XII Congreso Español de Sociología. GT 33‐Política Social y Trabajo Social Participación en el empleo informal y acceso a la protección social Ana Arriba González de Durana (UAH) [email protected] Vicente Marbán Gallego (UAH) [email protected] Resumen Nuestra investigación se centra en la participación en el empleo informal y acceso a prestaciones sociales. A menudo, se alude a la participación en el empleo informal ‐ definido como aquella actividad productiva pagada o venta de productos y servicios no registrados a efectos fiscales, contributivos y/o de prestaciones ‐ como factor explicativo de la capacidad de supervivencia de hogares españoles en situaciones de fuerte vulnerabilidad o de emergencia. Aunque la presunción del recurso a la informalidad ha aparecido con frecuencia en el marco de la reciente crisis económica, siempre ha estado presente como uno de los mecanismos de supervivencia en situaciones ante el raquitismo de la protección asistencial o de última red. En este contexto nuestro objetivo es explorar las trayectorias y estrategias familiares de hogares en situaciones de vulnerabilidad en las que entrelazan el recurso al empleo informal con el empleo formal y con el acceso a prestaciones y servicios para satisfacer sus necesidades y garantizar un mínimo de bienestar. Un segundo objetivo es conocer las percepciones y comprensiones sobre el empleo informal y la participación en el mismo. Las actividades informales a las que acceden los miembros de los hogares en situación de pobreza son escasamente lucrativas en condiciones de inseguridad e incertidumbre, que dan lugar a estrategias a corto plazo y circulares que funcionan como barreras para acceder a situaciones más estables y a posibles inversiones en la mejora del capital humano, la orientación dominante en las políticas de protección de última red. Por otra parte, las percepciones sobre los orígenes y los características del empleo informal se asientan sobre un acuerdo general de indeseabilidad que varía en función de los elementos del entorno (tradición, sector de actividad, extensión de las actividades informales, estructuras de protección…) Este trabajo se enmarca en una investigación más amplia sobre empleo informal en España. La fuente principal han sido una serie de entrevistas semi‐estructuradas tanto a trabajadores de baja cualificación que participan en el empleo informal, que es total o parcialmente fuente de ingresos, así como a una serie de informantes‐clave. Se han realizado las entrevistas en tres CCAA heterogéneas en sus estructuras productivas distintas y relaciones laborales y sistemas de protección de última red: Murcia, Madrid y País Vasco. 1.‐ El entorno del empleo informal La economía informal, según Portes, está caracterizada por: 1) bajas barreras de entrada en términos de formación, capital y organización; 2) empresas familiares 3) bajo volúmenes de negocio 4) poco intensivo en tecnología 5) en mercados poco regulados y poco competitivos. En el entorno económico en donde son empleados nuestros informantes en seguida comprobamos cómo una parte importante está compuesta por un tejido empresarial que comparte este tipo características que tienden a fomentar el empleo informal: 1) Bajas barreras de entrada en términos de formación, capital y organización: En primer lugar, este tipo de empresas, que no tienen estructuras profesionales, sino que se nutren de estructuras de redes informales que no son exigentes a la hora de solicitar formación. En segundo lugar, las barreras de entrada en términos de capital son bajísimas, de modo que cualquiera sin invertir un gran capital puede convertirse en empresario de ese sector. En tercer lugar, en términos de organización, son empresas sin una organización y planificación estable, sino que tienden a improvisar. 2) Empresas pequeñas (individuales, familiares y amistades) Esta tipología de empresa se caracteriza por un tamaño reducido. Un parte muy importante se distingue por lo que podríamos denominar “el autoempleo informal”, que, a su vez, usa las redes informales cuando necesita ayuda. En otros casos, lo que encontramos son empresas que se sustentan en redes familiares o de amistad. 3) Bajos volumenes de negocio Generalmente este tipo de empresas no mueven grandes volumenes de negocio, sino que suelen moverse con bajos volumes y en localidades concretas, no son organizaciones grandes y, se mueven más en los entornos de las micropymes que las PYMES. 4) Poco intensivo en tecnología y en mercados poco regulados y poco competitivos. Los entornos en los que se mueven estas empresas suelen ser poco intensivos en tecnología y poco competitivos en calidad. Así como hemos visto con el caso de las ventanas de hierro frente a las ventanas de aluminio. En un mismo sector dos mercados totalmente polarizados. Por un lado, el de las ventanas de hierro, donde la única competencia se establece en torno al precio, y donde la regulación y el control, dirigida sobre todo al cliente final es muy baja. Frente a la ventana de aluminio donde la competencia es mayor y se sitúa en la calidad e innovación del producto ya que las barreras de entrada en capital son muy fuertes. No existen productores sumidos en la informalidad que hagan una competencia en precios “salvaje”. En estos mercados proclives a la informalidad no median facturas, contratos, etc., ya que son mercados donde la competencia radica en el precio, de modo que hace descender los volúmenes de negocio. Y cual círculo vicioso hace que la informalidad sea el único camino para subsistir, ya que el volumen no da para constituir un negocio formal. Lo hemos visto en el caso de las ventanas de hierro, cuyos precios llegan, según nuestro informante, a estar por debajo de los costes formales de una empresa. En el siguiente caso, también sucede lo mismo: 5) Clientes B2C Podríamos añadir otra característica de este tipo de empresas que está relacionada con la informalidad. Aquellas empresas cuyos clientes son consumidores (B2C) tienden a la informalidad en mayor medida que las empresas cuyos ingresos provienen de las empresas (B2B). La respuesta es porque en este país no existe un autocontrol ni una cultura establecida de la informalidad entre la ciudadanía . ¿Cómo funciona esta lógica de la informalidad? En el momento en el que los consumidores están más dispuestos a pagar en “B” que en “A”, toda la cadena se contamina. Observamos claramente la dicotomía entre las empresas que no perciben