Nerón, Kant y una struggente historia de amor romano Fernando Garrido Raposo Seleccionado Exposición III Concurso Fotorrelato Erasmus Cultura Activa 2010-11 Universidad de Castilla-La Mancha El emperador Nerón ha sido fuente de todo tipo de relatos, no siempre del todo ciertos, y Kant considerado como el filósofo riguroso, alejado de supersticiones y “sueños dogmáticos”. Pero muy probablemente, Nerón fuese el desencadenante último de esta trágica historia sucedida en Cerdeña entre los siglos I y II a. C., Emmanuel Kant el culpable de que yo os la cuente y el programa ERASMUS el soporte de todo ello. Todo sucedió hace alrededor de 19 siglos antes de que yo pisase tierra sarda en misión ERASMUS a la Facultad degli Studi. En aquellos tiempos Cagliari, la actual capital de la isla italiana de Cerdeña, fue el escenario de una struggente1 historia de amor que bien pudiera parecer perteneciente a la mitología clásica, pero en realidad de la cual tenemos el testimonio arqueológico y epigráfico. Una de estas tardes, paseando bajo la suave luz del sol de enero y enfrascado a vueltas de reflexión con el pensamiento político de Kant, me encontré finalmente contando baldosas en un ruidoso vial que, entre comercios y transeúntes servía de soporte a mi particular contabilidad del 1 Vocablo italiano: Ag. extremamente penoso, tormentoso, desesperado, angustioso, apasionado. 1 pavimento, mientras ensimismado repetía interiormente una musiquilla mántrica, título de un ensayo kantiano y oscuro objeto de un próximo examen: “la paz perpetua” la paz, perpetua, per-petua, per-pe-tua, tua… tua-tua, tua… Sin embargo, algo de repente interrumpió toda aquella meditabunda recitación: ¡zas! un gato negro se cruzó como una centella ante mí. No hay nada que más me atosigue a veces que ciertas estúpidas supersticiones que, aún no queriendo, he de confesar que me asaltan con un timorato y preventivo “tocar madera, por si acaso”. El desasosiego repentino me hizo perseguir con la vista al luctuoso “misifú”, hasta que desapareció tras una gran cancela abierta a cuyo flanco, en una placa rezaba: ”GROTTA DELLA VIPERA” bajo lo que representaba esquemáticamente una bicha ¡horror!... No pude menos que sentir un retortijón ante esa casual conjunción de fatalidades. Pero mi estupidez no pudo vencer la curiosidad y momentáneamente enajenado por un arrebato visceral, crucé el umbral de la cancela. Sin prácticamente darme cuenta me encontré en un pequeño recinto al aire libre y delante de unas curiosas ruinas como excavadas en una vieja mole rocosa; a mi lado, una buganvilla en flor, apenas ocultaba un panel informativo que explicaba dónde demonios estaba. Lo leí atentamente y aquello me conmovió hasta el punto que olvidé por completo el “maleficio felino”. Pues bien, me encontraba en realidad bajo la sombra de la antigua colina de Tuvixeddu, y ese panel de información turística contaba una curiosa historia, de la que ahora os doy cuenta. El relato de los hechos es el que sigue: En el siglo I a. de C. Cagliari era una floreciente ciudad romana habitada por algunas decenas de miles de almas e importante centro administrativo y comercial de la isla (Urbs urbium la llamó Claudiano en el siglo IV d. de C.). Como todas las ciudades romanas de un cierto rango, estaba dotada de zonas residenciales, áreas públicas donde estaban ubicados el foro, los templos, el capitolio, las termas y el gran anfiteatro. No lejos de estos lugares se hallaba la necrópolis capitolina justo en la colina de Tuvixeddu, donde destacaba por su monumentalidad un hipogeo dedicado por Lucio Casio Filipo a su esposa Atilia Pomptilla. Este es precisamente el lugar hoy conocido como “Grota della Vipera” (la cueva de la víbora) que nos ofrece más allá de los restos de un sepulcro monumental, una excepcional colección de 16 de epigramas en latín y griego, a través de los cuales hemos podido conocer la curiosa historia de este matrimonio romano: Filipo, el marido, debido al clima malsano consecuencia de los cercanos terrenos pantanosos que circundan la ciudad, enfermó gravemente del más viejo y terrible de los males de la época: la malaria. Su esposa Atilia, no pudiendo soportar el dolor por su moribundo marido, rogó a los dioses ardientemente por la curación del amado esposo, para ello ofreció a cambio la propia vida a los dioses. Sorprendentemente, a los pocos días Lucio Casio Filipo sanó, mientras que Atilia moría serenamente. Ubicado en el número 87 del actual viale Sant'Avendrace, entre el bullicio y modernos edificios, en un pequeño patio encontramos la “Gruta de la Víbora”, denominación que tiene su origen en los relieves esculpidos en el frontón, que representan enfrentadas dos sierpes, símbolo – para algunos – de la vida eterna y de la fidelidad conyugal, debajo de lo cual estaban presentes cuatro columnas, rematadas por otros tantos capiteles de estilo jónico que daban esplendor al 2 ingreso de la tumba, al que se accedía mediante una escalinata. Es opinión unánime de los especialistas que Lucio Casio Filipo y Atilia Pomptilla provenían desterrados de Roma por Nerón. Hoy, el monumento está abierto y se puede visitar, y aunque la entrada es libre, el lugar permanece solitario y abandonado. Es realmente un remanso de paz con una fuerte carga romántica (gótica que dirían algunos) pero desde luego es el sitio perfecto para la paz en medio del ajetreo ciudadano, y por supuesto, para la paz eterna de esa gran mujer que pudo ser Atilia Pomptilla, precisamente aquella “paz perpetua” con la que bromeó Kant al comienzo de su ensayo político y que tanto se aleja de sus sueños y los nuestros. Escribo estas últimas líneas bajo el sol de febrero degustando un dedal de café italiano en la terracita del “Caffè della Vipera” a unos pocos metros del lugar, revisando las fotos recién tomadas que ilustrarán este texto y leyendo en el journale los últimos acontecimientos en Libia, donde a solo unas millas de aquí miles de ciudadanos están siendo masacrados. En vista de todo ello, parafraseando y actualizando a Erasmo bien pudiéramos decir que "todos tienen grandes palabras en la boca como: democracia, soberanía, reformas, etcétera… Pero vemos a muchos de ellos comportarse como si estuvieran poseídos por el mismo demonio". Arrivederci 3