Subjetividad Creativa - Religiosos Terciarios Capuchinos

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TRAYECTORIA DE LA SOCIOLOGÍA DE LA EDUCACIÓN – POSIBILIDADES
EN EL MOVIMIENTO AMIGONIANO
LA EDUCACIÓN: INSTANCIA IDÓNEA PARA LA SUBJETIVIDAD CREATIVA
JUAN JOSÉ CALDERÓN G.
Las diferentes formas de dominación que han mantenido la hegemonía de las
formas de ver el mundo, de sentir la vida, de construir identidades, de perpetuar
discursos y de vincular a los hombres con verdades absolutas desde las que se
pontifica sobre la vida, la economía, la política, la cultura y todas las demás
expresiones humanas han contado con la manipulación y la fuerza que las
instancias de poder han ejercido sobre la educación, hasta el punto que desde
ella, hasta las leyes naturales se han corrompido haciendo de la posibilidad de la
diferencia, no una riqueza, sino un motivo de tolerancia a través del cual se
margina, se estigmatiza y se condena todo lo diferente. Sabiendo que los seres
humanos somos fundamentalmente seres de lenguaje, es decir seres de relación y
de creación, lo cual ha sido denegado por la influencia y la preponderancia del
sentido común.
Dice Félix Guattari (1966:21): Las condiciones de producción esbozadas en esta
redefinición implican, pues, conjuntamente instancias humanas intersubjetivas
manifestadas por el lenguaje, instancias sugestivas o identificatorias tributarias de
la etología, interacciones institucionales de diversas naturalezas, dispositivos
maquínicos como los que se basan en la asistencia por computadoras, universos
de referencia incorporales como los que atañen a la música y a las artes plásticas.
Las múltiples rutas desde las que se puede llegar a la subjetividad permiten
reconocer en la diferencia instancias creadoras de nuevos modos de ser y sentir el
mundo de la vida, el mundo de los fenómenos sociales, así como las variadas
formas de simbolización que recrean el mundo y se animan a partir de las
actividades provocadas por el lenguaje, esto es radicalmente opuesto a las reglas
que se han impuesto, por ello la historia no encuentra explicación en la conciencia
subjetiva, sino en los dictados de la conciencia colectiva, que hace progresar la
historia inmutable y en su propio sentido de aquí proviene la situación de
dependencia y subordinación del sujeto respecto de la sociedad, en otras palabras
se nos ha inoculado un cierto tipo de ser humano que se identifica socialmente en
la medida en que es sujeto para la aplicación del derecho y en consecuencia tiene
que desempeñarse con el rol que se le ha asignado, como consecuencia de la
legitimación que de su existencia hace lo social.
En efecto el derecho no es la justicia, el derecho es el elemento del cálculo, y es
justo que haya derecho, la justicia es incalculable, exige que se calcule con lo
incalculable y las experiencias aporéticas son experiencias tan improbables como
necesarias de la justicia, es decir, momentos en que la decisión entre lo justo y lo
injusto no está jamás asegurado por una regla.
De lo anterior se desprende la inconveniencia para el sistema educativo
manipulado por el poder y la estructura legitimada de dar paso a lo contingente y
azaroso, es decir de dar paso a un sujeto que autónomamente decida asir el
mundo y sus significaciones desde su fuero interno y personal, es necesario que el
sujeto humano renuncie a ser sujeto, a ser libre, a devenir en la medida de sus
capacidades y necesidades mas intimas para poder pertenecer a la colectividad,
de lo contrario deberá cargar con la señal del estigma social que se le impone por
su emergencia, para ello la sociedad misma cuenta con la operación mas
elaborada de marginación simbólica, cultural y social que pueda imaginarse: el
estigma, este como evento del cual no es posible librarse a menos que sea
mediante una propuesta lúdica en la que el humano se reconozca así mismo como
evento, como hecho.
