EL MUNDO DEL TRABAJO COMO ESPACIO DE MISIÓN Hernán Opazo Delpiano <<El único sentido de esta vida consiste en ayudar a establecer el Reino de Dios>>. (León Tolstoi). Este documento es una mirada al tema, <<El Mundo del Trabajo como Espacio de Misión>>, desde una experiencia particular, parcial por tanto, y ligada al mundo profesional en la empresa privada, por lo que no tiene ninguna pretensión de generalizar. In Situ El mundo del trabajo, especialmente la empresa, es hoy por hoy un ámbito de tecnologías, progreso, crecimiento económico, competencia, capacitación, desarrollo personal, maximización de ganancias. Por cierto, predomina este último aspecto, al que se subordina casi todo, en especial el comportamiento de las personas al interior de la organización. Quienes trabajan en ellas, pueden tener valores cristianos, los que sin embargo tienden a quedar condicionados a la lógica de las utilidades, produciendo en algunos momentos contradicciones difíciles de superar. Esto es más notorio, aunque no exclusivo, entre los que ocupan cargos altos. Muchas veces tienen gestos de caridad y ayuda, pero no pueden ni se esfuerzan demasiado en hacer de la organización un mundo justo y humano. En verdad no se les mide por ello. Resuena, así, con fuerza, las palabras de San Alberto Hurtado S.J. <<La caridad comienza donde termina la justicia>>. Miedo en las empresas Resulta fuerte constatar que muchos trabajadores sienten alguna forma de miedo en sus empresas. Este miedo tiene nombre y apellido: ser despedidos y perder asimismo el trabajo. Motivos, muchos. Contradecir a las jefaturas, organizar a los trabajadores, exigir justicia salarial, pedir el cumplimiento de las leyes y normas laborales. Persecución a la organización de los trabajadores No es bien vista por un número importante de dueños de empresas, directorios y gerencias, la organización de los trabajadores. La palabra sindicato suena mal y si alguien realiza un intento de formar uno puede ser objeto de presiones, amenazas, sobornos o simplemente acabar siendo despedido. Existe un desequilibrio muy grande entre trabajadores, dueños y gerentes. El mango del sartén les pertenece a estos últimos, mientras que los primeros no tienen capacidad de negociar y a veces ni siquiera la posibilidad de hacer ver sus puntos de vista. Se encuentran atomizados e incluso las áreas de recursos humanos prefieren un perfil de trabajador que tenga características de individualista y sumiso. Iniquidad en la distribución de los beneficios En no pocas empresas, la relación de las remuneraciones entre los cuadros directivos y unos pocos profesionales, respecto a la mayoría de los trabajadores es inmensa. Sin mayor problema alcanza a 30 o 40 veces. Los resultados económicos tampoco son distribuidos con justicia. Las utilidades pueden crecer en porcentajes importantes y los salarios y beneficios seguir igual o con muy pequeñas variaciones. La tendencia a externalizar servicios y operaciones permite reducir los sueldos y disminuir personal, tras el objetivo de reducción de costos. De esta manera, entonces, los frutos del esfuerzo de todos no se reparten equitativamente, lo que contribuye a reproducir las desigualdades de ingreso y oportunidades que se dan a nivel de la sociedad entera. Discriminación Por otra parte subsisten en varias empresas discriminaciones. No es inusual encontrarse con gerentes y jefes que no saludan, que eligen a su personal no por sus capacidades sino por atributos socio económicos afines a ellos. Se discrimina a las mujeres, a los mayores de cuarenta años, a los discapacitados, por etnia, por barrios, por universidades. Tampoco la política queda totalmente fuera e incluso el aspecto religioso. ¿Sólo de ahora? El miedo, la persecución, la iniquidad, la discriminación, no es sólo de hoy. También las hubo en épocas pasadas. Valga recordar lo sucedido durante la dictadura. ¿Cuántas miles de personas perdieron su empleo o no eran contratadas por ser consideradas como enemigos o pro sindicatos? ¿No se experimentó una drástica reducción de salarios y beneficios? O antes, ¿no había discriminación contra los que adscribían a la oposición? Y más atrás todavía, ¿no era necesario pertenecer a determinados partidos políticos para acceder al trabajo en años que el Estado tenía muchas más empresas? ¿Cuántas mujeres trabajaban? Ojo: la empresa perfecta no existió ni existe. No todo tiempo pasado fue mejor. Previsiones Las deficiencias comentadas no son desconocidas en algunos lugares de trabajo