el IVA como un gasto, sino como una obligación de intermediación del Estado para recaudar esos impuestos y el consumidor final que lo percibe como un sobrecoste la mayor de las veces sin ninguna contrapartida. Ya que si bien, y en otras partes del estudio lo hemos analizado, cuando la informalidad toca al empleo, el empleado puede percibir que hay un perjuicio individual a largo plazo, en el caso del IVA no se tiende a percibir ningún beneficio individual, ni, en muchos casos, colectivo. Con la crisis, tanto económica como institucional (producto de la percepción de una corrupción generalizada), no han contribuido a desarrollar una cultura del pago de impuestos indirectos, sino todo lo contrario. Por oposición, los negocios que tienen: altas barreras de entrada en términos de formación, capital y organización; 2) gran tamaño 3) altos volúmenes de negocio 4) intensivos en tecnología y 5) en mercados más regulados y más competitivos son menos propensos a la informalidad en el empleo. Nos hemos encontrado reiteradamente como en los discursos de los informantes tienden a relacionar a empresas grandes, a marcas, con la formalidad en todos los aspectos: económicos, organizativos, etc. E incluso en un mismo sector como por ejemplo la restauración o la construcción, encontramos esta diferenciación (o incuso polarización) basada en la tipología de la empresa y no tanto en el sector, como se puede observar en esta última cita. Sin embargo, en esta investigación si nos encontramos con sectores en los que la informalidad por cómo se ha ido conformando a lo largo de estos años, son más tendentes a la informalidad, es el caso de la construcción. La razón fundamental es que son proclives a generar este tipo de organizaciones que son más permeables a fomentar los pagos informales y, por tanto, el empleo informal, basados en el círculo vicioso de la informalidad que hemos analizado. 3.‐ Informalidad vs. sectores informales Por lo tanto, consideramos que un modelo de análisis adecuado se debería poner el énfasis, al igual propone Saskia Sassen, en la informalidad más que en sectores informales, y afirmar con esta autora que la informalidad no solo está en los márgenes del sistema. Si bien dicha autora analiza cómo el centro del sistema provoca, a través principalmente de las subcontrataciones, que todo el sistema tienda a la informalidad, generando dos polos: uno formal en el centro del sistema y otro informal, provocado por aquel. En nuestro caso, que no hemos analizado el centro del sistema, atisbamos una tendencia similar. Así observamos cómo nuestros informantes gravitan entre los dos polos de los que hablaba esta autora. Si exceptuamos sectores como el energético o el financiero altamente regulados y con unas barreras de entrada casi insoslayables, la mayor parte de los sectores tienden a polarizarse por tipologías de empresa que hemos analizado. El caso paradigmático es la empresa de ventanas que con la crisis despide a parte de sus empleados, ya que baja el volumen de negocio y tiene que reducir costes fijos, y los contrata como freelance puntualmente. Estos empleados pueden, gracias a la falta de barreras, autoemplearse en el mercado de ventanas de hierro. Así, para conseguir competir lo hace a base de bajar los precios, lo cual les impide salir de la informalidad, ya que regularizando su situación no podrían mantener dichos precios. A su vez, la empresa tiene que abandonar la venta de ventanas de hierro ya que los precios llegan a estar por debajo de los costes de producción en una empresa formal. Y a dicha empresa no le queda más remedio que refugiarse en productos en los que las barreras de entrada, por inversión de capital en maquinaria, como son las ventanas de aluminio, son demasiado altas para los “autoempleados informales”. El círculo vicioso de la informalidad se cierra cuando los empleados que trabajan en el polo que favorece la informalidad, se proveen de artículos y servicios en ese espacio, lo cual hace que se perpetúe la informalidad en ese polo. En un contexto en donde la cultura del pago formal no está muy asentada y la crisis legitima y favorece la compra sin factura de por medio. De modo que como afirma Saskia Sassen, no es una cuestión de las características de los trabajadores, sino del entorno de contratación, ya que nuestros informantes por su baja cualificación, a priori podía entenderse que eran proclives a sufrir más informalidad en el empleo. Sin embargo, dicha informalidad, como hemos visto, no depende tanto de las características de los trabajadores como de las características de las empresas en las que son contratadas. 2. Informalidad y crisis: ¿aceleración o transformación? En el contexto de empresas que por su tipología son proclives a la informalidad, la crisis ha supuesto un acelerador, por tres razones: 1) el autoempleo ha aumentado 2) Los ingresos de los hogares se han rebajado y, por tanto, tienden a adquirir productos y servicios más baratos 3) la comprensión de estas prácticas en tiempos de crisis es mayor. En este caso encontramos una tendencia que empuja a empresas y trabajadores a la informalidad: las empresas tienden a obligar a los trabajadores a volverse autónomos para evitar costes fijos. Estos trabajadores, a su vez, ante la falta de actividad y regularidad en los ingresos son empujados al autoempleo informal. Al tender a bajar los precios obligan a las empresas, a su vez, a bajarlos, para seguir siendo competitivos, lo que se convierte en un círculo vicioso que tiende a fomentar la informalidad. Así pues, la polarización entre tipologías de empresas se acrecienta, creando mercados propensos a la informalización. 2) Esta tenencia es subrayada por el comportamiento de los consumidores que en un entorno de crisis toman decisiones basadas principalmente en el precio. 