Roger Alan Koza refiriéndose al sentido común plantea: que es la repetición de
una red de redes de conceptos, afectos y percepciones dentro de una cultura que
sirve para delimitar el mundo y vivir en él sin dar lugar a lo aleatorio , azaroso y
contingente del mundo de la vida. No es por tanto accidental que la racionalidad
ilustrada que fortaleció el proyecto de modernidad en occidente se tomará como
en un secuestro o en un rapto sin aparente retorno la instancia de la educación,
para imponer con todas sus argucias los mecanismos y estructuras de dominación
que aún hoy se niegan a ceder el paso al inquieto espíritu humano (la racionalidad
del sistema social no es otra que la inherente a las instituciones que lo integran y
por lo tanto está constituida por las normas y valores que presiden su acción) la
fuerza de las verdades absolutas se resiste a la posibilidad de nuevos
descubrimientos y a la aventura de conocimientos no considerados por un
universo doctrinal dogmático y atrincherado en verdades amañadas y no siempre
demostrables.
Con estas intencionalidades se han erigido la instituciones totales para mantener a
raya las posibilidades de disidencia que puedan perturbar el orden y en
consecuencia generar nuevas mentalidades, innovadoras acepciones y
significaciones del mundo y de las relaciones entre sujetos que son factibles dada
la misma naturaleza de le especie, ello ha generado la necesidad del ritual en las
sociedades como ámbito desde el cual se legitima lo que ha sido consagrado por
el poder y la costumbre, al respecto Goffman afirma: una institución total acaso
necesita ceremonias colectivas porque es algo más que una organización formal;
pero sus ceremonias son a menudo insípidas y forzadas, porque es algo menos
que una comunidad. Los miembros del personal suelen rezongar entre si sobre el
fastidio que les causan estas ceremonias, en las que participan obligados por un
sentimiento de nobleza obliga o , lo que es peor aún, obligados por sus superiores.
Tanto quien recibe la orientación o la formación como quien la imparte en estas
condiciones no cuenta mas que como un mero elemento de funcionalidad en el
sistema, al que simplemente se le convoca a instancias de un mandato
institucionalizado que debe cumplir para ser considerado un miembro de lo
socialmente legitimado.
Poseer la verdad de las cosas en un proceso de socialización que se perpetúa por
los medios de la coerción y la fuerza velada o indirecta es un modo adusto de
adamar la diferencia y reducirla a lo propio. Con respecto a esta actitud y su
relación con el conocimiento dice Puiggrós (1994: 118): el discurso normalizador
habría otorgado a la educación un carácter esencialista porque se refiere a un fin
(perfil del educando, sociedad modelo, normas de la moral) y se remite, toma la
legitimidad de un fondo desde el cual manda, se impone la palabra, la verdad, la
ciencia, la realidad, los principios doctrinarios. El discurso pedagógico
normalizador funcionaría como borrón de la diferencia y remitirla al Ser –
trascendental y tras – epocal. No es de extrañar entonces que la educación haya
sido convertida en un fortín de quienes la han tomado para clonar conciencias y
forzar una manera de entender y sentir el mundo absolutamente normatizada y
serializada en los comportamientos y las actitudes, en el pensamiento de
Durkheim vemos esto claramente porque para él la sociedad es un todo dotado de
leyes propias, que no son otra cosa que los dispositivos que aseguran un nivel
óptimo de la fisiología del cuerpo social.
Producir hombres a imagen y semejanza del ordenamiento social es la tarea de la
educación, a cada institución erigida para ello se le ha encomendado este encargo
social, una producción subjetiva homogenizante garantiza la continuidad del grupo
social conforme a sido ideado, lo contrario es demasiado riesgoso para ser tenido
siquiera en cuenta como alternativa, efectivamente la consideración del proyecto
moderno ha sido entender que las realidades escolares que toman cuerpo y se
desarrollan progresivamente lo hacen porque en cada medio vienen a prestar una
función necesaria para el mantenimiento del equilibrio social, ninguna institución
es inocente frente a las pretensiones que en su misión se le asignan, el papel que
debe cumplir con aquellos a los que se dirige su discurso y frente al entorno que
se encarga de recordarle su fin, hacen de ella un ente programado y dispuesto
para generar los mapas de conducción de los sujetos en una dinámica de
disciplinamiento y control que toma desde los ámbitos mas propios de la intimidad
hasta el componente físico.
