. Hacia finales del siglo XVIII, “el empleo se convierte en el mecanismo de inclusión básico en las sociedades de mercado” (Zubero, 2001: 111). Cuando el empleo (o mejor dicho, la máxima keynesiana del “pleno empleo”) se encuentra cuestionada, la capacidad de éste para erigirse como elemento central de la vida social queda en entredicho. A tal fenómeno se le ha llamado “crisis del empleo” que es en verdad “la crisis del trabajo asalariado y del fenómeno salarial, que puede ser identificada con la quiebra de la forma tendencialmente hegemónica que adoptó el empleo en las economías capitalistas avanzadas durante las décadas posteriores a la XXI” (Miravet, 2012: 144). En relación con dicha crisis, varios autores han apuntado distintas consecuencias que ésta podría acarrear sobre distintas estructuras sociales, tales como la familiar, la cultural u otras. Sean cuales sean las consecuencias que esta pudiera generar, el mismo Miravet (2012: 145) constata que es totalmente lícito y pertinente hablar de dicho fenómeno cuando: Determinados procesos bien conocidos (postindustrialización, terciarización, modificación de la estructura ocupacional, cambios demográficos e internacionalización económica) y determinadas dinámicas a ellos asociados (déficit estructural de empleo, precarización, dualización, nuevas vulnerabilidades, fragmentación de la clase trabajadora fordista, desindicalización) han debilitado seriamente el carácter “ubicador” del trabajo asalariado, alterando el horizonte de estabilidad vinculado a la inserción en el empleo y el anclaje al puesto de trabajo que dotaba al itinerario vital 7 Si bien dichas tesis no son categorías mutuamente excluyentes y, por lo tanto, no podemos hablar de ellas como tales, su división en dos concepciones distintas nos ayuda aquí a diferenciar y subrayar sus elementos más característicos y destacados. 8 del trabajador estándar (masculino) de una estructura lineal y acumulativa en el marco de los compromisos y las disciplinas de las sociedades industrial-salariales de posguerra. Hay que advertir pero, que la llamada crisis o pérdida de centralidad trabajo8 se refiere al trabajo remunerado, es decir, al empleo (y no al trabajo voluntario y el doméstico). El problema aparece cuando el empleo, debido a los efectos de la crisis, al paro estructural o la flexibilidad laboral, ya no cumple su función “vertebradora” en la sociedad 9. Dahrendorf en 198810 ya advirtió que la crisis de empleo amenazaba precisamente el propio “contrato fundamental de la sociedad”. Esto es, destacar en el empleo su capacidad funcionalmente integradora de los trabajadores asalariados en la trama social. Del mismo modo, parece que la teoría de la sociedad dual de Gorz (1982: 90104) era acertada; la “masa improductiva” –en oposición a las minorías asalariadas con ciertas garantías– es la que ahora define y esculpe las principales características del mercado laboral. Según tales aproximaciones, el nuevo paradigma laboral resalta tres factores determinantes para la comprehensión de dicho cambio: el tiempo, el espacio y la acción; a saber, la triada característica del paradigma taylorista. Según Harvey, estos tres factores aparecen ahora como “parámetros inciertos y cambiantes”11, atentando contra la centralidad del empleo. De este modo, nuevas realidades como la empresa red, el tele-trabajo, el aumento del trabajo temporal y part-time así como la expansión del trabajo autónomo, han transformado radicalmente las formas en que se comprendía la interacción e “integración funcional” de estos tres factores productivos. Aún y sus discrepancias, los autores que defienden dicha tesis acepta la mayor, a saber, que la gradual degradación de la función integradora de dichos factores, “erosiona irremediablemente la red de relaciones y contra poderes sociales” 12 y, consecuentemente algunas de las estructuras que dotan de sentido y personalidad al conjunto de la sociedad. Así, el fundamento de las concepciones sobre la “crisis del empleo” parte de una preocupación sobre las capacidades autointegradoras de la sociedad a través del trabajo, y es que: El problema del trabajo y de su enrarecimiento aparece básicamente como un problema de cohesión social, de pertenencia y de sentido. Y es que, al menos en los dos últimos siglos, el trabajo ha representado indiscutiblemente en nuestra sociedad el principal regulador de las relaciones sociales, 8 Emplearé los términos “crisis del empleo” y “pérdida de centralidad del trabajo” indistintamente. Así mismo, debo puntualizar que, las concepciones acerca de la “pérdida de centralidad del empleo” son, aún hoy, muy difusas y resultan demasiado ambiguas tanto desde el punto de vista empírico como normativo. Siguiendo a Noguera (2012: 129-142) pueden existir hasta cinco concepciones a cerca de dicha tesis. No es mi objetivo, ni discutirlas, ni argumentar la pertinencia de su apreciación. Vaya por delante que comparto su crítica, que por falta de espacio no trato aquí con mayor profundidad. 