3) La crisis económica e institucional producto de la crisis y los casos de corrupción no ayudan al autocontrol social, sino que justifican la economía informal y el empleo informal. No obstante, la justificación (ir por el camino “correcto”) es personal y no colectiva, la diferencia es si se piensa a corto o largo plazo. Si piensan a largo plazo tratarán de entrar en la economía formal si piensan a corto tenderán a mantenerse en la economía informal. Pero cuando se actúa como consumidor no tienden a verse los beneficios colectivos. De modo que aquello que afirmaba Porter sobre que el autocontrol sirve de contrapeso para que el exceso de regulación no provoque la proliferación de la economía informal, en el caso español no existe. La cultura del control social que en otros modelos funciona, como en el norte de Europa, no funciona en este. La crisis económica ha alterado, entre otros aspectos, las dinámicas de las relaciones laborales, la masa salarial y las tasas de desempleo. La tasa de paro sigue siendo muy elevada y el nivel de empleo se sitúa en torno a un 16% por debajo de 2007 (CES, 2014)1 Estos cambios han podido tener un impacto incierto en el empleo informal. La destrucción de empleo formal y el pinchazo de la burbuja inmobiliaria a priori podrían incidir en una reducción del empleo informal en términos absolutos. No obstante, el contexto de precariedad laboral, la reducción de los márgenes de beneficios y del acceso al crédito o el retroceso del consumo unido al aumento en las tasas de pobreza y las crecientes necesidades sociales, puede propiciar que el empleo informal se convierta en una válvula de escape para los trabajadores que no consiguen integrarse en un sector formal en retroceso o, para las empresas, una vía de reducir coste laborales para afrontar la reducción de la demanda interna. Encontramos pues argumentos contradictorios sobre el impacto de la crisis en el empleo informal. Cuantitativamente resulta complejo medir el empleo informal como, en sentido amplio, sucede al analizar la economía sumergida, y cuando se hace los resultados no siempre coinciden. Según Schneider (2012)2 en 2013 la economía sumergida representó en España el 18,6% del PIB, lo que significa casi un punto menos que en 2009. Por el contrario según un informe de Gestha (2014) la economía sumergida aumentó 6,8 puntos desde que se inició la crisis (17,8%)3. 1 Consejo Económico y Social. CES. 2015. Memoria sobre la situación socioeconómica y laboral de España 2014. Madrid: CES. 2 Schneider, F. (2012): The Shadow Economy in Europe, 2013, disponible en http://www.ecestaticos.com/file/bc4e257cb0ee735c63089d46abce9f28/1425325792.pdf 3 http://www.gestha.es/archivos/actualidad/2014/2014‐01‐29_InformePrensa_EconomiaSumergida.pdf Nuestra perspectiva , no obstante es cualitativa. A continuación se presenta un avance de los resultados de las entrevistas a expertos y a trabajadores que durante sus trayectorias laborales en algún momento han estado o están en situación de empleo informal. El perfil del empleo informal en la crisis La crisis ha difuminado/diversificado el perfil del empleado informal (menos trabajadores inmigrantes, creciente población española con más formación, prevalencia de un perfil económico sobre un perfil sociodemográfico concreto): Con la crisis se ha producido un retroceso en el acceso al empleo informal de los colectivos más excluidos del mercado laboral entre ellos los trabajadores inmigrantes. Una de las razones que se apunta es la existencia de mayor competencia por dichos empleos con personas con más formación o experiencia que antes de la crisis buscaban este nicho de ingresos La crisis económica y los sectores de actividad En el sector del empleo doméstico, el impacto de la crisis económica en las clases bajas y en las clases medias funcionales ha propiciado un aumento del volumen de trabajadoras españolas El análisis de la afiliación de extranjeros a la Seguridad Social en el Régimen de Empleadas de Hogar así lo atestigua. Dicha afiliación ha disminuido sustancialmente del 61% en 2009 al 51% en 2014 y ha caído un 5,7% con respecto al 2013, lo que hace inferir que el peso de los cuidadores extranjeros en el hogar tiende a la baja en favor de los autóctonos. En sectores como el de la Venta Ambulante, la crisis económica más que alterar las dinámicas de empleo informal previa a la crisis, sobre todo ha acelerado el declive del sector que ya se venía produciendo desde finales de los 90 (otros factores: competencia chinos…) En el sector de la construcción, según Schneider (2012) el declive del empleo no ha podido ser absorbido del todo por otros sectores igualmente propensos a la informalidad. Según nuestras entrevistas parte del empleo informal en la construcción durante la época de bonanza económica estaba asociado a la existencia de “dinero negro”. Con la crisis el empleo informal parece haberse desplazado al ámbito de las reformas en el cual existe un menor fondo de dinero negro procedente de la especulación inmobiliaria pero a la vez hay menores posibilidades de control fiscal y laboral. Crisis económica y justificación del empleo informal En general, no se justifica abiertamente el empleo informal en la medida en la que afecta negativamente a la recaudación y, por ende a las políticas sociales destinadas a paliar las situaciones de pobreza. La crisis ha truncado el creciente (aunque lento y no generalizado) rechazo al empleo informal previo a la crisis sobre todo entre los trabajadores extranjeros que veían un proyecto de vida en España. En el sector del empleo doméstico sigue teniendo una aceptación parecida. Sin embargo, con la crisis económica (ajuste del gasto en políticas sociales y creciente demanda de asistencia social) el rechazo del fraude asociado al empleo informal es, si cabe, más ambivalente que antes de la crisis, dependiendo de la clase social, tipo de actor en las relaciones laborales (empleador‐empleado) y grado de responsabilidad pública. En la situación actual se ha acentuado la legitimación del empleo informal entre las clases sociales más desfavorecidas en paralelo a una menor permisividad con el fraude empresarios y la corrupción política. En cierto sentido, se legitima el empleo informal como una salida de supervivencia para el trabajador en un contexto de bajo salarios y altas tasas de desempleo. Para el empresario o el representante político se considera que es una manera de “enriquecerse” o garantizarse unos beneficios o ingresos adicionales. 