[Versión preliminar]

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Congreso Español de Sociología Gijón Junio 2016
G7. Sociología del trabajo
[Versión preliminar]
DESAFIANDO
LA
PRECARIEDAD
LABORAL:
ENFRENTANDO
OBSTÁCULOS Y BUSCANDO OPORTUNIDADES EN EL CONTEXTO DE
CRISIS.
Elsa Santamaría (Universitat Oberta de Catalunya)
Estudis de Psicologia i Ciències de l'Educació
Universitat Oberta de Catalunya (UOC)
[email protected]
La prolongada duración de la crisis económica en que estamos sumergidos y en
particular sus profundos impactos negativos en la vida de las personas en términos de
desempleo, precariedad, pérdida de calidad de vida, desigualdades sociales y exclusión,
nos provocan las siguientes cuestiones: ¿qué capacidad de respuesta tienen los
individuos en este contexto?, ¿qué tipo de prácticas llevan a cabo?, ¿pueden estar
emergiendo nuevos significados y prácticas en torno al trabajo y al empleo?
Esta comunicación esboza posibles respuestas a estos interrogantes a partir de tres líneas
de abordaje. La primera línea parte del diagnóstico del contexto de crisis del empleo y
de precarización de las relaciones laborales en el que nos encontramos desde hace años
en las economías occidentales europeas, procesos que vienen incluso de antes de la
crisis económica actual. La segunda línea se centra en el análisis de las relaciones que
los individuos establecen actualmente con el empleo, marcado por una intensificación
de sus rasgos precarios y cómo afrontan su ausencia, en un contexto de cronificación del
desempleo especialmente para ciertos colectivos. Finalmente, la tercera línea de
abordaje consiste en interpretar los cambios en las prácticas de los individuos en lo
referente al empleo y al desempleo y que basculan desde posiciones de renuncia y
debilidad a posiciones de resistencia y lucha.
Nos basamos en el análisis de los relatos extraídos fundamentalmente de entrevistas en
profundidad y grupos de discusión realizadas durante el año 2014 a colectivos de clases
medias y populares de tres ciudades: Bilbao, Madrid y Valencia, realizadas en el marco
de una investigación más amplia en la que se encuadra la presente comunicación:
“Respuestas sociales a la crisis y procesos de precarización de la vida en la sociedad
contemporánea: Bélgica, España, Francia, Italia y Portugal”, financiado por el
Ministerio de Economía y Competitividad (CSO2011-23252).
PC: crisis económica, precariedad laboral, desempleo, estrategias y resistencias
1
Contenido
1. Procesos de precarización y crisis: una estrecha (y vieja) relación .......................... 3
2. La crisis del empleo y su gobernanza en el nuevo paradigma laboral ...................... 4
3. Desempleo, intensificación de la precariedad y pobreza laboral .............................. 8
3.1 Desempleo: “Prácticamente soy invisible”......................................................... 9
3.2 Intensificación de la precariedad: “Me autonomizaron” .................................. 11
3.3 Pobreza laboral: “Trabajar, me cuesta dinero” ................................................. 13
4. Desafiando la precariedad laboral ........................................................................... 14
Bibliografía ................................................................................................................. 16
2
1. Procesos de precarización y crisis: una estrecha (y vieja) relación
Aunque no se puede achacar a la crisis económica todo los problemas que estamos
sufriendo en la actualidad, resulta casi imposible no hacerlo. La prolongada duración de
la crisis económica en que estamos sumergidos y en particular sus profundos impactos
negativos en la vida de las personas en términos de desempleo, precariedad, pérdida de
calidad de vida, desigualdades sociales y exclusión, nos provocan las siguientes
cuestiones: ¿qué capacidad de respuesta tienen los individuos en este contexto?, ¿qué
tipo de prácticas llevan a cabo?, ¿pueden estar emergiendo nuevas prácticas en relación
al empleo?
Si hacemos un repaso de los informes sobre la situación económica y social publicados
recientemente (FOESA, 2014, 2015; CES, 2015; Caritas, 2013; Laparra, 2015) podemos
extraer la siguiente conclusión: la crisis económica ha aumentado las desigualdades
sociales, y si bien ha perjudicado y debilitado a las clases medias, ha afectado
sobremanera a sectores de la población ya empobrecidos antes de la crisis.