9 Nos referimos aquí a la pérdida de centralidad desde el punto de vista descriptivo, tal y como apunta Noguera (2012: 144). 10 Véase: Dahrendorf, R., 1988. 11 Véase: Harvey, D., 1998. 12 Bascetta y Bronzini, 2006: 173 9 la principal fuente de identidad, el elemento representable y de agregación política por excelencia13. De este modo, el problema actual radica en un “desajuste” entre lo políticamente formal (leyes y reglamentación laboral) y lo materialmente fáctico (crisis del modelo de empleo taylorista). Así, mientras las garantías jurídicas y laborales –todavía– responden al postulado de integración y cohesión, los procesos de liberalización, desregulación y desprotección en los mercados laborales parecen actuar en contra de dichos principios rectores. Antonio Negri (2004: 268) expresa dicha preocupación argumentando que: (…) la relación entre constitución material y constitución formal se ha invertido. La primera que debía constituir la trama y la fuente de vitalidad de la segunda, se ha agotado. La vida constitucional es sólo formal. Es la vida de un muerto. Su cita expresa la creciente contradicción entre la legislación y derechos laborales (pretendidamente) garantistas y el empleo verdaderamente existente (des-regulado y falto de protección). La constatación de dicho contexto constituye, a grandes rasgos, la justificación técnica o empírica de la RB por parte de la tesis de la “crisis del empleo”. Es decir, una medida para evitar o mitigar la desvinculación del binomio ciudadanía-empleo. La dislocación entre entre lo político y lo social, entre lo abstracto (la ciudadanía) y lo concreto (el empleo) podría verse superado por la RB, erigiéndose como una medida para suplir los efectos que tal dislocación comporta. Así, la RB interpelaría directamente a la idea de una nueva ciudadanía política; esto es, desvinculándola de la (necesidad de) actividad laboral. De este modo, transformaría el binomio entre ciudadano y trabajador. Por el otro lado, la subsistencia material de la fuerza de trabajo ya no debería pasar necesariamente por el salario. Como remarcan el grueso de autores alineados con esta tesis, la RB podría presentarse como una “herramienta de apoyo, como una “fuerza” [para el trabajador] que le podría acompañar en cada cambio sucesivo de trabajo; pudiendo unificar a empleados, semi-empleados y desempleados”14. La RB así entendida se podría utilizar como un un sustituto funcional de los típicos derechos del trabajador fordista 15. Sean cuales fueran los posibles beneficios que una RB aportaría al reto de la “crisis del empleo”, desde nuestro punto de vista los argumentos y tesis esbozados son –por lo pronto– discutibles de cara a justificar de un modo riguroso la necesidad de instaurar la RB. En primer lugar, tales argumentos son demasiado ambiguos ya que no especifican a qué se refieren exactamente con “crisis de la centralidad del empleo” y, menos aún, a qué tipo de centralidad se refrieren. ¿Hablan 13 Íbid., 184 14 Bascetta y Bronzini, 2006: 175. 15 Íbid. 10 quizás de una crisis en el plano social o en el cultural? ¿En la cohesión social que, supuestamente, el empleo propicia? ¿Qué centralidad se supone que ocupa el empleo? Y más allá ¿debería el empleo representar un elemento central? Demasiados interrogantes, demasiados apriorismos que no se encuentran ni satisfactoriamente resueltos ni suficientemente esclarecidos. En segundo lugar, la aceptación de tal tesis propicia una visión quizás demasiado funcionalista y claramente reduccionista sobre el papel que se le supone al empleo. A demás, tal y como apunta Noguera (2012: 131), el argumento de la “crisis de la centralidad del empleo” puede ser contraproducente a la hora de justificar la RB. Y es que reclamar la necesidad de una RB como consecuencia de la “crisis de empleo”, implica aceptar –desde el punto de vista lógico-formal– que si tal crisis no existiera la RB no sería necesaria. Es lo que el mismo Noguera califica la estrategia del the second best: si hay pleno empleo, no es necesaria una RB, en cuando el paro desaparezca, la RB ya no sería necesaria... Además, al aceptar tal razonamiento parece que implícitamente sus defensores aboguen por una situación idílica, a saber, que hubo un tiempo en que existía pleno empleo cumpliendo su funcional tarea de integración y cohesión social. Habría que destacar todavía un tercer punto; a saber, que lo que está en crisis no es exactamente el empleo, sino su forma, su estructura, su división técnica e internacional y las dinámicas sociales y culturales que ello conlleva. Lo que realmente ha cambiado es la propia definición de “trabajo”, lo que se encuentra en transformación no es su centralidad