PRESENTACIÓN

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INMACULADA RODRÍGUEZ MORENO
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PRESENTACIÓN
Varios son los factores que componen la inercia del crecimiento de la población.
Si hoy día podemos afirmar que existe un exhaustivo conocimiento de los mismos,
caracterizándose sobre todo por mostrar una alta estabilidad, variando muy poco de un
año para otro, no podríamos decir lo mismo al referirnos a poblaciones históricas.
Dichas poblaciones estuvieron sometidas a importantes fluctuaciones, donde diversos
autores afirman que la mortalidad era el elemento más determinante de todos y en el
caso de Europa, imponiendo evidentes límites al crecimiento hasta bien entrado el siglo
XIX.
Como podremos comprobar, las alteraciones que presentaba la mortalidad se postulan
como un factor tremendamente interesante de estudiar. Sin llegar, por supuesto, a dejar
de lado la importancia de la mortalidad ordinaria que definía al antiguo régimen,
diremos que las crisis de mortalidad han marcado el itinerario de la población de todo el
continente, y si hacer una cronología de todas ellas resultaría complicado, por el simple
hecho de que se inscribían con demasiada frecuencia dentro de la mortalidad normal, sí
que podemos aventurarnos a hacer algo que está más a nuestro alcance, como es seguir
el rastro de muerte que fue dejando uno de los episodios de crisis demográfica más
famosos de la Europa de la época, por su continuación en el tiempo, por la gravedad de
sus consecuencias y por su contenido simbólico: la Peste Negra. El periodo
comprendido entre mediados del siglo XIV y mediados del XIX nos permitirá
seleccionar los hitos más determinantes para nuestro estudio, donde la centralidad de la
peste es indudable, y donde desde 1347 hasta 1665 la población europea bailó a los
diferentes ritmos que fue marcando esta enfermedad.
Para el desarrollo de nuestra labor, partiremos de las características que presentaba la
mortalidad en las poblaciones históricas, con el propósito de estudiar aquellos factores
esenciales causantes de las crisis de mortalidad, y de qué manera la epidemia de peste se
registra como uno de éstos factores fundamentales. Podremos analizar en profundidad
cuales fueron los condicionantes necesarios para que se diera tal acontecimiento
catastrófico, cuál fue su itinerario y su alcance, así como indagar en el proceso de
desaparición y consecuencias que tuvo la epidemia para toda la población.
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1. LA POBLACIÓN EUROPEA: LAS CRISIS DE MORTALIDAD COMO
RASGO CARACTERÍSTICO DEL ANTIGUO RÉGIMEN DEMOGRÁFICO
En general, las líneas fundamentales de la evolución de la población europea están
bastante claras, encontrando un consenso considerable entre los especialistas sobre cuál
ha sido el camino recorrido, y tan solo existen dudas de si las cifras de población se
acercan más o menos a lo que realmente pudimos encontrar en ciertas épocas históricas.
El característico progreso de las poblaciones históricas, con giros inesperados y
abruptos, tiene su sentido dentro del antiguo régimen demográfico, el cual va a estar
compuesto por altas tasas de natalidad y, sobre todo, por altas tasas de mortalidad, que
requerían grandes esfuerzos demográficos para conseguir un lento crecimiento (Livi
Bacci, 2002). Pero encontraremos que dentro de esta alta mortalidad se inscribe otro
tipo de mortalidad tan recurrente que pasaba, prácticamente, a formar parte de la
mortalidad ordinaria, la cual era la mortalidad de crisis o mortalidad catastrófica. (Pérez
Moreda, 1980; Perrenoud, 1997) Estas crisis eran un elemento estructural del régimen
demográfico y podríamos decir que ninguna generación escapó de ellas (Perrenoud,
1997). Haciendo una definición de crisis de mortalidad, la podríamos considerar como
“el conjunto de sucesos demográficos que se sitúan en el corto período de ensamblaje
entre un movimiento ascendente y otro de declive de la población” (Pérez Moreda;
1980:58). Dentro de la peculiaridad de cada una, todas las crisis presentaban ciertas
características comunes; una es el aumento desproporcionado de la mortalidad, que
llega y se mantiene en un pico máximo, para decrecer finalmente (Perrenoud, 1997).