Quizás esta sea la razón por la que entre las personas entrevistadas en esta
investigación 1, descubrimos relatos en los que la crisis económica es un trasfondo o
contexto que está ahí pero que no condiciona, al menos no de forma directa, sus actos,
mientras que en otros relatos la crisis económica es la causa de todo lo que sucede en
sus vidas. En lo que se refiere al empleo, aspecto central que nos ocupan en este
artículo, esta cuestión es clave ya que las nuevas prácticas que se puedan estar gestando
necesariamente están mediadas por la crisis económica de estos años, pero no tienen
porqué ser fruto de la misma. Esto es, por ejemplo en el mundo laboral se vienen
produciendo cambios sustanciales desde los años 80 y los procesos de precarización del
empleo han sido constantes desde esa época, de modo que no pueden ser analizados
como exclusivos de estos tiempos de crisis económica. En este sentido, los individuos
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Se han realizado 39 entrevistas y 7 grupos de discusión en diferentes ciudades
españolas, principalmente en Bilbao, Madrid y Valencia, durante los meses de enero a
marzo de 2014, en el marco del proyecto de investigación: “Respuestas sociales a la
crisis y procesos de precarización de la vida en la sociedad contemporánea: Bélgica,
España, Francia, Italia y Portugal”, financiado por el Ministerio de Economía y
Competitividad (CSO2011-23252).
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vienen modificando su relación con el empleo, incluso los sentidos y la significación
que dan al trabajo están cambiando, desde mucho antes de la crisis económica. Por lo
tanto, cuando hablamos de cambios en las prácticas de los individuos debemos tener en
cuenta que tal vez muchos de estos cambios vienen de más atrás y son producto de
procesos de cambio más amplios.
Las interpretaciones que se pueden hacer hoy día de los efectos de la crisis económica
necesitan ser estudiadas en un contexto histórico a largo plazo y no como un hito
aislado de las secuencias en las que se encuentra inmerso. De ahí que comencemos este
capítulo con un repaso, aunque sea brevemente, del modelo de empleo que se ha venido
desarrollando en las economías occidentales europeas y en concreto en las economías
del sur de Europa. Un modelo de empleo muchas veces mitificado, como es el de la
sociedad salarial y la norma fordista de empleo, que funcionó como referente en los
años posteriores a la Segunda Guerra Mundial y que desde mediados de los años 70, y
entrados los años 80 para el caso español, está siendo reemplazado por un modelo de
empleo posfordista, flexible y precario. En segundo lugar, trataremos de acercarnos a
los procesos de precarización en el mundo laboral y extraer, a partir del análisis de los
relatos de nuestros informantes, lo realmente novedoso de sus formas contemporáneas.
Si la precariedad en el empleo está dejando de verse como algo marginal y se ha
convertido prácticamente en la norma, con la última crisis económica ¿qué es lo que
está pasando?, ¿cuáles son los factores que están intensificando la precariedad?
Finalmente, interpretaremos los cambios en las prácticas en lo referente al empleo y al
desempleo, que pueden ir desde posiciones de renuncia y fragilidad a posiciones de
empoderamiento, de resistencia y lucha.
2. La crisis del empleo y su gobernanza en el nuevo paradigma laboral
Comencemos con un breve repaso por el modelo de empleo que se ha ido desarrollando
en los últimos años en las economías occidentales europeas y en concreto de las
economías del sur de Europa. Como decíamos, se trata de un modelo de empleo muchas
veces mitificado, como es el de la sociedad salarial y la norma fordista de empleo, que
funcionó como referente en los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial y que
desde mediados de los años 70, y entrados los años 80 para el caso español, está siendo
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reemplazado por un modelo de empleo posfordista, en el que las relaciones laborales,
buscando flexibilidad y adaptación constante a los cambios, generan grandes dosis de
precariedad. Algunos autores señalan un verdadero cambio del paradigma laboral en las
últimas tres décadas que podemos evidenciar en los siguientes rasgos:
En primer lugar, que hemos pasado de una economía industrial a una economía
posindustrial, basada en el desarrollo de las tecnologías, de los servicios y del
conocimiento. Que se mueve mucho más rápido, debido a los precipitados cambios
tecnológicos y además lo hace a una escala global, mediante interdependencias
globalizadas que van más allá de los límites que pueden establecer las regiones y los
propios Estados.