como tal, sino su naturaleza y su forma. Dicho en otras palabras, el trabajo se ha diversificado i fragmentado de forma cuasi inconmensurable. A consecuencia de ello también la división técnica del trabajo (no sólo el empleo) se ha visto alterada y, por lo tanto, su significado social. ¿Significa esto que el trabajo no sigue siendo central en nuestras sociedades? ¿Cómo se puede explicar que el paro y el empleo sigan siendo las principales preocupaciones de la ciudadanía (81,6%) 16? A nuestro modo de ver los contra argumentos esbozados hasta aquí reflejan lo siguiente: a saber, que la tesis de la “crisis del empleo” o de la “pérdida de su centralidad”, aún y aportar interesantes reflexiones, no cumple ni suficiente ni satisfactoriamente la tarea de justificar, por si misma, la necesidad de la RB. 3.2. La emergencia del cognitariado como estrategia argumentativa. Dentro de la amplia y difusa tesis de la “pérdida de centralidad del empleo” encontramos distintas interpretaciones de la misma. Éste es el caso de la tesis de la “emergencia del cognitariado” que, aún compartiendo la misma matriz argumentativa, muestra algunas particularidades destacadas. 16 Barómetro CIS, marzo 2013. 11 El término “cognitariado” fue popularizado por Franco Berardi, Bifo, en 200317 y expresa la emergencia de una nueva clase social formada por el “trabajador cognitivo” que se contraponía al clásico trabajador manual o material. El cognitariado emplea su fuerza de pensamiento o intelecto para producir bienes inmateriales, a saber: conocimiento, cultura, información y sistemas de gestión, recursos tecnológicos, softwares informáticos, etc. Su aparición como categoría de análisis social responde al posterior contexto de la explosión de las punto.com y de la consecuente crisis de la llamada net-economy y se justifica por la necesidad de definir y comprehender la aparición de un nuevo conjunto de agentes productivos supuestamente excluidos del análisis socio-económico de corte clásico. El marco de desarrollo en el que el cognitariado encuentra su sustrato objetivo para devenir clase per si es el ámbito cultural; “en el terreno cultural se están creando las condiciones para la formación de una consciencia social del cognitariado” 18. Es así cómo éste puede reconocerse como “comunidad consciente” 19. Por otro lado, las condiciones materiales –siguiendo a Marx– que determinarían la conciencia del cognitariado es lo que se ha acordado en llamar “capitalismo informacional” o “cognitivo”. De forma genérica el núcleo de dicha tesis defiende que la producción de bienes y recursos en el actual sistema capitalista está cada vez más enfocada a la producción de aquello no-material. Autores harto distintos como el propio Bifo o Vercellone, Corsani, Boutang y Lazzarato entre otros encuentra su matriz argumental en la teoría de la “biopolítica” inaugurada por Michael Foucault. No obstante, quienes más popularizaron dicho término y el concepto de sociedad informacional –sobre el que descansa el del cognitariado– son Antonio Negri y Michael Hardt (2000, 2009). Ambos defienden la idea según la cual la producción industrial clásica está dejando paso a la hegemonía de la producción inmaterial o, lo que Bifo llama el “trabajo semiótico”. Y es que tal y como Hardt (2010: 349) la define, la producción inmaterial es la producción de: (…) ideas, información, imágenes, conocimientos, códigos, lenguajes, relaciones sociales, afectos y demás; y designa ocupaciones en un rango que va desde el extremo más alto hasta el más bajo de la actividad económica: desde los trabajadores de la salud, los aeromozos, los educadores, hasta los programadores de software; desde los trabajadores de cadenas de fast food o call centers hasta los diseñadores y publicistas. No obstante, lo que subyace de la tesis del “cognitariado” es la tensión entre formas de producción (material e inmaterial) y las formas de remuneración que este nuevo paradigma productivo implica. Desde la tesis del cognitariado, ambas cuestiones son relevantes para 17 Véase: Berardi, F (2003), así como (2005) 18 Íbid, 2003: 14. 19 Íbid, : 96. 12 fundamentar la necesidad de instaurar una RB. Según Hardt y Negri (2000: 349), la RB (a la que llaman “salario social” o “ingreso garantizado”) se justifica desde el momento en que en el capitalismo cognitivo se borran las diferencias entre el trabajo productivo y reproductivo, hecho por el cual el “salario familiar” pierde sentido. A medida que el trabajo se mueve hacia fuera de las paredes de las fábricas […] el proletariado produce en toda su generalidad en todas partes durante todo el día. […] El salario social se opone, primeramente, al salario familiar [que] mantiene el control familiar firmemente en las manos del varón ganador de salario y perpetúa un falso concepto sobre cual trabajo es productivo y cual no lo es. El