Diferentes autores remarcan que, dentro de estos mecanismos reguladores del antiguo
régimen demográfico, la mortalidad era, sin lugar a dudas, el más importante, ya que
imponía su ritmo de crecimiento, mientras que la nupcialidad y la natalidad variaban
más coyunturalmente y eran sobre todo elementos reequilibradores de la dinámica de la
mortalidad1.
1.1. Factores determinantes de las crisis de mortalidad
Antes de centrarnos de lleno en la grave crisis demográfica que provocó la peste,
es necesario saber cuáles han sido otros de los principales factores que han provocado
crisis de mortalidad. Para ello daremos cuenta de aquellos que no han sido meramente
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Estos autores llaman la atención a las variaciones conjuntas en la mortalidad y la nupcialidad, ésta última como
mecanismo regulador en que al término de la crisis los matrimonios aplazados se producían a la vez.
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accidentales, sino que son apreciados como factores constantes afectando al progreso de
la población en periodos de tiempo prolongados (Pérez Moreda, 1980). Son tres factores
los que se han considerado más interesantes: el hambre, la guerra y la peste, pero no por
ello dejan de hacer referencia a otras enfermedades infecciosas que, por su alcance,
también dejaron una importante huella. (Pérez Moreda, 1980; Livi Bacci, 1999;
Perrenoud, 1997; Dupâquier, 1997a)
La peste
Hemos de decir que el gran elemento que frenaba el crecimiento demográfico del
antiguo régimen eran las enfermedades infecciosas, pues estas constituían entre los dos
tercios y las tres cuartas partes de toda la mortalidad (Livi Bacci, 1999). Dentro de las
enfermedades más mortales podríamos encontrar un conjunto que ha golpeado en
Europa con diferente intensidad, como fueron enfermedades como la viruela, el cólera,
el tifus, la fiebre amarilla, el paludismo o la peste; pero mientras que casi todas ellas
formaban parte de la mortalidad ordinaria y era en ciertas ocasiones cuando pasaban a
formar parte de la mortalidad catastrófica, la peste siempre que aparecía suponía una
mortalidad de crisis. (Pérez Moreda, 1980)
El bacilo que causa la peste es la Pasteurella Pestis, descubierto en 1894 por Yersin,
bautizado en la actualidad como Yersinia Pestis. El vector del bacilo es una pulga que
utiliza como huésped ratas u otros roedores. A través de la picadura, la pulga transmite
la enfermedad a su huésped y cuando éste muere, en ausencia de otro roedor, la pulga
elige un huésped de sustitución transmitiéndole también la enfermedad por medio de su
picadura. La variedad de rata que transmitió la peste negra en 1347 era la rata negra o
Rattus rattus, con lo que no es raro que la pulga eligiera al humano como huésped
sustitutivo, pues esta es una variedad de rata que nunca se la ha encontrado lejos de las
viviendas.
La infección de peste tenía un tiempo de incubación en el que se producía la dolorosa
inflamación de los ganglios linfáticos, o bubones, del cuello, ingles y axilas. (Pérez
Moreda, 1980; Livi Bacci, 2002; Burnet y White, 1982) Pero dentro de estos síntomas
generales, podemos diferenciar tres formas diferentes de la enfermedad: bubónica,
septicémica, y pulmonar o neumónica (Pérez Moreda, 1980; Livi Bacci, 1999).
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Al contrario que otras enfermedades, la peste no inmuniza a aquellos que la sufren,
aunque sí que parece que puede haber una inmunidad adquirida para un corto periodo de
tiempo, lo que daría una respuesta a las recurrentes oleadas de la enfermedad (Pérez
Moreda, 1980; Livi Bacci, 2002).
