TRES CONSEJOS PARA LA EDUCACIÓN Y UNA TEORÍA La palabra educación cobija en su seno distintos significados. Educar es convertir a alguien en persona libre e independiente. Cautivar con argumentos positivos. Liberar de sugerencias y tirones momentáneos, para ir instalando una jerarquía de aspiraciones humanas que le eleven y le den plenitud. Educar es entusiasmar con los valores. Seducirla con ideales y ejemplaridad. Ayudarle a que se desarrolle física, psicológica, espiritual y culturalmente. alberga en su interior dos vertientes: Por eso comunicar conocimientos y promover actitudes. Información y formación. Información es la recepción de una serie de datos, hechos y variables que se van hospedando y configuran un mapa de conocimientos, rico y diverso. La formación es un paso más adelante: ¿Qué hacer con todo lo recibido, cómo ordenarlo y sistematizarlo para que sea operativo en la propia vida; en una palabra, que todo eso atraviese la propia existencia, iluminando los distintos planos de la vida personal. Por eso, educar no es enseñar matemáticas, ni gramática ni historia..., sino preparar a una persona para vivir la historia personal del mejor modo posible. Educar es despertar curiosidades, impartir sugerencias, provocar sorpresas, enseñar a pensar y a resolver conflictos. En definitiva: revelar e ilustrar para que alguien sepa gestionar mejor su propia vida. Si la educación es el arte de enseñar a pensar, la cultura es el oficio de aprender a vivir. Pero entre una y otra hay una fortaleza huidiza, tenua, imprecisa, de ahí las influencias recíprocas que se producen entre una y otra. Son tres las ideas que quiero transmitir en este artículo. Me parece que esta trilogía conforma la base de lo que debe recibir el ser humano para nutrirse y aclararse en cuestiones esenciales: inteligencia. 1. Educación de la voluntad la voluntad, los sentimientos y la Para mí la voluntad constituye la educación de las educaciones. La definición como capacidad para hacer algo anticipando consecuencias. Ponerse en movimiento para conseguir una meta, pero siendo capaz de aplazar la recompensa. Es tesón, empeño decidido, perseverancia que se crece ante las dificultades, energía y firmeza para no darse por vencido cuando las cosas se ponen cuesta arriba y los propósitos se desdibujan. terquedad. Obstinación, tozudez, Determinación de continuar en lo emprendido hasta alcanzar el objetivo. De ahí que sus principales ingredientes sean el orden, la constancia y la motivación. El orden es el placer de la razón, por eso éste debe empezar por la cabeza: saber lo que uno quiere. El que no sabe lo que quiere no puede ser feliz. Una persona ordenada es aquélla que tiene una jerarquía de valores en la que descansa su conducta y en consecuencia hay unas prioridades, unos elementos se anteponen a otros. Orden en los objetivos a corto y medio plazos, sabiendo escalonarlos para que la ansiedad no pueda con nosotros. Elegir es anunciar y renunciar. De ahí que este apartado tenga mucho que ver con la capacidad para disciplinar las necesidades. Esto nos lleva como de la mano a un concepto práctico de la libertad con minúscula: libertad es necesitar cada vez menos. Orden en el tipo de vida. Saber planificar y organizar nuestras actividades tiene un efecto multiplicador, ya que el tiempo da más de sí y parece que se agranda. Si no hay orden es difícil que salgan nuestros planes. Tiene éste una dimensión externa, formal: así por ejemplo, entrar en la habitación o el despacho de alguien, es hacerle un retrato. El hábito del orden es más fácil que arraigue si se empieza joven, igual que ocurre con los principales componentes que residen en la voluntad. Constancia es tenacidad, insistencia, empezar pocas cosas e ir detrás de ellas sin darse por vencido. Es tenacidad sin desaliento. Así se edifica el hombre fuerte: a base de tesón, firmeza y consistencia interior. Este hábito, como cualquier otro, requiere un aprendizaje gradual, sobre todo porque al principio cuesta y se vive como una tarea de alpinismo. Ese ascenso cuesta y se inspira en este principio: la costumbre de vencerse y el arte de no desesperar. El binomio orden-constancia es inseparable y recorre los entresijos del hombre con voluntad. Motivación es aquello que empuja hacia la meta y que se vive como impulso que arrastra y empuja hacia algo que descubrimos como valioso. Es determinación, móvil, fundamento que conduce a luchar y a esforzarse. La voluntad es la piedra angular del éxito en la vida y uno de los más excelentes rasgos de la personalidad: hace al hombre valioso y le permite lograr sus objetivos. 