Entender esta dinámica es el comienzo para plantear la inconformidad que
ayudaría a rescatar el lenguaje como medio para la intersubjetividad desde la que
se propicie el levantamiento de cartografías desde las cuales se entienda y se
valore la diferencia que subyace en cada ser humano, toda vez que se ha hecho
de la educación una institución por medio de la cual, la sociedad produce al
hombre a su imagen y semejanza, además frente al todopoderoso ser social y a
las instancias en que delega la función socializadora, el sujeto queda sumido en la
mas absoluta impotencia, en su confronto Habermas propone al lenguaje como
medio, y muestra que la comprensión presupone sujetos capaces de habla y
acción, insiste en que la acción comunicativa no sólo abraza la información acerca
de un objeto, sino también las relaciones interpersonales.
Si el fin de la educación se centra en la consecución de la virtud, tendrá que ser la
ética quien marque las metas u objetivos pedagógicos a la propia educación, al
basar el conocimiento en la relación del hombre con sus semejantes y con la
naturaleza, será la pedagogía quien se erija como método y medio de la
instrucción y, en definitiva, como instrumento posibilitador de los fines educativos,
entre otros el modelo ecológico podría ser un ámbito a través del cual la
pedagogía crítica pudiera operativizarse o materializarse, y por su parte la
pedagogía crítica debe proporcionar herramientas para superar las distorsiones
ideológicas de los autoentendimientos de los profesores e incluso de los alumnos,
la pedagogía crítica no utiliza la racionalidad instrumental ni se fundamenta en el
positivismo racionalista.
El ambiente de la educación en la sociedad de la modernidad ha mantenido la
fuerza de la individualización y es evidente que esta es imposible sin la disciplina,
el mismo Foucault ha expresado la imposibilidad por ejemplo de preguntarse por
el sujeto dejando de lado lo que significa el poder, ahora bien puesto que la
individualización consiste en la acción orientada conforme a normas impersonales,
las específicas de cada rol, el individuo normal, el sujeto orgánicamente solidario,
es confundible con la disciplina misma. No hay por lo demás, otro medio más
idóneo para esta socialización individualizadora que la disciplina que ajusta
respetuosamente la conducta a las reglas sociales. No hay otra alternativa. Porque
se trata de ajustar a los imperativos de lo social, la esencia contingente del ser
humano.
La practica educativa que siempre se ha enseñado y con la cual nos hemos
defendido a lo largo de la historia de las sociedades que emergieron después de la
ilustración ha estado basada en las consideraciones de ideales que formaron una
pretensión del conocimiento como imperativo categórico de ciertos ideales y de un
universo de valores que respondían a los imaginarios del hombre de completud,
ello ha hecho que los educadores por consiguiente se ubiquen desde un
posicionamiento imaginario, es decir desde el lugar del yo ideal, en tanto se
proponen como modelos de identificación total y en consecuencia requieren que
aquellos a quienes está dirigida su acción se tornen en su imagen y semejanza,
que piensen, sientan y actúen como el modelo aquel. Se transforma así un grupo
en una gran masa indiferenciada donde cualquier asomo de individualidad, de
singularidad, queda anulado desde el lugar del amo, es decir ese grupo pierde
toda posibilidad de crecimiento y transformación subjetiva.
El sistema escolar, instrumento e instancia socializadora por excelencia en esta
racionalidad funcionalista es utilizado como mecanismo privilegiado de producción
y transmisión de disciplina, por ello cuando se considera desde él al hombre
normal este no puede ser otro que el que reconoce y acata el orden establecido,
mejor dicho un hombre disciplinado.
