EL HERMANO POLICARPO EDUCADOR (1801-1859) EL HOMBRE En el 150 aniversario de su fallecimiento, traer a la memoria el recuerdo del Hermano Policarpo, es ante todo pensar en el hombre que fue: un hombre bueno, acogedor, afectuoso, que no se impuso nunca por la fuerza, como religioso o como educador. Era lo contrario de un hombre autoritario al que le gustan los golpes de estado. El Padre Francisco Coindre, al que reemplazará como Superior general en 1841, llegará incluso a dudar de su firmeza. En el Capítulo general de 1841, le deseará, en términos un poco velados, ¡no ser demasiado bueno! Lo que es seguro, es que el Hermano Policarpo siempre buscaba ganarse los corazones, proponer, persuadir, sin romper nada. El Hermano Policarpo fue un hombre para los demás. Fue un hombre para los demás en La Motte, recogiendo a los jóvenes de los alrededores en su pequeña escuela rural. Fue un hombre para los demás en Lyón, asumiendo la dirección de sus Hermanos novicios mientras preparaba su profesión perpetua. Fue un hombre para los demás en Vals donde tomó la dirección de la escuela y recibió en su casa jóvenes candidatos a la vida religiosa. Fue un hombre para los demás cuando tomó la dirección del colegio de Paradis, después de haberse cualificado debidamente. El Hermano Policarpo fue un hombre de fe: una fe tranquila y sencilla; una fe que avanza totalmente confiada, sin buscar comprender todo, seguro de Aquél en quien se ha confiado. Vivía su fe en lo cotidiano de los trabajos de cada día, con Hermanos sin educación refinada, siguiendo un horario exigente que no tenía a menudo más valor que el de la expresión cierta de la voluntad de Dios. En la salud como en la enfermedad, caminaba bajo la mirada de Dios. EL EDUCADOR El educador que fue el Hermano Policarpo es la imagen del hombre de fe que ha sido: concienzudo, recto, afectuoso, apuntando hacia lo que está más arriba y más lejos. Nunca fue un teórico de la educación, como San Juan Bautista de la Salle, pero supo recoger para sus Hermanos las ideas maestras que eran precisas para la buena marcha de una escuela cristiana. Por otra parte, recomendó seguir las directrices de la Guía de las Escuelas, manual bien conocido de los Hermanos de las Escuelas Cristianas. Fue, podríamos decir, un educador a la antigua, explotando plenamente un sistema educativo que ya había sido probado. En los capítulos XV, XVI y XVII de las Reglas generales y comunes de 1846, la que podría llamarse Regla del Hermano Policarpo, dio consejos a sus Hermanos para esclarecerles en su hermosa tarea de educador. Algunos de estos consejos, para ser bien comprendidos, deben ser colocados en su contexto; otros guardan, incluso hoy, una cierta sabiduría pedagógica. Digamos en primer lugar que el Hermano Policarpo es bien consciente de que una escuela forma parte de una red de relaciones. La correspondencia de su tiempo sobre las fundaciones de escuelas recogida por la Positio indica muy bien las relaciones que tenía con las autoridades locales y nacionales en el terreno de la educación; con las autoridades eclesiásticas, obispos y párrocos; con las diferentes Academias reconociendo el estatus profesional de los Hermanos. Quería un Instituto al servicio de la Iglesia quien, por medio del Instituto, ofreciese a su vez, a la sociedad civil, una red de instituciones escolares que respondiesen a las necesidades de las familias y de los niños. Pero en todas estas relaciones, sobre todo con ocasión de una nueva fundación, sabía afirmar el carácter propio de su Instituto: una Congregación de religiosos educadores que viven y trabajan en comunidad. 1 ¿Cuáles eran los fines perseguidos por las escuelas en el pensamiento del Hermano Policarpo? Escribirá: "Su primer cuidado será enseñar a los niños las oraciones,… los deberes del cristiano y el santo Evangelio". Ve pues su escuela como un ambiente en el que se orienta a los jóvenes hacia un mejor conocimiento de su religión y una inserción en la parroquia. Después de haber afirmado la primacía de los valores religiosos, escribirá: "Enseñarán todo lo que concierne a la educación primaria y elemental… No aceptarán nunca otro empleo que pueda desviarles de su escuela." Comprende pues que la escuela no es un convento: la escuela prepara a los jóvenes para una vida familiar y social, en un medio dado, rural o urbano. En sus consejos a los Hermanos, el Hermano Policarpo centra sus preocupaciones en el bien del alumno, sea quien sea. Escribe: "Se recibirá siempre gratis a tantos alumnos pobres como sea posible sin arruinar la obra." Insinúa una palabra que reúne las preocupaciones de Don Bosco, la vigilancia: "La vigilancia exacta de los Hermanos debe prevenir los abusos y hacer que las penitencias sean pocas." Y si hay que castigar, insiste en que el castigo sea inteligente y provechoso. Excluye todo insulto y toda corrección corporal: "No pegarán nunca". Recomienda ser celosos con todos, sin prevenciones ni preferencias injustificadas. El Hermano Policarpo mantiene una atmósfera de orden y tranquilidad en la escuela, consejo que parece cuadrar mal en la escuela de hoy donde a los jóvenes les gusta tomar la palabra. Insiste en