2. LA SOMBRA DE LA PESTE
La peste que irrumpe en el puerto italiano de Messina a mediados del siglo XIV, y
que se propaga rápidamente desde ese punto a todo el continente, supondrá para la
población europea el acontecimiento más catastrófico de la época (Arrizabalaga, 1991;
Burnet y White, 1982). Todo sucedió de esta manera. En septiembre de 1347 unas
galeras genovesas, procedentes del Mar Negro, infectadas con la enfermedad,
desembarcan en la ciudad de Messina, en Sicilia, poniendo fin a un período de más de
600 años de paz bacteriológica. La enfermedad había estallado entre las filas del ejército
mongol, el cual asediaba la ciudad de Kaffa, en Crimea, en el momento en que los
barcos mercantes de Génova comerciaban en la ciudad, contagiando de esta forma a la
tripulación, y de ahí pasaría por barco al Mediterráneo. Aunque esta no era la primera
vez que la peste aparecía en Europa, pues ya había hecho su primera incursión en
Occidente en la época de Justiniano2, se puede decir que la plaga introduce un factor
nuevo en el continente ya que la enfermedad llevaba siglos sin aparecer, sorprendiendo
a unos habitantes totalmente desprovistos. (Livi Bacci, 1999; McNeill, 1984;
Blockmans, y Dubois, 1997; Livi Bacci, 2002)
2.1. La peste negra de 1347-1352 y el descenso de la población
Las galeras que llegan al puerto de Messina en 1347, introducen la peste en
Europa en su forma bubónica, dando lugar a un proceso epidémico que durará varios
siglos. Desde su llegada a las costas del Mediterráneo, en el transcurso de cuatro o cinco
años, entre finales del año 1347 y 1352, la peste atraviesa y afecta a todo el continente
extendiéndose por toda Europa a través de las principales vías comerciales terrestres y
marítimas. Haciendo una cronología de fechas y países de este primer ciclo,
encontramos lo siguiente. En cuanto al sur de Europa, desde su llegada a Sicilia en
septiembre de 1347 y a Génova al poco tiempo, la peste se propagó de forma rápida por
Italia y Francia. A finales de 1348 ya se había extendido a toda Italia, a lo largo del
2
Se piensa que se extendió a partir de África por el Mediterráneo entre los siglos VI al VIII. (McNeill, 1984)
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litoral mediterráneo de la Península Ibérica y parte de Francia. En 1350 se extendería a
la España interior. Llegó a Inglaterra y Londres a finales 1348; también a finales de
1349 se extendió a Noruega, lo que faltaba de Francia, el valle del Rin, Suiza, Austria y
la costa dálmata; entre 1350 y 1352, desde Alemania se desplaza gradualmente hacia el
este, alcanzando Polonia y Rusia. (Blockmans, y Dubois, 1997; Livi Bacci, 2002)
Este primer ataque de la peste fue seguido de varios otros, con una periodicidad y
gravedad bastante regulares durante el resto del siglo XIV y la primera mitad del XV.
Entre los años 1360 y 1400 estos ciclos de peste se desarrollan de manera sincrónica
para todo el continente, en períodos aproximados de cada 10 años, y los encontramos en
1360-1363, 1371-1374, 1381-1384, 1388-1390, 1398-1400. Hasta mediados del siglo
XV seguiremos encontrando ataques con una gravedad y una sincronía muy elevada, y a
partir de esa fecha tenderán a aparecer de manera más localizada, disminuyendo la
sincronía. (Livi Bacci, 1999; Livi Bacci, 2002). Aun así, grandes rachas epidémicas
siguieron en el resto del siglo XV con suma violencia en la mayoría de las ocasiones, y
aunque la sincronía ya no era tan obvia, algunas de estas olas epidémicas volvieron a
castigar a escala europea, como las de 1437-1439, 1479-1482, 1494-1502 (Blockmans y
Dubois, 1997). McNeill (1984) asegura que los brotes posteriores a la primera sacudida
tuvieron diferentes grados de virulencia, así cuando la enfermedad retornaba a lugares
donde antes había golpeado con fuerza, la cifra de muertes tendía a disminuir respecto a
ataques precedentes, en cambio, aquellos lugares que habían escapado al primer ataque,
experimentaban una fuerte mortalidad.
El resultado de todo ello es que entre 1347 y 1450 la población retrocede no sólo por la
primera gran sacudida, sino también por la acción de las sucesivas epidemias, y no
volverá a ser hasta el siglo XVI cuando la población europea alcanzará las dimensiones
que tuvo allá por el año 1340. Aunque la tasa de mortalidad varía mucho de un lugar a
otro, este impacto inicial fue demoledor. Algunas comunidades sufrieron la extinción
total, “los resultados concretos se traslucen en las ciudades vacías rodeadas por las
murallas demasiado grandes, los pueblos abandonados y los campos desiertos” (Livi
Bacci 1999:90). Autores como Pérez Moreda y Reher (1986) señalan que, dependiendo
de unas zonas u otras, la población alcanzó su punto más bajo en el intervalo de 1380 y
1425.