salario social se extiende mucho más allá de la familia, hacia toda la multitud [...] porque toda la multitud produce y su producción es necesaria desde la perspectiva del capital social total. [Se demanda] que toda actividad necesaria para la producción de capital sea reconocida con igual compensación, de tal modo que un salario social sea un ingreso garantizado20. Así, en su argumentación la RB se justifica por el hecho de que es imposible determinar el coste y el producto del producto social total realizado. Como la producción ya no es material (susceptible de ser cuantificable en tiempo, dinero y cantidad), sino inmaterial, entonces toda la actividad de producción y reproducción social debe ser cuantificada como riqueza generada colectivamente y, así remunerada como tal. En paralelo con la idea de la “producción social” podemos encontrar otra justificación que, partiendo del mismo postulado, añade la preocupación en cómo dicha nueva producción debe ser remunerada. Según Boutang (2004: 116-127) en el contexto de la producción social existe una dicotomía creciente entre bienes y saberes, donde los últimos están ganando importancia como nuevo paradigma de producción y generación de rentas y riquezas. La producción social, al margen de los parámetros de la jornada laboral, los muros de la fábrica y las condiciones laborales institucionalizadas, se caracteriza por la difusión de los límites de dichos parámetros. Lo que ahora genera riqueza es la propia interacción y actividad social. Para definir este nuevo paradigma, Boutang (2012) usa la metáfora de la “abeja”, según la cual lo importante no es la cantidad de miel que ésta produce, sino el proceso de polinización que indirectamente genera, propiciando un sinfín de actividades adyacentes manteniendo un sistema ecológico que permite la producción de mayores cantidades de miel. Como él apunta, es ahí donde se encuentra la verdadera fábrica moderna. De este modo, en un régimen en que cada vez más el trabajador creativo está ganando importancia respecto del industrial y donde las principales rentas se extraen de la explotación y 20 Las cursivas son mías. 13 comercialización de tales creaciones (de ahí la importancia creciente de la expansión del copyright) la pregunta que Boutang se plantea es la siguiente: ¿cómo debe remunerarse al creador, al artista o al realizador? Según él esto puede responderse con tres alternativas. La primera es a través de la salarización o pago a destajo del creador por parte de las empresas por las cuales trabaja a cambio de una atribución exclusiva sobre los derechos de explotación y comercialización de la obra o creación. La segunda solución es estableciendo una beca o pensión para tal creado, entendida no como una remuneración futura sobre la explotación de su obra, sino como el derecho a una renta retribuida por parte de organismos públicos o privados. La tercera solución que propone –según él mismo, la más consistente– es el establecer una “renta universal”. En el contexto del capitalismo cognitivo la práctica de la cooperación social “incorpora una cantidad considerable de actividad que no es reconocida como trabajo con derecho a remuneración” (2012: 126). Debido al proceso de polinización social el sistema salarial está cada día más desligado de la generación de riqueza y es que “cuando el uso de la fuerza de trabajo coincide con el uso del cerebro, multitareas, multifunciones, etc., estamos ante una verdadera crisis del sistema salarial” (2012: 180). Según él mismo, establecer dicha renta universal sería beneficioso por varios motivos, entre ellos: a) mitigar la creciente exclusión social; b) presionar el mercado laboral para crear “otro tipo de empleo”; c) garantizar una renta a los para-asalariados propios de la sociedad de la información; y d) potenciar la independencia de los creadores frente a las empresas intermediarias gestoras de los derechos de reproducción de las obras. Aunque hay que reconocer que Boutang hace un mayor esfuerzo que Hardt y Negri para justificar la RB, las tesis esbozadas por ambos autores son débiles o, por lo menos, parciales. Argumentar la defensa de la RB a través de la tesis de la “producción inmaterial” es harto limitado, sino simplista. Aceptando su tesis fuerte –la imposibilidad de cuantificar y tasar las condiciones laborales y la producción inmaterial– convierte la RB en una suerte de “indemnización social”, a saber, “como un mecanismo de retribución igualitaria” 21 totalmente desvinculada de aspectos como la política retributiva, los factores de acumulación de rentas y capitales y la justicia fiscal, todos ellos parámetros que una defensa fuerte de la RB debería afrontar necesariamente. Además, según Boutang y siempre dentro de su paradigma de producción inmaterial, la RB implica forzosamente un desplazamiento de la importancia del salario: (…) la gran conquista del salario, que debilitó profundamente el carácter esclavista del trabajo, fue el acceso a la protección social y la extensión de esta protección a la familia de los titulares del empleo en la economía manufacturera. 