3. Justificaciones y Legitimaciones. Percepción de las motivaciones para el desarrollo de trabajo informal Cuestión cultural Uno de discursos más recurrentes para justificar la existencia y el desarrollo de empleos informales en nuestro país es el que se achaca al carácter español, como si la irregularidad en lo laboral estuviera inexorablemente unida a la mentalidad española y más aún a su forma de ser y de hacer. Además parece darse independientemente de la zona geográfica, convirtiéndose esta tendencia cultural a la informalidad en una característica generalizada en toda la geografía española. Dos características claves de este “carácter español” reconocido en el discurso de los informantes son: la falta de conciencia colectiva y la falta de conciencia del largo plazo. A continuación se detallan algunos extractos que dan cuenta de estas percepciones en la forma de ser de la sociedad española como un todo identificativo y generalizado: Falta de conciencia colectiva: En primer lugar, los discursos indican que el desarrollo del empleo informal se debe a que no existe una conciencia social que le dé importancia a esta situación. Es decir, según los informantes, vivimos en una sociedad individualista que valora únicamente lo propio, mientras que lo colectivo, la contribución social, el bien común quedan en un segundo plano, de tal forma que el empleo informal adquiere más ventajas que inconvenientes. Esta falta de conciencia colectiva se puede ver en prácticas como estas: Esta situación responde en parte a que no hay una clara conciencia de conjunto, de individuos que forman parte de un todo mayor, en el que cada uno hace una aportación que repercutirá en ese bien común tan poco valorado. No obstante, esta percepción no es la única que se encuentra en los discursos de los informantes. También se pueden encontrar discursos con conciencia colectiva y de sentimiento de grupo: Falta de conciencia del largo plazo: En segundo lugar, los discursos indican que el desarrollo del empleo informal se debe a que la ciudadanía no percibe las consecuencias (ni siquiera individuales) a largo plazo de Estos discursos están en la línea de la seguridad inmediata que dan las transacciones económicas directas. Es el recurso al “ir tirando” a “vivir el hoy y no el mañana”, el que enmarca esta forma de vivir y de pensar. Hay destacar que los informantes afirman que estos discursos se desarrollan especialmente en sectores de población de baja cualificación y con unas condiciones económicas y laborales más precarias que las del resto del conjunto de la sociedad, entre los que la informalidad tradicionalmente ha sido la forma de ganarse la vida. Estos discursos están en sintonía con los estudios sobre el capital humano que apuntan hacia una clara relación entre el empleo irregular y la baja cualificación (Colino, 1996), en los que son los trabajadores menos especializados y cualificados lo que forman parte del colectivo humano contratado en condiciones irregulares. Y como afirman Martín, Martínez y Rastrollo (2008): <<Cuanto menor es la cualificación del personal de una empresa más probabilidad de que acepte o incluso solicite pagos ocultos (sobresueldos) para reducir sus ingresos fiscales, por lo que habrá mayor actitud, mayor connivencia y percepción de “que todos lo hacen”>>. Ello implica una cultura de la precariedad naturalizada y reproducida sin prejuicio alguno. Aunque, como veremos más adelante, informalidad no representa únicamente “marginalidad”. Además de la detección de este sector de población propenso al desarrollo de empleos informales, también se han encontrado otros perfiles proclives a este tipo de trabajo en función de la edad, género y nacionalidad del individuo. Según los informantes son más propensos a la inmediatez que confiere la informalidad: ~ ~ ~ Como Mujeres: Jóvenes: Inmigrantes: se ha apuntado anteriormente, este recurso a la inmediatez y a la precariedad permanente parece asociarse más concretamente con estos sectores de la población. Percepción que está en la línea de la teorías de Saskia Sassen sobre la feminización de la informalidad y de la pobreza, especialmente entre el colectivo de inmigrantes, lo que se debe a que: “la expansión de la economía informal reduce los costes de producción, en tanto que favorece la flexibilización y la desregulación de la fuerza de trabajo, y crea condiciones para la absorción de mano de obra femenina y extranjera”. Por tanto, las mujeres y el colectivo de inmigrantes (tanto hombre como mujeres) cargan con el peso de “informalizar las actividades” (Sassen, 1998). No obstante, aunque según los informantes los empleos informales se desarrollan más comúnmente en estos colectivos, no es una cuestión exclusiva de los mismos, sino que estas prácticas se extienden a la población general, llegando incluso a creerse como una “norma social”. NORMALIZACIÓN: Todas estas consideraciones culturales vienen a explicar el desarrollo de empleo informal en nuestro mercado de trabajo. Pero los discursos dan un paso más allá transmitiendo que este tipo de empleo irregular no es algo residual, sino que es algo que está normalizado entre la población española. En la línea de lo que venimos observando, dicha idea de normalización se entiende a través de dos pilares básicos, por un lado, la normalidad basada en el carácter español que veíamos en párrafos anteriores y, por otro lado, la normalidad basada en la costumbre. Ambos pilares vienen a explicar cómo el empleo informal se ha convertido en una realidad cotidiana y generalizada, según los informantes. Es parte del carácter español Según el sociólogo Daniel Bell: “Hay tres modos de identidad por lo que los individuos tratan de relacionarse con el mundo. Son la religión, el trabajo y la cultura” (Bell, 1977). En párrafos anteriores se ha venido abordando la relación entre la cultura (en este caso la española) y el trabajo (en este caso el trabajo informal), y como se cree que la primera define al segundo. Pero no debemos descartar esa tercera dimensión que es la religión, para comprender el desarrollo del empleo informal en nuestro país. Este tándem nos lleva a considerar las ideas del sociólogo Max Weber sobre la influencia de la religión calvinista en el desarrollo del sistema económico capitalista, gracias a su concepción del trabajo y el dinero, contraponiéndola a la concepción católica propia de países del sur de Europa y Latinoamérica. Las ideas de Weber implican que “el mundo protestante es más exitoso económicamente que el mundo católico gracias al influjo de la religión protestante en cada uno de sus individuos: amor al trabajo, honradez, ahorro y un apego permitido a lo material” (Weber, 2001). Características que según esta tesis habrían ido calando en la manera de ser de los individuos de cada una de estas culturas. En contraposición al trabajo como forma de liberación y la rectitud que defiende el protestantismo, se extiende el discurso sobre el “trabajar para vivir” y no “vivir para trabajar” envuelto en un “todo vale” como algo propio de países del sur de