Por otro lado, las finanzas y el crédito tienen un papel y un peso cada vez mayor en la
economía actual. Como critica Lazzarato (2011) estamos viviendo en una economía de
la deuda, donde el sistema de la deuda se ha convertido en la relación social
fundamental que estructura el capitalismo. No conviene olvidar que la crisis de 2008
comenzó siendo una crisis financiera, convirtiendo el endeudamiento de las personas, de
las familias y de las organizaciones en un motor de crisis que arrasó en todos los
ámbitos de la vida. Son muchos los analistas que ven en la financiarización uno de los
procesos más importantes para entender los nuevos tiempos. Principalmente por la
capacidad que están mostrando de sortear los marcos legales y soberanos de los Estados
y salir indemne de momentos críticos, mientras someten a economías y gobiernos a sus
propios criterios haciéndoles pagar por los errores que la propia financiarización ha
creado. Como señala Sassen “la fuerza de las finanzas, y eso es lo que las hace
peligrosas, es su capacidad de reforzar su propio valor, mientras los hogares, las
economías y los gobiernos pierden valor” (2015: 136). Durante los años de la presente
crisis este fenómeno se ha puesto de manifiesto de manera clara en el caso español,
donde además el sistema financiero ha sido el primer rescatado.
Otro rasgo del cambio, lo encontramos en el modelo de producción, caracterizado ahora
como posfordista y de acumulación flexible, que ha ido de la mano de sucesivos
procesos de desregulación de las condiciones y de las relaciones laborales del anterior
modelo de producción (Prieto, 2002). A favor de la flexibilidad y de la búsqueda de
mayor competitividad, se ha ido generando grandes dosis de temporalidad y precariedad
en el empleo que están cambiando el papel y el sentido social que éste pretendía tener
durante el fordismo. No sólo se refleja en unas condiciones de empleo y en unas
relaciones laborales desregularizadas e individualizadas sino también en unas
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trayectorias o biografías laborales cada vez más particulares y diferenciadas en lo que se
refiere tanto al acceso al empleo como a la salida del mercado laboral (EREs, despidos,
prejubilaciones, etc.) e incluso a las estrategias de mantenimiento en la actividad laboral
(Sennett, 2000). Las transformaciones en la forma en cómo nos organizamos la vida
laboral están además atravesadas por nuevos roles e identidades de género y por nuevas
formaciones familiares en las que se hace cada vez más necesario buscar arreglos y
conciliaciones no siempre bien resueltas.
En este sentido algunos autores han señalado que estamos viviendo una crisis de la
ciudadanía laboral (Alonso, 2007), en el sentido de la fragmentación de un imaginario
social que fue fruto de un consenso sobre los derechos y el bienestar individual y
colectivo y que funcionó en un periodo concreto. Como hemos podido constatar a lo
largo de esta investigación, en las experiencias de precariedad laboral muchas veces se
apela directamente a la dificultad de reconocerse como ciudadanos y ciudadanas cuando
es imposible alcanzar los derechos y garantías sociales que se conseguían anteriormente
a través del empleo y por extensión, a través también del consumo.
Estos cambios corren en paralelo a un profundo proceso de transformación del Estado
de Bienestar, que algunos autores también lo definen en términos de crisis (Bauman y
Bordoni, 2016). Si en otros periodos de crisis económicas el Estado se presentaba como
un agente capaz de resolver los problemas de la ciudadanía y había cierta confianza en
que así lo hiciera, en la actual crisis el Estado ha perdido esa capacidad y esa confianza.
Esta falta de confianza en la capacidad del Estado es debido, siguiendo a Bauman, a una
separación entre el poder y la política (2016: 23-24). En concreto, este autor manifiesta
que: “Ese divorcio provoca una “ausencia de la agencia o capacidad de acción”
necesaria para hacer aquello que toda crisis exige por definición: elegir un modo de
proceder y aplicar la terapia indicada para seguir el camino que se ha escogido”
(2016: 24).
Esta ha sido precisamente una de las mayores críticas que se han puesto de manifiesto
durante la actual crisis. Responsabilizar al gobierno de la situación es una constante en
los discursos, como señala tajantemente esta pensionista:
“Así es que eso, que me he pasado la vida entera trabajando y ahora, por culpa de este Gobierno
que tenemos, no llego a fin de mes. No llego, o sea, no llego. Si pago, no como, si como, no
pago”.
(E-L1/103)
Y es que la forma de gestionar la crisis marcada primero por cierto inmovilismo y
posteriormente basada en un modelo de políticas de austeridad impuesto desde la Unión
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Europea ha sido foco de críticas constantes y de malestar social. La austeridad junto a la
opción neoliberal adoptada se han mostrado insuficientes para evitar la destrucción de
empleo y paliar las consecuencias sociales de unas elevadas tasas de desempleo. Al
responsabilizar al gobierno y al poder político, y por extensión a los partidos políticos,
el foco de la crisis se amplía y pasa de estar en lo exclusivamente económico a señalar
las insuficiencias de la acción política para encontrar soluciones 2.