estatales. En este ámbito, hay personas objeto de prácticas como el <<mobbing>>, término que describe el acoso en el trabajo, que busca - desde las jefaturas y sus cómplices - el colapso del empleado para que explote y gatille su renuncia. Sin embargo, no se puede señalar que en todas las organizaciones se den situaciones como las mencionadas o con una intensidad que no distinga matices. Hay empresas públicas y privadas, y no pocas, donde se premia la iniciativa, el diálogo, se respeta la organización de los trabajadores, se hacen esfuerzos por no discriminar, se pagan buenos salarios, se distribuye con más justicia el esfuerzo común. También existen dueños y gerentes cristianos que tratan de cumplir con la doctrina social de la Iglesia, y otros que sin serlo, están guiados por una idea de justicia. Son objeto de esperanza y reconocimiento. Los trabajadores, por su parte, en ocasiones, son cómodos, egoístas, individualistas, arribistas, poco solidarios, desprecian la organización, discriminan y pasan a llevar a sus propios pares, se rigen por sus intereses personales y no tienen dificultad alguna por dejar un trabajo, sin más, cuando les ofrecen una mejor remuneración. Misión Es en esta realidad donde el cristiano se desenvuelve. Él no es distinto a los demás. Labora en los mismos lugares de trabajo, no se diferencia de un trabajador típico, tiene sus grandezas y miserias. Empero, lleva inscrito un sentido de misión. 2 Por medio de la oración, las mociones del Espíritu, su experiencia, su vida comunitaria, descubre que es llamado a un algo más y que no es un enviado por sí mismo sino por Jesús. Así, su misión es parte de la misión del Salvador. <<La estrecha unión entre el enviado y Aquel que lo envía pertenece a la esencia misma de la misión>>, (P. Piet van Breemen S.J.). De esta manera el trabajo deja de ser sólo un modo de ganarse la vida, de desarrollo de habilidades, de progreso, de esfuerzo. Se descubre que también puede ser vivido como una oportunidad para <<Mostrar el Rostro de Cristo>> porque, al fin y al cabo, <<La misión del discípulo de Jesús es transparentar a Dios en su vida cotidiana>>, (P. Tony Mifsud S.J.). Mostrar el Rostro de Cristo en el Lugar de Trabajo Esto tiene dos dimensiones, ambas igualmente apostólicas. Hacer Bien el Trabajo El desempeño de un cristiano debiera caracterizarse por: Su competencia y excelencia de su trabajo. Dar todo lo que es capaz sin contentarse con el mínimo o con lo que <<me piden>>. Tener iniciativa y creatividad. La ética en todas sus actuaciones. Decir siempre la verdad. Buscar y promover el trabajo en equipo, dándose cuenta que los conocimientos no radican sólo en él, sino que también los otros tienen buenas ideas, que solo no se va a ninguna parte y que los resultados dependen de una común interacción. La cooperación y no por el individualismo. Ser generoso con los conocimientos y habilidades propias, esto es dar, capacitar, enseñar, pero también tener humildad para escuchar, aprender, ser corregido e incluso aceptar que hay otras personas que saben más o lo hacen mejor que uno. Respetar a sus jefes y compañeros de trabajo. Ser justo y preocupado de las personas que tiene a su cargo. Demostrar lealtad a la empresa. Promover un clima laboral donde no haya miedo, persecución, iniquidad, discriminación. Apoyar caminos de justicia y repartición equitativa de los resultados económicos. Si éstos son positivos, promoviendo una distribución mayor. Cuando son negativos, ajustándolos a la realidad de modo de colaborar tras mejores resultados. Buscar su progreso sin pasar por encima de otras personas, sin usarlas, sin desmerecerlas. No hacer del trabajo todo y lo único. <<El trabajo puede llegar a ser un obstáculo en la vida, si creemos que él, y sólo él, constituye la respuesta a nuestra búsqueda de integración y realización personal>>, (P. Tony Mifsud S.J.). <<El que trabaja excesivamente, no se porta bien consigo mismo>>, (P. Anselm Grün, OSB). Saber descansar, gozar de las vacaciones, disfrutar del tiempo libre, estar con la familia, ser ciudadano participativo, solidario, dar y trabajar por los más pobres, alimentar el alma. Juntos con Otros A lo anterior hay que agregar lo que se puede hacer con otros y para otros. No se trata de ser diferentes o andar proclamando a Cristo con estandartes: <<Ser apóstoles no significa llevar una insignia en el ojal de la chaqueta; no significa hablar de la verdad, sino vivirla, encarnarse en ella, transformarse en Cristo. Ser apóstol no es llevar una antorcha en la mano, poseer la luz, sino ser la luz>>, nos dice San Alberto Hurtado S.J. La idea es intentar ser sencillos, prudentes, respetuosos y tolerantes, teniendo siempre presente que el Espíritu de Dios sopla en quien y donde quiere. 