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Si queremos hacernos una idea de las consecuencias de la peste en cuanto a cifras se
refiere, hemos de regirnos por estimaciones, con el agravante de que los recuentos que
se hacían suelen expresarse en número de hogares y no en número de personas, por lo
que, si no conocemos la composición de estos hogares, resulta aún más complicado. A
esto se le añade la dificultad de poder establecer las pérdidas causadas únicamente por
la epidemia y de saber exactamente la población con la que contaba Europa en 1347.
Aun así, existen algunos puntos de referencia, como recuentos de defunciones que
hacían las parroquias o administraciones y que nos proporcionan series para varios años.
(Blockmans y Dubois, 1997) Por ejemplo, Livi Bacci estima que en 1347 Europa
contaba con unos 80 millones de habitantes (Livi Bacci, 2002), y que entre ese año y
1450, se pudo perder más de un tercio de la población (Livi Bacci, 1999) Los datos
presentados por Blockmans y Dubois (1997) para el período de 1340 a 1450, en función
de las estimaciones de J.C. Russell, el continente habría perdido un 32% de población,
de 73,5 millones de habitantes en 1340 a 50 millones en 1450. En una proyección
realizada para todo el continente a partir de la mortalidad de las Islas Británicas,
McNeill (1984) dice que entre 1346-1350, murió como poco un tercio de la población
total. Suponemos que a este tercio habría que sumarle las pérdidas posteriores a 1350.
Arrizabalaga (1991) nos da una estimación que está entre el 25 y el 50% de muertes.
2.2. Recuperación demográfica y retirada paulatina de la plaga
Tras la primera mitad del siglo XV asistiremos a un crecimiento demográfico que
será común a todos los países de Europa, aunque con ciertas desigualdades entre los
mismos (Blockmans y Dubois, 1997). La cronología de las crisis es ostensiblemente
menor, aunque aún perduran ciertas pandemias globales, todavía quedan episodios
terribles de peste, y en aquellas localidades donde la peste llega por primera vez, la tasa
de mortalidad es altísima.
Centrándonos en la aparición de las epidemias a nivel europeo en los siglos posteriores
al XV, encontraremos ciclos de peste más o menos globales como son el ciclo de 15221530, cuyas consecuencias se ven agravadas por los desórdenes bélicos de la época; el
ciclo de 1575-1577, que golpea sobre todo en el norte; el de 1630-1631 en el centronorte, en el que Cipolla calcula que murió más de una cuarta parte de la población de
estas áreas; la de 1656-1657, sobre todo en el centro-sur; y por último la peste de 16631670, que afectó a Inglaterra, el norte de Francia, los Países Bajos y el valle del Rin. Es
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decir, a partir del siglo XVI, la peste sigue picoteando y reapareciendo en toda Europa,
siguiendo aquellos itinerarios que llevan las principales vías de comunicación, y en
donde no terminan de librarse zonas anteriormente devastadas. (Livi Bacci, 1999; Livi
Bacci, 2002)
En el siglo XVII, el acontecimiento que marcará la desaparición de la plaga para
siempre será la gran epidemia de peste que sufrió Londres en 1665; tras ésta, la peste se
retiró del noroeste de Europa, aunque siguió siendo activa en el Mediterráneo oriental y
en Rusia durante los siglos XVIII y XIX. Desaparecida del norte, poco a poco lo fue
haciendo de más regiones, dejando de ser un acontecimiento geográfico generalizado en
el que grandes ciclos afectaban a varios países, o a países enteros. (McNeill, 1984) No
resultará raro que la peste se resista más a desaparecer de aquellos países más expuestos
al comercio con los focos de la epidemia, de hecho los países de los que más tarde se
retirará la plaga serán tanto Francia e Italia, como los países del este europeo,
geográficamente en contacto con el continente asiático y en constante intercambio
mercantil y humano. De las últimas crisis que encontraremos en Europa occidental antes
de estas últimas fechas, cabe destacar en el siglo XVII la grave crisis en España de
1648-1652 que se concentra en Andalucía, y la de 1676-1685, menos violenta, que
afecta sobre todo al litoral mediterráneo; en Italia se ocasionan en 1630-1631 en el
centro y en el norte, y en el 1652-1657 en el sur. En Francia, el último ciclo epidémico
tiene lugar entre 1657-1670. Pero Francia todavía será alcanzada con gravedad por la
peste en 1720-1722 en Marsella y en Provenza; Italia en 1743 en Messina; y en 1813
afectará a Malta. Con estos acontecimientos la peste desaparece de la Europa occidental.