Europa. Lo que implica la idea de que el recurso al empleo informal es mayor en España que en otros países del resto de Europa, por ejemplo. Este argumento deriva en discursos que promulgan la existencia de una cultura del engaño y la picaresca propia de la ciudadanía española. No obstante hay que tener en cuenta que la abultada bibliografía existente en todo el mundo sobre economía informal viene a confirmar su carácter universal, así como el carácter globalizador que están teniendo los postulados capitalistas anglosajones en un mercado de trabajo como el español, cada vez más globalizado, que poco tienen que ver con lo que tradicionalmente ha sido el trabajo para la ciudadanía española. “Lo hace todo el mundo” “Toda la vida se ha hecho así” Por otro lado, encontramos el argumento a la costumbre y la generalidad para defender la idea de que el empleo informal es algo normal dentro de nuestro mercado de trabajo. La normalización y generalización de estas conductas pueden tener respuesta en las teorías que afirman que los individuos que llevan a cabo estas conductas irregulares tienden a percibir en su entorno más comportamiento irregular (Wenzell, 2005). No obstante, es fácil encontrar discursos contrarios, discursos que dibujan al “otro español”, el que busca la estabilidad y la regularidad en lo laboral. Esta ambivalencia viene a perfilar una realidad más allá de los tópicos culturales, dibujando un país en el que el empleo informal está aparentemente normalizado entre ciertos colectivos de población: En primer lugar, se justifica el desarrollo de estas conductas entre las personas con cargas familiares, en los que se percibe una situación especialmente grave y para los que la necesidad En segundo lugar, se percibe como normal el desarrollo de empleos informales entre el colectivo de jóvenes. Conducta achacada a una cuestión generacional en la que la costumbre a la informalidad, como ya se ha hablado anteriormente, ha calado especialmente hondo. La causa probable, según los informantes, es la crisis: Y en tercer lugar, se observa la percepción social de que estas situaciones informales son intrínsecas del colectivo inmigrante: Unas veces creen que motivado por las perspectivas de retorno a los países de origen: Otras veces creen que por la precarización implícita en los trabajos de la inmigración mayoritaria en nuestro país. No obstante, y a pesar de estos argumentos, tampoco termina de quedar claro que sea una realidad normalizada en estos sectores popularmente irregulares. Ya que hay discursos que contradicen esta situación de normalidad generalizada tanto entre los jóvenes como entre los inmigrantes. Por un lado, entre los jóvenes parece ser que no importa la cotización actual pero si aparecen la estabilidad a medio plazo y la necesidad de demostrar experiencia profesional, como una preocupación clara: Por otro lado, para el colectivo de inmigrantes aparece como relevante el requisito burocrático del contrato laboral para mantener en regla su situación administrativa, ya que la experiencia migratoria está íntimamente ligada a la búsqueda de una mejora económica pero mantenida en el tiempo, no únicamente como algo esporádico: PERMISIVIDAD Continuando con el análisis en este apartado en el que el carácter cultural español se considera una de las cuestiones más relevantes para justificar la existencia de estos empleos informales, hay que reflexionar sobre la idea de que esta percepción, unida a la creencia sobre la normalización de estas conductas, tiene como consecuencia la creencia sobre la existencia de una permisividad generalizada hacia esta forma de trabajar, como se puede observar a continuación: - Unas veces por costumbre: - Otras veces justificada por situaciones de necesidad económica: Aunque esta justificación no significa aceptación, sino más bien una paréntesis en los escenarios posibles en los que se pueden dar casos de empleo informal. Es decir, puede que ser rechace éticamente pero la necesidad económica da lugar a que los planteamientos sobre lo correcto y lo incorrecto se vean desde otro prisma. - Incluso a veces por falta de control institucional: Y es que en palabras de Portes y Haller: “Las diversas funciones de la economía informal pueden contribuir a explicar por qué lo gobiernos, muchas veces adoptan una actitud ambigua hacia estas actividades, tolerando su existencia al menos temporalmente. Un exceso de tolerancia puede poner en entredicho la credibilidad del ordenamiento jurídico. Por el contrario, una actitud demasiado represiva contribuiría a eliminar el colchón que constituyen las actividades informales o, lo que es peor, puede impulsarlas a esconderse aún más, privando a las autoridades de todo tipo de control e información sobre ellas” (Portes, A. y Haller, W. 2004). No obstante, más allá de las razones para que se consienta la existencia del empleo informal, hay otros discursos que van encaminados a defender una reducción de esta tolerancia social excesiva: Situación de menor consentimiento en la que la actual crisis económica ha podido influir en el cambio, según los informantes. Estos discursos que hablan sobre la reducción de la permisividad del empleo informal en nuestra sociedad, hacen que aquel carácter español flexible a la informalidad vaya cambiando, incluso asociándose exclusivamente a ciertos sectores, más que a la sociedad española en general. Sin embargo, aunque haya discursos que perciban una reducción en esta práctica alejándose como algo propio del “ser español”, no se le ve solución a la situación si no se produce un cambio en la forma de pensar de la ciudadanía ni de actuar de la administración, como se puede ver a continuación: Cambio en la forma de pensar de la ciudadanía Ya que se cree que además es algo que se transmite de generación en generación y que los jóvenes que se insertan por primera vez en el mercado laboral aprenden y asumen como algo natural. Cambio en la forma de actuar de la Administración De modo que se presenta al Estado como ese padre/madre que forma e instruye sobre lo que es correcto y lo que no, y de no hacer bien su trabajo se consigue un hijo o hija de malas costumbres, en este caso laborales y sociales. De cualquier forma, haya cambiado o no la percepción de la existencia de empleo informal en nuestra sociedad, hay que preguntarse cuáles es la conceptualización del término, porque es innegable que el empleo informal es una realidad, pero hay que conocer qué entienden trabajadores y expertos por empleo informal. Ello nos llevará a entender mejor cómo se produce la laxitud de las situaciones irregulares que venimos viendo. 