En este panorama están emergiendo nuevos mecanismos de gobernanza. Por ejemplo,
asistimos a un cambio sustancial de la regulación normativa en materia laboral y en
materia de protección social, influenciadas de forma clara por una tendencia a la
europeización de las dinámicas económicas y políticas bajo lo que se conoce como el
Modelo Social Europeo (MSE). En este sentido, podemos observar como las actuales
políticas de empleo vienen atravesadas por el paradigma de la activación (Crespo,
Revilla y Serrano, 2009) y más recientemente por el de la empresarización. Las
consignas que se envían desde las instituciones públicas para superar las situaciones de
desempleo se basan en un trabajo sobre uno mismo, un trabajo sobre las competencias
personales y sobre la subjetividad y no tanto sobre el sistema económico o sobre el
mercado de trabajo, que se presentan prácticamente como ingobernables.
El aumento de las desigualdades sociales es una de las consecuencias más palmarias de
este nuevo orden laboral y de su gobernanza. De ahí las interpretaciones en términos de
estratificación social, que vienen a señalar la emergencia de “nuevas clases sociales”,
como el precariado (Standing, 2013). La polarización social se remarca y hace más
evidente en esta tesitura en la que no sólo preocupan los procesos de exclusión, sino
también los procesos de expulsión (Sassen, 2015). Entre los expulsados del orden
económico actual se encuentran las personas desempleadas, quienes han sufrido el
proceso de empobrecimiento de las clases medias y los trabajadores y trabajadoras
pobres.
La combinación de estos procesos de cambio y desplazamiento señalan las coordenadas
paradójicas en las que nos encontramos en la actualidad respecto al empleo. Por un lado,
la necesidad de un empleo para vivir dignamente pero que sin embrago dignifica cada
vez menos, y por otro lado, que mientras una parte de la población se ve abocada al
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Entre las críticas más señaladas están los recortes en sanidad, educación y en política social y también la
subida del Impuesto del Valor Añadido (IVA) en determinados sectores. Sin embargo, no se pone de
manifiesto la falta de ayudas públicas, sino más bien las pocas posibilidades de vivir dignamente con unas
ayudas mínimas como las actuales (por ejemplo la RGI, o la ayuda a parados de larga duración).
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desempleo o al empleo precario e intermitente, otra parte trabaja cada vez más horas y
con mayores cargas de trabajo.
3. Desempleo, intensificación de la precariedad y pobreza laboral
Podemos aproximarnos a la precariedad laboral desde tres dimensiones que se
complementan: una, es la precariedad que viene provocada por la ausencia de empleo,
otra, por el propio empleo, por las condiciones en las que se está trabajando y también
podríamos añadir una tercera, menos estudiada que las anteriores, que tiene que ver con
el propio sentido del trabajo, incapaz de reproducir una definición de identidad basada
en la tarea que se realiza y que, por tanto, apela directamente a la subjetividad del (o del
potencial) trabajador.
En base a esta distinción presentaremos el análisis de los discursos de los grupos de
discusión y de las entrevistas realizadas en esta investigación y que nos permitirá
acercarnos a un discurso colectivo y social en el que los relatos reflejan, de modo más
relevante, la realidad de las condiciones de trabajo.
Los relatos personales y colectivos sobre el empleo y el trabajo en tiempos de crisis
están repletos de historias sobre la búsqueda de empleo, sobre recorridos laborales y
vitales precarios, sobre situaciones laborales inseguras e insatisfactorias e incluso
situaciones laborales que rozan la explotación (condiciones degradantes, horarios
interminables, empleos mal pagados, etc.) y la exclusión social (desempleo de larga
duración, familias subsistiendo con salarios mínimos y con ayudas de emergencia
social, etc.).