2. Educación sentimental La vida afectiva es uno de los grandes argumentos de la existencia, casi todo se arremolina en torno a ella, para bien o para mal. La ausencia de un conocimiento adecuado de esta materia, su carencia, va a traer uno de los más serios fracasos que pueden darse. Desde hace unos años, muchos psicólogos y psiquiatras nos hemos preocupado de ello, intentando poner sobre la mesa sus principales cuestiones: ¿qué son los sentimientos, en qué consisten, cómo funcionan, qué fácil es enamorarse y qué difícil es mantenerse enamorado, cómo superar las tensiones y crisis conyugales y un largo etcétera que deambula adentrándose por las costuras de esta geografía esencial. Esto tiene tal envergadura, que es necesario formarse y tener unos criterios claros, sólidos, bien pertrechados. La policromía sentimental tiene un subsuelo psicológico que alimenta toda la vida personal. Los sentimientos hacen de mediador entre las tendencias más básicas y la inteligencia. La falta de claridad sobre esta dimensión impide comprender la propia biografía y es fuente de serios conflictos que tendrán unas largas consecuencias. Descendemos así a la topografía de una de las grandes regiones de la psicología. Porque el amor, en su sentido más amplio y estrecho, es el primer tema de la vida. Lo que el hombre necesita es amor. Pero esta palabra está hoy falsificada, ya que el uso, abuso y manipulación a la que ha sido sometida le ha llevado a una cierta degradación. En los sentimientos se encuentran las raíces de casi todo lo demás. El amor es un arte en el que se mezclan ingredientes físicos, psicológicos, sociales y culturales. Todos ellos forman un mosaico complejo. Es menester no perder de vista que el amor es libertad y prisión, emancipación y sujeción. En la mitología griega, Eros es hijo de Poros y Penia, de la riqueza y de la pobreza. No hay felicidad sin amor, pero no hay amor sin renuncia. La condición humana es así. 3. Educación de la inteligencia La inteligencia es la capacidad para captar la realidad en su complejidad, buscando las relaciones y conexiones que la circundan. Hay dos condicionantes de ella: la herencia y el ambiente, el equipaje genético y el entorno. En cualquier caso es decisiva su ilustración. La lectura es a la inteligencia lo que el ejercicio físico al cuerpo. Hay muchas modalidades de inteligencia teórica, práctica, social, analítica, sintética, discursiva, espontánea, provocada, matemática, creativa, emocional, instrumental (aquélla que se apoya en los soportes formales y que tiene en la voluntad su principal representante) y la inteligencia para la vida (que es la más difícil e importante y que nos lleva a descubrir los planos del tesoro escondido: saber gestionar bien la vida personal, llevándola hacia el mejor derrotero). Mosaico integrado por capacidades muy diversas que no se relacionan entre sí y, en consecuencia, dan lugar a formas de vida muy dispares. Unas y otras ocultan en la bruma de su entorno un proceso lento y gradual de aprendizaje. Si la vida es una sucesión de problemas y conflictos, la inteligencia es el conjunto de operaciones que nos lleva a resolverlos de la mejor manera posible, por eso es evaluación y acción, conocimiento y puesta en práctica. No consiste en tener una puntuación muy alta en un test, sino sacarle el máximo partido a todo lo que se ha ido adentrando en nuestro interior. La vida sigue siendo la asignatura más importante. No pasar de largo ante lo mejor frente a lo más excelente indica tener bien amueblada la cabeza, visión larga de la jugada y mirar por sobreelevación. Lucidez y creatividad. ENRIQUE ROJAS Catedrático de Psiquiatría Madrid