21 Noguera, 2012: 134. 14 ¿Querría decir esto que el salario ya no importa? Según su propio razonamiento, si el salario es imposible de cuantificar debido a los cada vez más borrosos límites entre condiciones laborales y productivas con el resto de actividades sociales, entonces ¿nos olvidamos de los conflictos y la justicia salarial y laboral e instauramos una RB como una suerte de mecanismo de redistribución puramente igualitarista? Desde nuestro punto de vista, este argumento no constituye una tesis refutable y, por lo tanto, invalida el razonamiento de nuestro autor. Más bien parece que la tesis de la “producción inmaterial” o de la “fábrica social” responde simple y llanamente a un escalón más avanzado dentro del proceso de división técnica –e internacional– del trabajo. Por lo tanto, la constatación de tal realidad no constituye tampoco un argumento de peso suficiente. Cabe preguntarse además qué indicadores o qué pruebas arguye para defender que un nuevo debilitamiento del sistema salarial propiciaría los posibles beneficios anteriormente expuestos? Dentro de los autores que defienden la RB existe un intenso e inconcluso debate al rededor de qué efectos pudiera ocasionar una RB sobre el sistema salarial. Y es que el razonamiento insensatamente optimista de Boutang puede girarse en su contra. Pongamos como ejemplo un mercado laboral fuertemente protegido e institucionalizado como es el de la función pública. Seguramente allí, debido a la existencia de convenios colectivos y la presión sindical, los salarios no se verían sustancialmente afectados por la introducción de una RB. Pero ¿qué pasaría en un mercado desregulado y falto de legislación proteccionista (como el inmaterial)? Seguramente al introducir una RB los salarios se vería presionados a la baja por debajo del límite legalmente establecido. En este caso, la RB actuaría con un efecto depresor sobre los salarios, provocando dos efectos negativos. Primero, el trabajador experimentaría una caída en su salario real y, por ende, de su poder adquisitivo. Segundo, que una parte de su salario no sea debidamente pagada por su empleador, significaría que la RB supliría dicha pérdida salarial, que debería ser abonada a cargo de los impuestos del resto de contribuyentes. En relación con esto último, parece que la política fiscal o la cuestión de la justicia distributiva es algo que, en general, se hecha en falta en dicha tesis. Hardt y Negri no exponen ninguna sugerencia al respecto. Por su parte Boutang va un poco más allá. Argumentando que la producción social se genera ahora en la “cooperación” o “polinización social”, defiende la idea según la cual debería crearse una “tasa polen”, es decir, un nuevo sistema impositivo sobre todas aquellas actividades que generen riqueza, como el uso del teléfono, el consumo, el ocio, los viajes, los movimientos de capitales y los intercambios 22. Pero hasta aquí llega su argumento. ¿Y 22 Boutang defiende la “tasa polen” como una fiscalidad “mucho más inteligente” ya que aportaría mucho más” (2009). 15 la fiscalidad sobre las rentas de capital? ¿Y sobre las del trabajo? Da igual que un directivo cobre muchísimo más que un trabajador con sueldo medio? ¡Claro! Como el valor de su trabajo, las horas dedicadas y la riqueza que generan es técnicamente imposible de cuantificar, dejemos esta diferencia salarial tal y como está y dediquémonos a tasar los viajes, las llamadas telefónicas y otras actividades “sociales” del trabajador. Así las cosas, cómo se puede constatar este es un argumento que, aún y aportar alguna interesante reflexión sobre la nueva división del trabajo, poco tiene que aportar a una fundamentación verdaderamente empírica y contrastable para la RB. 4. Hacia una justificación robusta de la Renta Básica. Teorías de la justicia y nuevos Derechos Humanos Como vimos, las dos principales justificaciones de la RB de naturaleza empírica (la tesis de la “pérdida de centralidad” y del “cognitariado”) son razonamientos que si bien aportan algunas reflexiones interesantes, no constituyen por si solas una justificación lo suficientemente robusta para la RB. Hemos observado que parecen contener varias inconsistencias. Por un lado justifican la RB como necesidad dada las contingencias económicas, laborales y de la crisis. Esto equivale a no poder justificar la RB en caso de bonanza económica. Por contra, la tesis que este artículo sostiene es aquella que defiende la necesidad de una RB con o sin crisis económica o de empleo. En segundo lugar, desde un punto de vista empírico, ambas tesis parecen ser poco contrastables y, desde el punto de vista sustantivo, muestran algunas incoherencias y ambigüedades. A la vista de tales inconsistencias necesitamos dotarnos de herramientas conceptuales más precisas que, libres de particularidades coyunturales, nos ofrezca una justificación más compleja y con mayor robustez argumental. Éstas las encontramos en las distintas teorías de la justicia, que tanto desde una óptica libertariana, como desde la republicana, ofrezcan una justificación más solida de la RB, sobre todo a la hora de plantear su adecuación como derecho humano o del ciudadano. Detengámonos en ellas con algo de detalle. 