En el costado oriental encontramos cuatro últimas sacudidas: la de 1709-1712 en los
Balcanes, Austria, Bohemia, Copenhague y Estocolmo, en Rusia, las epidemias en
1727-1728 y de 1770-1772. Por último, las medidas sanitaras puestas en marcha
conseguirán eliminar la peste de los Balcanes después de los últimos brotes en 1841.
Tras esta fecha, y tras cuatro siglos de padecimiento, la peste en Europa llega a su fin.
(Livi Bacci, 1999)
3. LA LUCHA CONTRA LAS ENFERMEDADES INFECCIOSAS
Haciendo un poco de historia, hemos de decir que la lucha contra la enfermedad
siempre ha sido una prioridad humana, aunque realmente la práctica médica no fue un
factor significativo en la mortalidad hasta entrado el siglo XVIII; en anteriores
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ocasiones, dicha acción no tenía por qué suponer un cambio positivo en la enfermedad,
es más, muchas veces atrasaba la mejoría del enfermo. Finalmente, a mediados del siglo
XIX, es cuando tendrá lugar la revolución bacteriológica introducida por Pasteur, dando
un giro a la lucha contra las enfermedades infecciosas. (McNeill, 1984)
3.1. Una victoria tras una dura lucha
En cuanto a la peste, ya hemos señalado anteriormente que las causas por las
cuales la epidemia empieza retirarse a finales del siglo XVII hasta su total desaparición
en 1841, ni siquiera hoy en día están del todo esclarecidas.
Es muy posible que este proceso haya sido debido a la conjunción de diversos factores,
como regulaciones, cambios sociales, quizás, de alguna manera, causas biológicas, y por
supuesto las políticas de defensa con cuarentenas y cordones sanitarios (Livi Bacci,
1999). A mediados del siglo XV se empiezan a crear en Italia las primeras magistraturas
de sanidad permanentes; se institucionalizan en Ragusa en 1465, luego en Venecia en
1485, y después se extenderán por otros puertos de Mediterráneo y por todas las grandes
ciudades europeas a partir del siglo XVI. Los mecanismos de seguridad incluían el
intercambio de información con departamentos de otros Estados, e información sobre
los puertos de partida y de llegada de los barcos y mercancías, para saber si la ciudad de
donde procedían estaba limpia o contaminada de peste. Los barcos sospechosos eran
anclados en un lugar retirado durante cuarenta días para que la cadena de infección se
interrumpiera en ese mismo barco. Sí que es cierto que, como se ignoraban los
mecanismos de contagio, las medidas de cuarentena no siempre eran eficaces y, en caso
de infección, aunque ni el barco ni la tripulación llegaran a tierra, sí que lo podían hacer
las ratas o las pulgas infectadas; en cualquier caso, en muchas ocasiones, sí que
conseguirían cortar la expansión de la enfermedad. (Livi Bacci, 1999; McNeill, 1984)
Es cierto que tampoco se sabe si el retroceso de la peste obedece, tal cual, a la eficacia
de estas medidas, pero sí que podríamos encontrar un paralelismo temporal entre el
retroceso de la peste y la puesta en marcha y mejor organización de las cuarentenas.