3 Así todo, lo deseable es hacer presente a Cristo en el lugar de trabajo. Hablar de Él, superando miedos y pudores. Decir sí, cuando pregunten si se es católico. Participar o generar espacios para la oración común; para celebraciones en grupo (Semana Santa, Pentecostés, Mes de María, Navidad); para pedir al Señor por los enfermos, liturgias por la Pascua de personas. Ser solidarios (promoviendo ayudas a compañeros de trabajo en dificultades económicas, campañas de Navidad para niños o ancianos en abandono o que viven en pobreza, construcción de mediaguas). Unir, convocar, juntar, ir contra la corriente del individualismo, el aislacionismo y la discriminación, amando y sirviendo. Es común escuchar que pasamos la mayor parte de nuestra vida activa en el trabajo. Si durante ese tiempo no amamos, entonces, ¿cuándo lo hacemos? ¿de 18:30 hrs. en adelante? ¿sólo en el ámbito familiar o a los amigos y amigas? En verdad eso parece esquizofrénico. Amaríamos a algunas horas y no en otras, a ciertas personas pero no a los que trabajan junto a nosotros. Estamos llamados a ser verdaderamente contemplativos en la acción en nuestro lugar de trabajo, por la gracia del Señor. Con imaginación, fuerza, inteligencia, paciencia, alegría, esperanza y sin achicarse, nuestro Padre quiere que donde trabajemos construyamos su Reino y sea un espacio de amor. Por cierto, es una tarea hermosa que plantea un ideal ante al cual no debemos rendirnos. San Ignacio nos dice: <<No teman la empresa grande, mirando sus fuerzas pequeñas, pues toda nuestra suficiencia ha de venir del que para esta obra nos llama y nos ha de dar lo que para su servicio nos es necesario. Baste a nosotros hacer según nuestra fragilidad lo que podamos y el resto queramos dejarlo a la Divina Providencia, a quien toca, y cuyo curso no entienden los hombres y por eso a veces se afligen de aquello de que debieran alegrarse>>. <<Somos pequeños instrumentos, pero muchos pequeños instrumentos en las manos de Dios pueden hacer milagros>>, (Madre Teresa de Calcuta). Discernimiento y oración Siempre es necesario estar atento a lo que suscita el Espíritu en nosotros. Necesitamos tener momentos para escuchar lo que Él nos quiere decir. Es bueno buscarlo, eso es la oración. El rezo al comienzo del día de trabajo, - puede ser una invocación en silencio o simplemente cruzar con la mano o la mente nuestro corazón con la señal de la cruz - , la pausa diaria, el examen de conciencia, los Ejercicios Espirituales, el acompañamiento espiritual, la vida comunitaria, son formas privilegiadas para encontrarse con el Señor. Así, podremos revisar nuestra vida laboral, que tanto tiempo nos consume, y encontrar las respuestas a los desafíos que nos impone, a los problemas que nos presenta, a nuevas forma de actuar, para ser mejores apóstoles de Jesús en el lugar de trabajo. Un Camino a la Santidad Todo lo anterior nos lleva, sin quererlo ni pretenderlo, por una senda de santidad. Si hacemos lo que el Espíritu nos sopla, es decir la voluntad de Dios en nuestra vida de trabajo, caminamos a ser santos. Santos o santas enamorados de Cristo, sencillos, comunes y corrientes, frágiles, pero llenos de deseo de seguir sus pasos. <<La santidad… consiste en una disposición del corazón que nos hace humildes y pequeños entre los brazos de Dios, conscientes de nuestra debilidad y confiados hasta la audacia, en su bondad de Padre>>, (Santa Teresa de Lisieux). <<Los que viven entregados al trabajo, con frecuencia duro, conviene que en ese mismo trabajo humano se perfeccionen, ayuden a sus conciudadanos, traten de mejorar la sociedad entera y la creación; mas aún, traten también de imitar, en su activa caridad, a Cristo, cuyas manos se ejercitaron en el trabajo, y que continúa trabajando siempre por la salvación de todos en unión con el Padre; gozosos en la esperanza, ayudándose unos a otros a llevar sus cargas y sirviéndose del 4 trabajo cotidiano para subir a una mayor santidad, incluso apostólica>>, (Lumen Gentium, Concilio Vaticano II). <<Nosotros, gente de la calle, creemos con todas nuestras fuerzas que este mundo, donde Dios nos ha puesto, es para nosotros el lugar de nuestra santidad>>, (Madeleine Delbrel). <<La voluntad de Dios es que se hagan santos>>, (1, Tes 4, 3). 5