Por mucho tiempo se evadió por parte de las ciencias sociales una de las tantas
respuestas que surgían a propósito de la pregunta por la existencia, en efecto
entender que los seres humanos por acción de lo simbólico estamos en falta y
convocados a asumir que no todo lo podemos esperar del otro, buscando la
completud desde demandas de amor totalizante que nunca van a poder ser
satisfechas, fue una cómoda posición que contribuyó a que ese tipo humano
impuesto por la modernidad a través de la educación y desarrollado en la escuela
como aparato que produce los fundamentos mismos que permiten la reproducción
del sistema social, campeara como producto terminado para lo social, en este
sentido ha predominado la tendencia de que la escuela ha de preparar a los
hombres para ser portadores de una ley impersonal; para actuar de acuerdo con
papeles objetivados.
En una crónica reciente Hernando Gómez Buendía (Revista Semana, Pág., 11,
agosto 18 de 2003) afirma que hoy, la escuela tiene un propósito distinto del de
uniformar o el de discriminar, tiene el propósito de enseñarnos a ser libres, a
escoger y escogernos entre distintas formas de concebir, de construir y disfrutar la
vida. Si la concepción misma de la escuela y de la educación no son revisadas, si
estas instancias no son puestas a prueba mediante el confronto con las realidades
que han construido y las aspiraciones de los hombres desde su protagonismo en
la vida social y en el mundo, entonces el estancamiento y no éste como el más
grave indicio de decadencia, sino el relativismo moral en el que estamos cayendo
moverán la vida social hacia fines seguramente mas infames que los que la
historia nos ha mostrado.
En nuestra época se percibe fácilmente que la preocupación de la sociedad no es
tanto por las transformaciones y trastornos que la juventud está viviendo, sino más
bien por su participación como agentes de la inseguridad que vivimos, aunque
también le preocupa a la sociedad el desajuste de los jóvenes con las instituciones
escolares y familiares, la verdad es que por ejemplo el fenómeno joven se ha
mirado sólo desde el punto de vista de los violentos, los delincuentes, los
rebeldes, los desviados sociales, mejor dicho a partir de la criminalización de la
figura social de la juventud. Ahora bien los nuevos modelos de socialización
reorganizado por la sensibilidad de los adolescentes muestran que ya no son los
padres los ejes de las conductas, ni la escuela el lugar legitimado del saber, ni el
libro el centro que articula la cultura, de otra parte es el mercado el que quiere
construir con la juventud imaginarios de felicidad y plenitud, resguardando de esta
forma a una sociedad que padece el déficit simbólico más grande de la historia el
cual se tapona saturándose de signos.
Una opción válida ante las realidades que tenemos en frente es la planteada por la
pedagogía critica desde la cual se apunte por nuevos horizontes en la vida
ciudadana, en las manifestaciones de la política, en las prácticas culturales y en
las transformaciones de la economía como incentivadores de mejores condiciones
de vida y rescate de la dignidad de los seres humanos, desde los referentes éticos
que puedan abordar un replanteamiento y una refundación de valores, es decir
pensar la existencia a partir de la alteridad y la diferencia de los sujetos, de las
construcciones vitales de las culturas autóctonas y en consecuencias desde las
prácticas lúdicas que permitan la emergencia de sujetos autónomos y
fundamentalmente refundadores de formas sociales no excluyentes, en este
sentido la razón de ser de la educación apuntaría a enseñar a las personas que
vale más dirigirse uno mismo que ser dirigido, prescindiéndose aquí de toda idea
de satisfacción, eficacia o productividad, mejor dicho asumir que el compromiso
social y la participación crítica con la colectividad y la sociedad son preferibles a la
total absorción en la prosecución de metas privadas.
