Num142 021

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Nina,
el incierto
vuelo
TEATRO
Los cuatro corazones
de Jardiel
JOSÉ LUIS
LANASPA
Con
el
verano,
los
grandes teatros de las
capitales suelen tomarse
un descanso, pero no cae
el telón. Las compañías,
según la mejor tradición,
salen por los caminos de
los festivales o se quedan
al fresco de los jardines o
actúan en el café de al
lado… Esto es lo que han
hecho en el café del
Teatro Español la actriz
Laia Marull y los actores
Juanjo Artero y Ricardo
Moya, intérpretes de Nina,
una historia juvenil de
desencantos con la que
ganó su autor, José
Ramón Fernández, el
premio Lope de Vega en
el año 2003.
Nina no es casualmente
homónima
de
la
protagonista
de
La
Gaviota, de Chejov. El
autor nos advierte la
relación de ambas en un
momento de ilusiones
rotas. Creo que es una
obra —dice— que puede
vivir sin que el espectador
conozca La Gaviota, pero
me gusta que esas
referencias vuelen por la
obra. En cualquier caso,
al espectador le llega el
eco de la melancolía
chejoviana unido a la
esperanza del futuro. Y se
recuerda ese hermoso
pájaro, libre y feliz en un
lugar maravilloso, hasta
que un día llega un
cazador
de
manera
casual, ve a la gaviota y,
por hacer algo, la hiere o
dirección de Salvador
García Ruiz es acertada.
la mata. Es el temor a lo
que puede venir de
manera inevitable.
Esta Nina de ahora es
una joven actriz que,
cansada de luchar por esa
felicidad, vuelve unas
horas a su pueblo, y allí
se encuentra con Blas y
Esteban, dos amigos que
han compartido infancia y
adolescencia.
Hablan,
recuerdan…, nada en la
vida es tan fácil como
parecía
cuando
empezaron. Y una vez
más habrá que tomar
inciertas
decisiones.
Quizá una parte de la
juventud actual se vea
reflejada en esta historia
de intentos conseguidos a
medias o frustrados. Una
historia contada en la
cercanía de un café.
En resumen, un éxito que
ha
prolongado
la
representación de la obra.
En
su
interpretación,
destaca Laia Marull, y
también Juanjo Artero y
Ricardo Moya, y la
Y ha vuelto Enrique
Jardiel Poncela con sus
Cuatro corazones con
freno y marcha atrás. Sus
títulos ya merecen la
pena.
¿Quién
no
recuerda, por ejemplo,
Usted tiene ojos de mujer
fatal o Los ladrones
somos gente honrada?
Emparentado
en
las
formas y contenidos con
Miguel
Mihura,
que
afortunadamente
sigue
también
en
los
escenarios, son autores
que empezaron en los
críticos años 30 y, sin
poder
evitar
la
preocupación del entorno,
procuran sonreír, aunque
sin olvidar que la vida es
tantas veces absurda, y
alguna vez dramática.
En este caso, un doctor
descubre el elixir de la
inmortalidad y se decide a
tomarlo
con
varios
amigos. Pero con el paso
de los años y afectados
de
inmortalidad,
se
aburren, se dan cuenta de
los inconvenientes de una
vida que no termina. Pero
la otra opción, dar la
vuelta al medicamento y
rejuvenecer mientras los
hijos
van
hacia
la
ancianidad y refunfuñan,
tampoco es agradable.
Total que, como aconseja
el dicho, hay que alejarse
de las utopías y agradecer
“que me quede como
estoy”.
Esta
representación demuestra
que la obra de Jardiel
sigue interesando por sus
planteamientos y por la
agudeza de sus diálogos.
La dirección es de Manuel
Caseco y, entre los
1
intérpretes,
Paloma Paso
nieta del autor.
destaca
Jardiel,
Y el decálogo teatral
de Boadella
Cuando una sociedad
pasa
por
momentos
críticos,
suelen
oírse
voces, acertadas o no,
que proceden de su
ámbito cultural. Es algo
que ahora se echa de
menos en España. Una
excepción, y pocas más,
es Albert Boadella que en
este momento se atreve a
enfrentarse
al
nacionalismo catalán y a
decir, por ejemplo, que los
nacionalismos en general
son
“estafadores
de
sentimientos”. Y en el
mundo del arte, tampoco
disfraza lo que piensa. En
la Universidad Rey Juan
Carlos de Madrid ha
proclamado su decálogo
(recogido por El Mundo)
de defensa frente a cierta
modernidad. Porque “hoy
compras un cuadro de
arte moderno —dice en su
estilo provocador—, y
parece que tienes que
comprar también al pintor
para que te lo explique…
Se ha tenido que crear
una bolsa de expertos
para que expliquen la
diferencia entre un Tápies
y el desconchado de una
pared…”.
del
contubernio
arte/política.
Carmen
Calvo no es Lorenzo de
Médicis”. Y así de claras
son las ideas de uno de
los grandes de nuestro
teatro contemporáneo, al
que
los
aficionados
esperan seguir viendo en
los escenarios, aunque
para ello, para dedicarse
al teatro, “sea obligatorio
ser
un
inadaptado
crónico”. Lo confiesa él.
Empieza Boadella en sus
mandamientos
por
“reconocer a Dios,
o
quien sea, como único
creador”.
Rechaza
la
fantasía,
porque
la
realidad es
lo más
fantástico que hay. Anima
a “defenderse de la
modernidad. Es una trola.
El arte no es moderno:
comunica
o
no”.
Y
también
invita
a
“desconfiar de lo oficial,
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