1. Ni siquiera es trabajo si no es estable. De este modo se relativiza la importancia del empleo informal en función de la estabilidad del trabajo. Es decir, en multitud de discursos este tipo de trabajo irregular está justificado para trabajos esporádicos. Se relaciona esta falta de importancia con dos cuestiones fundamentales. Por un lado, con la burocracia que supone regularizar un trabajo de tan corta duración (días incluso horas). Por otro lado, porque la aportación económica que suponen estos trabajos resulta tan escasa que no se considera importante en términos globales. Lo más significativo es que no hay conciencia sobre las personas que sí hacen este trabajo de forma legal. 2. La delgada línea entre trabajar y hacer un favor. Estos discursos basan la importancia sobre lo que es empleo informal y no lo es (incluso diferenciando lo que es trabajo de lo que no lo es) en que la labor llevada a cabo esté dentro de una relación familiar o de confianza, independientemente de que se obtenga una cantidad económica como recompensa al trabajo realizado. 3. La diferencia entre el delito y lo informal. En este punto, lo que se considera delito de lo que no lo es viene marcado por una escala de gravedad no escrita y sobrentendida que da lugar a no considerar el empleo informal como un acto reprobable. En la línea de lo afirmaba Rocha sobre la diferenciación entre trabajo declarado y no declarado, hay que tener en cuenta que estas definiciones son una construcción social, que adoptan diferentes formas en base al contexto espacial y temporal, por lo que nos encontramos diferentes definiciones de trabajo no declarado en los distintos países de la Unión Europea (Rocha, 2011). Así, las dificultades para la especificación del término “empleo informal” (que marcan lo que es lícito de lo que no lo es), derivan en nuestro país en una falta de concreción institucional y de conciencia social sobre los delitos laborales. De ello se concluye que si el concepto no está bien regulado o la forma de regularlo se percibe ambigua socialmente, continuará siendo un concepto acogido con laxitud y se relativizarán sus efectos, de forma que el empleo informal se siga considerando una cuestión propia de la cultura española. Por tanto, y de acuerdo con la explicación de autores como Cullis y Lewis, en las motivaciones de los sujetos influyen las variables socioeconómicas, personales y la disposición individual explicada en función de: a) las actitudes de los contribuyentes hacia los impuestos y el sistema fiscal, b) las relaciones de los agente con los grupos de referencia, con la sociedad y la cultura a la que pertenecen (Cullis y Lewis, 1997). Aduciendo que conductas como el fraude fiscal o el empleo informal son problemas sociales, que por tanto se construyen socialmente de forma palpable. Cuestión de Justicia social Entiéndase aquí justicia social como la situación en la que se procura un reparto equitativo de los bienes económicos y sociales, por tanto es la encargada de que toda la sociedad pueda disfrutar y acceder a una serie de bienes imprescindibles socialmente adquiridos. Está basada en la justicia distributiva, imprescindible para que se pueda instaurar una equidad social. Por tanto, la percepción de unos bajos niveles de justicia social justificaría la existencia de conductas fuera del Sistema, ya que dicho Sistema no procura la justicia social esperada. La frustración sobre la falta de esta esperada equidad distributiva va dirigida fundamentalmente contra dos pilares básicos de nuestro Sistema económico y social: el empresariado y el poder político. Por una parte, el reproche se basa en que si el poder económico (clases altas y el empresariado) no llevan a cabo conductas legales como el resto de los españoles, el recurso de las clases medias y bajas al empleo informal está justificado. Por otro lado, encontramos el reproche basado en que si la clase política no lleva a cabo conductas legalmente intachables, no hay motivo para que el resto de ciudadanos tengan que demostrar su legalidad y honradez. El recurso al: “tienen que dar ejemplo” y “los que nos representan son los primeros que lo hacen”, viene a justificar conductas informales por parte del resto de la población. En conclusión, la percepción de conductas reprochables por parte de los pilares visibles del Sistema económico, político y social español vienen a motivar situaciones de irregularidad e informalidad en el grueso de la población. Esto viene a confirmar ideas expuestas en párrafos anteriores, en los que la formalidad laboral viene siendo una conducta aprendida y transmitida por la ciudadanía, en la que padres y madres (familiar o institucionalmente hablando) transmiten a su descendencia, dando ejemplo de legalidad para así diferenciar el bien del mal, ya sea moral, económica o laboralmente. Cuestión de supervivencia Si hay una motivación por excelencia, según los informantes, para el desarrollo de empleo informal, es la supervivencia individual y familia generada por situaciones de necesidad económica extrema. Como ya apuntaban Portes y Haller en su Informe sobre Economía Informal, estamos ante el tipo de economía informal de supervivencia, en el que “aquellas actividades que se producen siempre fuera del ámbito de la regulación del Estado, pueden tener por objeto la supervivencia de una persona o de un hogar a través de la producción directa con fines de subsistencia o de la mera venta de bienes y servicios en el mercado” (Portes y Haller, 2004). Es una respuesta a la necesidad biológica de ganarse el pan de cada día. Por lo tanto, no debemos desdeñar que dichas actividades garantizan la supervivencia cotidiana de grupos sociales cuyos ingresos son prácticamente inexistentes, como parte de las estrategias individuales y familiares de bienestar. Es así como la necesidad económica más básica da lugar a la legitimación del empleo informal en esta situación. Asimilando está realidad al tipo de trabajo informal denominado “escape de la pobreza”, perfilado por Pfau‐Effinger, según el cual esta informalidad se desarrolla con el objetivo inmediato de evitar la pobreza extrema (Pfau‐Effinger, 2009). De esta forma el recurso a la supervivencia se convierte en otro modo de normalizar la economía informal y hacer de este tipo de empleos un medio de