«Esaminate ogni cosa, tenete ciò che è buono»

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«Examinadlo todo y quedaos con lo bueno»
HOMILÍA PARA LA MISA DE SANTO DOMINGO SAVIO
LECTURA COMUNITARIA
(1Tes 5,12-24; Sal 118; Jn15,7-14)
En Domingo Savio, el Señor ha querido dar a los adolescentes y a los
jóvenes un “modelo de santidad juvenil”, que se distingue por la “alegría
del corazón” y por la “fidelidad a los deberes de cada día”.
Para poder alcanzar esta meta, todos nosotros – jóvenes y
educadores – invocamos la ayuda de Dios para crecer como hijos suyos en
la alegría y en el amor y para ser transformados por el Espíritu en “alegres
mensajeros” de su amor.
Domingo tenía un natural bueno y orientado a la piedad, como se
puede ver de su regularidad en la vida de oración, por la mañana y por la
noche, antes y después de las comidas, y de su costumbre de buscar
momentos y espacios para rezar.
Quizá una de las cosas más sorprendentes es precisamente su firme
voluntad de ser santo, de crecer espiritualmente, de no ser un mediocre.
En su camino de santificación, no hay duda de que Don Bosco fue para
él un verdadero maestro: le recordaba que era solamente un adolescente y
que debía vivir como adolescente. Por esta razón no le permitía que
gastara tantas horas en la iglesia o que ayunase. Por el contrario, lo
invitaba a ser un buen estudiante, a cumplir con sus deberes de casa, a
superar la pereza durante los días de verano, a dedicarse de lleno al
estudio, a hacer el bien a los compañeros.
Hay que decir que ya en el primer encuentro con Domingo Savio, Don
Bosco descubrió que había buena madera, madera de santo: “Reconocí en
aquel muchacho un alma completamente consagrada al Espíritu Santo y
quedé profundamente conmovido al ver la obra de arte que había hecho
ya la gracia de Dios en una persona tan joven”.
Fue, sin embargo, una predicación de Don Bosco, en marzo de 1855, el
detonante que lo lanzó decididamente hacia la santidad: “Hay tres cosas
que os quiero recordar: la primera es que Dios quiere que seáis santos; la
segunda, que no es difícil para un muchacho llegar a ser santo; la tercera,
que hay una gran recompensa en el cielo para quienes logran ser santos”.
En aquel momento Domingo se hizo esta reflexión: “Durante toda mi vida
no he querido sino esto! No hay razón para no serlo. De ahora en
adelante me dedicaré a ello con todo el corazón y con toda la mente.
Debo ser santo, no importa cuánto me pueda costar”.
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2
He aquí el momento de la decisión de Domingo: “Incluso mi nombre
significa que pertenezco al Señor, y debo ser totalmente suyo, y no seré
feliz sino hasta que no sea santo. Tengo un grande deseo de ser santo y
si no lo consigo, habré fracasado”.
Cuando Domingo Savio preguntó qué cosa tenía que hacer para ser
santo, Don Bosco lo invitó a estar siempre alegre, a cumplir los deberes de
cada día, a desarrollar una relación de amistad con Jesús a través de la
oración, la Palabra de Dios y los sacramentos de la confesión y de la
comunión, y a preocuparse de hacer el bien a los compañeros. Domingo
asumió seriamente este programa de santidad y procuró vivir así.
Domingo murió a los 15 años, el 9 de marzo de 1857, habiendo
alcanzado un alto grado de santidad, válida para ser propuesta a los
adolescentes y a los jóvenes, llamados por Juan Pablo II, a ser “los santos
del nuevo milenio”. Jóvenes que viven según el espíritu de las
bienaventuranzas, llenos de alegría, de sentido de la vida, de piedad y de
amor eficaz. Domingo Savio no es una excepción. Es un signo.
Los valores de los que es portador son válidos para todos. Dios ama a
cualquier joven y le hace escuchar su voz y su energía en el íntimo de su
corazón.
Domingo Savio es fruto de la gracia, de la acción del Espíritu, y
también de la educación salesiana. Ésta debe tener el coraje de señalar
horizontes audaces de vida, de proponer “una medida alta” de vida
cristiana para vencer la tentación de la mediocridad. La adolescencia y la
juventud son también tiempos para madurar en santidad.
Domingo Savio representa la palabra de Don Bosco sobre la validez de
su pedagogía para hacer real esta propuesta.
Domingo Savio es una figura muy completa en su aspecto humano:
responsabilidad, amistad, generosidad. Sobre todo es alguien que se
caracterizó por el diálogo con el Señor, al que sintió dentro y fuera de sí,
y al cual respondió con la oración, la intimidad sacramental, la pureza de
corazón y con el compromiso apostólico ordinario y extaordinario entre
sus compañeros.
Por medio de la educación de todo lo que es humano se puede caminar
hacia la fe. Pero la misma vida de fe es educación de lo humano y
representa el camino más seguro, breve y fecundo.
Que el Señor nos conceda la gracia de caminar juntos, educadores y
educandos, en el camino de la vida y de la fe creando un ambiente que
favorezca la confianza recíproca, el estímulo al bien y el acompañamiento
personal.
Don Pascual Chávez V.
Santander, 9 de mayo de 2003
Salesianos.Inspectoría San Francisco Javier. Bilbao
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