El curioso caso de la aparición de la peste
Pero, en todo este puzle en la lucha contra la peste falta aún una visión. ¿Cómo
vieron la plaga las autoridades científicas y religiosas de 1347? Entendamos que a partir
del siglo III fue fundamental el predominio de la religión en los saberes científicos, y
que ciertas teorías del contagio como base de muchas enfermedades, desaparecieron con
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el ocaso de la civilización clásica. Como no podía ser de otra manera, la visión cristiana
de la época, tenía claro que esta enfermedad era la voluntad de Dios, un castigo por
pecar. Bajo esta máxima, la iglesia no fue más allá de rituales sagrados, y el mismo
Papa elaboró una oración especial para la peste. En cuanto las autoridades médicas, la
doctrina imperante en las universidades llevaba a buscar en la cosmología el destino del
hombre (Arrizabalaga, 1998-99; Arrizabalaga, 1991; McNeill, 1984). Regidos por estas
directrices, había que buscar la razón de la peste en las constelaciones, observando que
antes de que la enfermedad apareciera hubo una convergencia de tres planetas (Marte,
Júpiter y Saturno) en Acuario, provocando un exceso de calor y maldad, lo que hizo
emerger vapores de la tierra, haciendo que el aire se corrompiera, así que la enfermedad
entraba en las personas mediante aire corrompido. (Arrizabalaga, 1998-99;
Arrizabalaga, 1991; Documental, 2012).
Entre toda esta serie de medidas, surgió la figura del médico de la peste, que eran
contratados por las autoridades sanitarias para tratar a los enfermos, adoptando un
atuendo especial que les protegiera de la enfermedad, pues era el colectivo que estaba
más expuesto. Utilizaban un traje largo hasta los pies, con mangas largas hasta las
manos, guantes, sombrero, botas altas y una máscara con pico, la cual se llenaba con
hierbas aromáticas, para impedir el mal olor al acercarse a los enfermos y que el aire
corrupto les enfermara. (Gargantilla, 2011)
4. LA COTIDIANEIDAD DE LA MUERTE
Me gustaría, en este apartado, dar cuenta de diversas consecuencias que tuvo la
peste, no en número de pérdidas humanas, pues ya hemos hablado de ello, sino lo que
toda esa muerte significó para los que aún vivían. El exceso de población existente antes
de 1347 había hecho que muchos campesinos pobres tuvieran que trabajar como
esclavos en las tierras de los señores feudales. Tras la primera oleada de peste las tierras
que quedaron libres fueron ocupadas rápidamente por aquellas personas que no tenían
con qué vivir. Muchos campesinos, siendo conscientes de la necesidad de su trabajo,
empezaron a exigir mejores salarios, eligiendo las mejores fincas para trabajar,
ocasionando molestias entre clases sociales, pues alteraban el orden social establecido
(McNeill, 1984; Documental, 2012). Pero el verdadero problema vino cuando, después
de reiteradas oleadas de peste, la mano de obra empezó a escasear tanto en la agricultura
como en otros trabajos manuales; en algunos sitios se llegó a una situación en que no
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quedó gente para labrar las tierras, no quedó nadie para enterrar a los muertos. Algunos
dirigentes tomaron medidas ante tal catástrofe, por ejemplo, el rey Valdemaro de
Dinamarca promulgó una nueva ley en la que quedaban perdonados todos aquellos
criminales que habían sido condenados a muerte, pues no tenía sentido matar a nadie
más. En Venecia las autoridades también abolieron todos los castigos, e incluso se
perdonaron los impuestos no pagados. (Documental, 2012)
Entre tanto, se llegó a una situación en que no sé sabía qué hacer con tal número de
muertos, no había sitio para tanto cadáver, no había siquiera madera para que cada uno
tuviera su propio ataúd. En su diario sobre gran la peste de Londres de 1664, Defoe
escribe: “en unas nueve semanas murieron cerca de un millar de personas por día”
(Defoe, 2006:179). Un monje de la ciudad de Lübeck, en Alemania, escribió las
crónicas de la peste de 1348 y decía “tan solo en un día la peste mató a 1500 personas”
(Documental, 2012). En Aviñón se cuenta que morían cuatrocientas personas todos los
días, y el Papa Clemente VI, que residía en aquella ciudad, tuvo que bendecir el rio
Ródano para tirar ahí los cadáveres, pues ya no había tierras en donde enterrarlos. En
Italia, por ejemplo, se cavaban grandes agujeros donde se iban poniendo sucesivamente
una capa de cadáveres y otra de tierra, así hasta que se llenaba el agujero. (Documental,
2012; The History Channel Iberia, 2005a).