4.1. La argumentación libertariana y la maximización de oportunidades. Varios de los intentos por justificar la RB han venido desarrollándose en el marco de la filosofía política y económica, donde diferentes obras provenientes de la sociología económica y de la dominación también han aportado interesantes análisis. Por su puesto, dichos intentos ha venido a relacionar la RB con los DDHH de nuevo cuño, tal y como se apuntó anteriormente. 16 Uno de los intentos más destacados es la tesis de la Libertad Real para Todos (LRT, en lo sucesivo) desarrollada por Philippe Van Parijs (1995) quien intentó superar los límites de las tesis de carácter liberal-doctrinario que habrían dominando la filosofía política durante los últimos decenios. Mientras dichas tesis ponían el énfasis del concepto de libertad como ausencia de constricciones –una libertad meramente formal–, Van Parijs define su esquema de libertad real como la maximización de oportunidades. Es decir, la libertad se fundamenta en la “oportunidad de hacer X, cuando el deseo de hacer X implica la posibilidad real de hacer X” 23. Dicha exigencia normativa implicaría, por supuesto, una implementación de los nuevos DDHH o DHE mucho más intervencionista y consistente. En una sociedad libre –diría Van Parijs– la libertad real debería estar fuertemente garantizada con el objetivo de maximizar el conjunto de oportunidades de elección del ciudadano. Este es el razonamiento por el cual desde la tesis de la LRT se defendería la necesidad de una RB. Ésta ofrecería un marco de libertad real en el cual todos los individuos pudieran decidir aceptar –o no– determinados tipos de empleo o determinadas condiciones laborales, así como también les permitiría diseñar sus propios planes de vida acorde con su libre voluntad. Esta es la estrategia de defensa argumental –aunque muy brevemente expuesta– de la RB acorde con la teoría de la LRT de Van Parijs. Dicha teoría es la que mayormente se ha venido utilizando en la defensa de la RB como un nuevo derecho ciudadano y ha sido objeto de cuantiosas controversias y críticas. Una de las argumentaciones teórico-normativo que con mayor éxito se ha confrontado a la dicha teoría de la LRT es la proveniente de la teoría de la justicia de matriz republicana que, a nuestro modo de ver, plantea algunos retos interesantes para la teoría de Van Parijs y, por supuesto, la que se defiende aquí como la mejor opción a la hora de defender la RB como un nuevo derecho ciudadano. 4.2. La argumentación republicana. Ciudadanía libre y Renta Básica. Después la teoría de LRT, la tesis de ascendencia republicana parece ser la que mayor interés ha despertado hasta el momento, siendo Philip Pettit y Quentin Skinner entre otros, los que más contribuyeron a ello. Lo que aquí se pretende es mostrar dicha tesis como la defensa más robusta de la RB como derecho de la ciudadanía y su relación con los DDHH. Y es que la sociología política y económica que tal teoría dibuja parece la más acertada para describir, tanto la exigencia normativa del la RB entendida como derecho ciudadano, como su adecuación para una mejora del mercado laboral y de las clases asalariadas que lo componen. De este modo, desgranando las 23 Citado por Casassas, 1995: 237. 17 principales limitaciones con que debe lidiar la tesis de la LRT de Van Parijs, analizaremos algunas de las ideas fuertes de dicha teoría, su relación con el derecho de la RB y el mercado laboral. La fundamentación de la libertad real de Van Parijs, centrada en el axioma de las oportunidades, parce descansar sobre una matriz meramente cuantitativa: cuantas más oportunidades se tengan, más libres seremos. Y en efecto, en el contexto laboral y económico actual esto no es nada despreciable. No obstante, para la visión republicana, el hecho de no ser libre, la ausencia de libertad real para disponer de oportunidades de elección (elegir entre varios empleos por ejemplo, o elegir no trabajar), se vincula directamente con las condiciones materiales en que dicho elector se encuentra. Así, un individuo que no cuenta con su existencia material garantizada, experimentará necesariamente una disminución en sus alternativas de elección o de oportunidades. O en palabras de Pettit (2006:133–4): “una elección no