Como señalábamos más atrás, estos relatos se reparten entre aquellos que culpan
directamente a la crisis económica de la precariedad que vivimos y por extensión a la
crisis política, es decir, a los gestores políticos que no han sabido actuar y estar a la
altura para paliar sus efectos y aquellos relatos que ven al culpable en el propio sistema
capitalista, que siempre ha generado subordinación y alienación, pero que actualmente
lo hace mediante nuevas fórmulas. Con todo, en los relatos hay un sentimiento
constante que los atraviesa: el miedo, miedo a perder el empleo, miedo a no encontrar
trabajo, y a que no vaya acorde a su formación, miedo a que se empeoren las
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condiciones laborales y salariales, etc. Las actitudes que generan este tipo de
sentimiento se podrían resumir en la siguiente declaración:
“Podíamos ir de pie, es que ahora vamos agachados, y cualquier día vamos a ir arrastrados por el
suelo”. (E-N.3/57)
La insatisfacción manifiesta y generalizada que se están produciendo en los entornos
laborales está generando indignación y quejas que no se quedan en el problema personal
que genera (frustración y desánimo, por ejemplo) sino que apela a las contradicciones y
las ineficiencias de las estructuras (sobre todo la económica y la política), como ponían
de manifiesto en este grupo de jóvenes:
“Ahora no puedes decir que no a nada. Vamos, y encima como te salga algún curro mal
pagado, de horario terrible y precariedad máxima, eres un afortunado de la leche. O sea, y a mí
eso pues me da mucha rabia. Porque sí, pues muy bien, que vas a cobrar a final de mes, pero al
final es como que tienes que ir dando las gracias porque eres precario en extremo. No sé. Yo sí
creo que es más difícil”.
(GD5/59)
3.1 Desempleo: “Prácticamente soy invisible”
El aumento generalizado del desempleo durante la crisis ha sido uno de los mayores
problemas manifestados en el mercado laboral español, aunque con un desigual impacto
por Comunidades Autónomas, por sectores económicos y por grupos de población
activa. Con la crisis se ha destruido empleo fundamentalmente del sector de la
construcción, el industrial y el sector servicios. Y las tasas de desempleo han sido
excesivamente elevadas para las personas jóvenes.
Hay una visión relativamente generalizada de que con la crisis se ha destruido empleo
“(ha habido) una destrucción… una destrucción de empleo gravísima. Estoy rodeada
ya personalmente de gente en el paro” (E-C.2/34) y lo han notado los que antes tenían
trabajo y lo han perdido, por despidos por ejemplo, pero también lo notan aquellas
personas que antes de la crisis ya veían difícil encontrar trabajo. Como reconoce este
psicólogo de 30 años desempleado: “Bueno, ha empeorado en el sentido de que antes sí
que… pues podía optar más a un pizzero, a un repartidor, a un trabajo de estos, tal. Y
ahora, ni me llaman para estas cosas. (E-N1a/152-153)
También se identifica de forma generalizada que ciertos colectivos son los más
afectados por el desempleo, sin duda las personas jóvenes y aquellas que han pasado
largo tiempo desempleadas, pero también las de más edad, que se sienten apartadas y
son prácticamente invisibles, para quienes las expectativas son tremendamente bajas
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cuando no nulas: “Pero ya con 57 para hacer 58, a ver quién coño te coge. Nadie. Te
llaman parado de larga (duración)... directamente, te apartan de laboral, del sistema
laboral” (E-F.1/48-50)
En estos casos extremos, se toma conciencia de que los esfuerzos para reintegrarse en el
mercado de trabajo resultan inútiles, y no se vislumbra alternativa alguna. Sienten que
ya no disponen de medios a su alcance para encontrar trabajo, y llegan al
convencimiento de que hagan lo que hagan resultará imposible, porque han quedado
expulsados del mercado laboral. Aunque es un convencimiento que puede llevar a la
inacción o a la parálisis, no necesariamente es así en todos los casos.
Es más, lo que encontramos en los relatos de personas desempleadas es una especie de
hiperactividad en la que se ponen en marcha recursos de todo tipo para llenar ese
espacio y tiempo que se supone debería ocupar el empleo. La dirección en la que se
encaminan esas actividades son muy diversas y dependen de la disponibilidad de
recursos, pero fundamentalmente distinguimos dos: las que dejan de lado la búsqueda
de empleo y las que centran sus esfuerzos en la consecución de un empleo. En ambas
“huídas hacia delante” tanto las estrategias como las prácticas son más individuales que
colectivas. Entre quienes dejan de lado la búsqueda de empleo, el tiempo se ocupa en
trabajos que antes no permitía un empleo, sobre todo se emplean en trabajos de
cuidados, pero también en trabajos comunitarios, muchas veces voluntarios. Por otro
lado, entre quienes centran sus esfuerzos en la consecución de un empleo, la
movilización de recursos (personales, familiares,
educativos, etc.) se hace
imprescindible. Unos se focalizan en el trabajo de búsqueda de un empleo, en “llamar a
muchas puertas” (envío de currículums, inscripción en los portales de empleo y bolsas
de trabajo, realización de entrevistas, acudir a servicios de empleo y a Empresas de
trabajo temporal, etc.), otros en conseguir más formación y otros incluso en trabajar
aunque sea sin cobrar. Es el caso de quienes se encuentran desarrollando diversos
proyectos, en la línea de los nuevos emprendedores, que aunque no les reporten
beneficios económicos tienen la esperanza que algún día lo hagan.