El cara a cara con la muerte, en que una persona podía encontrarse sana un día y al día
siguiente estar muerto o estremeciéndose de dolor, tuvo graves efectos psicológicos.
Puesto que no todo el mundo aceptó las explicaciones médicas y religiosas, se buscaron
chivos expiatorios, descargando la ira contra los judíos, acusados de envenenar el agua
de los pozos y de haber corrompido el aire. (The History Channel Iberia, 2005b;
McNeill, 1984) El arte y la literatura tampoco fueron ajenos al acontecimiento. El tema
de la peste estuvo presente en los escritos de importantes autores, como Boccaccio con
su gran obra, el Decamerón. La pintura también respondió a tal situación con
innumerables representaciones de la muerte; la Danza de la Muerte o Danza Macabra,
ocupó un tema central en los siglos XV y XVI. (McNeill, 1984; González, 2014)
Pero el suceso de la peste también contribuyó a abrir la mente. La impotencia de los
médicos ante tal calamidad hizo darse cuenta que no valía solo con basarse en teorías
sobre astros, sino que había que orientar su saber hacia la experimentación. El
cuestionamiento de los postulados eclesiásticos liberó al pensamiento y a la ciencia de
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ciertos dogmas que aún la tenían sumida en suposiciones arcaicas, ayudando a la
sustitución de unos valores medievales por otros renacentistas, y pudiendo considerar el
acontecimiento como la primera gran crisis de transición del feudalismo al capitalismo.
(Arrizabalaga, 1991; The History Channel Iberia, 2005b)
5. CONCLUSIONES
El estudio de la población va mucho más allá del mero recuento de personas que
hubo en cierto tiempo en un determinado lugar. Como si de pistas se tratara, la
evolución de las sociedades se refleja en la vida de sus gentes, y nos da cuenta de los
acontecimientos que marcaron una época. Es precisamente la huella habitual de la
muerte la que define las poblaciones pasadas y la que tiene reflejo en la organización
socioeconómica, en la visión del mundo y en las expectativas.
Aunque ha pasado a ser un término genérico en nuestro vocabulario, a lo que se
denominó Peste Negra fue al periodo inicial en que la enfermedad se extiende por toda
Europa. Mucho se ha discutido sobre su alcance; los debates en torno a si fue la única,
la primera o una de varias razones de la mortalidad en Europa durante varios siglos ya
son una señal de su importancia. Pero lejos de quedarse la controversia solo en cuanto a
factor de mortalidad, también se discute si fue un punto de inflexión entre el mundo
medieval y el moderno. Realmente, una enfermedad que pudo hacer tambalearse,
aunque fuera un tambaleo liviano, los cimientos de una sociedad feudal, y que consiguió
la hazaña de enfrentar la hegemonía que la Iglesia había tenido durante más de mil años
sobre el saber científico, es suficiente para saber que nos encontramos ante un
acontecimiento de enorme trascendencia.
Es considerable todo lo que se sabe sobre su historia, pero también es bastante lo que se
ignora. El que hoy en día aún no sepamos las causas de su total remisión, o se dude de
cuál variedad fue la predominante, seguramente dé cuenta de las medidas tan básicas
con que contaron nuestros antepasados para hacerle frente. No se han traído a este
trabajo más visiones sobre la pandemia de 1347 pero, por supuesto, no faltan quienes
afirman que una mortandad tan grande no pudo haberla causado la peste (Documental,
2012). Lo que sí está claro es que ese periodo estructuró la vida, la muerte y la mente de
las poblaciones que la padecieron, y que esa evocación sombría llega todavía hasta
nuestros días cuando se habla de ella.
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BIBLIOGRAFÍA
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Scientiarumque Historiam Illustrandam. Vol. 11, pp. 73-117
- Arrizabalaga, J. (1998-99) “Discurso y práctica médicos frente a la peste en la Europa
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J-P. y J. Dupâquier, (dirs) Historia de las poblaciones de Europa Vol. I. De los
orígenes a las premisas de la revolución demográfica, Editorial Síntesis
- Burnet, M. y D.O. White, (1982) Historia natural de la enfermedad infecciosa,
Alianza Editorial
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TRABAJO FIN DE GRADO
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TRABAJO FIN DE GRADO
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