ganarse la vida, continuando con la línea de la que hablábamos en apartados anteriores: Por lo general las situaciones de informalidad están presentadas como una “oportunidad imprevista” más que como una búsqueda activa y consciente. Es decir, los discursos van más encaminados a la posibilidad de aceptar un empleo informal en situación de necesidad extrema más que a una búsqueda voluntaria de este tipo de empleos. El hecho de aceptar lo que se les ofrece en estas condiciones está claramente justificado por esa supervivencia. Independientemente de que se crea ilegal o inmoral, la gravedad de la situación hace que sea perciba como completamente legitima. Llegando a compensar los riesgos de cometer un delito. Volvemos a citar a Portes y Haller para entender que las actividades informales son, como ellos denominarían: “funcionales”. Es decir, proporcionan un medio para subsistir a quienes a ellas recurren. De igual manera, las empresas formales que subcontratan a empresarios informales o emplean trabajadores “fuera de plantilla” recogen los beneficios de la mayor flexibilidad y los menores costos logrados de esta manera, esto es obvio. Lo que no es tan evidente es que la economía informal también puede tener consecuencias positivas para el propio actor cuya existencia y cuya lógica pone en cuestión (Portes y Haller, 2004). Esta perspectiva nos lleva a afirmar que muchos de los trabajadores que atraviesan esta situación de informalidad laboral no lo hacen por propia elección. El miedo a perder el empleo (y, por tanto, el sustento) es una de las causas observadas en los discursos de los informantes para que los trabajadores soporten las distintas formas de empleo informal. En estas circunstancias vitales de necesidad económica la crisis económica ha venido a radicalizar las casuísticas, dotando de mayor fuerza a las justificaciones para el desarrollo del empleo informal. Como se puede observar, en momentos de crisis económica esta necesidad de la que venimos hablando se hace más acuciante y complica aún más si cabe el camino de la supervivencia. No obstante, aunque la situación se radicaliza, la necesidad es la misma: Las complicaciones que acarrea la crisis económica en el modo de subsistir de muchas personas hacen que el empleo informal se perciba como algo irremediable. Tan irremediable que hasta las situaciones en que se hace patente la compatibilidad de un empleo informal con una prestación, se amparan y justifican en este paraguas de la supervivencia y la necesidad como un comportamiento esperable. El empleo informal en estas situaciones es tomado con resignación ya que parece opción menos mala: Incluso en estas situaciones se observa que los informantes destacan el desarrollo de empleo informal en unos colectivos por encima de otros, derivado de esta búsqueda de supervivencia. La necesidad por colectivos nos trae de nuevo los casos de personas con cargas familiares, de jóvenes y de inmigrantes, como veíamos en apartados anteriores. No obstante, las situaciones de supervivencia se tornan más probables para cualquier individuo (independientemente del colectivo al que pertenezca) en estas circunstancias de crisis económica, por lo que se genera un clima de mayor comprensión y admisibilidad ante el desarrollo de empleos informales. Cuestión de lógica en el empresario/empleador Para terminar nuestro análisis sobre las motivaciones para el desarrollo de conductas informales en el mercado de trabajo español no debemos olvidar hacer referencia a una parte fundamental implicada en este asunto: el empresario o empleador. Para los informantes, el empleo informal existente en nuestro país está motivado en gran parte por la lógica del ahorro y/o la ganancia que persiguen los empleadores en nuestro mercado de trabajo. Lógica de la ganancia que no implica, según los informantes, una consideración del perjuicio social que estas conductas conllevan: Aunque también se observan discursos de comprensión y/o permisividad por parte del trabajador: Como si de un Síndrome de Estocolmo se tratase, estos discursos se presentan como la reacción psicológica en una víctima retenida contra su voluntad, la cual desarrolla una relación de complicidad con quien la ha secuestrado, malinterpretando en su ausencia de violencia un acto de humanidad y por tanto una devolución de agradecimiento. En este caso, el hecho de contar con una remuneración por un trabajo desempeñado (independientemente de no disponer de los derechos básicos de todo trabajador), procura el agradecimiento y comprensión del trabajador hacia el empleador. Naturalizando además las conductas irregulares, como si de un comportamiento aceptable se tratase, ya que la costumbre y la generalización han hecho de él algo “normal”: Aunque haya situaciones en las que son los propios trabajadores los que reclaman estas conductas informales, los empleadores se convierten en responsables sociales del desarrollo de estas conductas si aceptan la irregularidad (porque les sea más económico individualmente por ejemplo), cuando deben entender las consecuencias individuales y colectivas que este consentimiento conlleva. Por tanto hacer consciente de esta responsabilidad al tejido empresarial de este país es fundamental para desmotivar el desarrollo de empleos informales. Por otro lado, uno de los orígenes del desarrollo de estos empleos informales es que existe la percepción entre el empresariado que el trabajador supone un coste. Es decir, la contratación supone un lastre en los beneficios empresariales, por lo tanto, bajo esta perspectiva, el trabajo informal es sinónimo de ahorro de costes y de beneficio empresarial. Pero es especialmente con ciertos colectivos, con los que la lógica del ahorro de costes se intensifica. Es el caso de los jóvenes: Y de los inmigrantes: En el primer caso, se les presupone que por la edad que tienen “no necesitan cotizar”, sin tener en cuenta la estabilidad que se ha abordado en apartados anteriores y, en el segundo caso, se considera que “se les está haciendo un favor” por darle un sustento económico, como si el objetivo generalizado del trabajador inmigrante fuese puramente económico y la estabilidad y la seguridad laboral fueran inexistentes. Pero además de esta lógica del ahorro de costes, según los informantes, existen dos características de las empresas, como su tamaño y la actividad económica, que resultan otros factores fundamentales que posibilitan o dificultan la tendencia a emplear