En todas estas estrategias se aprecia una auto-responsabilización a la hora de gestionar
la búsqueda de empleo y de conseguir la inserción laboral, consecuente con el discurso
de la empleabilidad, que puede ser considerado como una de las bases de los nuevos
marcos interpretativos legitimadores del modelo capitalista actual, donde sin embargo,
los empleos adquieren la forma de proyectos, esto es, temporales e inestables y siguen
siendo evidentes las lagunas de protección.
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3.2 Intensificación de la precariedad: “Me autonomizaron”
Como se refleja en el material empírico de esta investigación la precariedad laboral es
cada vez más evidente y con la crisis económica se intensifica en sus formas y en sus
contenidos. Lo vemos tanto en cuanto se refiere a las condiciones laborales como a las
formas que adquiere el empleo.
En cuanto a las condiciones de trabajo las manifestaciones más habituales de la
precariedad son aquellas que se refieren a las manifestaciones de mayor presión y
exigencias: “cada vez nos apretaban más”, “tenemos más carga de trabajo” y “metes
más horas”. La referencia al aumento del tiempo dedicado al trabajo es manifestada
como resultado de unas precarias condiciones laborales que afectan además a otras
esferas vitales, porque “meter más horas en el trabajo” quita tiempo para la vida
personal y familiar y además no suelen ser retribuidas:
“actualmente todos los trabajos a los que puede tener acceso son prácticamente eso: de… con
horarios de época de esclavos. O sea, tienes que estar ahí trabajando muchísimas horas, no tienes
tiempo para ti, conciliación familiar, ni tiempo para ti, para tu vida personal. Y cobrando 800
euros. Y además, con muchísima responsabilidad. Porque además, aquí, ahora, en cualquier
trabajo te exigen estar muy capacitada para ese trabajo y además te imponen unos niveles de
responsabilidad en los trabajos que es asombroso para el salario que luego te pagan”
(E-
R1/37).
Otras condiciones laborales precarias apelan a la inseguridad del empleo (precisamente,
por la temporalidad e inestabilidad del empleo) pero se trata de una inseguridad que no
se queda en la esfera laboral ya que la incertidumbre sobre el empleo altera la
construcción del futuro más próximo, germinando una inestabilidad existencial:
“Pero es un poco el tema de los proyectos, ¿no? Como es todo tan precario, parece que no
puedes hacer nada más adelante. Dices: “No, no voy a hacer esto, no voy a hacer lo otro, que
está entre mis proyectos, porque como no tengo una estabilidad económica”, porque al final, de
la pela es de lo que comes, ya no te puedes… “Quiero estudiar esto”. “No, pues mira, no,
porque igual dejas de currar mañana y a ver como pagas el piso”. Pues ese tipo de cosas, o sea,
al final, como limitante, personal” (GD5/49).
Como consecuencia de esta constatación de inseguridad en el empleo y de
incertidumbre laboral y vital, se idealizan los empleos estables, como por ejemplo
conseguir una plaza en la Universidad es motivo para considerarse privilegiada (EH3/33,35) o se ensalza la figura del funcionario (GDX/372,373).
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En lo que se refiere a las formas precarias de empleo, hemos constatado relatos en los
que la economía sumergida aflora y está presente en sus trayectorias laborales. Son
muchos los que han realizado trabajos sin contrato, ha cobrado parte de su salario “en
negro” o en “B”, etc. En la práctica totalidad de las experiencias relatadas en los grupos
de discusión y las entrevistas ya sean de clases populares o de clases medias se remite a
estos trabajos, de aparición azarosa, esporádicos o temporales, aunque en ocasiones se
mantienen en el tiempo.
También hay otras formas precarias de empleo que forman parte, no de una economía
sumergida, porque se trata de empleos regulados, pero que presentan casi los mismos
rasgos: inestabilidad, inseguridad, desprotección. Nos podemos referir a ellos como
cuasi-empleos (Santamaría, 2011) porque aunque forman parte de la categoría de
empleo no llegan a completarla, algo les falta: el tiempo de trabajo es parcial, el salario
es bajo, los derechos están mermados, la seguridad es mínima, etc. En la legislación
laboral española no existen tipos de contratos como los mini-jobs alemanes, ni como los
zero hours contract británicos, que son ejemplos de estos cuasi-empleos, pero de facto
se puede afirmar que se aplican contratos de este tipo desde hace tiempo.