A estas alturas de la reflexión resulta particularmente importante considerar algo
del pensamiento de Kant para quien el concepto de tolerancia es muy pretencioso,
no le gustaba en absoluto, pues parecía implicar esto: “yo se que tengo la razón,
pero tolero las opiniones de cualquier otro”. El concepto de tolerancia no le parecía
especialmente fuerte ni adecuado para hablar de democracia; ésta al contrario,
consiste en sentir alegría por las diferencias entre nosotros y tener la certeza que
nos va a llevar a conflictos y no nos va a conducir a unanimidad alguna, entender
que la educación es sólo un momento de toda la estructuración cultural del
proceso de socialización, cuando una sociedad está fragmentada ello incide en la
educación porque hay fragmentación del saber, no se puede olvidar que somos
seres históricos y por lo tanto cambiantes y que además la educación hasta ahora
no es mas que una forma de reproducción de las condiciones de dominación, por
tanto una manera de replantearla sería apostar por un esfuerzo constante que
cuente con la necesidad de estimular una cultura mas activa y democrática,
repensar la potencialización de las comunidades, trabajar sobre la institucionalidad
y en definitiva mostrar la capacidad autopoiética de los seres humanos que
conforman la colectividad.
Cuando se aborda la posibilidad de auscultar las consecuencia de la educación
aún en la etapa de formación superior es posible evidenciar que el proceso
muestra la dificultad de los estudiantes para romper con los esquemas
metodológicos, conceptuales y actitudinales impuestos por el sistema educativo
nacional en las diferentes etapas educativas, con lo cual se mantiene la pedagogía
de lo indubitable, del conformismo y de la transmisión pasiva de saberes, evitando
la potenciación y desarrollo de la pedagogía crítica, de la pedagogía del portento
Esta realidad que es tangible, que se carga y a la que nos hemos acostumbrado
con tanta facilidad, hace que los niños, adolescentes y jóvenes nos conminen a un
replanteamiento del proceso educativo, por ello las reflexiones que con ella llegan
hacen que nuestra pretensión sea generar un proceso dialéctico dirigido a la
crítica social y educativa de los procesos de enseñanza – aprendizaje que se nos
han impuesto siempre, hemos de orientar nuestra metodología de acuerdo a los
procesos de socialización que llevan las comunidades educativas a las que
servimos, puesto que el fin es la producción del conocimiento sobre las relaciones
dialécticas, es decir entre las estructuras objetivas y la manera como los hombres
se perciben a si mismos en las relaciones históricas con estas estructuras. Esto
implica la necesidad de involucrar a todos los actores de esa relación dialéctica
para que muestren desde donde se empieza a conocer y reflexionar sobre sus
propias necesidades y la forma de darles satisfacción.
Parece ser entonces que se trata de reconocer las verdaderas dimensiones de lo
comunitario, de lo institucional y de lo que implica el tejido social, sobre escenarios
que nos están hablando de espacialidad y temporalidad históricas con dinámicas
desde las que se permita el ejercicio del ser reconocido y del reconocer a otros,
ello involucra el doble juego de la legitimidad y la legalidad en sus profundas
diferencias puesto que la primera es del orden de lo interno y la segunda la dan
las instituciones, quien se dedica a la educación se está moviendo
necesariamente en procesos instituyentes que son gaseosos, configurando
movimientos e instituyendo sujetos, con la intención de promover sujetos que se
piensan desde sus vínculos entre sí, para el efecto es necesario tener en cuenta
que los procesos del paso de la costumbre a la norma son nocionales
conceptualizando la costumbre, además la importancia de saber que la comunidad
opera sobre la base de la cultura y las emociones, aunque la institución no se de
ese lujo y prefiera mas bien hacer conciencia de la emoción, en ese sentido se
verifica que la comunidad no lucha por su legitimidad porque ella ya es legítima.
La educación por consiguiente tiene que poner el conocimiento científico al
servicio del interés político y al mismo tiempo proponer el conocimiento de que la
cultura es el conjunto de representaciones del mundo que se manifiestan de
diferentes maneras y que se constituyen en el bagaje conceptual, en la práctica de
la humanidad desde los contextos de tradición e innovación.
El ejercicio en todas nuestras instituciones educativas tiene que ser
necesariamente poner a funcionar la educación y la formación como propiciadora
de discursos afectivos y efectivos, entendiendo bien que tales discursos no hacen
alusión solo al habla sino también a los espacios, a lugares y a dispositivos de
interrelación existentes entre estos espacios, solo de esta manera podrá
retornarse a los fines mas claros de la educación como práctica de la
comunicación creativa en medio de las propuestas sociales que se vienen
construyendo a través de los modelos neoliberales, los cuales han conjurado las
posibilidades de afectaciones significativas, recordemos además que todos somos
objetos de producción y consumo, esto último es lo que ha venido reemplazando
lo prohibido por la modernidad que es el intercambio de emociones legítimas y
palabras cargadas de sentido.