de forma irregular: ~ Actividad económica: Los informantes han ido perfilando la situación de los distintos sectores económicos estudiados, dando lugar a la siguiente “fotografía de la informalidad”: Sector agropecuario Sector de la construcción Sector de la venta ambulante Sector del servicio doméstico Sector de hostelería y servicios Sin olvidarnos del sector industrial, hay que considerar que los discursos relacionados con la industria se perciben con un mayor riesgo físico para el empleado y por tanto un mayor riesgo económico para el empleador. Dichos hándicaps se relacionan con No obstante, esta percepción no implica que este sector esté completamente exento de irregularidad. De cualquier forma, el resto de sectores se consideran más proclives al empleo informal, considerándose normalizadas dichas situaciones de informalidad. Vemos que todos ellos se consideran sectores tradicionalmente informales, por lo tanto no respondería a una razón únicamente económica de ahorro empresarial sino por una cuestión de costumbre. Las justificaciones continúan amparándose, unas veces, en lo esporádico del trabajo (como se ha podido observar en apartados anteriores) y, otras, en los obstáculos que implica la burocracia, para explicar las dificultades de acabar con esta costumbre de la informalidad. La burocracia se presenta como un gasto de dinero ya que implica la inmersión en un proceso farragoso, especialmente habitual en el sector de servicio a hogares. Nosotros siempre hemos recibido ofertas de empleo doméstico, pero te dicen: “yo contrato ¿no? pues a mí no me compliques la vida”. En algunos casos se ha reorientado y al final se ha traducido en un contrato. […] Yo recuerdo los 2 primeros meses de 2012, tenía a la gente yendo a la Seguridad Social para enterarse bien cómo funcionaba el tema y gente muy preparada, y joder es que cuesta, “es que en estos sitios me dicen esto, en otros me dicen otra cosa”, han sido meses un poco complicados en eso. Luego ya parece que se normalizó un poco, pero no ha tenido el impacto, yo me pongo en la situación de empleador y si no tengo alguien que me asesore y tal, lo más sencillo tengo alguien en casa que no va a venir a controlar nadie, y eso sigue estando ahí. MAexperto1 Por su parte los sectores de la construcción y la hostelería, aunque también se perciban como ciertamente peligrosos, la informalidad sigue estando presente, ya que no existe la conciencia de riesgo que se da en torno al sector de la industria. Además, estos dos sectores tienen la particularidad de ver como las situaciones de informalidad se dan en formas más encubiertas: En la construcción la informalidad se produce especialmente a través de subcontrataciones: En hostelería la irregularidad suele darse en forma de contratos reducidos en los que después se trabajan más horas de las contratadas: ~ Tamaño de la empresa: las PYMES La bibliografía relacionada con esta materia demuestra que las conductas informales se realizan de forma más generalizada en empresas de pequeñas dimensiones, ya que el tamaño de las mismas se señala como un factor que posibilita su compartimento irregular (v.g. Ruesga, 2000). Además, de ser este un argumento apoyado por múltiples discursos observados en las entrevistas realizadas: Es lógico pensar que las empresas de mayor tamaño y con una organización más compleja, probablemente se enfrenten a mayores costes y dificultades para las conductas irregulares, ya que el control que se ejerce sobre ellas es mayor por la visibilidad que conllevan. Visibilidad que además debe ser tenida en cuenta ante posibles daños de imagen. No obstante esto no evita que las grandes empresas también representen cierto papel en estas conductas informales. Es a través de la subcontratación cómo las compañías de gran tamaño se hacen cómplices de la informalidad en nuestro mercado de trabajo. En investigaciones como la de Martín, Martínez y Rastrollo, se pueden encontrar respuestas al desarrollo de empleo informal desde la perspectiva del empresariado, basadas en la idea de que la intención de evadir es mayor cuando se percibe una norma social favorable, es decir, cuando por ejemplo, se cree que el entono de la empresa, clientes, proveedores, la competencia, etc…, acepta y aprueba la evasión y cuando se percibe la evasión como algo fácil de llevar a cabo. (Marín, Martínez y Rastrollo, 2008). Como ocurría con el caso de la sociedad en general y su permisividad hacia el empleo informal, una organización que se implica en comportamientos irregulares acarrea ciertas creencias, actitudes y normas, es decir, una cultura proclive al comportamiento irregular. Aunque esta normal social de la informalidad es percibida por el empresariado como un dialelo o círculo vicioso del que es difícil escapar. Y es que según la literatura consultada, las empresas pequeñas tienden a justificar el comportamiento irregular como respuesta, por un lado, a la competencia desleal que supone que sus competidores realicen prácticas irregulares y, por otro lado, a percibir desigualdades ligadas al tamaño de la empresa, apuntando así las conductas informales como mecanismo para reducir costes. Sin embargo, la sociedad en general percibe estas conductas como una tendencia a eludir la formalidad por parte del empresariado español, facilitado por la falta de control sobre las pequeñas empresas y fomentado por aquella cultura de la informalidad que se viene apuntando desde el primer apartado de este análisis. Además, la creencia de la falta de control administrativo hace que se considere que este tejido de microempresas no tenga miedo a la sanción o al accidente laboral: Relacionando así la informalidad con los negocios pequeños, debido a la aparente existencia de mayores oportunidades para la evasión en el contexto de empresas con estructuras simples. Decimos “aparente” porque los discursos dejan entrever que estas oportunidades de evasión no son siempre tan evidentes. En conclusión, vemos que algunos discursos simplifican acerca de la falta de miedo al control y las oportunidades para la informalidad, aunque también apuntan a una importante falta de conciencia generalizada de las consecuencias individuales y sociales, que el empresariado debería tener presente como parte del intento de reducir las conductas informales en nuestro mercado de trabajo. BIBLIOGRAFÍA - Bell, D. (1977): Las contradicciones culturales del capitalismo. 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