Por último, nos referiremos a las formas precarias que adquiere el empleo autónomo
cuando éste no es voluntario. Nos encontramos con relatos de trabajadores que se han
visto obligados a cotizar en la seguridad social como autónomos para poder trabajar, en
este sentido encontramos a determinados autónomos dependientes y a los denominados
como falsos autónomos. Hay ocupaciones en los que estas prácticas están más
presentes, el periodismo, la gestión, los servicios de traducción, etc. Tal situación la
ilustra paradigmáticamente este joven traductor que se vio obligado a cotizar como
autónomo para trabajar, inventando un nuevo término, señala que le autonomizaron:
“En mi caso, ya te digo que fue un poco más porque al final lo… pues eso, me
autonomizaron, en el sentido de que al final me resultaba más fácil, tenía más clientes y… Y
porque no me llegaron a coger en un sitio en su momento” (E-A.4/92)
Si bien el empeoramiento de las condiciones de trabajo y la extensión de formas
precarias de empleo ha afectado a toda la población, la situación de partida desigual de
ciertos colectivos en el mercado de trabajo, entre ellos claramente las mujeres y las
personas jóvenes e inmigrantes, les ha desplazado hacia una precariedad más aguda
durante la crisis.
Un aspecto que no podemos pasar por alto, es el tema de la formación, y es que en los
relatos y en las prácticas se sigue mostrando la formación como un factor clave para
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afrontar la crisis. Si bien el discurso meritocrático sigue vigente y legitimado, también
existe una fuerte reacción crítica hacia el mismo: “aquí hay como una titulitis en los
trabajos absurda. Porque te piden una licenciatura para cosas que a veces no la
necesitas. Pero claro, yo entiendo que la gente que se ha sacado la licenciatura, como
de lo suyo no hay trabajo, pues se meten en lo que sea” (E-R1/47).
En un contexto de crisis las credenciales académicas también se devalúan y es en este
sentido que aparecen discursos más críticos con la salida meritocrática, que provienen
precisamente de aquellos que han hecho todos los esfuerzos posibles y siguen teniendo
bloqueada su entrada en el mercado laboral. Entre los más críticos encontramos a
universitarios y universitarias que tras terminar sus carreras y posgrados se han
encontrado con un mercado laboral en crisis y sin visos de mejora, ante el que una de las
posibles salidas está siendo emigrar.
En paralelo, lo que también se denuncia es la sobrecualificación en determinados
puestos de trabajo, para los que no se requiere elevada formación pero sin embargo se
solicita en los procesos de selección y a la hora de ser contratado: “Y ahora resulta que,
para ser carpintero, hay que saber inglés, francés y alemán, tener 70 módulos, la
certificación de estos, la calidad de aquellos. Que dices: “Pero vamos a ver, señores,
que es poner puertas, que no es ingeniería aeronáutica” (GD5/70-73)
3.3 Pobreza laboral: “Trabajar, me cuesta dinero”
Comentábamos más atrás que Saskia Sassen (2015) veía en los trabajadores y
trabajadoras pobres a los nuevos expulsados del orden económico y social actual. Y es
que la experiencia de la congelación de los salarios, cuando no la bajada de los mismos
ha sido bastante común durante los años de crisis. Hay casos en los que los beneficios
económicos del empleo son tan exiguos que sienten que “hay gente que está trabajando
gratis”. Además la gestión política nacional, basada en las recomendaciones europeas,
no ha ayudado a compensar los problemas salariales, se denuncian los recortes en la
administración pública y las reformas emprendidas en los últimos años con la intención
de paliar la crisis. En concreto, la Reforma Laboral del año 2012 se pone como ejemplo
de la pérdida de derechos de los trabajadores:
“… el convenio olvídate de convenio, y los precios que se pagaban antes, de eso nada, todo eso
se ha perdido, y a parte con la reforma laboral aún se han perdido más derechos y que no se
pierdan más con el tiempo, con la marcha que llevamos, que nos van a quitar hasta el aire,
cualquier día”. (E-N.3/120)
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La Reforma Laboral del año 2012 (Real Decreto-ley 3/2012, de 10 de febrero, de
medidas urgentes para la reforma del mercado laboral) ha sido ampliamente criticada
por los sindicatos y por los partidos de la oposición por temas ciertamente conflictivos
como son el abaratamiento del despido y las trabas a la negociación colectiva, así como
por sus consecuencias en la devaluación salarial (Pérez Infante, 2013), que aunque esté
aún por determinar su alcance, indudablemente a implicado una importante pérdida del
poder adquisitivo del conjunto de los trabajadores.