Parece ser que la toma de partido frente al papel de la educación adquiere un
carácter de confrontación frente al mantenimiento de los enfoques positivistas que
han defendido como función original de la educación la construcción de un sujeto
disciplinado, sometido a normas, hábitos y deberes que autónoma y
mecánicamente desencadenan y encauzan toda posible manifestación de la
conducta individual. No es raro entonces que la sociología de la educación
Durkeimiana emerja como una consecuencia de la lógica del poder social
específico y diferenciado de las fórmulas políticas, un poder social que no requiere
de legitimidad alguna puesto que no necesita hacerse creíble a los ojos de unos
dominados incapacitados para establecer distancias entre su yo y los dictados
categóricos del orden social interiorizado.
La educación como fuerza de la cultura requiere por lo tanto ser repensada en el
contexto y en la época en que tiene lugar, de hecho sabemos que la cultura es el
conjunto de representaciones del mundo que se manifiestan de diferentes
maneras y que se constituyen en el bagaje conceptual en la práctica de la
humanidad desde los contextos de tradición e innovación, la cultura oficial es el
conjunto de manifestaciones validadas por la institución y se convierte en referente
de normalidad, las culturas periféricas son las que no aceptan esas culturas
oficiales que siempre son avaladas por el poder y siempre estarán en el centro.
Los comportamientos distintos a la cultura oficial empiezan como olas, luego van
convirtiéndose en corrientes y después al asumir más fuerza se convierten en
movimientos que finalmente son aceptados por la cultura oficial, esas culturas
periféricas son denominadas como patologías de la cultura oficial, todo ello se da
por dinámicas de poder pero el ideal es que sean un hecho dialógico, para ello ha
de estar destinada la educación, desde esta perspectiva se podrá entender que el
problema por ejemplo de los excluidos no es sólo político, sociológico, religioso o
económico sino también cultural. Pierre Bordeau trabaja la cultura como un capital
simbólico con un referente institucionalizado y otro instituyente que es aquello que
no es validado que empieza a trabajar por ser validado, para Morin los conflictos
culturales se dan por medio de tensiones complementarias a través de la dialógica
y no ya desde la dialéctica que defendía la lógica, por otra parte Gilles Deleuze
plantea que la cultura construye sujetos sociales no desde sus deseos particulares
sino desde los agenciamientos culturales, la comunicación nos agencia la
apropiación de la cultura a través de las nuevas alternativas informáticas
comunicacionales y son nuevos socializadores.
Repensar la educación es una necesidad inmediata, hace tiempo viene siendo una
necesidad que claman los sujetos sociales emergentes de los modos de vida
procedentes de la modernidad, cuando el sujeto transgrede el orden normativo, lo
primero con que se tropieza no es el castigo social, sino la reprobación interna, el
sentimiento de culpabilidad que automáticamente despliega su super – ego moral,
el castigo es así la “consecuencia natural” del delito, ya que es la voz interna del
sujeto la primera en demandarlo.
La educación en consecuencia deberá convertirse en posibilidad de nuevas
representaciones del mundo y no ya en la manera de legitimar la exclusión,
porque los jóvenes se ven en la necesidad de recrear sus proceso en actividades
paralelas a las culturalmente reconocidas, haciendo así su ingreso a otras formas
de socialización como son las bandas juveniles y las pandillas. Por ejemplo la
desviación debe ser estudiada en su contexto, buscando en él las causas de la
conducta humana, los orígenes de las razones individuales y el reflejo social de
las acciones personales.
BIBLIOGRAFÍA
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Guattari, Félix, Las tres ecologías, Valencia, Editorial Pre-textos, 1990.
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Gómez Buendía, Hernando. Educar para la diferencia en Revista Semana,
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