será nunca verdaderamente libre si su portador no está protegido de las posibles obstrucciones sociales”. En este punto aflora la importancia que para el republicanismo tiene la institución de la propiedad en la consecución de la libertad. Así, mientras en la era clásica tal propiedad se identificaba con la tenencia de tierras, en la actualidad, podemos hacer el mismo paralelismo con la RB. Se puede establecer pues, que la libertad de tipo republicano no es plausible si los individuos no disfrutan de aquella “propiedad” necesaria que les garantice su existencia e independencia material que, consecuentemente, les colocaría en un estatus socioeconómico libre de dominación (es decir: en ausencia de interferencias arbitrarias por parte de terceros), y por lo tanto, con una mayor capacidad de elección. Y es que tal y como afirma Casassas: (…) el republicanismo se compromete con el impulso de aquellas opciones que emanan de –o conducen a– un régimen social en el que los individuos son independientes, en el que los individuos gozan de una posición social blindada políticamente que los hace inmunes a cualquier tipo de interferencia arbitraria24. De este modo y como hemos visto, mientras la teoría de Van Parijs resalta y se apoya en la libertad sobre la elección (free choice) sin preocuparse demasiado ni por la ausencia –o no– de dichas garantías de existencia ni por la configuración político-institucional que ello requeriría, la teoría republicana prioriza la libertad del elector (free chooser). Pensemos en un ejemplo ilustrativo que interpela directamente a la teoría de la LR de Van Parijs: el “amo bondadoso”. Uno puede estar sometido a la potestad arbitraria de un amo, un patrón o un jefe, que por su carácter bondadoso nos permite hacer lo que nos plazca en cada momento. ¿Supone esto un estatus de libertad real para su esclavo, subordinado o empleado? Obviamente, debido a la bondad del 24 Casassas, 2005: 243. Cursivas originales. 18 primero, el segundo gozará de un rango mayor de elección y, por lo tanto, contará con una mayor libertad para diseñar sus propios planes de vida. ¿Podemos decir que sus opciones de elección son verdaderamente libres si la situación social de dicho elector es de subordinación o subyugación? De hecho, aunque el amo sea bondadoso, tiene la capacidad de limitar en cualquier momento la libertad –interferir arbitrariamente– del esclavo o empleado. A la luz de este ejemplo, por contra, la causa de la libertad republicana debe comprometerse con el establecimiento de aquellas condiciones sociales y materiales que promocionen una sociedad civil de hombres y mujeres libres capaces de tomar decisiones realmente libres. En otras palabras: el ordenamiento normativo e institucional que un régimen republicano-democrático debería erigir en base a dicha exigencia normativa es el establecimiento y la garantía de aquellas condiciones materiales bajo las cuales el individuo puede ser considerado com “free chooser”. De este modo, asegurar como derecho ciudadano la RB contribuiría decisivamente en embridar o limitar aquellos poderes o fuerzas sociales con capacidad de interferencia arbitraria (de dominación) sobre la existencia independiente de los otros. El compromiso de la RB en la búsqueda de la libertad como no dominación, pues, aparece como una justificación normativa harto consistente. Es en este punto en que la RB, comprendida desde la concepción del republicanismo democrático, aparece como una política pública harto sugerente. Desde este punto de vista lo que la haría preferible al resto de políticas públicas son sus atributos de incondicionalidad y universalidad. Vemos como en los regímenes de bienestar europeos se potencian aquellas políticas públicas de corte workfaristas fuertemente condicionadas. Esto es, aquellas políticas públicas condicionadas a que se cumplan determinados requisitos. Por ejemplo, la atribución de subsidios de desempleo a condición de que se busque trabajo, que se acredite un determinado estatus económico o familiar o de cualquier otra índole. Una RB incondicional y universal, por contra, se atribuye a todos y todas por igual, sin tener en cuenta si el individuo trabaja o no, de sus fuentes de ingresos o de cualquier otra situación particular. Este importante factor de la RB así entendido tiene, por lo pronto, dos beneficios que deben subrayarse. Por un lado en el aspecto laboral. La incondicionalidad de la RB permitiría una posición social del trabajador mucho más libre que la actual y, por lo tanto, dotaría a la fuerza de trabajo de mayores posibilidades de elección verdaderamente libres, como por ejemplo, la libertad de rechazar una oferta laboral determinada. En definitiva, ofrecería a la población trabajadora una mayor capacidad de negociación en el mercado laboral al ofrecer a estos un aporte en favor de su independencia