el silencio: el silencio portador de atención y de concentración, el silencio que da peso a la palabra. Evidentemente, la enseñanza oral y colectiva como se practicaba en tiempos del Hermano Policarpo, es impensable sin una cierta disciplina, respetuosa con el ritmo de cada uno. Comprendiendo que el silencio es necesario para una escucha atenta de los otros, recomienda a los Hermanos ser ellos mismos modelos de silencio para sus alumnos. Entendiendo el viejo dicho, a saber: que los buenos maestros hacen las buenas escuelas, el Hermano Policarpo no olvida recordar a sus Hermanos, las obligaciones de un educador religioso. Él mismo dio ejemplo cualificándose para la enseñanza, primero en Gap en 1822, alcanzando un primer título de capacidad, después en Paradis en 1837-38, alcanzando un segundo título para adaptarse a la nueva legislación. Anima siempre los estudios, incluso fuera de las sendas comunes. Permite al Hermano Odilón, que tenía un buen talento para la pintura, seguir los cursos del célebre Pizzetta en Lyon. El Hermano Policarpo pide a los Hermanos que se dedican a la enseñanza religiosa no contentarse sólo con la letra sino con "el espíritu de cada palabra". Insiste además para que la lección de religión no sea una imposición. Escribirá: "Evitarán inflingir penitencias durante las oraciones o durante el catecismo." Por otro lado, se siente uno impresionado por la enumeración de los días de fiesta que deben ser preparados y celebrados por los alumnos. El calendario escolar tiene bien en cuenta el calendario litúrgico. LA IRRADIACIÓN El Hermano Policarpo tuvo una gran influencia como educador. No era hombre para hacerse el sordo cuando las necesidades se hacían sentir. Dirigió la escuela de su pueblo desde 1822 hasta su entrada en religión en 1827. En Lyón, estará en activo en el curso de su noviciado de dos años, teniendo la responsabilidad de sus cohermanos novicios. Después, en 1830, pasará a Vals, donde durante 7 años dirigirá la escuela del pueblo, dejando un excelente recuerdo entre sus habitantes. 2 Por fin, en 1838, le veremos en Paraids, en Puy, como director del colegio, después como Asistente, por fin como Superior General desde 1841 a 1859, año de su muerte. En Los Hermanos del Sagrado Corazón, pág. 47, el Hermano Stanislas afirma: "El Hermano Policarpo había recibido del Padre Francisco Coindre, en 1841, 21 establecimientos. A su muerte en 1859, dejará a su sucesor 97…". Y añade: "Entre las fundaciones del Hermano Policarpo, dos grupos son particularmente subrayables: la colonia de América, fundada en 1846 y la colonia de La Pequeña América en los Bajos-Pirineos y las Landas…" En el segundo artículo de las Reglas comunes del Hermano Policarpo, puede leerse: "Es conforme a su vocación viajar por diversos países y fijar su residencia en cualquier parte del mundo donde crean poder ofrecer a Dios mayor servicio y ser más útiles para la salvación de los niños". Como se puede constatar es la línea de conducta que ha seguido el Hermano Policarpo mientras ha estado a la cabeza de la Congregación. Es interesante anotar que el Hermano Policarpo no se contentaba con abrir escuelas para engordar las estadísticas. Apuntaba a fundar escuelas que respondían a necesidades concretas. En Francia, los Hermanos dirigían escuelas que pertenecían a los ayuntamientos, en pequeñas localidades rurales. Pero Paradis, Marvejols y Lyon tenían otro aspecto y eran obras propiamente comunitarias. Cuando envió Hermanos a Oloron, quería servir a una población muy alejada de los grandes núcleos urbanos. Y en Estados Unidos se trataba de un orfanato, de una escuela industrial, de escuelas parroquiales no subvencionadas por el Estado. CONCLUSIÓN Los primeros Hermanos de Francia llegados a España en 1903 traían en sus equipajes preciosos recuerdos del Hermano Policarpo. Iniciándose en la lengua, la historia y los programas de estudios de España, esperaban el momento propicio para dar a conocer la vida y obra del Hermano Policarpo. No tardó en llegar el tiempo en que, desde los comienzos, jóvenes neófitos se presentaron para entrar en la gran familia de los Hermanos del Sagrado Corazón. Y fue entonces cuando, sin abandonar su herencia de fe y de cultura inigualables, estos jóvenes se pusieron en ruta por los caminos de la perfección, los ojos fijos en la figura del Hermano Policarpo, este gran religioso y este gran educador. Toda vida grande tiene una fuente en la que bebe. La fuente del Venerable Hermano Policarpo fue el Corazón de Jesús. Es aquí donde encontró el agua viva que fecundó su vida. En el transcurso de su larga carrera buscó marchar sobre los pasos de su Maestro por los grandes caminos de la educación cristiana en el mundo, con verdad y amor, con una audacia tranquila que no vacilaba nunca. Guardó toda su vida sus ojos de niño maravillado ante lo que Dios puede hacer si se confía en Él. En este año del centenario de la llegada de los Hermanos del Sagrado Corazón a España, dice a cada Hermano de la Provincia de España, joven o anciano: tú eres precioso a mis ojos y yo te quiero como a un hermano. Frère Lionel Goulet, SC (Cien años educando desde el corazón, pp.95-96) 3