Si la población trabajadora asalariada ha sufrido la congelación y la merma de sus
salarios, para los trabajadores por cuenta propia, los autónomos, esta precariedad
salarial ha sido incluso más acuciante. Nos encontramos con autónomos que tienen
periodos en los que ganan únicamente lo necesario para pagar la cuota a la Seguridad
Social:
“Sí, de hecho llegó un momento que me di de baja de autónomos y tal. Porque no me llegaban
casi traducciones, no merecía la pena. Y luego, al… yo creo que serían seis meses, una cosa así,
me volví a dar de alta. También, cuando he tenido menos traducciones, lo que he hecho es dar
clases de idiomas. Clases de inglés y tal. Y bueno, pues algo para academias así privado, o
algunas clases particulares o así. Por lo menos tenía algo fijo todos los meses y digamos que me
servía para pagar autónomos” (E-A.4/ 77,78).
También hemos podido observar que en muchos casos a los trabajadores autónomos ya
no es que trabajar no les compense, sino que trabajar, les cuesta dinero:
“yo vivía de eso, he vivido de eso un montón de años, pero ya ha llegado un momento que me
costaba dinero trabajar, o sea, pagar autónomos, pagar la luz del estudio, el agua del estudio,
los materiales”
(E-M2/54-55).
Esta situación lleva a que el día a día respecto a lo económico sea: un sobrevivir, un
trampear, un vivir al día… y “estar pasándolas canutas” (E-F2/32-33). Pero también se
reconoce por parte quienes viven estas situaciones de apuros económicos una cierta
confianza en sí mismos, la experiencia vivida les ha hecho capaces de vivir con muy
pocos recursos económicos: “A mí con 400 euros al mes me vale”, o “Yo me revuelvo
bien sin dinero” (E-F2/175-177).
4. Desafiando la precariedad laboral
Como hemos podido comprobar a lo largo de las anteriores páginas, el deterioro de las
condiciones laborales y salariales durante la crisis económica ha generado mayores
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niveles de pobreza y exclusión y es más, ha incrementado la desigualdad social entre
diferentes sectores de la población. Estos efectos de la crisis hablan también de la
debilidad de los mecanismos de protección (escasos y recortados durante la crisis) así
como de la ineficacia protectora del sistema de bienestar con el que contamos
actualmente.
En cuanto a las respuestas sociales, las más visibles -que no significa que sean las
únicas- han sido aquellas que podemos denominar como prácticas de supervivencia y
que han supuesto un desafío a las situaciones de precariedad. Estas prácticas de
supervivencia pasan por diferentes significados que van desde un sobrevivir, un
trampear, un vivir al día, un apañárselas, en un contexto en el que “estamos
pasándolas canutas” (E-F2/32-33).
Entre estas prácticas podemos observar:
•
Prácticas de bloqueo:
– Virgencita, virgencita que me quede como estoy!
– Anulación o fracaso
– Renuncia: “Yo ahora ya me he salido del mercado laboral. O sea, pero
vamos, opté ya por decir: Mira, yo no busco trabajo [GD-5/91].
•
Prácticas de ajuste (de adaptación a lo que hay):
– Alargar los procesos de formación
– Emigrar
– “Emprender” en las condiciones actuales
– Economía sumergida /Entradas y salidas del mercado laboral
– Aceptar “lo que sea”: Trabajos temporales, a tiempo parcial y trabajos
basura…
•
Prácticas de resistencia o desafío a la precariedad: (intentos de
coordinac©ión colectiva):
– Movimientos sociales “anti-crisis”: Asambleas de parados/ Plataformas de
ayuda/Reparto del trabajo/Renta Básica
– Movimiento cooperativo: Economía social y solidaria. Producción y
propiedad común.
Algunas de estas prácticas destacan por quedarse en un plano fundamentalmente
individualista, pero también hay prácticas que tienen una dimensión colectiva
destacable, donde se articulan intereses y estrategias comunes. Las asambleas de
parados y los movimientos sociales anti-crisis son un ejemplo claro de estas últimas.
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Desafiar la precariedad mediante prácticas de este tipo es revelador de las dificultades
con las que se encuentra la ciudadanía para hacer frente a la crisis y de hasta qué punto
las instituciones públicas, con excesiva frecuencia, se ven incapaces de solventar los
problemas sociales. Al mismo tiempo estas prácticas también revelan los esfuerzos
ciudadanos de hacerse fuertes ante la adversidad y la necesidad para ello de unirse para
pensar y actuar de forma colectiva a pesar de las lógicas y dinámicas tendentes a la
fragmentación y la individualización.
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