material. Por el otro lado, la incondicionalidad de la RB rompería con determinadas problemáticas sujetas a las políticas públicas actuales, como puede ser la trampa de 19 la pobreza. Una RB así entendida actuaría, no tanto para asistir a los sujetos una vez estos se encontraran en una situación de vulnerabilidad o de riesgo social como el paro o la pobreza extrema (ex post), sino desde el principio (ex ante). Parafraseando a Rawls, la incondicionalidad de la RB actuaría tras el “velo de ignorancia” para nivelar y asegurar una “posición de salida” adecuada y justa para que todos los individuos pudieran entrara formar parte de la vida social con un “respaldo” –una garantía de existencia– en relativa igualdad de condiciones. 5. Conclusiones En el presente artículo hemos presentar la RB como una política alternativa a las diseñadas hoy en día y que puede tener un fuerte impacto positivo sobre determinados aspectos de los mercados laborales y la situación de las poblaciones asalariadas. Hemos presentado dos de las mayores tesis que desde razones técnicas o empíricas han pretendido defender tal medida. Por un lado hemos visto como la teoría de la “pérdida de centralidad del empleo” o “crisis del empleo” hace hincapié en la actual incapacidad funcional del empleo en regular y cohesionar la sociedad y el impacto que ello supone sobre las trayectorias laborales y vitales de los individuos. Dichos efectos llevaría esta tesis a justificar la instauración de la RB. Por el otro lado, se analizaron las particularidades de la tesis del “cognitariado” que subraya la imposibilidad de cuantificar el trabajo y la riqueza generada en la nueva sociedad del conocimiento y como este hecho se comprendería como argumento de peso para apoyar la RB. Así mismos hemos llegado a la conclusión de que las teorías de corte técnico o empírico, en su intento por justificar la RB, encuentran importantes limitaciones o, por lo menos, se erigen como razonamientos poco fundados y robustos para cumplir con tal objetivo. Dichas limitaciones se deben, principalmente, a las ambigüedades que presentan, la falta de concreción, la circularidad lógico-formal de varios de sus razonamientos y por la imposibilidad de someterlas a un contraste empírico suficientemente riguroso. Todo ello nos lleva a pensar que dichas tesis contienen un alto grado de componente normativo que, encontrándose mezclado con su pretendido carácter positivo, hacen de ellas justificaciones limitadas e insuficientemente robustas a la hora de abogar seriamente por una Renta Básica. Así hemos planteado un método alternativo, a saber, una fundamentación teórica-normativa que quedara exenta de particularidades contextuales y de la contingencia actual. En este sentido, hemos analizado la teoría de la Libertad Real de Van Parijs, remarcando que, aún y aportando interesantes argumentos, presenta una visón harto limitada y constreñida a axiomas cuantitativos. 20 La preponderancia que ofrece a la “elección” y no al “elector” hacen de ella una teoría que obvia los retos que la supuesta libertad real plantea de cara al ordenamiento institucional en el que instaurar la RB. Aí pues, presentamos la justificación normativa proveniente del republicanismo democrático como aquella que mejor podría justificar la RB como nuevo derecho ciudadano como un instrumento que respondiera al axioma de la libertad entendida como no dominación. Así mismo, se subrayaron los potenciales beneficios que tal propuesta ofrecería de cara a mejorar la situación de las poblaciones trabajadoras, en particular, y del mercado laboral, en general. No obstante, para la consecución de tal fin es necesario desarrollar y instaurar otras políticas públicas que actúen en consonancia con dicho axioma normativo, sin las cuales, la RB no podría desplegar todas sus potencialidades. Apostando por la justificación democrático-republicana de la RB como la más robusta de ellas, lo que hemos querido subrayar es que una medida como la RB requiere de un diseño institucional determinado que cuente con un conjunto de políticas públicas adyacentes para articular una situación de libertad –entendida como no dominación– para las clases trabajadoras, lo que permitiría democratizar las relaciones de tipo laboral extendiendo una sociedad civil de hombres y mujeres verdaderamente libres. 21 Bibliografía Barragué, Borja (2012) “Derechos humanos, teorías de la justicia y modelos de Renta Básica: la respuesta erótica del ideal radical-republicanismo” en Rodríguez, M. E.; Campoy, C. I y Rey, J. L, P. (eds.), Desafíos actuales a los derechos humanos: La Renta Básica y el futuro del Estado de Bienestar, Madrid, Dykinson, pp. 55-94. Bascetta, M. y Bronzini, G. (2006) “La renta básica en la crisis de la sociedad del trabajo” en Pisarello, G. y de Cabo, A. 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